Isabella
Quedé en almorzar con mi je... Compañero así que me guía hasta su auto y me abre la puerta, me está empezando a gustar esta nueva versión del señor Ada... De Jeffrey.
—Adelante Isabella. —Me invita a entrar en el carro.
—Gracias Jeffrey. —Entro en el carro y me abrochó el cinturón de seguridad.
Él da la vuelta y se sienta en el asiento del conductor.
—¿A dónde quieres ir a almorzar? —Me pregunta, mientras arranca el coche.
—No sé, tú conoces más este lugar que yo.
—Ah, verdad, que no tienes mucho aquí en la ciudad.
—No, recuerda que yo no soy de aquí. —Sonrío.
—Tal vez, por eso me gus... Me agradas. —Se corrige de inmediato.
—Pensé, que yo no te agradaba.
—Al principio, no, ahora, mucho menos. —Se echa a reír, cuando lo miro con cara de póquer.
—Ah, ok. —Me limito a decir.
—Isabella, no te molestes, fue echando broma. —Sigue riendo, es tan lindo cuando es así, agradable y despreocupado.
—Sí, normal. —Me hago la ofendida.
—Vamos mujer, no te enfades. —Me coloca su mano en mi hombro, dándome un medio abrazo. Me le quedó mirando, se da cuenta de lo que hizo, así que la retira de inmediato.
—Perdona. —Me dice, mientras toma la palanca.
—Tranquilo, solo que me pareció un poco extraño.
—Sí, es que no sé qué me pasó, perdón.
—Tranquilo, no pasa nada.
—No sé, si te incomode.
—No para nada, ya te dije que estés tranquilo, te mire por qué me pareció extraño, eso es todo.
Es mentira, realmente lo miré, por qué su tacto generó algo extraño en mí, y me imaginé eso muchísimas más veces y eso le dio calidez a mi corazón.
—Pensé que después de lo que ocurrió, no querías que nadie te tocará. —Me dice extrañado.
—Sí, tienes razón, aún no me agrada que me toquen, pero no sé qué me pasó contigo. —Digo esto último extrañada, soy sincera, no sé qué me pasó con él, fue extraño que dejara que me abrazara de esa manera tan cercana para mí.
—Tranquila, supongo que te estás acostumbrando, ya que el tal Jhon ese te abraza siempre que te ve. ¿No?. —Voltea a mirarme.
—Sí, solo cuando va a saludarme.
—Pero, te abraza mucho, para ser solo saludos normales. —Está celoso, es en serio.
—No, solo que él es muy cariñoso, con todos.
—Pues, conmigo no lo es.
—Vamos, ¿Cuál es el problema de que Jhon me saludé abrazándome?. —Me enfada, que quiera celarme cuando no somos nada y además él está saliendo con la rubia esa.
—Ninguno, perdona, solo que es extraño que te dejes abrazar por él y por mí no. —Definitivamente está celoso.
—No tiene nada que ver con eso, solo que tú no eres cariñoso, y me pareció extraño. En cambio, él sí, y no solo es conmigo, es con todos los que le caen bien. —No sé por qué demonios le estoy dando explicaciones.
—Pues, entonces de ahora en adelante, te saludaré con abrazos. —De verdad está diciendo eso.
—No sé, si tu amiguita la rubia te ve, se va a enfadar mucho. —Si él me cela, por qué yo no saco el tema también.
—No es mi amiguita, es mi novia. —Se volteó a mirarme, cuando dijo esto último, se me revolcó el corazón al escucharlo decir que es su novia.
—Que bien, me alegro por ti, es muy hermosa. —Me limito a decir, ya que no sé por qué me siento así, si ya sé que yo no soy su tipo.
—Sí, lo es. —Voltea el rostro, pero noto que sigue mirándome a través del retrovisor, yo lo observó un instante más, y volteo mi rostro hacia la ventanilla.
Pasamos el resto del trayecto en silencio, hasta que por fin llegamos al restaurante que él escogió.
—Llegamos. —Se baja del auto, al parecer mencionarle la rubia, lo puso de mal humor.
Me bajo igualmente y camino detrás de él.
—Aquí está la mesa que pidió señor Adams. —Dice un camarero que nos dirige a la zona VIP.
Entramos y nos sentamos.
—¿Qué desean los señores?. —Pregunta el mismo mesero.
Jeffrey pide por los dos, por qué, notó que lo mire con cara de que no tenía ni idea de lo que estaba hablando ese hombre. El mesero se retira.
—Te veías graciosa, haciendo esa cara. —Se ríe.
—¿Qué cara?. —Pongo la misma cara de hace rato.
—Esa misma. —Vuelve a sonreír, me encanta cuando lo haces. —Te ves tan tierna y hermosa. —Dice mientras me sonrojo, hacemos contacto visual y estamos así un rato, hasta que llega el mesero.
—Aquí está su pedido señor. —Pone los platos con nuestras comidas, sobre la mesa.
—Gracias. —Le sonrío al mesero.
—Bien, ya puedes irte. —Le dice Jeffrey en un tono que pareciera estuviera molesto.
Este se va y me lanza una mirada antes de irse. Jeffrey lo mira con cara de pocos amigos y este se termina de ir.
—¿Qué fue eso?. —Le pregunto.
—Nada. —Me dice de forma cortante.
—En serio, así quieres que mejoremos la relación de compañeros, siendo grosero conmigo, por qué creo que si sigues con esta actitud conmigo, no va a funcionar. —Le digo obviamente molesta, por sus cambios de humor tan rápido.
—Perdona Isabella, pero como no quieres que cambie de actitud, si andabas flirteando con ese mesero. —Me reclama, pero que le pasa a este chico.
—Primero que nada, yo no estaba flirteando con él, estaba siendo amable, no es lo mismo.
—Para mí, si lo es, no viste como te comía con la mirada.
—No, no vi nada, no es lo mismo, ser amable con alguien no implica coqueteo, son dos cosas que suelen confundirse, es cierto, pero no son iguales. Además, no es problema tuyo si coqueteo, flirteo o lo que sea, con alguien, tú tienes novia, ¿No? Debería importarte ella, no yo. —Digo molesta por sus reclamos, sin moral para hacerlos.
—Tienes razón, no sé por qué me enojo si puedes tirarte a quien se te dé la gana. —Dice molesto.
—Sabes qué... —Le iba a decir una grosería, pero prefiero dejarlo hasta allí, tomo mi bolso, me levanto de la silla y me dispongo a marcharme de este lugar.
—Isabella, por fa no te vayas, metí la pata, en serio lo siento. —Dice esto y me toma del brazo.
—No te vayas, tratemos de nuevo por favor. —Me invita a sentarme, asiento con la cabeza y me siento.
—Hablemos solo de nosotros dos, ¿sí?, Olvidemos un rato el resto del mundo. —Me ofrece, me agrada esa idea, así que asiento.
—Y bien. —Me dice, invitándome a hablar primero.
—No sé por dónde empezar. —Soy sincera.
—Bien empiezo yo entonces. ¿Qué edad tienes?.
—19, ¿Y tú?.
—22. ¿Eres soltera o casada?. —Dice esto con sonrisa pícara
—Soltera. ¿Y tú?. —Le devuelvo la sonrisa.
—Comprometido. —Se coloca tenso, pero luego me mira y se relaja.
—Bueno, ¿Qué carrera estudia, señor?. —Le pregunto tratando de olvidar lo que oí.
—Arquitectura, ¿Y usted madame?. —Dice en tono juguetón.
—Medicina, señor. —Le respondo en igual tono.
—¡Oh! Que bien, tal vez necesite una doctora que me cure del corazón. —Dice en tono pícaro.
—Sería un placer para mí, señor Adams, curarle el corazón y cualquier otra enfermedad que tenga. —Sigo su juego picarón.
—¡Oh!, Entonces cada día de la semana, creo que me estoy enfermando. —Se hace el dramático.
—Guao, qué enfermedad tan rara, señor Adams, pero que bueno que tenga el privilegio de curarlo. —Tomo su mano, por instinto, él me mira, pensé que se enfadaría o algo, pero no, coloca su otra mano encima de la mía,
—Que agradable tener una doctora tan bella como usted, señorita storm. —Dice esto mirándome los ojos, mi corazón está a mil por horas.
—Y para mí, es un placer, tener un paciente, tan bello, como usted señor Adams.
—Me enfermaría de miles de maneras, con tal de que tú me cures.
—Y yo inventaría, quinientos mil remedios, con tal de que usted esté bien, señor Adams.
—Le puedo contar un secreto, señorita Adams. —Dice susurrando, mientras nuestras manos siguen tomadas sobre la mesa.
—Claro, señor Adams, yo soy como una tumba. —Susurro igualmente.
—Me fascina cuándo me dices, señor Adams.
—Entonces, por qué me pidió que lo tuteara.
—Porque quiero reservar "ese señor Adams" para otra ocasión. —Dice en un tono que no logro descifrar.
—¿Qué ocasión, señor Adams?.
—Shh, pequeña, no tan alto que nos pueden oír. —Susurra.
—De acuerdo, señor Adams, perdóneme.
—Esa palabra saliendo de tus labios, es mi mejor medicina.
—Entonces cuando esté enfermo, lo curaré con esa palabra.
—Me parece genial.
—Pero dígame qué ocasión es esa.
—Una ocasión en la cual usted querrá más de mí, me lo pedirá y yo accederé por qué su voz, me llevará a un estado de trance indescriptible, mientras que sus palabras serán como el sonido de pajaritos por la mañana, una melodía que no podría explicar, es como estar en el cielo y en el infierno al mismo tiempo. Pero hay un problema y es que todo eso es como ver la aurora boreal, cuando el sol está en su punto más alto, algo imposible, pero eso no le quita, que en la imaginación se vea hermoso.
—No entiendo, señor Adams, cuándo se dará esa ocasión.
—No lo sé, ojalá lo supiera, no sufriría tanto imaginando como sería esa ocasión —Así que si imagina algo conmigo, esto se está volviendo extraño.
—¿Y por qué no lo averiguamos juntos? —No sé a qué se refiere, pero no quiero que se acabe, quiero que siga esto, no importa que sea un juego.
—Porque no es conveniente señorita storm, al menos no por ahora.
—¿Por qué no es conveniente?
—Por qué sé que usted no me entiende, y averiguarlo sería arriesgarme a perderla a usted y perderme a mí mismo el poco respeto que me queda a mi moral y creencias. —Este hombre habla tan extraño.
—No comprendo. ¿Por qué me perdería, señor Adams?.
—Por qué tus éticas y morales, te impiden el hacer, "el averiguar" algo conmigo tan pronto, si la invitó a que averigüe esa ocasión conmigo, se va a ofender y me cacheteará y luego se marchará y hasta allí la volvería a ver.
—Sigo sin comprender.
—Por ahora, es mejor así, que no entienda a lo que me refiero, pero que me deje tomar su mano y que está me ofrezca la calidez que tanto estaba buscando. Mientras tus labios, me dicen esa palabra que me cura del corazón, pero me enferma otra parte.
—¿Qué parte, señor Adams?. —No entiendo lo curo y lo enfermo a la vez.
—Es mejor que no lo sepa, señorita storm, y hágame caso es mejor dejarlo hasta allí, por qué si no, está mesa, no será impedimento a qué me acerqué a usted y busque aquella ocasión de la que le hable hace rato.
—¿Y por qué no lo hace señor Adams?. —Ya entendí a qué se refería, el Señor Adams quiere se*0 conmigo, pero por alguna enferma razón yo también lo quiero, lo deseo, lo imagino encima de mí y tenerlo tan lejos en este momento me enferma aún más.
—Esto no está bien, sé que dije que era imposible, pero puedo arriesgarme a qué no lo sea. ¿Cierto?.
—Si no lo intenta como sabe que es imposible. —Quiero que lo haga ya, no resisto más, está guerra entre lo correcto o incorrecto me está volviendo loca y yo solo quiero una cosa ahora.
—Tiene razón señorita storm, a la mie*d4 lo correcto.
Jeffrey quita la mesa de en medio y se acerca como un depredador cazando a su presa, los platos caen al suelo y producen un fuerte sonido, ambos volteamos a ver si alguien venía, pero nadie entro, así que Jeffrey me mira y sigue avanzando hacia mí. Debería aterrarme esa mirada que tiene, pero al contrario me ex*t4, pero cuando nuestras bocas están a centímetros de tocarse, de fundirse la una con la otra en un beso apasionado y cargado de lujuria y deseo, el uno por el otro, se escucha una voz enfadada.
—Jeffrey, ¿Qué Mier*4 estás haciendo?...
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