Capítulo 10

Don dio un suspiro cansado cuando la historia en sí no era tan interesante. Era lo mismo en su mundo, solo con más magia y dragones. Las leyes (de los pocos libros que pudo sacar porque todos lo tenían el señor misterioso) no eran difíciles de seguir cuando fueron escritas por la misma reina, que llego a convertir el reino en un imperio como se le conocía hoy.

Las leyes importantes lo escribió en el papel con la pluma, que goteaba un poco en el papel, pero al menos la tinta se secaba rápidamente y no era tan molesto, aunque sus dedos sufrieron por la tinta.

Si seguía así, tendría que utilizar guantes, eso si funcionaba tal método, lo cual no creía que lo hiciera al pensarlo con claridad porque la tinta podía traspasarse.

Ni siquiera sabía por qué estaba pensando algo así, muchas leyes le hizo un poco tonta que estaba pensando en cosas sin sentido. Y no debía de olvidar el hambre que estaba sintiendo por pasar mucho tiempo sin comida desde el día anterior en la cena. No creía que le diera comida hasta el desayuno, incluso Abizer podría no estar en el desayuno.

Entonces, su decisión si no querían darle el desayuno (lo cual pudo suceder con las resentidas sirvientas), ella cocinaría para sí misma.

Anotó a un lado la página que estaba leyendo en un libro, mismo libro que pensaba llevarse y ese libro negro que tomo al azar de la parte de botánica. Le había causado curiosidad porque ni siquiera tenía título. No obstante, lo leería hasta estar en su habitación.

Guardo cada implemento con sumo cuidado (la tinta en especial, que sin querer casi se le derrama en toda la mesa). El bolso era espacioso lo que no generaba problema en meter los libros que quería para ella en la habitación.

La biblioteca estaba un poco lejos de su habitación, al menos cinco minutos y es que estaba al otro lado de la mansión. Si no fuera porque literalmente Rhiannon la guiaba sutilmente en este lugar, ella sin duda se perdería sin no tenía algo para guiarse, pero ahora podía recordar un poco donde quedaba la habitación que estaba considerando suya a pesar de que podría no estar decorada a su estilo.

Al menos tenía habitación, podría haber renacido en alguien que vivía en la calle y luchar en el día a día para conseguir algo de comida.

Aquel hombre de sonrisa falsa (como lo llamaría en su mente), no estaba a la vista y no era de extrañar porque era posible que haya terminado con su investigación. No obstante, Don había visto un libro azul que tenía tal título que quedo en su mente, pero no estaba en los estantes del área que pertenecía.

Quizá se lo había llevado junto con otros libros, como ella haría en este momento que cruzaba la puerta de la biblioteca de la mansión.

Los cinco minutos que se lo paso caminando hacia su habitación para dejar las cosas, estaba totalmente silencioso que lleno de escalofríos a Don. Los lugares silenciosos no era algo que estaba acostumbrada, ni siquiera en su casa, y ahora la mansión donde a veces ni siquiera congeniaría con algunos de los que vivían dentro de la casa. Al menos eso era bueno para no ver a los sirvientes, pero a veces se extrañaba la compañía que era querida y sabía ahora que Abizer era de confianza solo por Rhiannon. Si no fuera por ella, aún desconfiaría de tal hermano mayor que ahora tenía.

Se detuvo en la puerta cuando escucho ruidos dentro de la habitación. Ella puso una mano en la manija, pero ni siquiera se movió un poco porque estaba cerrada.

Eso la hizo enfurecer. Había decidido que nadie estuviera dentro de la habitación sin importar que quisieran limpiarla o llevarse su ropa. En medio de eso, las sirvientas se llevaban artículos que eran bastante caros y que los únicos que quedaban eran los que el Conde Lefeuvre daba personalmente y que no se podían llevar porque se esperaba que Rhiannon ocupara tales artículos.

Pero ahora, oh, ahora estaba furiosa y solo ayer había sido atacada.

¿Qué estaba ocurriendo en esta casa?

—¿Rhian?

Don se volteó para ver a Abizer que estaba bien vestido, casi como si iba a salir a algún lado. No obstante, había llegado en el momento indicado.

—Hermano, alguien está en mi habitación y cerraron la puerta —dijo Don con voz lastimera.

Abizer frunció el ceño cuando el sonido de algo quebrándose capto sin duda su atención.

—Esa no son las sirvientas ordenando, bien, hazte un lado Rhian, abriré esto.

Don se alejó dejando que Abizer se encargara de abrir la puerta esperando que quizás abra dando una patada, pero nunca espero que Abizer colocara su mano en la manija y esta se abrió sin dudar, no obstante, ella sintió una pequeña brisa que no había salido de ningún lado más que provenía de su hermano.

—¿Cómo? —preguntó ella con curiosidad.

Abizer le dio una suave sonrisa y respondió:

—Soy quien estoy a cargo hasta que padre llegue, pero me sorprende que la magia de la casa no te haya obedecido cuando eres la señorita de la casa y todos deben respetar tu palabra.

Como si fuera una revelación, Don sintió complacencia de que este hermano suyo aclarara algo que no sabía. Esto que calzaba en sus planes para sacar a los sirvientes que había dañado a Rhiannon, ahora ella era la dueña, aunque no estaba segura si sería lo mismo cuando el alma que era la principal era ella y no Rhiannon.

No, aún debían reconocerla porque estaba Rhiannon con ella.

—Alguien debe haber jugado con la piedra central —murmuró Abizer para entrar.

La persona que estaba dentro ni siquiera se había dado cuenta de que había entrado Abizer y seguido, Don, porque estaban seguros de que la puerta no se abriría.

Dentro era un desastre, la ropa estaba esparcida por el lugar y parte estaba rota porque las piedras preciosas fueron sacadas a la fuerza. Pedazos de vidrios junto con el olor de los perfumes, indicaba que fueron arrojadas de forma deliberada para causar daño. La ropa de capa fue roto y los almohadones tenía las plumas esparcidas por el lugar. Y dos mujeres estaban aún buscando más cosas de valor.

Eran las sirvientas que cuidaban a Rhiannon.

—¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó Abizer con la voz elevada y que no dejaba afuera que estaba bastante enojado.

Don sintió amargura por el estado del lugar, pero más que nada, todo se había destruido por venganza y codicia. Al menos esas dos fueron atrapadas con la mano en la masa, cosa que no sucedió en el pasado y que podría haber sido desencadenado por la personalidad de Don que no dejaba pasar a nadie.

Las dos mujeres se levantaron de golpe y gritaron con miedo al escuchar la voz de al único hijo de la familia que respetaba.

—S-Señor Abizer, nosotras estamos…—comenzó una mirando a su compañera de crimen.

—Estamos haciendo lo que nos ordenó la señorita Rhiannon, debe de saber que ella mandó hacer esto por atención…

—¡Silencio! —gritó Abizer enfadado—. ¿Crees que voy a creer semejante tontería? Rhian no haría esto para llamar la atención, ¿Acaso me va a decir que el intento de asesinato también fue culpa de mi hermana?

—Si no fuera hija de esa mujer —murmuro una con desagrado en su voz, pero se calló cuando Abizer la miro.

—¿Qué es lo que dijiste, Lara?

La llamada Lara, quien antes fue la primera en hablar, se mantuvo en silencio, por otro lado, su compañera miró a Rhiannon esperando se fuera intimidada. Don solo la miró con una mirada plana que no demostraba lo que sentía.

—Hermano, están diciendo que mi madre no merecía tal prestigio de ser señora de la casa por ser una mujer pobre que se aprovechó de un hombre en su debilidad —confeso Don con una voz bastante apenada.

—Rhian, ¿Ellas dicen eso? —preguntó horrorizado Abizer.

—Sí, hermano, lo decían todo el tiempo y no solo eso han dicho —respondió ella mirando con seriedad a Abizer que cerró los ojos con cansancio que no debería estar en su edad.

—¿Qué cosa más han dicho o hecho?

Vengativa, sabiendo que sería un castigo para estas mujeres, pero que por fuera empezó a mostrar vulnerabilidad que sin duda Abizer se compraría todo lo que diría Rhiannon, que no tenía motivos para mentirle a su propio hermano, cosa que ella no diría mentira porque estaría contando lo que sucedió con la dueña del cuerpo, con Rhiannon.

—No quería decir esto, ellas han dicho que no me creerías porque las conoces más tiempo que a mí, pero ellas han hecho muchas cosas malas —dijo Don para seguir—. Han robado las joyas de mamá, esas que venían de su familia porque dijeron que ni ella y ni yo los merecía, también cuando padre y hermano se van no me daban de comer y eso fue desde pequeña, y el agua siempre está muy caliente que quema mi cuerpo, mi cabello es tirado con fuerza mientras me llaman hija de prostituta y que seré otra más por ser solo su hija, me golpean en las manos y en la boca si hablo porque no tengo derechos a hablar y me despiertan a temprana hora solo porque le gusta cuando no puedo dormir después de eso, y una vez me golpearon con el atizador después de estar en el fuego de la chimenea que dejo una marca.

Había más cosas, muchas peores que estas mujeres habían curado para que no se notara, pero no siguió porque daría un efecto de que estaba avergonzada por dejarse hacer algo tan sencillo por sirvientas que debían cuidarla. Y Rhiannon estaba avergonzada dentro de ella, pero Don no la culpaba cuando esto empezó después de la muerte de la madre de esta porque no había nadie más que la cuidara, que fue a los cuatro años.

Abizer la abrazó, pero su cuerpo temblaba con fuerza, dentro de él sabía qué había más, no obstante, Rhiannon era una buena persona que no quería lastimar a las más allá a pesar de que era lastimada por estas mismas personas.

—Esto no quedara impugne —murmuró asegurando que Rhiannon la escuchara.

—Señor, ella miente…—Abizer miro inmediatamente a la otra mujer, que se quedó callada.

—¿Mentir? Rhiannon nunca mentiría, sé qué hay más de lo que no me cuenta y te aseguro que ustedes dos irán a las mazmorras hasta que encuentre un castigo adecuado por las transgresiones hacía mi hermana —con sus palabras, la magia se remolinó alrededor de las dos mujeres y desaparecieron de la habitación.

Don boto algunas lágrimas para hacer más convincente la actuación y dijo entrecortadamente:

—Quiero encargarme de ellas.

—Rhian, no creo que sea buena idea, te han maltratado, ellas se libraran fácilmente —dijo teniendo seguridad que esas mujeres saldrían sin un rasguño, pero se detuvo cuando Don lo miró a los ojos con ferocidad que nunca había visto en ella.

—Quiero condenarlas.

Abizer no tenía la capacidad para negarle a su hermana lo que quería.

—Lo que tú quieras, Rhian —comentó con un suspiro.

Don simplemente festejo dentro de ella.

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