Después de la conversación con su hermano (ella se aclaró a sí misma que así lo llamaría de ahora en adelante, con una confirmación de aquel sentimiento que no la dejaba en paz), decidió que era mejor volver a la habitación que le pertenecía.
La escena del crimen ya había sido retirada sin ninguna contemplación más allá de que sería notificado a Conde Lefeuvre del intento de asesinato de su hija. Por alguna razón, esto no había sido de gran importancia para la servidumbre ni para quien estaba a cargo de aconsejar a su hermano. Su hermano debió literalmente ordenar que esto fuera notificado mandando miradas mordaces a cualquiera que dijera lo contrario.
Algo sin duda estaba pasando.
Quedó aclarado cuando paso por un pasillo lleno de cuadros de los antepasados. Desde el primer cuadro que no era tan bien hecho por un experto, quien era Conde Robert Lefeuvre hasta el actual Conde. Y fue divertido como el cabello rojo se iba heredando con cada generación, los ojos grises solo eran una ocurrencia del lado materno de su padre, si la mujer, la Condesa Lefeuvre, Regina Valleé decía algo con sus ojos grises.
Leyó la placa del primer cuadro donde solo aparecía una mujer de cabello castaño junto a un hombre de cabello corto y rojo, con ojos grises que heredó de su madre, y en los brazos de la mujer que estaba sentada tenía un bulto que mostraba a un pequeño.
En la placa decía: «Conde Reginal Lefeuvre junto a su esposa la Condesa de Lefeuvre, Amora Prater, y su hijo, Abizer Lefeuvre.»
Esos eran el nombre de su padre y su hermano, pero de aquella mujer que era desconocida, porque al lado de esta había otro cuadro que decía:
«Conde Reginal Lefeuvre junto a su segunda esposa la Condesa de Lefeuvre, Reine Baume, junto a su hijo, Abizer Lefeuvre y su hija, Rhiannon Lefeuvre»
Y claramente la mujer era su madre, una mujer hermosa y con una dulce sonrisa que la hacía ver amable. Cabello negro y ojos que eran claros como la miel. Rhiannon se veía como ella solo con la diferencia del cabello y los ojos que eran todo de su padre.
Si era lo que pensaba, la servidumbre no estaba de acuerdo con ella por ser hija de otra mujer, una que debieron servir después de la muerte de la primera condesa.
Qué mal, no era su culpa o la dueña de este cuerpo por este destino tan diferente. Además, la mujer ya estaba muerta y si podía ver en el cuadro, ya había pasado algún tiempo desde que murió la primera condesa. Ni siquiera sabía si el primer matrimonio fue por contrato o que el segundo también lo era.
Además, la servidumbre solo debía cumplir con su deber, no tratar mal a aquellos que tenían el poder de despedirlos. No es que fuera insoportable o los tratara como basura.
(Y dentro de ella estuvo de acuerdo)
Ya tenía la información básica, ahora era saber de ella.
¿Quién era realmente Rhiannon Lefeuvre?
Y si tenía suerte, un diario sería de ayuda.
...----------------...
Rhiannon Lefeuvre era la chica más dulce y amable que había leído en su vida. Don estuvo bastante segura que si aún estuviera el alma de Rhiannon en este cuerpo, sería comida viva por otros que tratarían de sacar ventaja de su situación.
Dulce, muy dulce que podría darle caries, o diabetes.
Sí, así de extremo.
Y un enamoramiento por el príncipe solo porque a una joven edad fue a una fiesta y fue elegida por el príncipe para bailar durante la noche. Sí, eso era significativo, pero Rhiannon había tenido siete años y de esa situación, ya pasó diez años dónde el príncipe ya tenía más de veinte años y se le conocía por sus actos no disimulados de promiscuidad.
Le dio pena esta pobre chica, que si hubiera logrado su cometido de estar comprometida con el príncipe, iba a sufrir bastante y aceptar bastardos en su palacio, conociendo el corazón de la chica.
Por otro lado, era bueno que ya no estuviera para sufrir tal destino.
Dejo el diario de Rhiannon a un lado. Tenía tantos secretos que no era bueno que cayera en manos desconocidas, por lo que tenía la idea de quemarlo después de tenerlo todo de memoria.
Cómo alguien que no quería una debilidad que explotaran, estaría haciendo lo imposible para que eso no sucediera. Guardaría todos sus secretos en su corazón y en su mente, y no era tan ingenua como escribirlo y dejarlo en manos de cualquiera de la servidumbre que sin duda trataría de dañarla.
Si ya intentaron matarla, ¿por qué no chantajearla con secretos que podrían arrojar a la sociedad? Sería los chismes más candentes, más el vergonzoso enamoramiento hacía el príncipe.
No, no, no. Eso no sucedería estando ella. No eran sus secretos, pero le afectaría solo por ser ahora Rhiannon Lefeuvre.
Abrió los ojos con sorpresa.
Llegó a una realización que no espero, una que casi la hizo soltar una risa histérica.
Ya no era Donvina Zeller, era Rhiannon Lefeuvre, hija del Conde Lefeuvre. Ya no podía volver a su vida anterior, eso sí aún quisiera volver a un cuerpo muerto que de seguro ya estaba bajo tierra, y si no era así, estando dentro de un ataúd esperando los días para que no "reviviera" (lo dudaba, un disparo en la cabeza acababa con cualquier reanimación y si sucediera, sería pura suerte. Por otro lado, pronunciaría brujería por su estado consciente).
Tenía, lo que se llamaba, una segunda oportunidad. Lamentable, también estaba próxima a una muerte segura por las decisiones de la dueña del cuerpo.
Bueno, tenía que tener en su mente que era Rhiannon y no la pobre torturada Donvina. Algo complicado de hacer cuando estaba acostumbrada al apodo Don que ella mismo impuso a otras personas por el vergonzoso nombre que fue elegido en el momento que supieron que era una niña, y la personalidad dulce de la chica.
Ella no sabía cómo ser dulce, había pasado años de ser aquella pequeña que sonreía sin pensar que tendría un futuro bastante oscuro.
Pero sabía actuar. En eso era buena, lo utilizaría sin duda.
Recorrió la habitación siendo bastante minuciosa y algo recelosa cuando vio bastante joyería que valía una fortuna en su mundo, incluso un cepillo de oro con un pavo real detrás y joyas que eran parte de la cola del pavo real. Tan ostentoso.
Resopló por lo opulento que era todo, pero era la manera que le habían enseñado a la chica a ser. Sin importar que Rhiannon fuera amable y dulce, no entendería el concepto de humildad.
Y sorprendentemente, en los vestidos (no había pantalones femeninos, no era sorpresa) el color verde y negro eran lo que más destacaban. Colores que quedarían bien con el color rojo del cabello. Muy poco amarillos, pero al menos que no parecería chillón.
Al menos la falta de humildad venía con la compañía de saber cómo combinar los colores con el cabello.
Ahora, que registro toda la habitación, tuvo una idea de cómo era la personalidad de Rhiannon, y si no funcionaba, podía alegar que fue el trauma por ser casi asesinada en su propia habitación y por la propia sirvienta.
Se puso pálida. La sirvienta quería matarla, eso no significaba que otros sirvientes no querían matarla y la cara que cada vez que ponían cuando la miraban no dejaba que estuviera tranquila.
Si ella era paranoica, esto empeoró su situación porque significaba que debía revisar cada comida, cada agua dada a su persona. Debía hacer su propia comida.
Y ni siquiera sabía cómo utilizar las cocinas antiguas, muy diferentes a las modernas que funcionaban a gas.
Maldijo en su interior. Nada iba a ser sencillo.
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Updated 67 Episodes
Comments
Graciela Angeleri
Muy buena!!
2024-04-09
2
Rosa Mercedes Arca Hidalgo
interesante
2023-08-01
0