Era invierno cuando las muertes empezaron a aumentar. Lo sé porque llovía mucho y a veces nevaba, por lo que casi siempre tenía frío.
Cada uno de nosotros tenía una manta, pero no era suficiente para pasar la noche de manera cómoda y la enfermedad llegó rápido para algunos, que luego murieron. Algunos lo hacian por la enfermedad, algunos por la reacción a lo que nos inyectaban.
Fue en ese tiempo, en que un día mi madre rogó a la señora que traía las comidas y que me traía dulces o fruta, que me diera su manta. La mujer dudó, pero lo hizo y me la dio.
Le pregunté a mi madre por qué hizo aquello, ya que pasaría frío. Mi madre respondió que moriría pronto, que sentía la muerte junto a ella. Cuando le pedí que no lo hiciera que no me dejara, mi madre se disculpó por no haber podido darme una mejor vida. Me dijo que me amaba y que nunca lo olvidara. También me pidió que resistiera, resistiera tanto como fuera posible, porque una vez que ella ya no estuviera aquí, cuidaría de mí para que tuviera un buen futuro y fuera feliz. "Eso es lo único que deseo" recuerdo su voz tranquila cuando lo dijo. Le prometí que sería fuerte y sería feliz y le dije que la amaba también, cuando todo lo que quería era rogarle que se quedara conmigo.
Mi madre murió unas horas después y a diferencia de muchos de los que morían por el efecto secundario de lo que nos inyectaban, los que gritaban y lloraban, ella se fue en silencio, quizá sabiendo que sería peor para mí si se iba sufriendo.
Pronto sacaron su cuerpo de la celda y se la llevaron, como hacían con todo aquel que moría. No estoy seguro qué hacían con los cuerpos que se llevaban, pero esperaba que sus almas ya estuvieran lejos de este horrible lugar, cuando lo hicieran.
Muchas veces olvido mi verdadero nombre, ese que llevaba a los ocho años, pero recuerdo claramente el de mi madre. Mi mamá se llamaba Esperanza, justo como aquello que no había en ese lugar.
Ese día lloré y lloré en silencio, sin querer molestar a los pocos que quedaban. Lloré tanto que de mis ojos fluyó sangre y mí cara se rompió en diferentes lugares, efecto de lo que ya estaba en mis venas. Era cosa de tiempo para que yo fuera sacado de allí como nada más que un cuerpo, al igual que mi mamá.
Durante la noche dejé de llorar y me dormí en la calidez que dejó la manta de mi mamá, como si ella ya estuviera cumpliendo su promesa de cuidarme.
No pasaron tantos días para que fuera el único que quedaba de todas las personas que vinieron conmigo. Es cuando escuché a los tipos de bata decir que mi reacción era buena y yo podría significar la clave para el éxito. Ellos estaban entusiasmados y hablaban de estudiar diferentes partes de mi cuerpo y hacer muchas más pruebas. También escuché que pensaban traer un nuevo cargamento de sujetos de prueba en unos días, para ver si podían replicar lo que sucedió con mi cuerpo. Ellos me hacían preguntas también y estaba lo suficientemente asustado para ser obediente y responder, aunque lo odiaba.
Con cada pregunta respondida, ellos se ponían más felices, porque mi racionalidad no hubiera desaparecido.
Cuando ellos se iban, estaba solo otra vez en ese gran lugar. Y sólo pensaba en resistir, seguir resistiendo, aunque a veces todo mi cuerpo dolía y quería rendirme.
Pasaron otros días, cuando la promesa de mi madre pareció que se convirtió en una realidad. Era de noche y estaba dormido, cuando la puerta de mi celda fue abierta. Desperté, pensando que era extraño que los tipos de bata vinieran durante la noche, ya que esa sería la primera vez. Pero no fue así, no eran ellos.
La mujer que me daba de comer, esa que era un poco amable con nosotros, era la que estaba en mi celda. Ella me apresuró para que me levantara y me dijo que me sacaría de allí.
Incrédulo, la seguí fuera de la celda y sostuve la pequeña linterna que me tendió y un pequeño bolso, mientras ella sacó una cuchilla de entre sus ropas y empezó a dibujar algo en el suelo con ella. Pensé en preguntar si no deberíamos apurarnos, en lugar de quedarnos allí, pero pronto el aire alrededor se volvió extraño y una especie de lugar iluminado por la luna, apareció frente a mis ojos.
La mujer me tomó del brazo, haciendo que la linterna cayera y cruzamos a ese lado, a ese paisaje nocturno, pero no oscuro.
Rápidamente ella me explicó que en la bolsa había comida y que debía viajar alrededor de cinco días, hasta llegar a una ciudad que tenía en el centro un castillo, también me indicó la dirección. Una vez allí, debía sobrevivir por mi cuenta y sobre todo, ocultarme de las personas que estaban dentro del castillo, hasta que pasaran unos años y todos me olvidaran.
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Comments
Yinet Rengifo Reyes
Mi nuevo bebé va a estar bien, verdad?
2024-07-14
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