Los Ojos De La Luna

Los Ojos De La Luna

PREFACIO

El viento gélido de la noche azotó sin compasión el pequeño y escuálido cuerpo de la niña. Sus enormes y expresivos ojos, húmedos e irritados por el llanto, miraban sus alrededores con temor a la vez que caminaba tímidamente por la solitaria carretera. No dejaba de sobarse la nariz como la niña pequeña que era y sus pequeños y regordetes brazos envolvían con fuerza a su viejo conejo de peluche, el cual le faltaba un ojo y la oreja derecha estaba cocida a duras penas. Era un muñeco horrible y muchas veces su madre había intentando convencerla de botar esa cosa horrible a la basura.

Te compraré uno nuevo. Le había dicho su madre múltiples veces.

Sin embargo, ella amaba ese peluche. Lo tenía desde que era una bebé recién nacida y nunca lo soltaba. Hasta para ir a la escuela o dormir lo tenía en mano, como un protector que la cuidaba de los horrores del mundo.

Era de noche, muy de noche, y ella sabía perfectamente que no debía caminar sola por aquella carretera. A pesar de ser una niña, entendía perfectamente el peligro y era consciente de su existencia. Desde pequeña había tenido que aprender a vivir constantemente con el peligro, al igual que su mamá y las otras mamás de la tribu.

La luz de la Luna era un consuelo para ella. Al menos le facilitaba ver mejor su entorno, lo cual era un auténtico alivio.

En ese pequeño momento, algo frente a ella se movió y una figura alta apareció de las sombras de la noche, caminando hacia ella tranquilamente.

Parecía casi como si la misma oscuridad acabara de cobrar vida y se aglutinara tomando forma…, forma humana, la forma de un joven.

  —Lo siento si te asusté.

 La voz era agradable, con un leve acento que no consiguió identificar. No sonaba en absoluto como si lo sintiera.

Un chillido involuntario se escapó como un aliento frío e inmediatamente la niña se detuvo. Con cautela observó al hombre frente a ella. No era más que un chico. Era alto, un gigante desde su punto de vista, y vestía totalmente de negro, con una cazadora de cuero, un par de pantalones y un pulóver. Era tan bello, de ojos oscuros y rasgados, cabello negro como la noche y cejas pobladas y anchas. El rostro parecía pálido bajo la luz de la luna pero podía ver perfectamente sus rasgos y expresiones.

Un chico corriente que sonreía como si le divirtiera ver asustada a esa niña... No, algo le decía que no era un chico corriente, si no eso no explicaría porqué su cuerpo no podía moverse por el indescriptible terror que tenía. El acento que tenía era notablemente diferente, obviamente no era de por aquí.

Una vez su madre dijo que los niños siempre veían el lado bueno de las personas, pero ese no era el caso de esa niña de piel cobriza, rostro ovalado, y cabello oscuro y lacio. Todavía recordaba lo que su padre le había hecho antes de que huyera de casa y se encontrase vagando por la carretera. Recordaba perfectamente como sus manos grandes y fuertes la agarraban del cuello con fuerza a la vez que la obligaba a hundir su rostro en la fría agua de la bañera...

Su mano pequeña tocó el moretón que comenzaba a notarse en su cuello y sintió aún más deseos de llorar, pero por alguna razón no quería que ese hombre desconocido la viese rota y destrozada de esa manera.

—¿Por qué estás llorando? —preguntó el desconocido, haciéndola volver de sus turbios pensamientos. Sus ojos parecían fríos y severos, pero se veían extrañamente confortables mirarlos, como si el dolor y la pena desapareciese lentamente de ella.

Ella lo miró, con cierta pizca de desconfiasa y el chico sonrió desconcertandola.

—No soy un pedófilo, ni un asesino en serie, si es eso lo que te preocupa.

La niña se envolvió aún más a su conejo de peluche y retrocedió precavidamente, como si se tratara de un animal salvaje.

—Precisamente son los pedófilos y los asesinos los que dicen eso antes de atrapar a la presa —inquirió la niña con voz levemente ronca y llena de desconfianza—. Eso es lo que siempre dice mamá.

—Sabia mujer... tu madre. Debes quererla mucho ¿verdad?

Tímidamente la niña asintió con la cabeza y miró hacia su derecha, temiendo que en cualquier momento su padre apareciera de entre los arboles.

El chico notó el miedo en sus facciones, por lo que se agachó frente a ella, quedando cara a cara.

—No tienes que tener miedo conmigo aquí, princesa.

—No tengo miedo por mi... tengo miedo por ti —admitió la niña con voz temblorosa.

El chico abrió los ojos como platos, sorprendida por las palabras de la niña.

—¿Y por qué deberías sentir miedo por alguien como yo? —preguntó curioso. Todo en él olía a Canela, un olor que realmente le agradó, aunque parecía haber más frío estando cerca de él.

—Mi papá... no le gusta que hable con gente que no sean de la tribu —murmuró tímidamente la niña, como si temiera que su padre la escuchara— Es un hombre peligroso.

—¿Te ha hecho daño? —preguntó el joven con mirada intensa.

La niña asientió dubitativamente con la cabeza y volvió a tocar la amoratada marca en su cuello.

El joven de ojos rasgados por unos segundos muy fugaces parecieron adoptar cierto brillo escarlata que casi de inmediato desapareció como si se tratara de una estrella fugaz.

Su mano, fría como el hielo, rozó con cariño la mejilla de la niña provocando escalofríos en ella.

—Pobre niña. No deberías tener que pasar por algo como eso —bramó el chico— ¿Sabes? Mi padre también solía hacerme daño, a mi y a mi hermana. Era un hombre cruel que parecía disfrutar de hacer daño. ¿Sabes cómo se paran a esos hombres?

—¿Cómo? —preguntó la niña desesperada por buscar una solución a todo esto.

—Eso es algo que deberás responderte a ti misma. Lo que le harás a tu padre, la próxima vez que vuelva a levantarte la mano —respondió el joven con mirada gélida y voz cortante.

La niña no lo entendía, y el lo sabía. Pero sin más los ojos del chico se tornaron rojos como la sangre y la niña estuvo a punto de gritar, pero el grito se le quedó atorado en la garganta al sentirse hipnotizada por esos ojos sobrenaturales.

Sintió su voz en lo más profundo de su cabeza cuando dijo:

—Olvidarás todo lo sucedido esta noche, y a mi en especial. Volverás a casa y si tu padre vuelve a hacerte daño, no tendrás miedo y lucharás contra él hasta la muerte si es necesario. Y si eso no basta para hacerle daño, ordeno que tu cuerpo y tu mente busquen cualquier forma oculta en tu interior que te permita hacerle daño todo lo posible. Alguna habilidad escondida, algún gen oculto... lo que sea... Lo mismo será con cualquier otra persona que intente o te haga daño. Este es mi mandato, pequeña Apryl Fox, este es mi regalo de cumpleaños para ti.

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Comments

indira avila

indira avila

*cosida (de coser, costura)

2024-06-11

0

Maria Aguirre

Maria Aguirre

Puede que ese vampiro sea su destinado?

2024-03-05

0

Yudith Hernandez

Yudith Hernandez

quién es el porque debe olvidar

2023-09-07

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