Ciudadano del mundo

Javier Vásquez miraba por la ventana de su avión, se consideraba un ciudadano del mundo. Así como era el presidente de Resort Esmeralda también poseía varias empresas en diferentes países, y de diferentes rubros.

A sus 38 años aún no había conseguido echar raíces en ningún lado.

Tampoco lo había intentado. Hijo adoptivo de Edmundo Vásquez y Sonia St Clair.

Había aprendido desde muy temprana edad a controlar sus emociones.Él conocía todos los ángulos y perspectivas posibles; los resquicios más oscuros de la naturaleza humana... En las calles había aprendido a hacer un buen uso de ellos.Cuando asumía un riesgo financiero, siempre controlaba hasta el último detalle. Y ésa era la razón de su éxito; un estricto código profesional con el que velaba por sus intereses en los negocios. Y ésa era también la razón por la que ninguna mujer había logrado robarle el corazón. Sin embargo, algo había cambiado recientemente. Si bien sus intereses comerciales seguían siendo estimulantes, su vida personal se había vuelto aburrida y predecible. A sus treinta y ocho años, tenía todo lo que un hombre podía desear: lujosas mansiones frente al mar, casas y apartamentos en varias ciudades del mundo, su propio jet privado, coches caros, una colección de arte valorada en millones... Solo tenía que levantar un dedo si quería una mujer en su cama y muchas hacían cola para estar con él. No obstante, ninguna de ellas veía más allá de su suculenta cuenta bancaria. Había logrado todo lo que se había propuesto en la vida su imparable subida en los ámbitos financieros era más que conocida por todos. Y tus métodos eran más que crueles y despiadados pero... ¿Quién iba a recoger el fruto de su esfuerzo? Estaba en el mejor momento de su vida y, sin embargo, seguía haciendo alarde del amargo cinismo que siempre lo había acompañado en los peores momentos. Ya estaba cansado de las mujeres que ocupaban su cama por esos días. No eran más que devora-hombres que utilizaban todos los artificios a su alcance para llamar su atención y hacerle jugar al juego más viejo del mundo.

Decidió escribirle a su hermana Isabella.

Ese día comenzaría su trabajo como intendente en un pueblo de Argentina,

a veces se preguntaba si su divorcio no la había enloquecido, de ser una excepcional abogada corporativa y ganar suculentos cheques. Lo había dejado todo para irse a enclaustrar a un pueblo.

El avión aterrizó en Italia, uno de sus mayores proveedores de uvas había fallecido.

Solía pensar en que sus negocios no eran más que sustitutos para su vacía vida.

Descendió del avión y subió al auto que aguardaba por él.

Decidió ir a presentar sus respetos a la familia de Héctor Brunéi, su mayor proveedor de uvas.

En cuanto salió de su reunión con la familia de Héctor decidió instalarse en el hotel del pueblo.

A la mañana siguiente recibió un correo anunciándole que Derek Jefferson había escogido ya la fecha en que visitaría el complejo turístico que se encontraba en Bora Bora, como era de esperarse viajaría con su esposa.

Era raro imaginarse a una mujer como Madison Jefferson en un lugar como ese, parecía tan estructurada. Aunque era joven se vestía como una mujer mayor y definitivamente ese look no le sentaba nada bien...

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Lidia Berlusconi comenzó a preparar sus cosas era sorprendente como treinta años de vida podían caber en una maleta.

No había tenido hijos, en su vida solo había soledad. Pero no podía quejarse tenía la vida que ella había escogido.

Tenía algunos ahorros, aún no sabía a donde iría, ni que haría con su vida.

Regresar a Roma nunca había sido una opción, su familia nunca quiso volver a saber de ella.

Tal vez la campiña francesa o la inglesa. De algo estaba segura quería un paisaje como el que tenía a través de su ventana.

Por lo pronto a primera hora del siguiente día debía mandar un correo anunciándole al dueño del viñedo que se iría, obviamente no lo haría hasta que él no encontrara un nuevo casero. Habían sepultado a Héctor el día anterior. Antes de irse de ese lugar pasaría a despedirse.

Le harían falta sus conversaciones...

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Madison Steel preparaba la valija para el viaje de su marido, estaría una semana sola.

Finalmente, Derek había decidido que llevaría a su nueva y flamante asistente Kim. Ya podía imaginarse las noches de pasión que tendría con ella.

Después de todo ojos que no veían corazón que no sentía.

- ¿ Ya preparaste mis cosas ?, pregunto Derek al llegar a su casa. Controla que no falte nada.

- Controle la lista que me diste respondió ella.

- Espero porque la última vez te olvidaste mi cepillo de dientes dijo él...

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