Don vio que se habían quedado sin sirvientes en la cocina, lo cual no era algo malo en sí para ella, pero para el padre de Rhiannon y su hermano Abizer, era un problema. Ninguno de ellos sabían cocinar estando acostumbrados toda su vida al ser tratados por los sirvientes, tampoco era como su tiempo que los hombres quisieran cocinar porque les agradara, quienes solo era una minoría y se convertían en chef tanto para los nobles como para la realeza.
Así que quedaba ella por arreglar esta situación y darle un desayuno a su hermano.
—Vamos Rhian, tenemos que hacer algo antes de desayunar afuera —dijo su hermano sin mirar ni una vez a los sirvientes que se habían ido y que daba un grito cada vez que salían.
(Sin que ella lo supiera, los sirvientes que abandonaban la propiedad eran marcados como traidores que nunca más serían contratados en su vida por aquellos de la nobleza, sin importar que fueran los mejores calificados).
Ella frunció el ceño, pero se dio cuenta de que no podía cocinar de la nada con habilidades que antes no tenía Rhiannon a menos que quisiera despertar sospechas, aunque las únicas sospechas que llevaría sería de que la obligaron a cocinar las veces que no estaban los señores en la casa.
Bueno, para otro momento daría a conocer sus habilidades culinarias que podrían sorprender a la familia de Rhiannon.
Abizer estaba a su lado caminando y a la vez la guiaba hacia un lugar que estaba llenando de curiosidad tanto a ella como a Rhiannon porque no habían estado en este lugar que su hermano la estaban llevando. Nada era claro hasta que llegaron a una puerta que se encontraba cerca de las mazmorras y que Abizer puso una mano haciendo una leve mueca hasta que la puerta se abrió sola. No era sorprendente cuando esta no tenía manija.
—Vamos hermanita, resolveremos lo que debería haberte mantenido a salvo —dijo Abizer para empujar levemente a Don, quien sintió aprehensión por eso.
No era una buena idea ser arrojada al ser primera en un lugar desconocido, pero Abizer debe saber lo que estaba adentro para no ir él primero, como sabía que lo haría. Igual, debía de saber que no debería ser de esa manera cuando uno de ellos no sabía lo que había adentro, en este caso, Don quién podía actuar de manera agresiva por lo desconocido.
La habitación que entraron se iluminó con una luz azul proveniente de las antorchas mágicas que reconocían a quienes eran los permitidos en aquel lugar. Don no sabía por qué debía estar oscuro cuando el pasillo anterior fue iluminado por la luz natural de las ventanas.
No obstante, cuando llegaron hacia una escalera después de pasar tres metros de forma lineal, comprendió que aquí no entraba luz, que sea lo que su hermano la estaba llevando era en el lugar más profundo de la mansión.
Se puso rígida y trato de decirse a sí misma que Abizer no la encerraría, que amaba demasiado a su hermana pequeña como para desearle algún mal, en especial cuando en la vida anterior dio su vida por ella.
No todos eran iguales, se dijo a sí misma Don para confiar aunque sea un poco en Abizer que solo había demostrado que la cuidaría.
Bajaron por la escalera que esta vez fue guiado por Abizer, quien sin duda estaba más serio y amargado en ese minuto, y no fue hacia Don. No, había algo más que lo tenía en ese estado a su hermano.
Don contó cuantos escalones bajaron, que al menos eran 40 escalones que no fueron una molestia, no para este cuerpo que estaba acostumbrada a subir escalones para ir a la habitación que le correspondía o dar caminatas hacia los jardines de la mansión, si lo pensaba bien, era un lugar bastante amplio y grande. Si lo ponía en el mundo actual, la mayoría de las personas se estarían quejando por la cantidad de escalones que debían subir dado que la mayoría eran sedentarios y preferían estar sentados sin actividad física, que solo unos pocos ponen en práctica.
Hoy en día en este mundo, eso sería aborrecible porque siempre se estaba haciendo algo para no estar sentado como siempre, excepto si los papeles y documentos los mantenía en el escritorio hasta que terminara con todo el asunto de administración o alianzas políticas y comerciales.
Puso atención a su alrededor cuando algo brillaba más que las luces que iluminaban el lugar, pero a la vez se sentía apagado, como si hubiera algo que estuviera contaminándolo.
—Definitivamente, alguien jugo con la piedra central —murmuro Abizer, pero al ser los dos en este lugar, Don lo escucho claramente.
¿Piedra central? ¿Qué era eso? Esa mención era suficiente para que Don quisiera investigar más sobre piedras, si era tan importante para Abizer.
—Hermano, ¿Por qué estamos aquí? —preguntó ella haciendo que Abizer la mirara con seriedad.
—Estamos aquí para arreglar la interferencia que hay en la piedra central, piedra que tiene la magia de la familia y que protege a los miembros que la compone, si hay interferencia externa, puede ser perjudicial porque la magia no impediría que algunos de los sirvientes pudieran matar algún integrante o al mismo heredero —explicó con el ceño fruncido.
Eso tenía sentido de que Abizer estuviera aquí. Rhiannon al ser lastimada por los sirvientes en su propia casa, debió haber interferencia externa para mantener todo en silencio y que este dentro de la mansión. Podía ser uno de los sirvientes que no le agradaba Rhiannon y prefería verla humillada y maltratada por sus pares.
—La cuestión es que solo algunas personas tienen derecho para entrar: padre, yo y Hernan.
Don se miró a sí misma porque estaba aquí presente con su hermano, excepto que Abizer tuvo que poner una mano en la puerta para que esta se abriera. Si ella lo intentaba, era posible que no funcionara por no tener permiso y quizá una consecuencia que ella no sabía qué podría haber, porque la magia era difícil de comprender y tenía intensión a pesar de que otros decían que no (o los libros que leyó brevemente)
Es cuando llegaron a donde su hermano quería dirigirla, que se encontró de frente la piedra más grande y hermosa que vio en su vida. La magia que había, una que sintió sin necesidad de tener magia, era algo fría y a la vez cálida. Tenía la fuerza de miles de vientos tales como fuertes y suaves que le era familiar. Esta misma magia la estaba mirando, o dio aquella sensación de observación, para ir directamente a su pecho provocándole un jadeo.
—¡Rhian! —gritó Abizer sosteniéndola cuando empezó a caerse en el lugar aun con la magia en su pecho y a su alrededor que se estaba acostumbrando a ella, a analizándola y ver si era digna de la familia.
Y Don sintió que estaba feliz, como si aceptara totalmente lo que era en conjunto con Rhiannon. Sin duda, también le estaba diciendo algo que no comprendía.
¿Unión? ¿Qué unión?
No importó porque la magia la abandono lentamente para rodear la muñeca y brillando levemente hasta formar algo que sorprendió a Abizer, que después arrojo una risa que desconcertó a Don porque aún estaba en los brazos de este.
—Por supuesto que tu presencia arreglaría la piedra y rechazaría al traidor —dijo aun entre risa Abizer.
Lo único bueno de esto es que la magia la protegería a igual que Rhiannon porque aparentemente le agradaba a la magia familiar de los Lefeuvre.
Y que Abizer reía como el rechinido de una ventana.
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