Al ver el entorno solo pude pensar, "que maldito mundo es este", era 100% que este no era el planeta tierra, cualquiera se daría cuenta hasta el más menso de los mensos, el cielo era rojizo, y tres enormes lunas existían, no había casi vegetación y la que se podía ver era muy extraña para ser plantas, era árido el suelo, muchas montañas de rocas, hasta el aire era anormal, muy caliente y difícil de respirar, mis ojos ardían por alguna razón y mis pulmones se esforzaban por respirar.
Mi mente daba vueltas tratando de comprender la situación donde me encontraba, era difícil, dudó mucho que alguien pudiera aceptarlo, supuse que había muerto por la leucemia, mi alma tal vez fue condenada al infierno, pero no recordaba haber hecho cosas malas para merecer eso, yacía arrodillado en la tierra rojiza, mis lágrimas mojaban aquella tierra tan improvista de humedad, así estuve un rato, hasta que me canse de lloriquear, me di cuenta que estar tirado en el suelo no me ayudaría en nada, razone un poco, me dije a mi mismo que daba igual, total iba a morir de todas formas por el cáncer en la sangre, preocuparse no valía la pena, mi muerte solamente iba a ser adelantada un poco más.
Me dispuse a caminar y encontrar algún refugio, era obvio que en este lugar existirían depredadores, bestias que se les haría muy lindo tenerme de alimento, por el camino que seguí me encontré con raras criaturas diminutas y otras grandes como un gato, pero tipo insectos, con una forma diferente cada una, formas que jamás creí ver, tal vez, era normal para ese mundo, pero para mis ojos no lo era. En muchas ocasiones me tiré al suelo, estaba fatigado, caminar me resultaba complicado, me cansaba más de lo normal, todo era culpa del aire que respiraba.
Escuche un extraño sonido, algo me venía siguiendo, tal vez algo había percibido mi extraño olor, entre tantas montañas de rocas no lo podía ver, ni él a mí, pero sin duda algo estaba muy cerca, hice un esfuerzo por levantarme, había una roca con varias rajaduras a unos cincuenta metros, así que corrí desesperadamente a ella, el aliento me faltaba pero mi determinación de continuar viviendo era más, al llegar a esa roca me escondí en una de su varias grietas, no era tan grande como una cueva pero tal vez me escondería de aquello que venía, el ruido era más fuerte, ya cada vez más fuerte, como un temblor se podría decir, eran sonidos de pisadas enormes, rogaba a Dios porque aquella cosa no se diera cuenta de mi, no quería ser alimento de una bestia.
Tap, tap, tap, tap.
Se escuchaba cada vez más cercano a mí, yo temblaba y mis desgraciadas lágrimas no dejaban de fluir. Una sombra gigante oscureció el suelo enfrente de la grieta donde estaba.
Ash, ash, ash, ash.
Un maldito hocico apareció delante de mí, gruñía, y dejaba caer baba, mi cuerpo trataba de arrimarse más a la pared de la grieta, casi me fusionaba a ella, el miedo invadía todo mi ser, pero aquella cosa que quería comerme emitió un sonido de dolor, y su hocico dejo de verse, parecía que se había ido, la calma solo fue una ilusión, ya que un ojo enorme me observaba, unos dedos gigantes empezaron a hurgar mi escondite, dos dedos me tomaron y me sacaron a la luz, el dolor donde me estrujo fue tan grande que perdí la conciencia.
Después de un largo sueño desperté, ya no me encontraba en aquellas montañas de rocas, ahora me encontraba en otro lugar mucho peor, mi alrededor estaba lleno de monstruos, criaturas espeluznantes, sus formas humanoides eran escalofriantes, no sabía como podía haber algo así, estaban reunidos todos en una sala gigantesca hecha de roca sólida, las columnas que había medían unos 25 metros, mínimo, las mesas y sillas donde estaban sentados, si podía llamar así, eran enormes.
Era evidente que tenian inteligencia, hablaban en su propio idioma, sus voces resonaban en todo el lugar, quería salir corriendo pero estaba en un frasco, encerrado como una cucaracha, esas cosas comenzaron a observarme, se dieron cuenta que estaba despierto, uno que otro hacía un ruido extraño mientras me apuntaba, tal vez era su risa, pero esta era grotesca.
Uno de ellos tomo el frasco donde me encontraba y empezó a moverlo a los lados, mi cuerpo se balanceaba sin poder evitarlo, y la maldita risa de esa cosa me molestaba los oídos, era el juguete de ellos, su fenómeno de circo, un simple esclavo.
Aquella criatura puso en la mesa el frasco donde yo estaba, todos se quedaron callados, algo sucedía, ya que nadie se movía, unas criaturas más extrañas aparecieron, estas eran más pequeñas, si los tipos de aquí medían 20 metros, estos solo median 10 a 13 metros más o menos, pero se podía saber que eran fuertes, puesto que nadie dijo nada.
Uno de los que habían aparecido se acercó donde estaba el sujeto que había estado sujetando el frasco donde me encontraba, y dijo unas palabras, aquella criatura más grande hablo por unos segundos y le entrego el frasco donde estaba yo, este tomo el frasco y me observo, mis ojos podían ver su apariencia, era muy diferente a las criaturas gigantescas, estos tenían rasgos más finos y delicados, no eran feos y aberrantes, carentes de un cuerpo menos terrorífico, eran como más parecidos a nosotros, pero en tamaños gigantes, orejas puntiagudas y muy largas, cabellos grises y plateados.
En cambio, aquellos que estaban en esta sala gigante, eran cuerpos llenos de masa muscular, una masa de músculos se podría decir, sus caras eran verrugosas o escamosas, orejas redondas y sin cabello alguno. Hasta la vestimenta era diferente, ya que estos solo cubrían sus entrepiernas con una especie de piel, y los sujetos más pequeños tenían ropas que cubrían su cuerpo.
La criatura al tomar el frasco se retiró junto con sus compañeros, yo ya no sabía que demonios sucedería conmigo, si iba a morir, o si sería esclavo o juguete para algún niño demonio, lo único seguro era que la leucemia o estas criaturas me terminarían matando, esa era mi único destino.
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Comments
Alicia Salamanca Hernández
interesante relato y emocionante 😲
2023-03-31
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