Capítulo 9

Don se arregló el cabello frente al espejo. Estaba liso y suave con los artículos de cuidado para el cabello que Rhiannon había creado con el recuerdo de lo que le había enseñado su madre, que en su mente apareció convenientemente aun estando despierta.

Era una receta que ni siquiera estaba en el mercado, tampoco algo que podría regalar porque tenía un carácter sentimental por la parte materna que provenía Rhiannon, incluso notó ese sentimiento mientras veía el recuerdo.

Si fuera Don y no tuviera ningún dinero, ella olvidaría el valor sentimental y crearía una línea del cuidado del cabello y la piel para estar económicamente bien. Pero no había necesidad, no cuando era hija del Conde Lefeuvre. Aun así, la línea de productos serían bastantes famosas y duraría mucho tiempo hasta que otros se atreverían a crear su propia línea.

Aparte, si la venganza tuviera algo que ver con el crecimiento de una empresa, entonces lo estaría considerando, aunque no creía que funcionara cuando en realidad tenía diecisiete años en el cuerpo de una niña de quince años. Aún era inexperta en el mundo de los adultos, aparte de que era bastante astuta en palabras de otros.

Incluso otros olvidaban que solo era una adolescente, la trataban como adulta porque nunca pudo comportarse como una adolescente de su edad.

Pero, ¿Cómo se comportaba un adolescente? Sus compañeros eran crueles, otros cobardes y otros totalmente indiferentes. Ella solo se comportó de forma madura.

… Aunque no demasiado.

Escondió sus pensamientos cuando debía terminar de cepillar el cabello, que con una loción, era fácil de peinar y debía de pensar como peinar el cabello.

Tenía la sensación que no debería dejar que nadie viera su cabello suelto a quienes no era familia, o quienes tenían su permiso para tocarlo.

¿No había una tradición que las mujeres solo dejaban tocar su cabello a su futuro esposo?

Otra confirmación hizo que Don maldijera. Tenía prohibido expresamente cortar el cabello, a pesar de lo molesto que podría ser en el futuro, si la tradición era la misma. Bueno, al menos ese deseo de hacer peinados encantadores y hermosos serían satisfechos por esta tradición.

Hizo un peinado sencillo que eran dos trenzas cruzándose en la parte de atrás para formar una corona hacia adelante. Como su cabello era largo, no era complicado en que pudiera esconderse detrás en la parte del cruce con algunos implementos que fijaban, y había una loción parecida al fijador que al menos no lo dejaba con residuos.

Decoró el cabello con implementos en la caja de joyas, pero la amargura que sintió por parte de Rhiannon la dejo desconcertada.

¿Por qué se había amargado? ¿Qué sucedía con esta caja?

Curiosa, preguntó lo primero que se le arrojó en la mente:

—¿Te robaron algunas joyas?

Un acuerdo con un deje de tristeza hizo que la ira de Don aumentara, pero se tranquilizó a sí misma.

Robo.

Oh, ellas se habían condenado a sí mismas por esto. Ninguno de la familia estaría contento con el robo, ni siquiera si ellas afirmaban que la amable señorita se los había regalado por su buen servicio, con tal de que Don negara, ellas recibirían un castigo. Eso, si agregaban que la magia podían hacer más, una forma de tachar en la frente de estas personas que eran ladrones y abusadores de niños para que no trabajarán en ningún lugar.

Estaba arruinando a las personas, pero ellas mismas se habían buscado esto.

Satisfecha con ella misma por lo que veía en el espejo, se levantó del taburete para caminar por la habitación en busca de un cuaderno u hojas y plumas que se utilizaban en este tiempo.

Si quería aprender y adquirir conocimiento e información sobre este mundo, debía anotar lo que era importante para tenerlo a su lado, la única manera era repasando tal información hasta que se le quedara en la mente, incluso a veces información en que un momento encontraba irrelevante y en otros momentos sería de gran importancia que podía salvar la vida de alguien, posiblemente la suya.

Cuando encontró implemento, que eran papel suelto y pluma y tinta negra, tomó un bolso cualquiera que pertenecía a Rhiannon que era de cuero negro. En su tiempo valdría más que un sueldo mínimo, pero al menos existía el cuero sintético y la cuerina, que este último era más barato. Guardó los implementos con sumo cuidado, al menos con la tinta que solo estaba protegida por un frasco de cristal y una tapa que posiblemente podría derramar el contenido a pesar de que sea de calidad.

Lo único que iba a extrañar era los bolígrafos y lapiceras que al escribir no hacía un desorden como manos manchadas o el papel sucio por las gotas de la tinta. Don no sabía utilizar la pluma al estar acostumbrada a tinta ya almacenada en un tubo largo que impedía que saliera, pero creía en la memoria muscular de este cuerpo, o que tomaría todo a la marcha con errores.

Hizo una mueca porque aparte debía de hacer una letra agraciada como la de Rhiannon, su letra era imprenta y no manuscrita o ligada como se le conocía. Incluso Rhiannon tenía una letra cursiva bastante bonita que debía de practicar para no generar sospecha.

Por el momento, debía de enfocarse en lo que tenía al frente.

****************

La biblioteca de la mansión era bastante agradable y si uno imaginaba como eran las bibliotecas antiguas, la de la mansión Lefeuvre era definición a la imagen. Grandes estantes se distribuían por toda la habitación y estaban repletas de libros y otros pergaminos, que por la apariencia que tenían, eran antiguos y contenían información olvidada en un idioma diferente.

Sin embargo, en la biblioteca no estaba sola. En una mesa estaba un hombre, que si recordaba era el consejero (o ¿era secretario?) de su hermano. En la mesa estaba llenas de libros, si leyó bien el título, trataban sobre leyes. No podía encontrar esto sospechoso, pero sin duda debía estar alerta con esta persona. No solo porque en este momento no estaba con su hermano resolviendo tal situación que ameritaba su presencia inmediata.

No, ella por lo que vio en algunos recuerdos de Rhiannon, ayudó a Anne-Marie haciendo la vida imposible a Rhiannon y a la familia Lefeuvre. El motivo nunca lo supo Rhiannon muriendo sin saber algunas cosas, pero sin duda era uno de los enemigos que debía cuidar.

Ignoró la presencia por el momento, no quería llamar la atención de este hombre.

No obstante, un carraspeo hizo que Don frunciera el ceño con molestia.

—Señorita Rhiannon, ¿Qué está haciendo aquí? —preguntó el hombre con un tono de incredulidad.

Don se giró lentamente sabiendo que no debía darle la espalda a un enemigo cuando este notaba su presencia, y pudo ver confusión en esos ojos marrones tan simples en una cara olvidable.

—Esta es mi casa, tengo derecho a estar aquí si quiero —respondió con suavidad, pero que incitaba a responder.

Una suave sonrisa que formaron unos hoyuelos, Don ignoró la suavidad que lo hacia. Un hombre inteligente que daba la imagen de amable, pero que lo sabía mejor.

No era amable, era alguien que mordía la mano de quién lo alimento.

—La señorita no me entendió, pero comprendo, hay cosas que usted no entendería —comentó sin parecer que quería hacer daño, y si fuera la Rhiannon que todos esperaban (y dudaba que la alma envejecida de la misma cayera en esto) no encontraría esto ofensivo.

Si, hay cosas que uno no entiende, pero eso no significaba que se debe recalcar con tanta facilidad.

Don soltó una pequeña risa, casi juguetona que puede haber sorprendido a este hombre que escondió tal sorpresa en su máscara de amabilidad.

—Puedo entender algunas cosas —comentó con falsa inocencia.

El hombre cerró y abrió los ojos casi con alivio. Bastante inteligente, pero que aún no leía completamente la actuación de una persona como Don, que fue una actriz pr necesidad.

—Lo sé, señorita, pero no creo que sea un lugar donde usted venga seguido, creí que le gustaba más leer revistas de moda y novelas de romance.

Rhiannon era sin duda la definición de todos tenían de una adolescente, aunque bastante sufrida.

—Mhm, si, estoy de acuerdo, pero hay algo que me interesa en este momento y vine aquí a buscar —dijo mirando a su alrededor con casi anhelo.

—¿Qué sería?

Ella lo volvió a mirar y con una deslumbrante sonrisa, respondió:

—¡Botánica!

El hombre se hizo hacia atrás en shock, lo que dio curiosidad a Don sobre esa reacción.

—¿B-Botánica? ¿Esta interesada en las plantas? —preguntó con urgencia.

Sin duda había algo aquí que Don se estaba perdiendo.

—Un poco, quiero saber sobre las flores y su significado, ¿Imagínate que puedo regalárselo a alguien querido y con significados tan profundos? Quiero aprender por eso —respondió Don con pasión que alivio al hombre.

—Ah, eso, creo que quedaría perfecto para usted, señorita —dijo con alivio—. Entonces, la dejaré con su tarea.

—Si, igualmente.

El hombre le dio una última mirada para seguir con su "trabajo" bastante sospechoso. Don tenía que vigilarlo para que el nombre de Lefeuvre no cayera al barro.

No queriendo dar la espalda ahora que sabe que este hombre notó su presencia, ignoró aquel sentimiento y se forzó para caminar hacia uno de los estantes buscando tal información.

Su curiosidad creció y tenía la sensación que se debía a su familia que este relacionado algo con las plantas para que esté hombre quedara literalmente sorprendido. Y para que no sospechara, tomó un libro al azar en el área de botánica.

Un libro pequeño y negro con ojos amarillas que ni siquiera presto más atención.

También ignoró que tenía un escudo de una familia.

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