Menos de lo esperado, Don abrió los ojos aquella mañana con una mano en su brazo y los ojos asustados de una sirvienta, cual en su otra mano tenía una jeringa con un líquido verdoso que asustó a Dan.
Sin pensarlo, empujó a la sirvienta que cayó de trasero en el suelo alfombrado y aún con la jeringa en la mano.
¿Qué mierda estaba sucediendo? Hace unos segundos estaba en la azotea con un arma en la sien y ahora estaba en una cama siendo casi asesinada por una empleada que vestía un raro traje de empleada antigua.
Cerró sus pensamientos dándose cuenta que había algo más importante. El intento de asesinato hacía su persona.
Puede que se haya suicidado, pero no dejaría que nadie tuviera el derecho de quitarle la vida. Eso le pertenecía, ella decidía cuándo vivir y cuándo morir, y cómo moriría. Nadie más.
Saliendo de la sorpresa, la sirvienta sonrió levemente.
—Señorita, me sorprendió —dijo con un tono suave.
Don alzó una ceja, ¿Crees que soy estúpida? Mate gente, idiota. Es lo que pensó cuando la sirvienta pensó que se dejaría engañar por algo tan iluso.
No le importo como estaba, pero tiro la frazada encima de la sirvienta y atacó ahogándola con su propio cuerpo para que no escapara de forma sencilla. Por supuesto, la jeringa se rompió sin oportunidad de que el líquido estuviera en el torrente sanguíneo de Don. La sirvienta hizo sonidos y se movió de forma desesperada hasta que dejó de moverse.
Ella no estaba segura, por lo que se quedó un momento más por si estaba fingiendo, pero cuando más de cinco minutos sin moverse, le dijo que posiblemente había matado a la empleada.
Cautelosa, se alejó sin sentir remordimiento por lo que había hecho. Poco a poco, había sentido una apatía que no aumentaba solo porque aún tenía deseos de venganza, que cumplió y murió por su propia mano. Quitar una vida era más fácil cuando ya se había hecho, en este caso, quito cinco vidas, sin contar la suya, por supuesto.
El cabello tapó su cara y ella lo llevó hacia atrás, excepto que se sorprendió por la cantidad de cabello y el color.
Nunca había tenido un cabello tan largo, más que nada porque se desesperaba en el cuidado cuando esté pasaba mucho tiempo siendo ensuciado por cosas indescriptibles que prefería no recordar tanto la viscosidad como el olor.
Y su cabello era rojo, un rojo flamante que la dejo con incredulidad, porque en el deseo de su corazón, era ser pelirroja.
Cabello rojo y largo, lo suficiente para llegar más allá de las caderas. Es cuando la vestidura que traía le hizo fruncir el ceño.
¿Por qué estaba utilizando un camisón de abuelita?
Camisón.
¿¡Qué estaba sucediendo!? Ahora sí podía enloquecer, más cuando su apariencia había cambiado, tenía puesto un camisón que se utilizaba en el pasado, mató a una sirvienta que quería matarla y estaba en una habitación lo suficientemente grande para ser la casa de alguien.
¿Por qué no tenía derecho a enloquecer?
Cierto, porque era alguien racional....
...que mató personas en desesperación para que la vieran.
Si, no era la más racional y cuerda. Todo eso se había ido cuando sus pensamientos se volvieron negativos, cuando se sentía tan inútil que creía no ser capaz de hacer nada.
¡No! Ella sabía dónde llegaba esos pensamientos si se quedaba pensando y pensando cosas que no eran buenos. La depresión no era una opción para ella cuando había escuchado que era una enfermedad mental bastante grave y que atormentaba a quien lo padecía con pensamientos desagradables y denigrantes, como también un estado de letargo y ansiedad. Ella no quería eso, no cuando eso significaba que iba a ser diferente.
—No lo pienses, Don —se dijo a sí misma con tal de sacar los pensamientos.
Un golpe en la puerta la saco de sus pensamientos y se puso rígida.
Alguien iba a ver sus actos, pero ni siquiera sabía lo que estaba pasando y no sabía si arriesgarse.
Pero si la sirvienta la había llamado señorita, significaba que ella era dueña de esta habitación y podía hacer lo que quisiera, incluso actuar.
Sus ojos se llenaron de lágrimas que empezaron a caer por sus mejillas. Su nariz moqueo un poco y su cuerpo empezó a temblar haciendo parecer que tenía miedo. Había sido buena actriz cuando la necesidad era la motivación. Claro, prefería no tener estos dotes de actuación, pero lamentablemente debía de desarrollarlos.
—Rhian, ¿Estás bien? —preguntó una voz masculina.
¿Rhian? ¿Ese era su nombre? ¿Podría ser...?
—¡No! —respondió de una manera desesperada, suficiente para que el hombre abriera la puerta con rapidez.
Ella vio a un hombre, tenía el cabello rojo como ella y ojos grises, se notaba que hacía de forma regular ejercicio, aunque con el traje que traía le hacía ver de la nobleza. Un porte recto y elegante que era opacado por la preocupación hacía ella.
—¡Oh, santa luz! —fue como un borrón rojo que llegó a ella con velocidad.
Cerca, este hombre era más alto que ella. No era sorpresa, incluso en su vida ella era alta para ser mujer, que el promedio eran 149 cm, y media al menos 167 cm. Ahora, quizás era un poco alta, pero este tipo lo era más.
Ella hizo la actuación necesaria. Se arrojo a los brazos del hombre que la sostuvo con fuerza. No era estúpida, este hombre estaba relacionada con ella de alguna manera y hasta que viera realmente su apariencia, quedaría con la duda.
—Oh, Rhian, no te preocupes, hermano está aquí ¿Si?
Hermano, tenía un hermano.
Soltó un llanto que era merecedor del Óscar, que el hombre, su hermano, no pudo evitar arrullar con palabras agradables y suaves. Don solo se dejó sabiendo como era el instinto fraterno cuando ella fue una hermana mayor.
Aparentando estar más calmada, pudo colocar algo de distancia del hombre y este puso sus manos a cada lado de su cara.
—Ahora, ¿Puedes contarme que sucedió? —preguntó con suavidad, casi temiendo que ella soltará otro llanto.
Sus ojos vieron a las tapas arrojadas al suelo dónde debajo estaba el cadáver de la sirvienta. Los ojos grises del hombre también siguieron y soltó a su hermana viendo que era algo serio.
—¿Qué sucedió, Rhian?
Junto sus manos, sinónimo de nerviosismo y su cuerpo siguió temblando teniendo solo un poco de hipo.
—Me desperté está mañana justo cuando la sirvienta tenía mi brazo y estaba con una jeringa en la mano, era un líquido verde y actúe ¡Ella quería matarme! —exclamó en voz alta.
El hombre se volvió pálido cuando escucho líquido verde de los labios de Don y se apuro en ver lo que la joven había hecho.
Levantó las tapas encontrándose con la sirvienta muerta, excepto que dónde había salpicado el líquido se había podrido y soltaba un olor pútrido que heló su piel.
—El veneno podrido —murmuró el hombre y volvió a tapar para que el olor no llegara hacía su hermana.
Ese mismo veneno iba a ser inyectado en las venas de su hermana, que en dos minutos ya estaría muerta y podrida como una fruta.
No pudo evitar ir donde su hermana y abrazarla con fuerza, que internamente hizo que Don se quejara, por casi perderla.
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Comments
Cristi
esta buena
2023-05-04
5