...XVIII...
Raftela se arrodillo a la altura de Ignis. Sus largos y blancos dedos acarician el rostro del príncipe rojo mientras que observa con detenimiento aquel rostro de impotencia. Era un hombre atractivo no había duda de ello, Raftela sabía apreciar la belleza se jactaba de tener buen ojo para eso, Ignis por su parte la observo con ira y sus ojos castaños solo anhelaban tomar la vida de esa mujer y poner fin a los planes de su madre.
―Hermosa criatura letal ―hablo una vez más la capitana apretando su agarre y dejando su huella en la piel del vampiro ―. Fuiste creado para atraer a tus victima hacia tus infames garras y poder así saciar tu apetito voraz. La reina roja tiene sus motivos para liquidarte y hasta ahora no significaste más para mí que un simple objetivo, pero eres un asesino al igual que yo y me has causado muchas molestias así que será un gusto para mí tomar tu vida.
Su espada fue colocada en el cuello del vampiro, la hoja de esta esplendía por la luz del sol que llenaba la estancia por completo. Raftela saboreo el momento, el tan peligroso príncipe rojo no resulto ser una gran amenaza como le hicieron creer, presiono la hoja contra ese cuello y una herida se abrió exponiendo la carne que rápidamente se quema al ser expuesta a la plata.
Nix logra contener el dolor a duras penas, al ver a Ignis resistiendo al sol y a la espada de Raftela una sensación de enojo lo domina, puede que sus recuerdos todavía sean algo borrosos y su mente aún se encuentre confundida, pero existía algo en lo que estaba 100 % seguro y era en no dejar que esa perra tocase a Ignis.
La técnica del cortaviento se lograba debido al movimiento veloz del brazo, un movimiento tan rápido e indetectable al ojo humano que atraía el aire cercano y a causa del movimiento rotatorio de la muñeca un pequeño huracán se formaba, con forme la rotación sea más rápida el alcance del corte será mucho mayor y potente llegando incluso a cortar un muro de concreto en dos a 4 metros de distancia del objetivo.
La muñeca era el objetivo.
― ¿Qué se siente saber que tu vida está a punto de esfumarse príncipe rojo? ―dijo Raftela apretando aún más la cuchilla y enterrándosela aún más profundo ―. Muere y todo estará mucho mejor.
―Maestra Raftela ―dijo Nix quien aprovecho el monologo villanesco de la capitana para sacar su arma recargarla con las últimas dos balas que le quedaban, una vez preparado apunto sin despegar la vista de su objetivo ―. Piense rápido.
El disparo detonó e impacto directo en la mano de Raftela traspasando la carne y haciendo que en proceso soltase la espada que cortaba el cuello de Ignis. Raftela grita de agonía mientras se retuerce de dolor y maldice al niño que crio y educo para el oficio de la muerte. Aquellos segundos son aprovechados por Nix quien pese a los estigmas que le quemaban la piel socorre a Ignis cubriendo la enorme quemadura en su garganta con sus manos.
―Estarás bien, Ignis, tu estarás bien te lo prometo ―acerca su rostro al de este y le da rápidos besos en aquellos labios entre abiertos. La desesperación empezaba a dominarlo pese a que intentaba mantenerse en calma aun cuando la situación fuese peligrosa y complicada.
― ¡Maldito! ―grito Raftela con su mano ensangrentada intentando dar con su espada ―. ¡Me las vas a pagar! ¡Te juro que me las vas a pagar infeliz mocoso!
El olor a sangre llego hasta las fosas nasales de Ignis, sus pupilas empezaron a dilatarse y su boca empezó a salivar.
― ¡No lo hagas Ignis! ―la voz y los brazos de Nix lo devuelven a la realidad y pese a sus heridas y su sed insaciable logra encontrar un poco de cordura y dominarse ―. Las asesinas usaran eso como excusa para perseguirte por siempre.
―Es … duro… yo necesito…
― ¡Maldito Nix! ―en el otro extremó Raftela se arrastraba por el suelo hasta que por fin logro dar con su espada, con su mano sana sujeta la empuñadura con fuerza y con una mirada de ira se dirige hacia la pareja al otro extremo de la habitación ―. Estas muerto Nix ¿oíste? ¡Muerto!
La mano empieza a moverse con velocidad llegando a un punto en donde desapareció de la vista tanto de Nix como la de Ignis, debido a que utilizaba su brazo izquierdo Raftela no contaba con la precisión y la potencia que obtenía al ser diestra.
El ataque fue rápido e inestable, la técnica fue ejecutada más no de la manera en que Raftela estaba acostumbrada a hacerla, pero la ferocidad era la misma y también la necesidad por poner fin a aquellos que se atrevieron a humillarla, nunca antes había perdido y no empezaría a hacerlo ahora.
Ya no era una simple misión, en serio quería matarlos.
Antes de que el cortaviento de Raftela llegase hasta ellos Nix utiliza su ultimo disparo que logró dar justo en medio de la frente de su capitana haciendo que el cerebro de esta fuese despedazado. El cuerpo cae muerto pero el contraviento continuaba con su camino de destrucción.
― ¡Cuidado! ―el enorme cuerpo de Ignis se interpuso entre la cuchilla mortal y Nix. La carne es traspasada perforando la espalda en una herida mortal, los ojos del cazador se abren enormemente por el impacto de ver a Ignis caer herido de muerte en sus brazos, su sangre lo bañan por completo aun en sus minutos finales los brazos de Ignis no dejan de abrazarlo en ademan protector.
Nix se sintió tan pequeño y desprotegido, y sintió que su corazón se partió en dos.
―Ignis. ―gruesas lágrimas bajaron de sus mejillas ―. Ignis…
No encontró respuesta.
― ¡Ignis! ―lo sacudió solo para recibir un pequeño quejido como señal de que todavía se encontraba vivo, aunque no por mucho.
― ¿Estas bien? ―su voz era apenas audible.
― ¡Idiota! ―el cazador rugió de dolor ― ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué dejaste que te diera? ―si Nix hubiese podido golpearlo lo hubiese hecho, aunque en el fondo solo quisiese abrazarlo con fuerza y no dejarlo ir. Sintió terror de perderlo nuevamente, tuvieron que pasar miles de años para su reencuentro y ¿ahora qué? ¿se suponía que este sería su final? ¿se suponía que debía dejarlo ir sin ni siquiera haber tenido la oportunidad de tener algún tipo de relación? Debía de ser una maldita broma, ¡No lo permitiría! ¡A la mierda todo!
―Te dije que te protegería, no pude hacerlo antes y viví… toda mi vida con ese dolor en mi pecho, ahora que puede… ver tu sonrisa de nuevo, que pude… besar tus labios siento que puedo partir…
―Desgraciado ―Nix desentierra la daga del costado del cadáver e William y se corta la palma de la mano solo un poco, lo suficiente para hacer que la sangre brotase de su herida abierta. El olor fragante era algo nunca sentido por Ignis, era indescriptible y al mismo tiempo tenía el mismo efecto que una feromona.
― ¿Qué haces? ―susurro el vampiro.
― ¿Qué crees que hago? ―incluso deja que su sangre ensucie su cuello y se lo ofrece a Ignis en una invitación a que mordiera ―. Bebe de mí, hazlo pronto.
―No lo hare ―dijo Ignis mordiéndose los labios para resistir, era como un tiburón cerca de su víctima, como un predador con el cuello de un cervatillo muy cerca a sus fauces ―. No poder contenerme… yo…. Podría matarte.
― ¡Hazlo! ―suplicó Nix llorando mientras se aferraba al cuerpo de Ignis, sus manos lo sujetaban con fuerza, no quería dejarlo ir, no lo permitiría ―. Hazlo por mí Ignis, vive por mí, vive junto a mí. Quédate a mi lado.
Ignis aspiro de ese olor y sentía que poco a poco perdía el buen juicio que por largo tiempo trabajo con la finalidad de dominarse. Ya no quería luchar, solo entregarse al placer de la sangre, aunque sea en sus momentos finales. Sujeto a Nix de su cintura y lo atrajo aún más hacia él. Ya no podía seguir resistiéndose si iba a sucumbir al pecado seria de la mano de su ángel que lo llevaría directamente hasta el infierno.
Los colmillos se muestran como dos pedazos de marfil, tan bellos y al mismo tiempo letales, estos se incrustan en el largo y pálido cuello del príncipe blanco, Nix hace un gesto de dolor, pero era algo que podía resistir sin problemas. El príncipe rojo bebió de él, la deliciosa sustancia paso por su garganta y lleno su interior en un éxtasis tan voraz e íntimo. Las heridas empezaron a cerrarse y las quemaduras desaparecieron por primera vez en mucho tiempo el cuerpo de Ignis se regeneraba, no, era mucho más que eso, era como si algo dentro de él se estuviese viendo afectado por la sangre de Nix en su interior. Con sus fuerzas recuperadas recostó a Nix y se posiciono sobre él sin dejar de beber la sangre de su pequeño amante. Ignis logró recuperarse, pero en su lugar era Nix quien empezaba a perder la conciencia.
―No pares… Oh, no pares Ignis.
En un golpe de lucidez Ignis logra recuperar la razón y se aleja de Nix quien luchaba por mantenerse despierto. Sus manos limpiaron el rastro de sangre que quedó en el cuello del príncipe blanco y una enorme culpa lo invadió.
―Lo siento tanto ―beso los labios agrietados de Nix completamente arrepentido ―. Nix mi amor lo siento tanto.
―Está bien ―murmuro Nix mientras le dedicaba una suave sonrisa ―. Fue mi deseo, yo lo he aceptado.
Ignis mordió su mano y bebió su propia sangre, no estaba seguro de lo que hacía, pero si la sangre de Nix tuvo la capacidad de curar sus heridas y hacer que recuperara su vitalidad y fuerza además de impedir su deceso ¿Por qué no podía probar con su propia sangre? Valía la pena el intento.
Ingirió su propia sangre y la retuvo en sus labios, con cariño se acercó al rostro de Nix, era tan hermoso como aquella noche de luna llena en que lo vio por primera y última vez. Al momento del beso la sangre paso hacia Nix haciendo que su cuerpo reaccionara de una forma extraña, una sensación de calidez le invadió, era tan caliente como si estuviese tocando una estufa, el calor se extendió por todo su cuerpo y su mente empezó a nublarse. ¿Qué era esa sensación? ¿Por qué sentía que flotaba hasta las nubes?
Los labios de Ignis se separaron de los suyos, pero el fuego todavía permanecía.
―Ignis, me siento raro ―Nix intento contener los bruscos movimientos de su pecho que subía y bajaba de forma incesante.
―Nix, Nix, ¿Qué ocurre? ¡Nix resiste!
Ante los propios ojos de Ignis los estigmas del cuerpo del príncipe blanco empezaron a desvanecerse y su piel volvió a tornarse inmaculada. Era un suceso increíble y maravilloso, el calor empezó a disiparse y todo volvió a la normalidad de la misma forma rápida en la que se dieron las cosas. Nix abrió los ojos, parpadeo un par de veces y al darse cuenta que se encontraba en una posición comprometedora se incorporó y guardo un poco de distancia entre ambos más no demasiada.
― ¿Qué me ocurrió? ―preguntó Nix contemplando sus manos como si fuesen las de un extraño, eran las suyas, pero lucían tan diferentes ―. Yo… no lo comprendo.
―La maldición se ha roto ―respondió Ignis viendo como el sol tocaba su piel sin dañarlo, la sensación era cálida en lugar del fuego que lo calcinaba.
―Ya no tienes colmillos ―dijo Nix notando la ausencia de estos en la boca de Ignis, sus manos se aproximaron hacia los labios del príncipe rojo y toca el punto exacto en donde debían de existir unos perfectos colmillos de marfil ―. No puede ser, ¡Estas bajo la luz del sol y no te has vuelto cenizas!
Ignis sonríe y lo abraza con fuerza en un impulso de efusividad y amor.
―Parece que quisieras que me desintegrara con la luz del sol.
― ¡Por supuesto que no! ―responde Nix de inmediato y con el rostro enrojecido por la cercanía entre su cuerpo y el de Ignis ―. Me hace feliz que estés bien, es todo, que hayamos podido sobrevivir.
― ¿Te duele? ―preguntó Ignis acariciando la mejilla de Nix con cariño como si estuviese tocando una porcelana muy fina o una tela muy costosa.
―No me duele ―responde Nix esquivando un poco la mirada ―. Yo me siento bien, es la primera vez que el sol me toca y no sucede nada más que la calma.
―Me alegro ―Ignis lo acuna en su pecho en un abrazo lleno de cariño y alivio ―. Todo ha terminado y aun te tengo en mis brazos, la vida puede reanudarse.
Era la calma luego de la tormenta, ambos se mantuvieron abrazados un par de minutos más antes de que tuvieran que enfrentar la realidad de lo ocurrido. El día moría y los últimos rayos del sol lograban filtrarse, era un hermoso ocaso lo que se podía ver desde aquella ventana rota y era sin duda el primero para Ignis y Nix. Los ojos del joven de cabello plateado se iluminaron, estaba sucio y con sangre en su rostro y ropa aun así una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, el pecho de Ignis se sentía tan cálido.
El mundo podía arder allá afuera, el caos podía desatarse incluso la civilización podía caer, pero en aquella habitación nada de eso importaba porque el mundo de Ignis era Nix y al tenerlo a salvo entre sus brazos su mundo se encontraba protegido.
Ambos sujetaron sus manos y se miraron a los ojos y aquella chispa de hace dos mil años atrás resurgió una vez más. Esta vez fue Nix quien lo beso, sus labios se movieron y abrieron invitando a Ignis a ingresar. El beso se cortó abruptamente en medio de jadeos y respiraciones entrecortadas.
― ¿Qué es lo que haremos ahora? ―pregunto Nix ―. ¿A dónde iremos luego de esto?
―Ya no poseo un credo ni un aquelarre ―respondió Ignis ―. En donde tu estés, yo estaré a tu lado, tu patria será mi patria y tú serás mi hogar.
―Entonces levantemos nuestro propio reino príncipe rojo ―dijo Nix besando las manos de Ignis con ternura ―. En donde nada ni nadie logre dañarnos.
Érase una vez en una tierra lejana un príncipe nacido en noche blanca en un reino blanco a quien el destino separo de su amor. Cuando la luna iluminaba sus cuerpos ellos se amaron y en la oscuridad consumaron el acto de los amantes. Érase una vez un príncipe blanco salvo al príncipe rojo de su destino eterno. Porque el verdadero amor existía y era hermoso y eterno como la luna y las estrellas
Perfecto como el firmamento.
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Comments
Lili ❤ jikook ❤
wow esto me encanta enserio es MARAVILLOSO 👏
2024-01-14
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