XIX

Lev vivía en un departamento muy moderno, de tres habitaciones y dos baños, una cocina enorme y una sala de estar agradable con plantas y algunas decoraciones oscuras, supo que eran decoraciones de índole azteca, Lev en una ocasión le amenazó con una daga que según mencionó, era de obsidiana. Una daga muy bonita, pero, afortunadamente no ocurrió nada que fuera tan grave, simplemente un rasguño superficial en el brazo.

Mientras el carro avanzaba por las calles de la ciudad, pasando por innumerables casas que demostraban el capital de sus dueños, Damien observaba en silencio; Lev lo había dejado en el asiento de atrás, mientras él conducía, sus escoltas en cambio conducían una camioneta blindada por delante y otra por detrás, protegían lo que era, la persona a la que debían fidelidad.

"¿Quién dio la orden de quedarme contigo?"

"Pushkin."

"¿Por qué?"

"No es de tú inconveniente y antes de que decidas volver a hablar, es mejor que sea así."

Gracias al espejo retrovisor, Lev noto como Damien se abrazaba así mismo, la temperatura comenzaba a descender, en unos días la estación de otoño comenzaría dando paso a las hojas naranjas y cafés; no supo el motivo, estiró la mano para tomar la gabardina negra que se quitó y dejó en el asiento del copiloto en cuanto entraron al carro. Sin ver hacia atrás, Lev tomo la prenda para dársela al joven, evidentemente Damien se sorprendió, pero no dijo nada mientras se la ponía.

El aroma de aquella persona ya no era presente, solo el de Lev, sabía que no era alguien que acostumbrara a utilizar colonias o perfumes, en una ocasión le había dicho que los aromas fuertes le mareaban y molestaban, que prefería las fragancias ligeras y a eso olía aquella prenda, una combinación de menta y té verde.

En cuanto Damien logro divisar el puesto de vigilancia que daba paso al área de departamentos, supo que habían llegado; por razones desconocidas, se encontraba nervioso, el teléfono que su jefe le había dado había sido guardado por Lev en su ropa, por un momento comenzó a buscarlo en la gabardina encontrándolo en el bolsillo derecho, trato de prenderlo.

El mensaje de Pushkin solo preguntaba dónde estaba y si se encontraba bien, mientras que el de su padre era para preguntar si había salido bien su ultrasonido.

Suspiro tranquilo. Lev había detenido el carro frente a un edificio de ladrillo rojizo, de dos plantas y ventanales enormes, eran vidrios polarizados, Damien sabía perfectamente como era la vista que se captaba de aquellos ventanales. Iba a bajar del carro, pero sin tener tiempo de tocar el suelo, Lev ya estaba cargando su cuerpo, de nuevo sus manos alrededor del cuello ajeno; escucho como daba órdenes a su gente para mantener vigilado el lugar.

Sabía que el departamento contaba con tres recámaras, una que era la principal, que evidentemente era utilizada por Lev, y las otras dos que se consideran habitaciones para invitados; sin embargo, Damien sabía que tratándose de aquel sujeto, algo tenía en mente para joderlo.

"Dormirás conmigo."

"¡Que! Olvídalo."

"No es una pregunta, es un hecho culo bonito."

"Pero si tú casa es grande..."

"Crees que perdería la oportunidad de tocar tu culo por las noches, nah, mejor así, podemos calentarnos mutuamente."

"Me das asco."

"Eso ya lo dijiste, ahora, bienvenido a casa."

El departamento seguía de la misma forma que la última vez que lo había visto, las decoraciones aztecas fueron lo primero que noto, Damien recordó lo sucedido y apretó con más fuerza el cuello ajeno; Lev lo dejo en el sillón de la sala, de frente al televisor.

"Le pediré a tu madre que te empaque ropa; creo que te quedarás hasta que te saquen eso, así que calculo que un mes o dos..."

Inconscientemente, su mano cubrió su vientre, Lev lo noto y puso su mano encima de ella, fue extraño y casi horrible el sentimiento de tranquilidad que eso le transmitió. Lev estaba serio y Damien contuvo la respiración.

"Regreso en unas horas, ponte cómoda princesa."

"No soy una princesa."

"¿Prefieres culo bonito?"

"Jodete Lev."

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