Mi jefe es un conchudo idiota.

Isabella

Mi teléfono está repleto de mensajes y llamadas de Williams, no sé qué pasó, así qué voy a llamarlo a ver.

*Ring, Ring.

—Aló. —Me dice del otro lado de la línea.

—Hola, Williams. Tengo muchas llamadas tuyas. ¿Qué pasó?. —Le pregunto.

—Oh, perdona por asustarte. ¿Cómo sigues?. —Me pregunta.

—¿Cómo sigo de qué?

—Pues, de lo que te hicieron Isabella. —¡Qué así que lo sabe!

—Co... ¿Cómo te enteraste?. —Le pregunto angustiada.

—El jefe nos los contó a todos. —Me asegura del otro lado de la línea.

—Ah, sí, eso hizo, pues estoy mejor, gracias por preguntar.

—Bueno, quisiera verte hoy a las 5 ¿Puedes?. —Me está invitando a salir, es en serio.

—Sí, claro, nos vemos a esa hora. —Necesito qué me cuente más de eso.

—Adiós ISA. —Se despide.

Cuelgo y me meto en la ducha, estoy cabreada con mi jefe, ¿Cómo pudo hacerme esa mierda? Creí que lo iba a reservar, solo iba a quedar entre nosotros, ahora todos los saben y seré el hazmerreír de muchos, les causaré lástima a otros, no quiero esa mierda, qué rayos le pasa, eso era algo que me correspondía contar a mí, no a él.

Ya son las 2:30, así que me arreglo para encontrarme con Williams, necesito saber todo. Me coloco unos jeans negros y camisa de botones blanca junto a unas Converse negras con blancas. Tomo mi cartera y salgo de la habitación.

Me asomo por la escalera y no hay nadie abajo, así que bajo rápido y veo que Carmen sale de la cocina.

Pero, gracias a Dios no me ve y se mete en la oficina del conchudo ese, yo aprovecho y salgo, pero afuera hay unos guardias así que me escondo, después de un rato lanzo una piedra detrás del jardín y los dos corren hacían allá a investigar, aprovecho y salgo. Cojo mi auto que ya está en el estacionamiento de este conchudo y me voy al restaurante.

Entro y veo a Williams, ya, en una mesa.

—Hola. —Digo mientras me siento enfrente de él.

—Isa. Me alegro verte otra vez. —Me dice con entusiasmo.

—Sabes que no quería salir de casa. —Le digo un poco grotesca.

—Oh, perdón, si lo supuse, pero también sé qué si aceptaste fue por algo. —Me adivino el pensamiento.

—Sí, tienes razón. Quiero qué me cuentes todo, ¿Cómo te enteraste?. —Le pregunto una vez más, deseando que se haya equivocado de nombre o algo.

—Pues, empezó con qué Martha nos contó, que tu jefe la llamó diciéndole qué tú no podías ir a trabajar. —Me empieza a contar él. —Luego ella le pregunto por qué, y él le dijo que tenías un viaje con él, a una junta algo así. Luego fue a trabajar y cómo no le creímos ninguno de nosotros, lo encaramos y nos lo contó, nos dijo que era que te había viol*d*. Nos sorprendimos, por eso te llamé y te llamé, pero no contestabas, así que le pregunté y me dijo que te tenía él. —Me termina de contar él.

—Wow, qué locura, no sé qué decirte. —Estoy impresionada por su confesión.

—Isabella no es buena idea qué estés con él. —Me molesta su comentario, aunque no sé qué es lo que de verdad me molesta. Sí, su comentario o que mi jefe no respetará lo que me pasó y lo estuviese contando como sí yo no fuera nadie. Ya veo que no le importo en lo más mínimo. Sabía que tanta hospitalidad era fingida.

—No sé Williams, no tengo a dónde ir. —Le confieso.

—Puedes irte conmigo, tengo un cuarto donde te puedes quedar, así no te incomodaría. —Me agrada su idea, pero no quiero vivir con él.

—No lo sé Williams, déjame pensarlo de acuerdo. —Le digo.

—Está bien, ISA, sabes cómo me puedes encontrar si me necesitas. —Se ofrece y se levanta de la silla y se marcha.

Me siento mal, él me confiesa eso y yo ando toda boba nada más en pensar irme de la casa de mi jefe, pero estoy cabreada por lo qué hizo, es un idiota, por un momento pensé que había algo, pero aquí no hay nada, él no se fijaría en alguien como yo; tomo mi bolso y salgo del restaurante.

Jeffrey

Isabella aún no ha querido salir de su habitación, sigue molesta por el comentario que le hice, espero se le pase pronto.

*Toc, toc.

—Pase. —Digo a la otra persona que toca mi puerta.

—Jeffrey, mi niño. Isabella no está en su cuarto. —Se me sale el corazón del pecho, dónde diablos estará.

—¡WILINTON! —Grito.

Entra corriendo por la puerta.

—Dígame jefe.

—¡Cómo demonios se desapareció Isabella! ¡Son unos malditos incompetentes! —Grito y lanzo la jarra que está sobre mi escritorio al suelo. Este se estrella y se parte en miles de pedazos.

—Lo siento, señor, pero la señora no salió, no la vimos saliendo, por ningún lado. —Se disculpa.

—Pues, búsquenla, para ¡YA! —Grito y sale corriendo del despacho.

—Hijo, ¿No sabes a dónde pudo ir?. —Me pregunta Carmen.

—Crees que si lo supiera estaría aquí. —Le digo groseramente a Carmen.

—Lo sé, hijo, perdóname. —Y sale del despacho.

No quise tratarla mal, pero estoy preocupado y ella solo hace preguntas tontas.

Salgo del despacho, tomo mi auto y empiezo a buscar por la gran ciudad. "Dónde demonios estás Isabella".

Isabella

Hace 5 horas estoy dando vueltas por la ciudad, no sé qué hacer, si volver a esa casa o ver dónde me quedo, pero la realidad es qué no tengo ni un dólar para conseguir dónde quedarme esta noche.

Después de 3 horas más rodando por la gran ciudad, he decidido volver.

Al llegar estacionó el auto y bajo, salgo corriendo hacia mi dormitorio, pero apenas entró, Carmen se levanta del sofá, dónde estaba sentada hace un instante.

—Mi niña, nos tenías preocupados a todos. —Me dice mientras, se acerca a abrazarme.

—Tranquila Nana, solo salí a comer. —Miento un poco.

—Mi niña, pero no avisaste ni nada, nos asustaste a todos. —Vuelve a repetirme y me suelta de su abrazo.

—Tranquila Carmen, ahora voy a darme un baño. —Digo y subo a la habitación.

Jeffrey

Mi Nana me llama y me dice que ya Isabella estaba en la casa, qué solo salió a comer, ella sola por allí en la ciudad no es qué me tranquilice mucho, pero al menos sé qué está bien y eso me quita la tensión que tengo.

Me dirijo a casa y al entrar veo a Carmen con unas toallas en las manos.

—¿A dónde vas con eso?. —Le pregunto

—Voy para donde Isabella, mi niño, ella se está duchando y voy a cambiarle las toallas. —Me informa mi Nana.

Aprovecho para hacer lo que había dejado pendiente, antes de creer que Isabella había desaparecido.

—Wilinton. ¿Qué ha pasado con la investigación de los tipos esos?. —Le pregunto esperanzado de que tenga noticias nuevas.

—Señor, solo lo último que sabemos, qué alguien les compro los boletos, para que se fueran, señor. Me dice él de nuevo.

—Eso ya lo sé Wilinton, quiero noticias nuevas, ¿Entiendes?. —Me cabrea que no tengamos noticias nuevas.

—Sí, señor, entiendo, estamos haciendo todo lo posible por conseguirlos. —Me dice él.

—Mueve cielo y tierra Wilinton, pero no podemos dejar eso así.

—Sí, señor. —Y sale del despacho.

Isabella

Me duché, bañe y ahora estoy recostada sobre mi cama pensando, no sé que hacer, me molesta qué sea tan chismoso y no respetara lo que me pasó, era algo que solo me correspondía a mí, por qué demonios hizo eso, estoy muy cabreada con él, pero en parte le agradezco lo que hizo, por qué así me demuestra que él solo es un maldito egoísta, engreído, que no le importa la vida de los demás. Debo alejarme de él, pero ahora más que nunca debo recuperarme de esto.

*Toc, toc.

—¿Quién?. —Espero no sea ese conchudo.

—Soy Carmen, mi niña. —Me dice del otro lado.

—Pasa, Carmen. —Le digo.

—Hola, mi niña te traje, estás toallas, por qué sé que estás ya están sucias. —Dice mientras tomas las toallas que utilice no hace mucho.

—Gracias, Carmen, no se hubiera molestado. —Le digo y le dedicó una sonrisa.

—Tranquila mi niña, por ti hago lo que sea. —Me dice y se sienta a mi lado.

—Carmen. ¿Te puedo preguntar algo?. —Le digo.

—Sí, mi niña dime. —Toma mis manos entre las suyas.

— Carmen, El señor Adams. ¿Cómo es él?. —Le suelto.

—Ay, mi niña, pensé que me preguntarás otra cosa.

—Carmen, por favor responde mi pregunta.

—Mi niña, él es un buen muchacho, solo que no confía en las personas y eso a veces lo vuelve un poco egoísta, no confía en las mujeres, por lo que le pasó, hace tiempo. Siempre es lo mismo desde aquella vez. —"Aquella vez". A qué se refiere con eso.

—¿Qué pasó aquella vez?. —La curiosidad me mata.

—Mi niña, aquí no hablamos de eso. —Me dice ella y se levanta.

—Está bien, Carmen, disculpa. —Me disculpo por mi entrometimiento en cosas que no me importan. O sí, no sé. No, no me importan.

—Tranquila mi niña, pero por favor, no le digas a Jeffrey lo que te dije ¿Sí?. —Me pregunta, aunque es cómo una súplica.

—De acuerdo, Carmen, yo no digo nada.

Digo esto y ella sale de la habitación. Me quedo pensando, un buen muchacho, debe ser que no sabe que es tremendamente chismoso, el idiota ese. Qué es un maldito egoísta, no le importa nadie más, qué él mismo. Tomo mi libro y sigo leyendo el libro de autoayuda qué no me ayuda mucho en realidad, lo hago para cumplir con lo que me recomendó el psicólogo.

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