En cuanto el todoterreno aparcó en el estacionamiento del centro comercial, Apryl y Emory se bajaron a la velocidad de un guepardo, emocionadas por las compras que iban a hacer, especialmente Apryl, la cual nunca tuvo oportunidad de ir de compras o hacer esas cosas normales que las adolescentes hacen. La mayoría de las ropas que poseía eran regalos de Emory o harapos que de vez en cuando su madre le hacía en su máquina de coser, como jersey, abrigos y vestidos de una sola pieza.
Al principio, Emory se sorprendió mucho ante la confesión de su amiga, sobre que nunca había ido de compras al centro comercial, pero con el tiempo parcialmente fué entendiendo la situación familiar que tenía, más o menos. Su padre obviamente era un hombre estricto y muy de la vieja escuela, y por el aspecto de la comunidad, el resto de la tribu también.
Dentro de la cabeza de Emory, los Atsinas parecían ser más una secta que otra cosa.
En cuanto llegaron a la abultada entrada llena de gente del centro comercial, no tardaron en avistar el largo cabello lacio y rubio teñido de la hermana de Emory, el cual hacía un extraño y a la vez llamativo contraste con sus rasgos asiáticos.
Era tan solamente unos años mayor que Emory, pero era tan alegre y fiestera como ella, aunque no tan violenta. Emory a veces solía ser bastante impulsiva y agresiva, mucho más cuando bebía.
Vestía una despampanante y llamativa blusa de escote bastante pronunciado y un short punta nalga que mostraba bastante de sus atributos, además de un par de botines con medias de redencilla.
En cuanto Azuna vió a su hermana y a su amiga, enseguida una radiante sonrisa se extendió por sus finos labios y levantó la mano, a la vez que la movía exageradamente rápido en modo de saludo.
—Dios, ¿por qué tardaron tanto?—protestó Azuna con un puchero, ignorando las lascivas miradas que de vez en cuando los hombres le dirigían a su trasero y a su escote.
Ambas ya estaban acostumbradas al llamativo estilo de Azuna por lo que no se extrañaron para nada al verla vestida así en pleno día, y más sólo para ir al centro comercial.
—Tuvimos un... pequeño accidente en la carretera —respondió Emory señalando a su VW que no se encontraba estacionado muy lejos de las tres.
Azuna al ver el parabrisas del auto, abrió los ojos como platos claramente sorprendida y enseguida su cuerpo se tensó de extraña manera, como si un escalofrío la hubiese recorrido de pies a cabeza.
—¿Qué ocurre? —le preguntó rápidamente Apryl, preocupada por la reacción de Azuna.
—Nada —respondió secamente la rubia sin dejar de ver el parabrisas, pero enseguida, luego de un incómodo silencio que pareció durar horas, la sonrisa volvió a iluminar su rostro y como si nada cambió su estado de ánimo— Como sea, es mejor que nos apresuremos. He oído que hay una favorable rebaja en la sección de zapatos de mujer y lencería, por lo que debemos apresurarnos si no queremos que las arpías acaben con todo.
Y luego de eso, las tres entraron al centro comercial.
El resto de la mañana se la pasaron de tienda en tienda, probándose vestidos en los probadores, comprando zapatos hasta más no poder y buscando el atuendo indicado para el lugar al que ambas amigas irían mucho más tarde. Por eso Azuna estaba aquí, ya que conocía mejor sobre estas cosas y la que más experiencia tenía en fiestas y discotecas.
Ya en eso del mediodía, ambas se despidieron de la rubia, ya que esta tenía que estudiar para un examen en la universidad y separaron caminos.
—No seas mojigata y bebe. Me ha costado bastante robar esa botella de sake a mi padre —le había dicho Emory mientras observaba su reflejo en el espejo con el nuevo vestido que se había comprado en el centro comercial.
Apryl, sentada en el suelo de la habitación de Emory, miró la botella blanca con aspecto de jarra de porcelana artesanal y bebió directamente de la boquilla, soportando el fuerte ardor que el líquido transparente dejaba al pasar por su garganta.
Dios, si que estaba fuerte.
Eran eso de las seis de la tarde y las dos se estaban preparando para la salida de esta noche.
—¿Qué tal? —preguntó Emory con una sonrisa traviesa mirando a Apryl en el espejo a la vez que se pasaba el delineador.
Apry hizo una mueca bastante graciosa y con voz ronca respondió.
—Es fuerte... —no estaba acostumbrada a ese tipo de bebidas. Suspiró, puso la botella en el suelo frente a sus piernas y le dijo a su amiga— No creo que pueda ir contigo Emory.
Enseguida esta paró lo que estaba haciendo, se giró y miró a la morena con ojos asesinos.
—Ni se te ocurra decir eso. ¡Es mi maldito cumpleaños! —chilló enojada.
Apryl se sobresaltó con su grito y nerviosa empezó a juguetear con sus dedos. Sabía que se iba a enfadar.
—Lo sé, lo sé. Pero debes comprender que mis padres no son tan comprensivos como los tuyos.
—Ya tienes 18 años Apryl. No tienes por qué pedirles permiso a tus padres.
Con un suspiro exasperado Apryl cubrió su rostro con ambas manos. No lo entendía, Emory no entendía lo complicada y seria que era la situación familiar de Apryl. Y no tenía porqué entenderlo.
—Yo también quiero ir, no te imaginas cuanto. Pero no puedo arriesgarme, y más cuando el día de mi huida se avecina. Ya lo tengo todo listo y arreglado, no puedo poner en riesgo eso y las fiestas pueden esperar hasta que empiece la universidad.
Con pasos enojados, Emory se acercó a su amiga, se sentó frente a ella y le agarró las manos con fuerza, apartándolas de su rostro.
—Escúchame bien, esto es lo que va a pasar ahora, vas a entrar al baño, te das una buena ducha, te pondrás el vestido nuevo que te compré, dejarás que te maquille y te peine, y vendrás conmigo a esa discoteca, lo quieras o no lo quieras, ¿entendido?
Apryl abrió la boca, dispuesta a protestar, pero Emory coloca su dedo índice en sus labios callándola de inmediato.
—Nada de peros. Vas a venir conmigo. ¿Acaso quieres llegar a la universidad siendo vírgen aún? Eres joven, Apryl. Estás en la mejor etapa de tu vida, una etapa que no podrás volver a repetir aunque quieras. Que desobedezcas a tus padres, aunque sea una sola vez en tu vida, no le hará daño a nadie ¿sabes?
—Es mi padre el que me preocupa...
—Si se pone pesado me lo dejas a mí. Sé perfectamente como controlar a los perros como él —dijo aparentemente bromeando, aunque el brillo de sus ojos parecía decir otra cosa.
Apryl frunció el ceño, extrañada por la curiosa elección de palabras de su amiga, pero enseguida se relajó pensando que solo era casualidad. Es imposible que Emory supiera sobre el secreto de la tribu.
—De acuerdo... iré —aceptó por fin— Pero no tengo dinero, así que pagarás tú las bebidas.
Emocionada Emory se levantó y empezó a saltar como loca por toda la habitación, como un conejillo en el bosque.
—No te preocupes por eso. De eso yo me encargo. Dios, será tan divertido...
Apryl sonrió forzosamente, intentando contagiarse de su alegría pero por alguna razón no podía. De repente se sintió de mal humor, con ganas de golpear y destruirlo todo. Era una sensación rara y tan abrumadora que tuvo que presionar su puño en su pecho con fuerza, como si intentara retener la repentina rabia cegadora que empezaba a surgir de las profundidades más oscuras de su alma.
Un calor sofocante, parecido al que había tenido esta mañana aunque más fuerte, la envolvió como un grueso manto de fuego y tuvo deseos de quitarse la ropa... o mejor dicho... desgarrarla de una sola vez, como si de papel se tratase.
¿Será este un efecto secundario del sake?
Quizo preguntarle a Emory pero esta ya la estaba dirigiendo al baño para que se diera una ducha y no tuvo oportunidad ni para decir algo.
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Comments
pera
será que es igual que ella? 😶🤔
2023-12-11
0
Irma Ruelas
😍😍😍😍😍😍🫣🤔🐺
2023-07-22
0
Francisca Alcantara
Excelente historia
2023-05-11
2