Toda la caminata, Emory y Apryl se la pasaron hablando sobre ellas mismas. Emory no dejaba de contarle historias sobre la dura infancia que había tenido, sobre los duros entrenamientos que sus padres le hacían pasar y sobre lo difícil que era mantener en control el espíritu dentro de ella.
Apryl en cambio le contó todo lo sucedido aquella noche, el chico pálido de ojos verdes que conoció en el club, el calor en su cuerpo, el misterioso cuervo de ojos rojos que vió en la ventana y su memoria perdida.
—¿Estás segura de que no era un cuervo común y corriente o simplemente una alucinación?— Preguntó Emory.
Apryl subió el ciper del abrigo negro que la cubría hasta la mitad de sus muslos y metió sus manos en los bolsillos.
—Estoy segura de ello. Estoy segura de que no era un cuervo normal.
—¿Y entonces qué? ¿Estás diciendo que el cuervo mató a tu madre?— Preguntó con cierto deje de burla.
Apryl enfadada le responde.
—No idiota. Obvio que no. Simplemente estoy diciendo que podrían ser muchas cosas ¿sabes? Yo sé que no maté a mi madre, se que fué alguien o algo más. Si hubiese sido yo la responsable de su muerte, lo sabría aunque no lo recordara. Lo sentiría en los huesos.
Emory se pasa la mano por su cabello y se encoge de hombros.
—Bueno, nunca te haz equivocado, así que debes tener razón. Voy a creer en ti.
Apryl sonríe.
—Gracias amiga. Gracias por estar conmigo.
Emory le da la mano y brama.
—No te preocupes. Juntas resolveremos esto. Te lo prometo.
El sol lentamente se ocultaba en el horizonte y la noche poco a poco tomaba control de todo, oscureciendo terriblemente rápido el bosque.
Apryl y Emory, agotadas tanto física como mentalmente, deciden acampar en ese mismo lugar.
Apryl reúne un poco de madera para prender una pequeña fogata y Emory decide buscar algo para comer pero al cabo de un buen tiempo no logra encontrar nada, excepto árboles y más árboles.
—Estoy hambrienta.— Se queja Apryl sosteniendo su estómago, sentada frente a la fogata que recientemente habían logrado encender.
—Es culpa mía.— Brama Emory igualmente hambrienta, con su katana entre sus piernas dobladas.— Debí haber venido más preparada. Soy una estúpida.
—No seas así. Este plan de salir del país lo hemos creado sobre la marcha, es normal que no todas las cosas salgan como deseamos.— La consuela Apryl.
—¿No sientes la presencia de algún animal? ¿Algún conejo o ciervo?— Pregunta Emory masajeando sus sienes adoloridas.
Apryl nega con la cabeza y ambas suspiran derrotadas.
—Esta noche supongo que dormiremos con hambre. Mañana nuestra prioridad número uno será buscar comida.— Indica Emory acostándose sobre las hojas marchitas del suelo.
—Estoy completamente de acuerdo contigo.— Esclarece Apryl acostándose al lado de Emory, a la misma vez que su estómago gruñe como si tuviese un leon en él.
Emory la mira sorprendida y ambas empiezan a reír sin poder evitarlo.
Al día siguiente, las dos amigas emprenden nuevamente el viaje con el estómago vacío. Incapaces de encontrar comida y con escasos conocimientos sobre caza y pesca, deciden seguir la carretera hasta el norte, donde por fin, luego de varias horas, se encuentran con una pequeña gasolinera.
—¿Estás segura?— Pregunta Apryl mirando el lugar con sospecha.
—No tenemos opción.— Responde Emory.— Tenemos que comer y recuperar fuerzas si queremos llegar a la frontera.
Y sin hablar nada más entran a la tienda de la gasolinera.
El encargado, un hombre de aspecto tosco y rechoncho, levanta la cabeza del periódico que estaba leyendo y frunce el ceño extrañado al ver a esas dos chicas y el aspecto que tenían. La morena en especial fué la que más llamó su atención debido a que andaba descalza y vestía solamente ese abrigo negro que cubría su piel morena y suave. La de rostro asiático tampoco estaba mal, era delgada pero tenía un buen trasero y era muy atractiva.
El hombre se relamió los labios al verla y se sintió el hombre más suertudo.
—¿Puedo ayudarlas preciosuras?— Preguntó con sorna.
Emory se acercó con picardía al mostrador y con una sonrisa coqueta se apoyó en el, mostrando de esa forma la pronunciación de sus pechos. Los ojos del hombre, sin poder evitarlo cayeron en ese par de boliches y tragó saliva sonoramente.
Apryl en cambio puso los ojos en blanco.
—No lo sé.— Dice con picardía.— Eso depende de ti... ¿no?— Y en un movimiento increíblemente rápido agarra la cabeza del encargado y con fuerza golpea su rostro contra el mostrador, haciéndolo caer inconsciente de inmediato.
Apryl da un brinco del susto, sorprendida por la repentina acción de su impulsiva amiga.
—¡Dios Emory! ¡¿Qué diablos acabas de hacer?!— Chilla conmocionada y enojada con su amiga.— ¡No puedo creer que hayas agredido a ese hombre!
Emory suelta un bufido y mira a Apryl con molestia.
—No te hagas la moralista ahora y muévete. Estamos contra reloj.
Apryl mira al techo con exasperación y mordiéndose el labio inferior para no decirle las barbaridades que pasan por su cabeza ahora mismo, se adentra entre las estanterías llenas de comida rápida y bebidas.
Agarra algunas bolsas de patatas fritas, algunas coca-colas lights, entre otras cosas, y todo eso lo mete dentro de una mochila nueva que estaba en venta. Emory en cambio toma el dinero que había en la caja. Lo necesitarían para pasar la frontera y subsistir.
También cogió un mapa que había encima del mostrador.
Cuando ya habían tomado todo lo que podían tomar, ambas se disponen a salir de la tienda, pero se detienen en seco al ver una patrulla deteniéndose en los surtidores.
—Mierda.— Siseó Emory entre dientes y rápidamente volvieron a adentrarse a la tienda, prácticamente corriendo.
Salieron por la puerta trasera y se adentraron al bosque casi de inmediato, corriendo como si el diablo las estuviera persiguiendo.
Cuando creyeron que ya habían cubierto una buena distancia se detuvieron agitadas y con el corazón latiendo a mil por horas.
—Dios. Eso estuvo cerca.— Espetó Apryl con su pecho subiendo y bajando rápidamente y la adrenalina corriendo por sus venas.— No volvamos a hacer algo como eso ¿ok?
—No te preocupes. No volveremos a salir del bosque hasta llegar a la frontera.— Dice Emory con una risa nerviosa.
Apryl asiente de acuerdo y una vez descansadas, deciden emprender el camino nuevamente sin saber aún que estaban siendo observadas desde las sombras.
Esa noche en especial fué más fría que la anterior que habían pasado en el bosque.
Apryl recuerda haberse despertado en la madrugada al no poder dormir. Tenía el estómago lleno de todas las chucherías que había devorado y las bebidas energizantes que había ingerido, por lo que el sueño no llegaba tan fácil.
Era una sensación extraña, sentía el cuerpo agotado en cierta forma, pero su mente iba a mil horas por segundo, como si se hubiese drogado o algo así.
El cielo se podía ver entre las copas de los árboles y para su sorpresa vió cielo despejado lleno de estrellas y una luna hermosa que la hizo sonreír. Era una esas raras noches en las que uno podría tener suerte de encontrarse con un cielo despejado. Algo muy raro y casi anormal, viviendo en un lugar como este.
Pero había mucho frío, eso lo arruinaba.
Más allá del pequeño claro circular en la que ellas dormían, no se veía absolutamente nada. Solo una inquietante oscuridad que provocaba espasmos en todo su cuerpo. Su instinto animal le decía que algo no iba bien, pero su mente humana la instaba a relajarse, que no sucedía nada y que era solo imaginaciones suyas; pero la pregunta era:
¿A quién debería creer? ¿Su instinto animal, o su mente humana?
Ciertamente su instinto animal, desde que nació en su interior, nunca le había fallado. En cambio su mente humana lo único que causaba eran estúpidos malentendidos y más problemas con sus ineptas ideas.
Con eso en mente, lentamente se levanta del suelo, con cuidado de no hacer mucho ruido para que no se altere...
Espera un segundo ¿qué?
Su mente humana no comprendía como sabía que había algo ahí, pero no tuvo tiempo para pensar mucho en ello ya que repentinamente un cuerpo grande, pesado y peludo impacta con fuerza en su costado izquierdo, provocando que salga volando por los cielos y se golpee en la espalda con algún pedrusco al caer.
Emory se despierta inmediatamente debido al ruido pero todo su cuerpo se paraliza al ver las fauces del oso tan cerca de ella, con sus enormes patas vibrando en el suelo a medida que más se acercaba a ella. Alarmada, tragó saliva y buscó a su espada, pero esta se encontraba a su derecha, demasiado lejos para su gusto. Para poder alcanzarla debía lanzarse sobre ella, pero no quería alarmar al oso. Su pelaje era oscuro y brillante, su cuerpo robusto y grande, demasiado grande. Nunca había visto un animal como ese de tal tamaño.
Su cuerpo tembloroso por el miedo y su mente prácticamente en blanco por la impresión, intenta buscar una solución. El oso cada vez se acercaba más a ella y su larga lengua se relamia sus enormes colmillos como cuchillas, probablemente saboreando la carne fresca y jugosa que pronto desgarraría sin piedad y devoraría sin condiciones.
Todo su rostro estaba lleno de cicatrices viejas y su ojos tenía un fuego infernal lleno de odio y locura.
Volvió a mirar la espada y luego al oso, una y otra vez. Su mano se movió un poco para intentar agarrarla y justo cuando ya había decidido saltar sobre ella, algo más ocurrió.
Primero escuchó un gruñido bajo y poderoso, luego la figura de un lobo negro saliendo de entre las sombras y saltando sobre el lomo del oso dispuesto a todo.
Emory no daba crédito a lo que veía.
La loba negra era tan grande que su cuerpo pesado parece desestabilizar al gran oso, aunque no era suficiente para hacerlo caer. Sus temibles gruñidos alcanzan los oídos de una temblorosa Emory mientras observa inquieta como clava sus dientes sobre su ancho y peludo cuello y tira con fuerza intentando desgarrar la dura carne.
Es tanta la fuerza de su mordida que su mandíbula cruje desencanjando sus fauces, pero logrando liberar un gran chorro de sangre del cuello del oso negro.
El fuerte rugido del enorme animal carnívoro parece hacer temblar los árboles a su alrededor, mientras su cuerpo se retuerce incapaz de deshacerse de la loba que no parecía tener intenciones de soltarlo.
Emory suspira con alivio, pero entonces sucede algo que la deja helada.
De un fuerte tirón de su cuello, el oso logra deshacerse de Apryl, lanzándola nuevamente por los aires. Esta vez ella logra aterrizar de pie, aunque a duras penas. La sangre del oso mancha todo su rostro y la saliva llena de sangre cae al suelo desde sus fauces.
El oso más que enojado, con la herida de su cuello sangrando aún, corre hacia la loba dispuesto a todo y Apryl se prepara para recibirlo pero sus patas delanteras parecen resbalar con su propia saliva y sangre que emanaba de su mandíbula desencajada, haciéndola perder el equilibrio y caer al suelo bajo la merced del oso, el cual levanta su pata delantera izquierda dispuesto a desgarrarla con sus garras filosas y brillantes bajo la luz de la Luna.
Pero oportunamente Emory interviene y sosteniendo su katana, logra saltar sobre el lomo del lobo y encajar su espada hasta la mitad, haciendo rugir nuevamente al animal. Intenta sacar la espada y volver a encajarla pero la carne del oso es muy gruesa y la espada no parece querer salir.
El oso golpea una y otra voz con su enorme cuerpo el tronco de un árbol, intentando liberarse de Emory la cual sostiene con fuerza el mango de su espada para evitar salir volando, sin embargo sus manos terminan resbalando por la sangre y sin remedio Emory vuelve a caer al suelo. Justo debajo del oso, el cual se pone de pie en dos patas, dispuesto a aplastarla.
Emory chilla horrorizada y cubre su rostro con ambos brazos esperando lo inevitable, pero Apryl vuelve a intervenir, salvándola por los pelos.
Sus fauces agarran con ahínco la carne su lomo y mueve su cabeza de un lado a otro intentando desgarrarla.
El oso gruñe con fuerza y empieza a correr sin dejar de hacer vibrar su cuerpo para liberarse de la loba. Los ojos de estas brillan enfurecidos de un color ámbar llameante, como un animal rabioso con sed de sangre y violencia, y se agarra al oso como una garrapata a pesar de los toscos movimientos de este y los golpes que se daba contra árboles y pedruzcos para hacerle daño a la loba.
Pero esta, a pesar de los duros golpes que recibía, no lo soltaba ni un poco. Cada célula y átomo de su cuerpo se concentraba en un único objetivo: Acabar con el oso.
Como si no hubiera nada más importante en el mundo. No sentía dolor ni placer, solo la sangre del oso en su boca y la vibración de su cuerpo.
No era consciente del transcurso del tiempo por lo que no supo cuánto estuvieron así, pero en algún punto el oso, luego de un fuerte y último rugido, cae muerto al suelo debido a la pérdida de sangre, las heridas ocasionadas por la loba y las que se había hecho a sí mismo mientras intentaba deshacerse de ella.
Al ver su objetivo cumplido por fin, Apryl suelta al oso y se baja de su enorme cuerpo. Pero cuando sus patas tocan el suelo, estas parecen perder fuerza y sin remedio alguno cae agotada al suelo, entre los helechos y los tréboles.
Un sonido lastimero sale de su garganta al sentir su cuerpo gravemente herido y magullado, lleno de sangre tanto suya como la del oso, golpear el suelo con su caída.
—¡Apryl!— Grita Emory corriendo hacia ella, preocupada y al borde del llanto.— Oh dios Apryl...— Con manos temblorosa envuelve su cuerpo entre sus brazos y piernas, sintiendo su suave pelaje pegajoso por la sangre. Las lágrimas empiezan a caer de sus ojos.— Vas a estar bien preciosa, te lo prometo.— Espeta ella entre sollozos.
Apryl la mira con sus enormes ojos color ámbar y su lengua larga y húmeda pasa por su rostro, como si quisiera limpiar sus lágrimas. Emory a duras penas sonríe y besa a su amiga en su frente, sin dejar de repetir una y otra vez que todo iba a estar bien, aunque en el fondo sabía que no.
Hasta que finalmente los párpados de la loba negra se cierran, dejándose llevar por la oscuridad de la inconsciencia.
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Comments
Irma Ruelas
😡😍😍😍😍😍🐺
2023-07-22
0
Marycaldera Campos
está súper interesante
2023-05-25
2
Francisca Alcantara
Valla por poquito se la come el oso
2023-05-12
0