Aunque parezca imposible, el tiempo avanza sin cesar. Aunque el corazón se desangre con cada tic tac de las manecillas del reloj y palpite como la vena hinchada detrás de un cardenal; aunque yascas en el suelo derrumbado sin ser capaz de levantarte por la agonía, el tiempo continúa avanzando imparable.
Jem Fox se encontraba sentado en la cama de su hermana sin ser capaz de moverse aún. Su mente aún no se había adaptado a los acontecimientos que recientemente habían ocurrido: La muerte de su madre y la transformación de su hermana gemela en lobo.
Los recuerdos lo inundaron enseguida, la sangre, los gruñidos, el disparo...
Le había disparado a su propia hermana gemela... a su otra mitad.
El tiempo para él no era más que una horrible tortura.
Se agarró del cabello con fuerza con ambas manos y se inclinó hacia adelante apoyándose de sus codos sobre sus rodillas.
Quería gritar y llorar a la misma vez. No podía creer nada, absolutamente nada.
Su madre... ya no volvería a verla nunca más, y a su hermana probablemente tampoco, con suerte.
Su padre, Luke Fox, estaba completamente convencido de que la responsable de la muerte de su madre era nada más y nada menos que Apryl. Y no solo él pensaba eso, todos los demás miembros de la manada pensaban lo mismo. No dudarían en destrozarla si volviese a asomar la cabeza por las cercanías.
Todos habían sido testigo de la sorprendente transformación de la joven en lobo. El hecho de que una mujer haya logrado esa hazaña que hasta hace poco se creía imposible, resulta algo totalmente confuso e impensable.
Jem no pudo evitar pensar que tal vez eso tendría algún tipo de relación con la razón por la que él mismo no puede transformarse en lobo.
Tal vez, cuando aún estaban en la barriga de su madre, el gen de alguna forma se equivocó de camino y fué hacia Apryl en vez de ir hacia él.
Era una tontería...
En ese mismo instante, la puerta de la habitación se abre mostrando a su imponente padre. Llevaba su cabello largo y negro recogido en una coleta baja y por lo que podía ver, no se afeitaba desde hace varios días. Su aspecto físico se veía descuidado y aunque no lo demostrase delante de los demás, Jem sabía que estaba sufriendo a su propia y retorcida manera.
—¿Qué haces aquí?— Le pregunta Luke, obviamente enojado.
Jem se tensa claramente en su lugar.
—¿No puedo estar aquí?— Inquiere, molesto. Tenía ojeras debajo de sus ojos enrojecidos de tanto llorar.
—No. Esta es la habitación de una asesina. Mi hijo, mi heredero y futuro alfa, no tiene porqué estar en un lugar tan sucio y mugriento como este.
—No hables así. Apryl aún sigue siendo mi hermana.
—No menciones ese nombre.— Dice con el odio puro en su voz.
—¿Por qué? Es tu hija ¿no?
De buenas a primera, sin esperarlo, Luke se acerca a su hijo con dos enormes zancadas y lo obliga a levantarse sosteniéndolo del cuello de la camisa con fuerza. Sus ojos brillaban llenos de odio puro.
—No te me hagas el listillo o de lo contrario no tendré compasión. Aquí se hace lo que yo diga ¿entendido?— Advierte con voz agria y oscura.
Jem asiente rápidamente con la cabeza y su padre lo suelta bruscamente sin cuidado alguno.
—Ahora vamos. Tenemos cosas que hacer.— Ordenó antes de salir de la habitación sin mirar atrás.
Cuando Apryl baja las escaleras de madera junto con la señora Miller, se sorprende al ver una gran cantidad de mujeres de la tribu sentadas en el salón nerviosas que al ver a Apryl, enseguida se levantaron de sus respectivos asientos como si el mismísimo presidente hubiese entrado a la casa.
Con ojos abiertos por la sorpresa, Apryl es testigo de cómo estas mujeres sonríen llenas de esperanza al verla y hacen una leve reverencia con la mano derecha en el pecho, signo de respeto y sumisión. Una reverencia que muchas veces habia visto hacer otros miembros de la manada a su padre.
En la cocina también habían mujeres, las cuales al notar también su presencia, dejaron de hacer lo que sea que estuviesen haciendo e hicieron lo mismo, como si Apryl fuese el alfa de la manada. El alfa de todas.
Apryl tragó saliva incómoda con todo lo que estaba sucediendo.
—¿Por qué hacen eso? Yo no soy un alfa.— Dijo ella retrocediendo un paso asustada, como si quisiera huir de todo.
La señora Miller sonríe con su característica sonrisa maternal que siempre había visto todas las mañanas saludándola desde la distancia.
—Pero lo serás. Solo tienes que derrotar a tu padre y tomar el control de la manada.
Al escuchar eso, Apryl abrió nuevamente los ojos como platos y rió sin gracia alguna. Parecía estar a punto de hiperventilar.
—¿Qué? Eso es absurdo, no puedo derrotar a mi padre.
—Ahora mismo en el estado que estás, obviamente no. Pero con entrenamiento y duro trabajo, podrías convertirte en un gran licántropo.
—¿Entrenamiento? ¿Y quién me entrenará? ¿Tú? Solo eres una ama de casa.
—Vi crecer a los hijos de todas estas mujeres presentes. He visto cada faceta de ellos, desde sus nacimientos hasta sus primeras transformaciones. Probablemente conozca más sobre los licántropos que el mismísimo alfa de la manada.
En ese mismo instante, una mujer joven de piel morena y cabello negro, casi azul, se acerca a Apryl con una radiante sonrisa. Al verla, Apryl se paralizó. Las cicatrices de garras en su rostro y cuello la hacían única y reconocible en cualquier parte. Si más no recordaba era Helen, la joven esposa de otro miembro de la manada. Todo el mundo la conocía, especialmente su historia. Estaba discutiendo con su esposo licántropo cuando este en un arranque de ira se transformó y la atacó violentamente, dejándole esas marcas de por vida en su rostro.
A pesar de todo eso, Helen lo perdonó y siguió con él. Apryl nunca entendió porqué lo había hecho.
—¿Helen? ¿Tú también?
La joven abrió sus brazos y envolvió a Apryl en un cariñoso y afectuoso abrazo que la dejó helada.
—Me alegro de volver a verte, pequeña Apryl.— Dijo Helen con amor.— Estaba esperando tu llegada. Tanto tiempo al lado del idiota de mi marido valió la pena, solo para verte finalmente.
Al escuchar aquello Apryl frunció el entrecejo.
—Pero, creí que amabas a tu esposo. Por eso seguiste con él luego de lo que te hizo ¿no?— Preguntó ella confundida.
Helen sonrió con tristeza y respondió:
—Después de lo que me hizo, hace mucho que dejé de amarlo. Jane Miller me dijo que sería lo mejor para no levantar sospechas sobre lo que hacíamos realmente cuando nuestros maridos no estaban en casa.
—¿Y qué es lo que hacían?
—Prepararlo todo para tu llegada. El anciano de la aldea dijo que estabas cerca. Que pronto te transformarías en lo que eras realmente.— Contestó la señora Miller que al parecer debía ser la líder de todas ellas.
—Están poniendo muchas esperanzas en mi.— Dijo Apryl incómoda.— ¿Cómo sabes que soy lo suficientemente fuerte para derrotar a un alfa?
—Si fuiste capaz de derrotar a ese enorme oso negro, creo que serías capaz de derrotar a un simple lobo. Claro que no será tan fácil, pero tenemos tiempo.— Dijo Helen y todas las demás mujeres asintieron de acuerdo. Es verdad que había sido increíble, aunque Apryl nunca lo hubiese podido hacer de no ser por Emory.
En ese mismo momento, Apryl al recordar a su amiga, reaccionó de inmediato.
—Espera un segundo... ¿Dónde está mi amiga? ¿Dónde está Emory?— Preguntó alterada. ¿Cómo se había podido olvidar de ella?
Al escucharla, las mujeres se miraron entre sí preocupadas. Luego de segundos que parecieron ser eternos, la señora Miller fué la única en responder.
—Se encuentra en el sótano, está viva, pero al parecer hubo un pequeño malentendido.
El entrecejo de Apryl se arruga aún más por la confusión y se dispone a decir algo más, pero las palabras se quedan en la boca al detectar un extraño olor que la hace estornudar sin poder evitarlo.
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Comments
indira avila
ojalá se encuentre bien y no la hayan lastimado 😔
2024-06-15
1
Eva garcia
todo una estrategia, estas mujeres valen oro
2023-06-08
1
Francisca Alcantara
Pensaron que Emory le havia echo daño a Apryr
2023-05-12
1