Fell From Heaven (Yaoi)
...Prologo...
Érase una vez en una tierra lejana un príncipe nacido en noche blanca en un reino blanco.
Sus ojos grises vieron el resplandor de la luna quien lo abrazaba por vez primera siendo sus rayos lo primero que aquel pequeño infante vio. Sus cabellos plateados resplandecían con la misma intensidad que la Selenide y todo aquel que logró verlo no dudó en afirmar que era hijo de la misma luna pálida que gobernaba el reino.
“Salve hijo del rey blanco” ―cantaron sus súbditos y alabaron al pequeño príncipe que se convirtió en su estrella, en la representación de su señora de la noche que tocaba sus corazones alejando las tinieblas de sus vidas.
Y es así que el reino de plata fue bendito y la luna brillo con más fuerza.
Muy cerca al reino blanco otro reino se alzaba, el reino rojo le llamaban por el brillo carmesí de los ojos de los reyes que gobernaron por siglos aquel territorio.
La reina roja quien era una dama muy hermosa cuya belleza era alabada por poetas y artistas fue la única a quien no cayó en deleite la noticia del nacimiento del pequeño príncipe del reino vecino. Su corazón se llenó celos al llegar a sus oídos noticias de aquel reino cercano y los celos poco a poco se tornaron en un profundo rencor hacía aquel que amenazaba con desplazarla del título de la más bella entre las bellas.
La reina roja, como bruja que era, conjuro a las tinieblas y ofreció su sangre en pago a sus deseos, y desde lo más profundo de su corazón pidió con fervor que ese niño fuese maldito y que a los ojos de todos fuese horrendo y repulsivo.
...“Solo los ojos del verdadero amor romperán la maldición de la sangre y que quede escrito que solo el beso del amor verdadero será el que haga que el príncipe blanco recupere su apariencia” ...
Y la reina roja se regocijó porque ella sabía muy bien que el amor verdadero no existía.
Esa noche el pequeño príncipe blanco recostado en su cuna lloro con todas sus fuerzas alertando a sus padres quien fueron a verlo con prisa y desespero. Al verlo ambos pegaron un grito de horror al ver como la blanca y perfecta piel de su pequeño empezó a mancharse con marcas de maldición que causaban dolor al infante y lo volvieron un pequeño ser grotesco. Solo sus ojos conservaron su pureza y el brillo de las estrellas, solo aquellos ojos permanecieron hermosos.
La noticia del pequeño príncipe maldito se esparció por todo el reino y el pequeño fue visitado por miles de médicos y hechiceros del continente y de lejanas tierras y nadie pudo dar con la cura para el mal del príncipe blanco. Unos incluso aconsejaron a sus majestades que encerraran al príncipe en una habitación oscura porque la luz parecía aumentar su dolor y hacía que las marcas de la maldición corrompieran aún más su pequeño cuerpo. Los reyes así lo hicieron y desde ese instante el niño fue encerrado en una oscura recámara en donde su llanto no pudo ser oído y la luz tanto del día como de la noche no volvió a llegarle.
La reina roja disfrutó de la noticia y aprecio su belleza en el enorme espejo de su recámara, sus ojos carmesíes resplandecían con el mismo brillo que un rubí, su rostro era hermoso y no se cansaba de admirarlo. Mientras su vista se encontraba perdida en su reflejo notó que su imagen se fue desvaneciendo y de pronto dejó de verse reflejada y cayó en la desesperación.
Desde el cielo se escuchó una voz siniestra:
“Cumplí tu deseo, reina de ojos carmesí, hice al niño horrendo como el pecado y repulsivo para todo aquel que lo viese, no obstante, el pago que tomo a cambio de mi trabajo es tu humanidad, yo te condeno a ti y a toda tu estirpe a no morir por la eternidad y a depender de la sangre como sustento, serás joven por siempre mi señora, tal y como deseas, pero no podrás ver tu reflejo nunca jamás y por más que intentes huirle a la muerte esta te rechazara hasta el día en que la maldición sea rota y solo así has de morir en paz”
La reina roja rompió el espejo y este se hizo mil pedazos y un par de colmillos brotaron de sus labios transformándose en una criatura nocturna. Un grito se escucho de una habitación vecina, era el hijo de la reina quien también se vio afectado por aquella maldición”
― ¡Madre! ―grito el niño con dolor al verse sumido en semejante transformación.
Pero por más dolor que sintieran sus cuerpos la muerte los rechazaría y ambos junto con todo su linaje estarían condenados a vivir por la eternidad.
Y es así que el reino quedo sumido en una oscuridad perpetua y la luz del día jamás volvió a tocar aquellas tierras matándolo todo lentamente.
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Los años transcurrieron y en el reino blanco intento una y mil formas de quebrar la maldición impuesta a su hijo cuando este era apenas un bebé, ahora el pequeño se había transformado en un joven hombre que pudo haber sido hermoso, pero los horrendos estigmas en su cuerpo lo alejaban de la imagen que en un principio debió ser. Solo sus ojos conservaron su belleza y con el paso del tiempo se volvieron tristes y melancólicos. El príncipe blanco fue rechazado por todo aquel que lo viese y sumido en la desesperación se sumergió aún más en la oscuridad de su reciento.
Un día al amanecer un poderos mago del norte llegó a los dominios del rey blanco y pidiendo una audiencia con el monarca que este acepto le revelo una solución para poner fin a la maldición terrible que amenazaba al príncipe.
―Una maldición de sangre es lo que recorre el cuerpo del joven príncipe su majestad ―habló el hechicero quien en todo momento mantuvo su rostro cubierto por la capa ―. Los estigmas en su piel han estado extendiéndose y ocupando el cuerpo del príncipe blanco casi por completo durante todos estos años y cuando lleguen al corazón entonces su hijo morirá.
El rey escuchó horrorizado aquella declaración y un gesto de dolor se plasmó en su mirada.
― ¡No puede ser! ¿Quién se atrevió a corromper al príncipe de esa manera? ―exclamo con furia y dolor el rey blanco.
―Solo el amor verdadero puede romper la maldición del príncipe blanco ―continuo el hechicero ―. Pero el amor verdadero no su existe y su hijo está condenado a la muerte.
Angustiado el rey blanco suplico saber de alguna otra alternativa para salvar la vida de su hijo y entonces una sonrisa resplandeciente se dejó ver bajo esa capucha y el hechicero volvió a hablar.
―Solo existe una solución para salvar la vida de su hijo alteza ―dijo el hechicero nuevamente―. Pero ¿Está dispuesto usted a sacrificarlo todo por la vida de un príncipe maldito?
― ¡Lo haré! ―proclamo el rey con fuerza ―. ¡Él es todo lo que me queda, él ultimó recuerdo de la reina! ¡Mi hijo! ¡Todo cuanto poseo, todo lo mío he de ser para salvarle la vida!
Y aquello fue suficiente para que la sonrisa del hechicero se ensanchara aún más.
―Entonces entrégueme a su hijo en matrimonio su majestad ―dijo el hombre con el rostro cubierto ―. Deme al príncipe y su vida se prolongará.
― ¿Cómo? ¡No lo haré! ¡Es todo lo que me queda!
―Está en usted el permitir que el príncipe blanco viva y la maldición no termine por corromper su corazón, deme a su hijo y lo haré mi esposo y solo así él vivirá.
El rey no podía concebir que un hombre extranjero viniese a proponerle tal cosa, se juró nunca jamás separarse de su hijo el último regalo que le dio su esposa antes de morir en sus brazos del dolor. Pero lo cierto era que había intentado de todo para salvar al príncipe blanco, incluso lo había encerrado en un cuarto oscuro evitando que la luz pudiese dañarle la piel y causarle aquel inmenso dolor que sentía cada vez que el brillo del sol lo tocaba. Solo con la luna parecía sentir menos, solo la luna acariciaba su piel manchaba y lo consolaba.
Él rey blanco todo lo había intentado y nada funciono.
Entonces, si existía una posibilidad de que el príncipe viviera, ¿lo rechazaría?
No, no podría, no cuando la vida de su hijo estaba en sus manos.
―Acepto ―dijo con honda pena y tristeza derrumbándose en su trono y en ese instante sus ojos se bañaron en lágrimas al saber que una vez más lo perdería.
Y esa misma noche cubierto de pies a cabeza con una pesada y gruesa capa el príncipe blanco fue arrancado de sus aposentos y llevado hacia el hechicero quien al tenerlo cerca tomo la mano de su nueva novia y acaricio el dorso de la misma observando los estigmas que como enredaderas habían abarcado toda su piel.
Era un monstruo.
―Eres mío ahora y ya no perteneces a este lugar ―dijo el hechicero ―. Mira a tu padre y despídete de él que ya nunca más lo verás.
― ¡Príncipe blanco! ―lloro el viejo rey besando las manos marcadas de su hijo ―. Perdóname, hago esto por ti. ¡Vive si eso significa alejarte del padre que te ama! ¡Vive si eso significa que moriré del dolor por haberte perdido!
―Ya es hora ―dijo el hechicero y ambos se fueron en una fuerte tempestad que sacudió el palacio del rey blanco haciendo que todos se cubrieran y buscaran un lugar donde ocultarse.
Para cuando el fuerte movimiento se detuvo tanto el hechicero misterioso y el príncipe blanco habían desaparecido y entonces el rey se derrumbó al suelo llorando amargamente.
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― ¿Dónde estamos? ―pregunto el príncipe blanco con el cuerpo aun cubierto por la gruesa capa que le impedía movilizarse con naturalidad y soltura ―. ¿Qué tierra es está?
―Eso no importa ahora ―dijo el hechicero ―. Este es mi palacio y viviremos aquí.
El castillo al que llegaron era inmenso y quedaba sobre terreno alto. De negro era su estructura y parecía una tierra tenebrosa y oscura si ningún vestigio de la luz del sol o tan siquiera de la luna.
Al ingresar al hogar del hechicero el principio apenas y podía ver más allá de sus propias narices, ya que todo se encontraba tan sombrío y lúgubre. El hechicero encendió una vela y solo así el camino pudo ser iluminado. El príncipe vio al fin el interior de aquel palacio, los cuadros que una vez plasmaron los rostros de los antiguos dueños se hallaban rasados y gruesas cortinas cubrían las ventanas bloqueando cualquier paso de luz, si es que alguna vez llegaba la luz a aquel inhóspito lugar.
El hechicero guio a su nueva novia hacia una habitación apartada e hizo que él ingresara. La luz de la flama permitía que el príncipe blanco observara una sencilla cama y algunos muebles, a diferencia de las otras habitaciones y el resto del palacio aquella recámara se encontraba con las cortinas abiertas de par en par.
―Aquí es en donde has de quedarte ―hablo el hechicero permitiendo que el príncipe blanco se instalara en lo que sería su nuevo hogar ―. Tienes prohibido abandonar esta estancia, tus alimentos se te proporcionarán sin falta y también todo cuanto necesites o pidas. Como has visto este es un reino oscuro, la luz del sol dejo de llegar a esta tierra y toda vida existente alguna vez murió lenta e inexorablemente. Solo noche es lo que tendrás y nada más, salvo por la luz de la luna que aparece una sola vez al mes, tú podrás verla si ese es tu deseo, podrás abrir las cortinas y disfrutar de sus rayos no obstante cada que yo ingrese para pasar la noche contigo deberás cerrar las cortinas y dejar la habitación de nuevo a oscuras para mí. No tienes permitido verme.
―Entonces es cierto ―dijo el príncipe ―. A partir de ahora seré su esposa.
―Si deseas la vida has de abrazar la oscuridad de lo contrario morirás.
Y diciendo aquellas palabras el hechicero se desvaneció dejando al príncipe en la soledad del que sería su nuevo hogar. El príncipe viéndose lejos de ojos curiosos al fin se descubrió y expuso su piel, su cuerpo era esbelto y armonioso, su piel aperlada pudo haber sido hermosa y objeto del deseo de hombres y mujeres más ahora se encontraba con aquellos horribles estigmas que lo marcaban como un ser abominable.
Incluso él sentía asco de sí mismo y agradeció en lo profundo el de poder verse, si algún día llegase a hacerlo por completo entonces se quitaría la vida, así como su madre hizo cuando vio a su hijo convertirse en aquel monstruo deforme.
Un príncipe maldito que ahora era la esposa de una bestia, ¿acaso ese no era un final apropiado para él?
Y recostado en su cama de su nueva recámara él sollozó en silencio y las lágrimas bañaron su almohada hasta que se quedó sin fuerzas y cayó en un sueño profundo.
El príncipe despertó y era como si la noche nunca se hubiese esfumado, cuando se está en un reino donde la noche eterna reina las horas transcurren sin mostrar cambio alguno. Pero él ya estaba acostumbrado, paso toda su vida en las sombras y su cuerpo se habituó a oscuridad.
Al encender la vela al costado de su cama vio comida servida y se preguntó quién fue el responsable de aquello. ¿Fue el hombre que lo había traído a aquel lugar? O tal vez existían criados en aquel palacio.
No lo pensó mucho y devoró lo que allí se encontraba, fue como si no hubiese probado bocado por días cuando no hace mucho se mudó del reino de su padre.
Dejó el plato vacío en el mismo lugar en donde se encontraba y con estómago lleno y el semblante mucho mejor que el día anterior se dispuso a explorar su recámara.
No era de gran tamaño, pero tampoco pequeña, poseía todo lo básico y necesario para su estadía, incluso se sorprendió en encontrar ropa de su medida en el armario. Al asomarse al tocador descubrió que el espejo se encontraba roto haciendo que su imagen se viese distorsionada. Una pintura llamó su atención en el acto, el príncipe blanco se aproximó para poder verlo con mayor detenimiento y al observarlo se quedó maravillado y embelesado por la imagen plasmada.
Era un hombre joven de rostro atractivo y hermosos ojos carmesí, su cabello castaño acariciaba el límite de su mandíbula y su mirada denotaba una profunda tristeza. ¿Quién era aquel hombre y porque yacía una pintura suya en su recámara?
―Es hermoso ―dijo el príncipe blanco sin despegar los ojos de aquel hombre.
El joven príncipe paso las horas de día ocupado en actividades como la lectura o tocando el piano que se encontraba en su recámara. Al ver el cielo desde la ventana abierta el príncipe contemplo la luna y maravillado se aproximó a verla desde más cerca, el brillo era hermoso y el príncipe sintió que su corazón se volvía a llenar de paz. La luz del sol dañaba su piel y le provocaba un dolor indescriptible, solo la luna lo calmaba y le brindaba confort.
Se desnudó y dejo que la luz de la luna lo bañara, cerró los ojos e imagino que su cuerpo no se encontraba corrompido.
¿Cuánto tiempo paso en aquella ensoñación? No lo sabía, cuando escucho a alguien llamando a la puerta fue cuando abrió los ojos y cubrió su desnudez con un camisón.
― ¿Quién es? ―todavía alarmado.
―Estoy aquí nuevamente ―esa era la voz del hombre que lo había traído ―. Cierra las cortinas voy a ingresar.
El príncipe rápidamente se apresuró a hacer lo que le pedían y como la velocidad de un relámpago se introdujo a la cama cubriendo su cuerpo por completo con las cobijas. Una vez más se quedó en la oscuridad, cerró los ojos con fuerza intentando calmar los salvajes latidos de su corazón. Escucho el sonido de la puerta abrirse y unos pasos aproximándose hacia su lecho.
― ¿Está ahí? ―la pregunta era estúpida y agradeció que todo se encontrara en penumbras porque la vergüenza era tal que su rostro ardía.
―Estoy aquí ―escucho la respuesta y su cuerpo se estremeció.
Escucho el sonido de ropaje siendo despojado y tirado al suelo y la cama donde se encontraba se hundió señal de que alguien más se había recostado a su lado.
―Abre los ojos y observa ―dijo la voz de aquel hombre y el príncipe blanco obedeció, pero todo se encontraba tan oscuro y no vio absolutamente nada.
― ¿Dónde se encuentra?
―Sigue mi voz ―dijo el hombre con suavidad y su voz era como una suave caricia ―. Toca mi rostro.
Y el príncipe obedeció, alzo sus manos y se dejó guiar por el sonido de la voz de aquel hombre, sus dedos tocaron una piel tibia y con timidez empezó a recorrer las facciones de un rostro que parecía joven, sus labios eran suaves al tacto y la nariz recta.
¿Es esto correcto? ―se preguntó conteniendo el impetuoso latido de su corazón.
―Tan tibio ―murmuró el príncipe y rápidamente retiro sus manos por la vergüenza.
― ¿Me permites? ―pregunto el hombre y luego de un breve momento de dudas al final el príncipe blanco acepto.
Las manos del hombro acaricio su rostro con detalle, eran cálidas y se sentían tan bien en su piel, sus manos eran grandes, pero suaves a su vez, su toque era tibio y con dulzura como si aquel hombre estuviese acariciando una delicada flor.
Era un sentimiento extraño el que invadía su ser y el príncipe blanco experimento algo que hasta ahora no había sentido, sus mejillas ardían y estaba seguro de que aquel hombre podía sentirlo al tocarlo de aquella manera.
Era tan extraño, se supone que debía de estar aterrado, se supone que debía de aguardar desconfianza hacia ese extraño que lo arrebato de su hogar y lo llevo a aquel palacio tan alejado que incluso el sol no se atrevía a tocarlo. Pero no sentía miedo ni tristeza, ¿Qué era todo eso? ¿Un desconocido le estaba dando el contacto que siempre anhelo sentir? El príncipe blanco estaba confundido por toda la avalancha de sensaciones.
― ¿Te sientes cómodo? ―escucho la voz del hechicero que lo saco de sus reflexiones
―Si ―su respuesta fue honesta.
―Me alegra tanto oír eso ―las manos del hombre dejaron de tocar su rostro y una sensación de vacío y soledad se apoderó del príncipe.
¿Por qué se detuvo? ¿Qué había hecho mal?
―Recuéstate y ahora dormiremos, despreocúpate que no pienso lastimarte.
Y sus palabras fueron verdad porque cuando el príncipe se recostó en su lecho sintió el peso de su compañero a su costado, los dedos del hombre acariciaron sus cabellos con ternura más ese fue el único contacto íntimo entre ambos. El hombre se quedó a pasar la noche cumpliendo su promesa de no aprovecharse de él.
Los días transcurrieron y esos días se volvieron semanas y las semanas meses.
Las visitas de su esposo consistían en caricias delicadas y un breve diálogo, con el tiempo el príncipe empezó a disfrutar de su compañía y agradeció el gesto dulce del hombre en no forzarlo a nada e intentar ganarse su amistad. Con el tiempo se descubrió añorando el día de visita de su esposo, con el tiempo los diálogos se convirtieron en charlas y ambos se permitieron conocerse aún más a pesar de que no podían verse físicamente por la oscuridad de la recámara.
―Bésame ―pidió el príncipe una noche armándose de valor y esperando que sus sentimientos sean correspondidos.
― ¿Estás completamente seguro? ―sintió las manos del hombre tocar su rostro y su aliento tan cerca que podía sentir el roce de sus labios ―. ¿En verdad deseas esto?
―Lo deseo ―confesó.
Y los labios del hombre tocaron los suyos y los sentimientos empezaron a aflorar, la intensidad fue en aumento y muy pronto el dulce beso se volvió salvaje y lleno de pasión, él lo permitió se dejó arrastrar por el salvajismo de ese beso y se permitió que aquel hombre, que ya no era un desconocido porque su solo toque se volvió tan familiar en su piel, se adentrara a su cavidad y lo hiciera suyo de una forma en que nadie lo había hecho antes.
Besos, caricias y luego la entrega carnal de dos cuerpos jóvenes que se anhelan.
Las fuertes manos de aquel hombre recorrieron su cuerpo con total naturalidad y le arranco gemidos del placer y sonidos lascivos.
Su cuerpo se abrió como una flor para él, era cierto que no podía verlo, pero quería sentirlo en lo más profundo de su ser, ser tocado en lugares en que nadie lo había hecho, ser besado y por primera vez no ser considerado un monstruo.
Ese acto se repitió muchas veces más y las visitas se volvieron más constantes. Palabras de amor se oían en aquella habitación, caricias, besos y al final el acto pasional de ambos cuerpos siendo uno solo.
De pronto mientras el tiempo transcurría y el amor fue creciendo un anhelo lleno el corazón del príncipe blanco.
“Quiero verlo” ―pensó.
Y una noche así se lo hizo saber.
― ¿Amas a tu esposo príncipe blanco? ¿Lo amas con la misma intensidad que él te adora a ti?
―Lo amo ―respondió el príncipe ―. Es así.
―Pues tendrás que indultar a tu esposo ―y sus manos acariciaron su rostro con ternura genuina que hizo que el cuerpo del príncipe reaccionara exhalando un gemido ―. Pues es la víctima de un mortal hechizo, unos días más y el hechizo terminara para siempre y ambos podremos amarnos con libertad y disfrutar y tú volverás a sentir el viento sobre tu piel. Pero la condición es que no me puedas ver,
Y el príncipe blanco acepto.
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―Si existe un deseo solo pídemelo ―dijo el hombre una noche mientras acariciaba la piel de su joven amante al mismo tiempo que lo llenaba de besos.
El amor por el príncipe blanco era tan intenso que podía concederle cualquier anhelo que este tuviese al instante.
―Me has dado todo cuanto he deseado y me has colmado de amor y besos ―hablo el príncipe ―. Más si hay algo que quisiera es el poder ver a mi padre, aunque sea por última vez y decirle cuanto lo quiero.
El hombre acepto y es así que permitió que el rey blanco visitara a su hijo. Lo llevo una noche usando sus poderes hacia el reino de la noche eterna y permitió el encuentro entre ambos quienes a pesar de la oscuridad tocaron sus manos y acariciaron sus rostros.
― ¿Eres tú padre? ―dijo el príncipe en la privacidad de su recámara.
―Soy yo ―respondió el rey con una voz cargada de emoción y felicidad ―. Anhelo verte hijo mío, ver tu rostro una vez más.
El príncipe dudó por un instante, pero al final se negó a tal pedido.
― ¿Cómo es tu esposo? ―quiso saber el rey ―. ¿Te trata bien? ¿Eres amado?
―Lo soy ―dijo su hijo y el rey pudo sentir el entusiasmo en su voz y solo así se sintió aliviado.
― ¿No lo has visto verdad? ―hablo el rey ―. Con toda esta oscuridad que nos rodea apuesto a que no lo conoces.
El príncipe guardó silencio y su padre lo interpreto como una afirmación.
―No lo he visto ―no le quedó más remedio que admitir.
― ¡Inconcebible! ―dijo el rey.
El príncipe negó aquellas acusaciones más su padre continuo con sus alegatos.
―Si en verdad dice quererte y solo busca librarte de la maldición ¿Por qué oculta su rostro como un ladrón en medio de la noche?
―Está equivocado padre.
― ¿Es así? Creí hacer un bien al entregarte a ese hombre, pero ahora me arrepiento de mi decisión llevada por la desesperación, puedes ser libre hijo, puedes regresar a tu hogar en nuestro reino.
―Mi lugar es con mi esposo ―dijo el príncipe ―. He de permanecer a su lado.
―Al menos observa su rostro y asegúrate de sus intenciones, si dice amarte ¿Por qué no permite que lo veas?
El rey sembró las dudas en el corazón de su hijo y una vez cuando este se retiró las palabras de su padre continúo retumbando en su mente.
¿Por qué el hombre que decía quererlo no lo observaba? ¿Por qué tampoco podía observarlo? Todo era tan confuso y las dudas continuaban asaltándolo.
Su padre ya había partido y en aquel palacio enorme y oscuro solo quedaron el príncipe y su esposo. Era el día de su visita y la luna iluminaba el cielo negro, era tan hermoso que el príncipe se perdió en aquella luminiscencia y dejo que el resplandor lo bañase por completo.
Los golpes en la puerta lo previnieron y con rapidez se apresuró a cerrar las cortinas de su pieza y a recostarse de nuevo en la cama a la espera de su esposo.
Al recibir una afirmación el hombre con quien había pasado casi un año a su lado ingresó, esa noche era la última y la maldición de ambos sería rota.
El príncipe se entregó a él, sintió su interior llenarse plenamente y ahogó sus gemidos entre las almohadas. La habitación se llenó de sonidos de amor y dulces palabras que llenaron la recámara cómo una sinfonía.
Luego de aquel acto de amor ambos quedaron dormidos en un cálido abrazo entrelazado. El príncipe acarició el rostro de su amante y a su tacto aquellas facciones eran hermosas ¿Por qué no podía verle? ¿Qué de malo había con eso? Aun si fuese el ser más grotesco él lo seguiría amando.
Una batalla mental se libraba en aquel momento y al final la curiosidad impero en el príncipe quien habiéndose decidido se incorporó del lecho con lentitud procurando no despertar a su esposo quien con suerte no se había percatado de la ausencia de su pareja en el lecho. El príncipe blanco se dirigió a la ventana y apretó la tela de las cortinas con fuerza, ¿Por qué se arrepentía ahora de su decisión? El día estaba a punto de terminar y en breves instantes un año exacto se cumpliría, no existía ningún problema si veía su rostro un poco antes ¿verdad?
Reunió de nuevo el coraje necesario y tiro de las cortinas dejando que la luz de la luna que alumbraba con fuerza ingresara a la habitación iluminándolo todo por completo permitiendo que todo se viese con total claridad.
Y es cuando el príncipe vio a su esposo por primera vez.
Era hermoso, su cabello castaño caía por su rostro dejando que los mechones acariciaran sus mejillas, todo su rostro parecía ser tallado por manos divinas y entonces el príncipe se dio cuenta de que aquel era el hombre del retrato en su habitación.
Su esposo abrió los ojos en aquel instante y se incorporó de su lecho.
― ¿Qué has hecho? ―dijo con horror ―. ¡Dime lo que has hecho! ―su grito era desgarrador! ―. ¡Lo has estropeado todo! ¡Mira!
El príncipe confundido no sabía que decir o hacer, los gritos de su esposo lo aterraron y a la vez hicieron que una sensación de culpa lo embargase. Entonces observo sus manos y las vio por primera vez limpias al igual que sus brazos y piernas, corrió hacia el espejo roto y pudo ver su rostro distorsionado pero libre de cualquier estigma.
No lo podía creer, no obstante, la sensación duro tan poco porque su cuerpo empezó a llenarse de nuevo de aquellas marcas malditas y el dolor fue tan intenso que sintió la piel arder en carne viva.
― ¿Qué me está pasando? ―se desesperó ―. ¿Y quién eres tú?
Pero su esposo no respondió porque sus ojos empezaron a resplandecer de un rojo asesino y de su boca brotaron dos colmillos.
―Soy el príncipe rojo y este reino muerto y olvidado me pertenece, soy víctima de un cruel maleficio que me vuelve una bestia de las noches y mi vida está atada a la muerte y la sangre, solo el amor verdadero podía salvarnos, pero este no existe tal y como pensé.
Si el príncipe blanco lo hubiese amado realmente habría confiado en él.
Era insoportable, y el príncipe rojo quien había lidiado con su propia maldición sintió que ya no podía resistirse por más tiempo aquel apetito tan voraz por la sangre lo consumía y necesitaba saciarla cuanto antes.
El cuello del príncipe blanco nunca se vio tan apetecible.
― ¡No lo hagas! ―el grito de su pareja y aquello fue suficiente para hacer que el príncipe rojo renunciara a su propósito y se alejara rápidamente del lugar,
Un par de alas emergieron de su espalda, eran negras como una noche sin estrellas y la criatura partió por elevándose hacia el cielo no sin antes dedicarle a su amado príncipe blanco una mirada de dolor y decepción.
La maldición nunca fue rota y ambos fueron condenados a vivir en la eterna noche el resto de sus vidas.
Con el tiempo el príncipe blanco lejos de regresar a su hogar en su reino al lado de su padre emprendió una búsqueda por los confines más recónditos del mundo esperando dar con su esposo. Incluso en el día cubierto con una capa vieja y sucia el joven que un tiempo fue el príncipe de un reino se vio reducido a un mendigo que vagaba de ciudad en ciudad y reino en reino intentando encontrar a su amado príncipe rojo, pero jamás lo volvió a ver y es así que pereció víctima de los estigmas en su piel no sin antes suplicar a los dioses que le dieran la oportunidad de remedir sus actos.
Solo última vez eso era todo lo que necesitaba.
Y salvaría al príncipe rojo de su destino eterno aun si él moría incontables veces está dispuesto.
Porque el verdadero amor existía y por amor él se sacrificaría.
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Comments
Lili ❤ jikook ❤
esta historia es preciosa es la 2da vez que la leo me encanta 💖
2024-04-23
0
Loli Domínguez
es una historia preciosa, me encanta. Gracias por ella.
2024-03-07
1
Rosa Sanchez
con un solo capítulo y empezando y ya estoy con las emociones al 100 😢😢
2024-01-16
1