...XV...
―Ignis Caelestis, príncipe rojo y Nix, cazador N° 89, miembro de cazadores pertenecientes a la rama británica. ―hablo una mujer con un traje de batalla y portando una ballesta en su brazo derecho, al parecer era la que lideraba el escuadrón de asalto y poseía un rango superior al resto del grupo ―. Desde este momento ustedes son declarados objetivo principal de la orden de cazadores de la rama japonesa y británica.
Nix observa a la mujer y la reconoció de inmediato, sus ojos no podían creer lo que observaba, se negaba a creerlo y si alguien le hubiese dicho alguna vez que pasaría por una traición como esa nunca lo hubiera creído. El cazador avanzo hacia ella con total expresión de desconcierto y negación.
―Capitana Raftela ―dijo Nix todavía sin poder creerlo ―. ¡Capitana Raftela que significa esto! ¿Por qué lo hace?
La mujer de cabello azabache y rostro inexpresivo en ningún momento muestra alguna señal de remordimiento o algo que evidencie su afectación ante el encaro de su discípulo, el mismo a quien también pondría fin según la orden superior.
― ¡Responda! ―rugió el cazador dejándose consumir cada vez más por el enojo y la sensación de abandono y decepción ―. ¡Dígame desde cuando se vendió ante los favores de la reina roja! ¡Dígame porque me crió como a un hijo si luego buscaría asesinarme? ―los puños se volvieron blancos al apretarlos con fuerza.
La capitana no respondió, no por vergüenza sino porque no tenía nada más que decir al respecto, la razón de sus acciones no era otra que seguir órdenes directas, un cazador era como un soldado entrenado que responde a una jerarquía superior, Raftela nunca fue diferente y por tal motivo su principal razón de actuar se regía a la necesidad de preservar la posterioridad de los cazadores en un mundo tan cambiante.
―Lamento que las cosas se dieran así, pero es necesario para la evolución.
―Con todo respeto maestra ―dijo Nix sacando su arma de su bolsillo trasero y apuntándola sin titubear ―. Usted y la organización pueden irse a la mierda.
Los disparos resonaron por el lugar creando un gran estruendo, Raftela utiliza su espada y logra bloquear cada disparo con una velocidad y precisión impresionantes, los otros cazadores aprovecharon para rodear tanto a Nix como a Ignis, este último pese a su brazo quemado adopto una postura de pelea.
―No oponga resistencia Nix ―dijo Raftela avanzando hacia ellos, su rostro se mantuvo firme e inexpresivo ―. No deseo que esto sea peor para ti de lo que ya será.
Nix contuvo decir un improperio a aquella mujer por mucho que se lo mereciera, ella fue como una madre, ella lo salvo de un “Nivel E” y lo acogió como si de un ángel se tratase, ¿Por qué lo hizo si luego lo traicionaría de esa forma? ¿Por qué lo mantuvo con vida si años más tarde serían sus propias manos las que dirigirían su espada hacía su pecho? En ese instante Nix deseo haber muerto aquel día, deseo que ella le diese la espalda y permitiese que lo devoraran, hubiese dolido menos de lo que dolía ahora.
― ¿Por qué? ―fueron las palabras que brotaron de él ―. Al menos merezco saberlo si estas a punto de asesinarme.
―Bien ―la espada de Raftela descendió un poco y su postura se relajó, era lo menos que podía hacer, cumplir un último deseo del mejor discípulo que alguna vez tuvo ―. ¿“Por qué” es tu pregunta?, si tanto es tu deseo saber pues te lo diré ―dice ella ―. Tu existencia, Nix, resultó ser una terrible amenaza para nuestra organización. Debí de haberlo anticipado, después de todo te reconocí como el esperado “príncipe blanco” desde el momento en que te vi aquel día en la nieve, pero me dejé llevar por mi sentimentalismo y creí conveniente que la organización supiera que habías vuelto a nacer. Te dejaron vivir solo porque sabíamos que algún día podíamos sacar provecho de ti y ese día llegó. Tu maldición y la del príncipe rojo, así como el de todos los vampiros está entrelazada y tu salvación yace en ellos y viceversa, tienes el poder dentro de ti de revertir la naturaleza de aquellos a quienes la reina roja creo a partir de su sangre y a su vez la sangre de un vampiro convertido directamente por la maldición pondrá fin a tu dolor eterno y te hará vivir bajo el sol de los mortales nuevamente. Pero en cuanto lo hagas, los cazadores perderán sus habilidades y seremos reducidos a simples humanos, fuimos creados a través de tu sangre, bebimos de ella y alcanzamos habilidades inimaginables. Tú y el príncipe rojo están destinados a romper la maldición y es nuestro deber y la de la reina roja impedirlo, ambos mundos no pueden desaparecer.
El silencio se hizo, pero la mente de Nix era un nido de confusión y a su vez de incredulidad. El enterarse de la realidad fue mucho más impactante de lo que Nix supuso que sería en un principio, sabía que sería duro, no se esperó que de esa manera.
―Si alguna vez te considere como una madre esos días quedaron en el pasado ― dijo Nix apuntando a su maestra con su arma. Los ojos de Nix mostraron verdadero dolor y la sensación de ser traicionado y utilizado solo para satisfacer los deseos de una organización que solo buscaba sus propios intereses.
―Eso hará las cosas más fáciles.
―Es suficiente ―esta vez fue Ignis quien intervino, estaba molesto y por su postura firme los cazadores no bajaron la guardia y se prepararon para atacar de ser necesario, tan solo esperaban la orden de la capitana Raftela ―. No permitiré que vengan a mi casa a amenazarme a mí y a mi pareja y pretender que no es una ofensa.
―Esto tampoco es personal príncipe rojo, solo cumplimos el pedido de la reina roja, es ella quien lo desea muerto para asegurar su reinado.
―No sabía que mi madre había conseguido nuevos perros para que cumplieran sus órdenes ―una sonrisa escalofriante se plasma en el rostro del vampiro ―. Esta es una última advertencia lárguense y tendré misericordia de ustedes, o continúen en el mismo lugar en el que se encuentran y ahí es donde yacerán sus cadáveres.
―Hazlo ―dijo Raftela con el mismo cinismo que el de Ignis ―. Dame una razón más para justificar tu muerte.
Raftela dio la orden y los cazadores que hasta ese momento estuvieron al pendiente de alguna indicación por parte de la cazadora se lanzan en ataque hacia Ignis y Nix, El vampiro utiliza sus poderes psíquicos y los eleva hasta el techo para proceder a estrangularlos haciendo uso de su fuerza mental. Su brazo todavía le dolía y por tal motivo no podía dar el 100% de su capacidad, un vampiro es aún más fuerte mientras su consumo de sangre humana siga siendo periódica, pero ese no era el caso de Ignis quien a pesar de encontrarse desnutrido todavía demostraba un poder superior al de los nobles comunes lo que hizo retroceder solo un poco a Raftela.
“Tenemos suerte que no esté en su máxima capacidad” ―pensó la capitana mostrando un rostro de pánico por primera vez ―. “Aun así es el príncipe no un noble ordinario, será difícil liquidarlo”.
―No puedo dejarlos con vida ―la voz de Ignis era escalofriante y por primera vez Nix sintió miedo de estar cerca de él, ese no era el vampiro cariñoso que sonreía de forma estúpida cuando se le quedaba viendo por largos minutos y por primera vez el cazador observo la verdadera naturaleza de Ignis Caelestis.
Los cazadores que se encontraban suspendidos en los aires fueron lanzados con fuerza por todo el lugar y sus cuerpos golpearon las paredes duramente rompiéndose unos cuantos huesos debido al impacto. Los cazadores que pudieron incorporarse restriegan sus armas y disparan al vampiro, pero este logra evitar los impactos corriendo y usando los muebles del lugar para bloquear los disparos y usarlos a su vez como si fuesen una especie de fortaleza.
Nix dispara y logra darle a un par de ex compañeros en las piernas, la sangre chisporrotea por todos lados mientras los cuerpos caen y se arrastran buscando apartarse de la escena de batalla. Alguien dispara y el impacto pasó muy cerca al oído de Nix que el sonido ensordecedor lo dejo aturdido por algunos segundos. Un pitido constante y molesto es lo único que puede oír, observa a Ignis y ve que solo mueve los labios y de ellos no brota ningún solo sonido, solo su rostro muestra desesperación, solo sus ojos le hacen ver lo grave y peligroso del asunto. Poco a poco aquel sonido se desvanece y la fuerte voz de Ignis es lo primero que le llega regresándolo a la realidad.
― ¡CORRE! ―grita Ignis tomando de la mano y emprendiendo huida hacia una zona alejada, mientras escapan tiran muebles a diestra y siniestra esperando que sirvan de obstáculo, pocos son los rezagados por lo que el vampiro utiliza sus poderes para lanzarlos muy lejos y lesionarlos.
― ¿A dónde vamos? ―la desesperación domina a Nix pese a que intenta mantenerse calmado y con la mente fría, su entrenamiento de cazador le exigía dominarse y actuar sin dudas ni temores que impidiesen asegurar la misión y proteger su vida
―Buscaremos un lugar seguro y luego intentaremos salir.
― ¿Lugar seguro? ―inquirió Nix ―. ¿Salir? ¡Estamos en un maldito último piso!
―Aunque no lo creas me he preparado para una situación como esta.
― ¿Es en serio? ―dijo Nix mientras disparaba a dos cazadores ―. ¿Te has estado preparando para un atentado todos estos años?
―No conoces a mi madre.
―Oh, claro que la conozco, ¿Recuerdas la maldición? Por culpa de esa perra todo esto está ocurriendo, disculpa.
―No te disculpes, nada la describe a la perfección como el uso de esa palabra.
Ambos logran llegar a la recamara de Ignis e ingresan asegurando la puerta. Adentro William los esperaba armado con un rifle modelo cazador de alto calibre. Nix lo observo sorprendido, ¿Dónde estaba el anciano de rostro amable quien le había preparado el desayuno más delicioso de su vida?
―William, activa el protocolo de defensa de inmediato.
El mayordomo se apresura hacia una puerta que se encontraba dentro de la misma recamara la misma que Nix confundió con segundo armario hacia muy poco, dentro se encontraba una especie de panel de control, William ingresa unos códigos y el sistema de seguridad se vio activado empezando a resguardar la puerta y el punto exacto en donde Ignis se hallaba. Una puerta de metal remplaza la de madera haciendo de la habitación una especie de pequeño bunker. Nix observa todo con ojos de incredulidad y al mismo tiempo sorpresa, ¿Era acaso una maldita broma?
― ¿Acaso anticipaste un apocalipsis Zombi o la tercera guerra mundial? ―exclama el cazador intentando no abrir la boca de forma exagerada.
―No seas ridículo cariño los Zombis no existen ―responde Ignis con una sonrisa traviesa en medio del ambiente de peligro y tensión ―. Los vampiros por otro lado son muy reales y nunca debes confiar en ellos ni siquiera un vampiro confía en otro vampiro.
―Tu eres un vampiro.
―Yo soy un caso especial, no confiemos en ningún vampiro excepto en mí.
―Que idiota ―una sonrisa se escapa de los labios de Nix. En el poco tiempo que paso con Ignis vio lados tan distintos de él que le hacían alejarse de la imagen de vampiro despiadado y arrogante que se había formado o, mejor dicho, que le habían instaurado en su cabeza a lo largo de sus años en la organización. Todavía le resultaba confuso más sin embargo cada vez que veía el rostro de Ignis sus recuerdos se fortalecían y entonces todo se volvía tan familiar.
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