El tiempo pasó otra vez y una noche cuando volvía de revisar mis trampas, me encontré a un Guardia vomitando la borrachera. Pensé en pasar de largo, pero se veía muy mal. Le pregunté si estaba bien y me dijo que estaba mareado y que le ayudara a volver a la muralla. Lo ayudé a volver, sosteniendo uno de sus brazos, mientras que él despotricaba sobre sus superiores y de todos los Guardianes. Era bien conocido para los que vivíamos cerca del muro, la tendencia a emborracharse de los Guardias y su odio a los Guardianes.
Cuando asistían a la academia y se graduaban, los jóvenes podían elegir dos caminos. Uno despreocupado y a salvo, siendo Guardias, en los muros, el castillo o a lo largo del territorio de este mundo o siendo Guardianes, que eran los que en realidad se llevaban la verdadera carga. Ellos luchaban en el mundo humano contra demonios y muchos eran asesinados o convertidos en demonios ellos mismos.
Los Guardias, aunque necesarios, eran catalogados a sus espaldas como cobardes y ellos también se sentían inferiores a los Guardianes, por lo que los odiaban. Lo que es ridículo, ya que tuvieron la misma oportunidad de elegir que los demás.
De todos modos, cuando estábamos cerca de una de las puertas de las murallas, el Guardia me preguntó si pensaba ir a la academia, algo que nunca antes se me pasó por la cabeza considerar. El tipo no esperó mi respuesta y empezó a maldecir nuevamente a los Guardianes y a decir que él también tenía una espada y que no aceptaría sus miradas de desprecio. En ese momento sacó torpemente su espada y me la mostró, preguntando si quería sostenerla.
Yo sabía que esas espadas estaban encantadas, de modo que al entrar en contacto con los demonios reaccionaban, causando dolor y que eran las únicas armas capaces de cortar y matar a un demonio. Dudé, pero la curiosidad de saber si el arma me reconocería como un demonio, fue más fuerte. Además, pensé que el tipo estaba lo suficientemente ido como para recordarme al día siguiente.
La tomé por la empuñadura y toqué el filo, pero nada sucedió, no reaccionó a mi mitad demonio.
Luego de ese día, procuré tocar un par más de armas, aprovechando los momentos en que los Guardias estaban borrachos, sólo para asegurarme de que aún las espadas no reaccionaban y no lo hicieron.
Empecé a pensar en que si podía volverme un Guardián, podría volver a ver mi verdadero mundo, uno del que a veces parecía que sólo había soñado. Con sólo un vistazo pensé que sería suficiente. Después de todo, si Willum era parte de este mundo, tenía el derecho de ir a la academia y convertirse en Guardián, tanto como el resto.
Estaba acostumbrado a la soledad, a hablar en contadas ocasiones y a sentirme como si fuera una rareza. A veces, no importaba que tan acostumbrado estaba, pensaba que la vida que llevaba era una sin mucho sentido.
Nunca se me pasó por la cabeza acabar con mi vida, sin embargo, ya que aún todavía hoy recuerdo la promesa que hice a mi madre de ser fuerte y es algo que nunca olvidaré mientras viva.
Pero pensé que quizá volver a ver el mundo humano, llenaría de alguna manera el vacío que sentía a veces.
Era una idea ridícula. Un medio demonio, entrenando para matar a demonios. No tenía mucho sentido, pero también estaba allí la curiosidad de saber si me parecía a un demonio completo. Deseaba que no fuera así.
Al menos nunca sentí la necesidad de matar a la gente que estaba a mi alrededor, así que tenía la confianza de que podría seguir de esa manera.
Esperé ansioso el tiempo que faltaba, hasta que llegó el momento en que creí que tenía alrededor de la edad requerida para entrar.
El día que fui a inscribirme, estaba tan nervioso que no pude comer nada y aunque la persona me miró un poco sorprendida y preguntó si en verdad tenía la edad, ellos me dejaron entrar.
Fue un gran cambio, pasar de ser un cazador a un estudiante de la academia. Ya no tenía que trabajar para alimentarme y empecé a vivir en los dormitorios de la academia. Esa fue la primera vez desde que llegué a este mundo, que pude dormir en una cama. Afortunadamente también, las clases eran la mayoría prácticas y las que eran teóricas, sólo se trataban de profesores dando información sobre armas, cómo utilizarlas y las mejores maneras de atacar a los demonios, de otro modo hubiera tenido problemas, ya que apenas podía leer y escribir algo.
En el lado malo, mi presencia fue incómoda para todos los demás. Mis compañeros me evitaban y nadie quería emparejarse en las prácticas de lucha. A veces el profesor practicaba conmigo, otras veces lo hacía solo. En la academia habían otros cursos y la mayoría de esos estudiantes también me evitaba, cuando me los cruzaba. Eran contadas las personas, entre profesores y estudiantes, que actuaban normalmente en mi presencia.
No es que ninguno me haya intimidado, simplemente no querían acercarse a mí.
Era la misma reacción que tenía fuera de los muros también, así que no representó una gran diferencia. Yo simplemente me concentré en aprender.
Pronto tuvimos que elegir nuestras armas y elegí varios cuchillos arrojadizos, ya que tenía buena puntería por mi tiempo de cazador, pero la razón principal fue que no quería tener que acercarme demasiado a un demonio. Porque ¿Qué peor que un demonio me reconozca como uno de ellos, mientras estoy cazando con otro Guardián mortífero?
Mi idea es mantenerme con vida, aún si mi vida es un poco apagada.
Practiqué y mejoré con mis cuchillos, los que siempre me recordaban al que utilizó la mujer en mi niñez para suicidarse. Ellos tenían hermosas palabras antiguas grabadas en las hojas, el conjuro que les permitía matar demonios. Puede que me recordaran ese momento, pero sobre todo recordaba que con ese mismo cuchillo, la mujer me regaló la libertad.
En mi ir y venir de clases, la graduación finalmente llegó y con ella, llegaron los Guardianes. Cada uno de nosotros tendría un periodo de práctica en el mundo humano, con un Guardián ya en ejercicio de sus deberes.
Los Guardianes y los graduados, fueron asignados uno a uno. Y yo no podía estar más inquieto, ya que no importaba quién fuera el Guardián que me tocara, sabía que sería incómodo para esa persona, como lo era para todo el resto. Mis ojos son lo que en realidad asusta a la gente, más que mis cicatrices, las que son ahora blancas y sólo se ven desde cerca. Tener los ojos de un intenso negro, uno tan antinatural, incómoda a los demás.
Cuando fui llamado, di un paso al frente como lo había hecho el resto y escuché por primera vez su nombre. Allen.
Él se adelantó también y contrariamente a lo que esperaba, me sonrió. Los Guardianes quizá son seres diferentes. Pensé. No podía estar más equivocado. No eran los Guardianes los que eran diferentes, era sólo Allen.
En el día de mi graduación. Ese fue el día en que te conocí y nuestra historia comenzó.
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Irma Ruelas
🤔🫣🥷🥷🥷🥷
2023-02-24
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