Capítulo 20

Su llegada había sido recibido con un “caluroso” saludo de algunos sirvientes. Y cuando ella se refería al “caluroso”, significaba un saludo con un tono de voz casi muerto con poca expresión y una leve reverencia.

Era como si no los quisiera en la mansión, incluso tal saludo atenuó un poco la sonrisa de Hernan. Debió ser tan seco que quito cualquier animo que podría haber albergado (incluso si fuera falso).

Abizer ni siquiera respondió cuando a todos los veía como un enemigo por no ayudar a su hermana, e incluso albergar resentimiento sin saber quién era la verdadera perpetradora. La única manera para terminar esto era exigir a la magia de la casa que marca aquellos que no eran confiables para la familia, pero debía hacerlo Rhiannon siendo esta la encargada de mantener la mansión en orden.

Rhiannon no manejaba las cuentas de la mansión solo porque ella no se veía capaz de hacerlo. Lamentablemente, ella tendría que tomar las riendas cuando adquiriera el patrimonio que dejo su madre.

Ese momento sería un dolor de cabeza para todos.

Ellos levantaron la mirada para ver correctamente al joven maestro, no obstante, Cassandra destacó haciendo que algunos estuvieran confundidos por su presencia y vestimenta, e incluso miraron a Don por tener ropa diferente. Era sorprendente que notaran el cambio, pero cuando odiabas o detestabas a alguien, siempre se fijarían en el mínimo detalle para encontrar debilidad y explotarla.

Entonces, Don no quiso darle más importancia. Si alguno trataba de hacer algo hacía su persona, se condenarían a si mismos porque Abizer no los dejaría tocar ni un cabello de su hermana y esta vez seria quien administrara el castigo.

—Hermano —llamó Don sin apresurar un paso cuando tenía a Cassandra a su lado.

Prefería no arriesgarse que los sirvientes no dejaran pasar a Cassandra solo por su vestimenta que podría ensuciar el lugar, incluyendo su presencia plebeya.

(Todos los que trabajaban ahí eran plebeyos, se dijo a si misma con una leve molestia).

Abizer se detuvo por un momento prestando toda su atención hacía su hermana. Todos sabían, al menos ahora, que ella nunca sería ignorada por él, un temor que estaba presente por los sirvientes por cualquier palabra que podría decir Rhiannon siendo creída en el momento que ella dijera cualquier palabra que pudiera perjudicarlos. La única razón es que Rhiannon no era alguien maliciosa y ellos lo sabían, y a pesar de eso, la trataban con desdén sin llegar más allá como las había tratado las sirvientas que debían cuidar a la señorita de la casa.

(Don, quién si era maliciosa cuando quería, podría susurrar al oído de su hermano para sacar a los demás sirvientes y buscar aquellos que eran leales a la familia).

—¿Rhian? —cuestionó Abizer sin saber lo que diría su hermana.

—Quiero decirte hermano que Cassandra será mi dama de compañía —indicó Don dejando en claro que Cassandra tendría más poder de que un sirviente normal.

La dama de compañia de una joven señorita era la mano derecha de confianza, que tendría poder en los sirvientes a cargo y que su palabra era ley después de la señorita, siendo los sirvientes obedecer cualquier palabra que dijera. Era como una doncella de una princesa, y esto era lo poco que sabía Don por lo que leyó porque aún no pasaba más allá.

Definitivamente necesitaba clases con Rhiannon si podía verla de nuevo.

Los sirvientes jadearon con fuerza e incluso algunos iban a reclamar por la elección tan audaz de la señorita. Sin embargo, Abizer levantó la mano para que nadie hablara.

Sus ojos escudriñaron a Cassandra. Sus ojos había un toque de inteligencia y hubo un leve desafío que la más joven aceptó sin importar que estaba frente a alguien que podría lastimarla. Abizer alzó una ceja, dando a conocer algo de gran importancia que Cassandra entendió y asintió con la cabeza.

—No tengo ningún problema con eso, Rhian, solo hay que educarla un poco —dijo con una mirada suave en su cara dirigida sólo hacia su hermana.

Don asintió con la cabeza, pero sus ojos fueron a Hernan que por primera vez no estaba escondiendo lo que era. Había una abierta curiosidad y especulación que dejó pensativa a Don.

¿Acaso estaba utilizando una máscara de un snob para pasar desapercibido? Si era así, Don pensó que era bastante inteligente con las muestras de diferentes expresiones para saber cuál era la verdadera personalidad.

—Entonces, cuidare de Cassandra —comunicó Don. El baño de su habitación estaba funcionando y en verdad ni siquiera le importó más allá de eso.

Abizer asintió.

Don tomó la mano de Cassandra, está solo dejo que le tomara de la mano para ser llevada por las escaleras que eran bastantes grandes.

—¿En qué habitación la llevarás? —preguntó Abizer con un poco de preocupación.

Don miro a través de sus hombros a su hermano y dijo

—A mi habitación destruida.

Abizer cerró los ojos. Oh, él tenía que arreglar esa habitación. La magia era una mejor opción cuando no confiaba en nadie de la servidumbre.

—Te acompaño, voy a reparar un poco tu habitación.

Don quería encogerse en hombros, pero no pudo porque este cuerpo nunca lo había hecho en presencia de otros. Era bastante rígido cuando se refería a las presentaciones.

****************

Un poco era un eufemismo.

Abizer ni siquiera tuvo dificultades en reparar lo que había sido destruido con un poco de magia. No había transpirando, ni jadeado de cansancio. Era notable que estaba acostumbrado a utilizar magia o tenía un entrenamiento para ocuparla sin necesidad de sentir resentimiento o agotamiento.

Cassandra fue curiosa con la habitación. Había un brillo de anhelo, de querer algo para sí misma y aferrarse para no perderlo. Comprendía aquel sentimiento de obtener algo que consideraba suyo, por mínimo e insignificante que fuera. No importaba si era un bolígrafo o una cinta para el cabello (a pesar de que no podía amarrarse el cabello por tenerlo corto), esos objetos eran suyos.

Y Cassandra tendría cosas que podría llamar suyo y atesorarlo. Era, después de todo, su dama de compañía.

Abizer se fue con conflicto en su cara, pero no quería quedarse para ver lo que haría su hermana para cuidar a la chica que trajeron a casa. Las cosas femeninas no era algo que estuviera tan familiarizado por la falta de vinculación con su hermana, y estaba el hecho de que Cassandra sin duda sería bañada por las manos de su hermana.

No quería ver eso, no era como esos hombres que preferían la carne joven. Simplemente los encontraba repugnante, a pesar de que era normal en su sociedad. Y al menos prefería una mujer que tuviera más de diecinueve años, un año menor que él en este momento o en los momentos en su futuro cuando considerará la idea de tener una pareja que sin duda tendría por amor y no por un matrimonio frívolo. Y que la mujer que eligiera fuera lo suficientemente inteligente y amable, con requisito de amar incondicionalmente todos los hijos que tuvieran.

No quería una repetición de una madre fría que no quería nada que ver con su hijo.

Don llevó a Cassandra al baño para encargarse de todo. Desde verter agua en la tina, ver la temperatura del agua y elegir los productos para el cabello que ayudarían a Cassandra, que en el tiempo de la calle podría haber contraído algunos bichos. Aunque no lo vio posible cuando Cassandra no se rascaba la cabeza, eso sí en realidad estaba acostumbrada a la comezón.

Lo siguiente es que Cassandra debería quitarse la ropa, cosa que incluso Don se puso incómoda, pero no la chica que encontró esto normal.

Ni siquiera quería saber porque no le daba vergüenza mostrar su cuerpo, porque eso despertaría una furia en Don.

Estuvo al menos horas bañando a Cassandra, que solo se dejó limpiar como una muñeca de trapo. Don ni siquiera sabía cuántas veces tuvo que cambiar el agua de la tina, pero en limpiar y limpiar encontró una marca de un escudo que despertó una alarma en Rhiannon.

Eso era curioso. Si era un escudo, entonces ella podría investigarlo en un libro que contuviera los escudos de familia. En su mundo habían, solo que nadie le interesaba mucho porque era antiguo y todos preferían estar frente a un celular estando en las redes sociales o viendo vídeos.

No es como si la información de los escudos fuera vital en su mundo, pero sin duda sí lo era aquí.

Con el término del baño, Cassandra era otra chica, una delgada chica y bastante bonita que si crecía bien y alimentada, sería la envidia de otras chicas y atraería las miradas de hombres, incluyendo las miradas no apreciadas.

Pero ella se encargaría que todos supieran que Cassandra tenía la opción de elegir quien quisiera, con la aprobación de Don para ver qué aquel futuro compañero de su dama de compañía no sea un completo patán.

Ella no tardó en ayudar a vestir a Cassandra con la ropa que se le compró. Aquella ropa había sido subida por una sirvienta, una que no haría nada como las otras que se atrevieron a romper su ropa por despecho. Cualquier trasgresión, era motivo de despido y Don lo sostendría en la cabeza de todos los sirvientes.

Cassandra sin duda era una chica bonita.

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