14.

Cuando la puerta de la cocina se abre con demasiada brusquedad, la señora Miller da un respingo en su lugar del susto dejando caer en el lavadero el cuchillo que limpiaba en sus manos. Se dió la vuelta alarmada pero suspiró aliviada al ver a Apryl entrando con ayuda de Alexei, el vampiro rubio.

No parece sorprenderse por el estado de Apryl, la cual estaba sucia, despeinada y desnuda, cubierta solamente por una chaqueta.

—Oh, vaya. Me asustaron. Veo que ya empezaron con el entrenamiento.— Brama Miller con una sonrisa burlona, agarrando nuevamente el cuchillo que había caído al fregadero.

Apryl gruñe en respuesta y se limita a salir de la cocina y subir las escaleras hacia su habitación, prácticamente arrastrando los pies.

—¿Qué tal le va?— Pregunta Jane Miller cuando Apryl desaparece por la  puerta.

Alexei se encoge de hombros y responde.

—Tiene talento, pero necesita ser pulida.

En ese mismo instante, Natasha entra agitada y alterada.

—Creo que tenemos un problema.— Dice y de inmediato Alexei y Jane se tensan.

🍁🍁🍁

Cuando bajan las escaleras del sótano, se encuentran con una imagen que no esperaban. Enseguida la señora Miller manda a buscar a Apryl con Natasha y la vampira no duda ni un segundo en obedecerla.

Alexei la observó con curiosidad.

Emory yacía sentada en el mismo lugar y en la misma posición en el suelo, con los ojos cerrados y una expresión impasible. Pero una extraña aura oscura la rodeaba como humo ennegrecido y venas negras como el carbón cubría todo su cuerpo hasta su rostro.

—¿Qué es lo que le pasa?— Pregunta Jane preocupada.

La verdad es que ni el mismo Alexei sabía lo que estaba pasando. Nunca, en su larga vida, había visto algo como esto.

Apryl baja las escaleras del sótano junto con Natasha y se queda impactada al ver aquella imagen de su amiga. Una imagen que la dejó petrificada.

—Emory.— Sisea su nombre e intenta acercarse hacia ella pero Natasha la detiene agarrándola del brazo.

—No seas tonta. No sobrevivirás.— Bramó la vampira.

Apryl se apartó de su toque con brusquedad e ignorándola corrió hacia su amiga, sin embargo algo extraño y cuando ya estaba a escasos centímetros de Emory, todo se volvió negro.

La luz se apagó. Todo se apagó...

🍁🍁🍁

Una mariposa se había posado en la ventana al lado de su puesto, haciéndola levantar la mirada inmediatamente del pupitre. Sus alas de color lapislázuli, se mecen lentamente sobre el vidrio transparente. La luz del sol la iluminaba de una manera espléndida, mostrando los detalles más hermosos de sus alas.

Apryl se sintió ensimismada ante tal belleza y su mano se levantó lentamente, tocó el vidrio con suavidad donde se posaba la mariposa y esta emprendió vuelo nuevamente con sus alas brillando como si se tratara de polvo de hadas.

La paz no duró mucho para ella cuando de repente la dura regla de madera de la profesora de matemática golpea con fuerza la mesa de madera, sobresaltandola sin poder evitarlo.

—¿Hay algo más importante en la ventana que el examen trimestral, señorita Fox?

Apryl miró al horrible hombre con molestia. Era un hombre bastante desagradable, de cabellos marchitos y quebrados, ojos grises y lentes redondos que le daban un aspecto más estricto.

Sus ojos volvieron a la hoja del examen de matemática en su pupitre, la agarró con sus manos y frunció el entrecejo.

—Hoy es mi segundo día de clases. No debería estar haciendo un examen.

—Me temo señorita Fox que el examen es obligatorio para todos sin excepción.— Explicó el hombre dándose la vuelta, caminando hacia su mesa frente a la pizarra.— Si más no recuerdo, ayer había dicho todos los objetivos.

—Pero son muchos.— Protestó Apryl.— Es imposible que pueda aprenderme todo en la tarde noche de ayer y la mañana de hoy.

El sonido de la regla impactando contra la mesa volvió a escucharse en toda el aula como un eco y Apryl sin poder evitarlo volvió a sobresaltarse.

—Ese no es mi problema Fox. Yo solo cumplo con lo establecido.

Sus puños se aprietan a ambos lados de la hoja, amenazando con estrujarla o romperla.

Cálmate Apryl, no pierdas la cordura. Se dijo a sí misma.

Miró a su derecha, donde un chico negro con rastas se encontraba sentado en el pupitre a su lado. Apryl intentó arquear su cuello para poder ver algo de lo que escribía en su examen pero el tipo al notar lo que ella estaba haciendo, rápidamente coloca su brazo izquierdo en el medio, como un escudo protegiendo su hoja.

Miró a su izquierda también pero recibió el mismo trato. ¿Y ahora qué hará?

Creía que por fin había terminado con esta etapa de la enseñanza, que ya no tendría que volver a recordar los turbios tiempos de la secundaria. ¿Por qué tiene que volver a pasar por esto? Es absurdo, lo que debería estar haciendo ahora mismo es prepararse para ir a la universidad, no preocuparse por un estúpido examen de matemática de primer año cuyo contenido ya ni recordaba.

Levantó su mano derecha para llamar la atención del profesor pero sorprendida notó que este ya no estaba en su lugar. Miró sus alrededores, igualmente consternada, y se dió cuenta de que no había nadie sentado en los demás pupitres de la clase. Ella era la única ahí.

Estupefacta se levantó de su asiento caminando lentamente hacia la mesa del profesor.

—¿Hola? ¿Dónde se han ido todos?

Repentinamente empieza a escuchar risas, carcajadas burlonas que muchas veces había escuchado con anterioridad. Temerosa, se da la vuelta y ve a todos sentados nuevamente en sus pupitres, riéndose a carcajadas como si ella misma fuese la broma más grande de la historia.

Pronto se dió cuenta de que se reían. Se burlaban de ella misma.

La vergüenza la inundó sin saber porqué. Miró su reflejo en el cristal de las ventanas y notó que su cuerpo había cambiado al de una niña pequeña de revoltosos cabellos negros, ojos grandes y brazos rechonchos. Estaba mojada de pies a cabeza y un notable moretón morado se veía en su pequeño y delicado cuello.

Lo rozó con su mano derecha y enseguida el recuerdo le llegó como un fogonazo de luz. El recuerdo de las manos de su padre envolviendo su cuello con fuerza y hundiendo su rostro en el agua de la bañera.

Cerró los ojos con fuerza y sus puños se cerraron a ambos lados de su cuerpo. Aún podía escuchar las risas, como si se estuvieran burlando de su sufrimiento.

Una ira indescriptible la envolvió repentinamente y el calor en su pecho se liberó con un fuerte y poderoso grito que silenció todo al momento.

Pasaron varios segundos en los que permanecía con los ojos cerrados, disfrutando del silencio, hasta que de la nada escucha su voz.

—Apryl.

No tardó en reconocerla y enseguida abrió los ojos. Su cuerpo finalmente había vuelto a la normalidad, pero eso no fue lo que llamó su atención. Era ella. Un gemido adolorido escapó de sus entrañas al verla parada frente a ella, con un vestido blanco y una sonrisa maternal que provocó una punzada en su corazón.

—¿Mamá?— Siseó incrédula con su voz aniñada. Las lágrimas corrieron por su rostro como ácido en la piel y dió un paso, dispuesta a abrazarla como nunca; pero se detuvo en seco al ver que la sonrisa de su madre desaparecía, siendo reemplazada por una expresión de auténtico horror y sufrimiento.

Sangre empezó a salir de su boca, una gran mancha roja empezaba a crecer en su estómago como una infección viral volviendo el blanco de su vestido escarlata.

—¡Mamá!— Chilló entre sollozos.

Corrió rápidamente hacia ella con los brazos abiertos y la agarró fuertemente cuando su madre estaba a punto de caer.

La acostó suavemente en el suelo, sosteniendo su cabeza con suavidad y acomodándola lentamente en sus muslos. Un gran charco de líquido escarlata comenzaba a extenderse por el piso.

Apryl comenzó a gritar con puro dolor y terror, agarrando de nuevo a su madre y abrazandola con fuerza mientras se mecía de alante hacia atrás, sin dejar de llorar y gritar por la impotencia...

Hasta que escuchó un fuerte graznido que le hizo levantar la cabeza de inmediato, hacia ese enorme cuervo de plumaje negro y ojos rojos brilllantes que parecían reflejar la sangre derramada de su madre.

—¡¿Quién eres?!— Le gritó al cuervo, enojada y afligida.

El cuervo negro graznó nuevamente, aleteando con fuerza sus enormes alas como un torbellino que movió los cabellos negros.

El cuervo remontó el vuelo indemne. Las alas eran enormes y hacían tanto ruido como toda una bandada de cuervos. Apryl se acurrucó a su madre, presa del pánico, cubriendo su rostro con los brazos cuando el ave aleteó justo por encima de su cabeza, alborotando sus cabellos negros azulados con el viento producido por las alas. Pero volvió a alzarse abruptamente y describió un una silueta negra recortada en el techo blanco como el papel. Luego, con un graznido ronco, giró y se marchó en dirección a la ventana, desapareciendo a través de ella. Una pequeña silueta negra en el cielo azul.

Apryl se irguió despacio luego miró su alrededor, cohibida y aterrorizada.

El interior del aula se había vuelto más sombrío y oscuro, el ambiente parecía haber cambiado y empezaba a sentir frío. Un terrible frío que la hizo temblar. Sentía ojos. Sentía ojos por todas partes que la vigilaban incesantemente.

Miró a su madre y vió horrorizada como su piel y sus huesos se derretían como si hubiesen vertido ácido en ella. Hasta convertirse en una extraña sustancia rojiza y viscosa que le dieron náuseas.

—Oh Dios.— El olor a hierro y podredumbre penetraba su nariz, haciendo escocer sus fosas nasales como si se tratara de gas venenoso.

Lentamente se levantó del suelo, con todo su cuerpo tembloroso y manchado de sangre. La sangre de su madre.

—No debiste venir aquí.— Dijo una voz fría y llena de crueldad.

Enseguida Apryl se dió la vuelta temblorosa y al otro lado del aula, vió a Emory observandola fijamente.

—Emory...— Susurró su nombre.— ¿Qué es esto?— Preguntó al borde del llanto nuevamente, con sus manos temblorosas.— ¿Qué es este lugar?

Emory, inexpresiva y fría, recorrió el aula con mirada ausente.

—Es un lugar, creado por tu subconsciente para refugiarte dentro de mi mente.

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