...XVI...
Golpes se escucharon de pronto y los tres guardaron absoluto silencio, sus perseguidores ya habían dado con ellos y ahora buscaban una manera de ingresar a la habitación. Nadie conocía las armas de los cazadores como Nix, aunque estas lucieran a simple vista como un arma ordinaria lo cierto es que su potencia era cinco veces más que un arma común.
Las armas de los cazadores son fabricadas por los maestros metalúrgicos a quienes se les había confiado la sangre blanca o la reliquia del príncipe. Al igual que la sangre de los vampiros que traen la inmortalidad ligada a la sed eterna, la sangre del príncipe blanco otorgaba habilidades inimaginables, convirtiendo a quienes la portaban en armas vivientes al dotarlas de fuerza, velocidad y durabilidad mayores a las de un humano promedio, dicha sangre se mezcló con el hierro fundido y la plata aquel metal mortífero para un vampiro por traerles la muerte y como resultado se forjaron instrumentos mortales que podían liquidar a los seres de la noche.
La puerta empezó a mostrar una enorme abolladura y era solo cuestión de tiempo para que lograran romperla e irrumpir de forma abrupta.
―Eso no logrará detenerlos por mucho tiempo Ignis ―dijo Nix alistando de nuevo a “Scarlet Rose” ―, diablos necesito municiones.
“Solo tengo dos balas con la potencia necesaria para derribar un muro, no quiero desperdiciarlas, será mejor que lo guarde” ―se dijo el cazador guardando las dos balas restantes en sus bolsillos.
―Joven Nix ―dijo William arrojándole municiones necesarias ―. Aquí tiene.
― ¡Gracias abuelo William! ―exclamó Nix satisfecho con el resultado, no eran balas de cazador, pero sin duda ayudarían. Se apresuró a recargar los casquillos y restregando su arma alistándose para lo que él consideraba la batalla más importante de su vida. Los golpes eran más intensos y Nix se preguntó qué tipo de objeto utilizaban para quebrar una puerta de acero.
Incluso William quien a simple vista lucía como un buen hombre pacífico se encontraba preparado para el enfrentamiento con un rifle ya cargado sacado seguramente del armario secreto de Ignis y del que Nix quería saber que otros secretos escondía y seguramente lo haría, aunque el momento no era ahora. William mostraba tal determinación que no dudaría en defenderse de ser necesario.
Una explosión se escuchó, el sonido y la onda expansiva eran tan fuertes que Ignis se colocó en medio de Nix y William para evitar que resultasen heridos. Nix lo sostuvo con cuidado cuando sintió que el golpe fue tan duro que incluso Ignis peligraba, su cuerpo impidió que el vampiro perdiera el equilibrio, en aquel instante sus rostros se acercaron inevitablemente.
―Idiota, ¿Por qué haces cosas como estas? ―la preocupación era tan notoria en la voz y postura de Nix que Ignis acaricio su frente para tranquilizarle.
―Te dije que te protegería, te dije que mientras yo este a tu lado nada te dañaría.
―Yo puedo protegerme solo, ya te dije que no soy ninguna damisela en peligro ― las manos de Nix son ahora las que acarician el rostro del vampiro con un toque tan suave y cariñoso que la rudeza de sus palabras no coincidía con la forma en la que trataba a Ignis, más al verle a los ojos el vampiro vio la transformación de su enojo inicial en preocupación y miedo ―. Acabo de recuperarte vampiro idiota, y no voy a perderte de nuevo, ¿Te ha quedado claro?
―No vas a perderme.
―Más te vale que sea así.
― ¡Joven amo! ¡Esté preparado! ―esa era la voz de William quien ya se encontraba con la guardia alta para hacer frente a los cazadores.
Rápidamente tanto Ignis como Nix vuelven a tomar sus posturas. La espera no es prolongada y una vez el humo se disipa Raftela, encabezando al escuadrón de asalto ingresa portando su espada en mano y empuñando el mango con fuerza. Su cabello azabache le recordó a Nix una tenebrosa noche, sus ojos verdes que jamás se apartaban de un objetivo justo ahora observaba a Ignis y la espada en su mano fue sujetada con una fuerza mucho mayor.
―No te recuerdo haberte enseñado a escapar, Nix ―dice ella avanzando hacia su ex alumno y el vampiro a su costado.
―Me importa tan poco lo que creas haberme enseñado o no usted ya no es mi maestra y ya no la trataré con respeto ―esta vez Nix se asegura apuntar al pecho, puede que los recuerdos de su relación maestra-alumno todavía estuviesen frescos en su memoria, pero la traición también era reciente y Nix dispararía para defenderse aun cuando su enemiga sea la mujer que le había enseñado a atacar antes de lo que atacasen a él.
“Liquida antes de que te liquiden”
―Resultaron ser más escurridizos de lo que esperaban, pero incluso siendo usted un príncipe, Ignis-sama, no durara mucho, está herido y desnutrido y su gloria ya no es la de antes.
― ¿Qué puedo decir Raftela-san? ―responde Ignis con cinismo y al mismo tiempo lanzándole una mirada de advertencia ―. Los viejos como yo somos huesos duros de roer, algo que una “chiquilla” como usted difícilmente entendería. Puedo parecer desnutrido y enfermo, pero sigo siendo una gran amenaza para usted y su organización.
El rostro de Raftela continuó con aquella expresión confiada e imperturbable, aunque por dentro formulaba mil y un estrategias para derribar las defensas del príncipe rojo, ya había comprobado que era fuerte y sus poderes psíquicos eran tan letales como la reina advirtió que serían, pero la herida en el brazo continúa entorpeciéndole y Raftela vio en ella una oportunidad.
―Temo, su alteza, de que he localizado su talón de Aquiles.
Solo una orden de la capitana de la rama británica bastó para que su ejército se reagrupara de nuevo y se posicionara al frente, listos y dispuestos a atacar a los objetivos. Sus bajas eran notorias aun así 12 cazadores todavía se encontraban activos y entre ellos Nix reconocía a algunos cuantos como compañeros de misiones anteriores a quien muchas veces cuido las espaldas. En el mundo de los cazadores o eres aliado o enemigo sin importar la relación formada, y Nix en aquel instante se convirtió en la mayor amenaza.
En una acción que sorprendió a todos William, el mayordomo de Ignis, se posicionó al frente de su señor y del compañero como si se tratase de una especie de escudo apuntó su rifle hacia los cazadores que en ningún momento bajarían la guardia.
― ¿Qué tenemos aquí? ―dijo Raftela con una media sonrisa ―. ¿Hipnotizaste a este humano para que sirviera de carne de cañón? No me esperaba esos trucos de un príncipe como usted Ignis-sama.
Ignis gruñe por lo bajo apretando los puños con fuerza.
―William ―hablo el príncipe rojo con voz de mando sin apartar la vista del frente ―. Corre al cuarto de baño y asegura la puerta por dentro, no salgas de ahí hasta que yo te diga que salgas, ¿te ha quedado claro?
―No me moveré de aquí mi señor ―fue la respuesta del mayordomo quien no dejaba de apuntar con su rifle a todo aquel que intentase acercársele, aquella situación lo remontaba a aquella época oscura de inicios de la segunda guerra mundial.
No existía diferencia, aquella también era una guerra, un más secreta, pero aún más peligrosa, Ignis Caelestis le había brindado un hogar cuando el suyo fue quemado hasta los cimientos, ahora William se encargaría de retribuirle aquel favor.
― ¡Es una orden!
―Deberías hacer caso a las palabras de tu señor, humano ―continuó Raftela ―. ¿Le darás la espalda a tu especie por la lealtad a una raza corrupta?
―La única raza corrupta que yo conozco, madame ―respondió William con voz enérgica, pero sin perder su elegancia inglesa ―, es aquella que está dispuesta a venderse solo para seguir perpetuándose en el poder negándose a los suyos y olvidando el juramento de servir a lo justo.
Raftela hizo un gesto de molestia y sus ojos observaron de forma asesina como una anguila a un pequeño roedor.
―Entonces considérese muerto anciano.
Una cazadora cuyo rostro se encontraba cubierto con una capucha corre hacia el anciano y le lanza unos cuchillos, William reacciona y dispara evitando que la mujer se le acercase, pero ella era ágil como una liebre y estaba entrenada para esquivar esa clase de proyectiles. Usa los muebles de Ignis como una especie de escudo y vuelve a lanzar de nuevo sus cuchillos. Estos logran a darle al anciano en las costillas haciendo que gritase de dolor y cayese al suelo derramando sangre por su costado.
Todo sucedió como si estuviese en cámara lenta, para cuando Ignis y Nix se dieron cuenta William yacía severamente herido y conteniendo un grito de dolor. Los ojos del cazador se abren enormemente y sus labios tiemblan ligeramente, no podía de ser cierto, los cazadores juraron proteger a los humanos no lastimarlos.
― ¡Raftela! ―grito Nix con indignación ―. ¿¡Cómo te atreves!?
―No me culpes por la decisión de ese anciano ―respondió la mujer con total indiferencia ―. Yo le di la oportunidad de que desistiera, pero su negación lo llevo hasta su fin.
Ignis se apresura en su auxilio aun cuando aquel movimiento lo expone ante un ataque del escuadrón de asalto, en aquel momento nada de eso le importaba salvo la seguridad de William.
― ¡William! ―el vampiro sostiene el cuerpo herido de aquel hombre a quien consideraba como su familia ―. ¡William abre los ojos!
―Joven maestro ―murmuró el hombre con una sonrisa en ese rostro cada vez pálido. Sus ojos grises observaron al hombre a quien le debía la vida ―. Debe defenderse, no se preocupe por un viejo.
― ¿Por qué lo hiciste? ―increpo Ignis apretando su puño con fuerza y golpeando el suelo haciendo que este se agrietase y expusiera un enorme agujero ―. ¿Por qué no te ocultaste cuando te lo dije?
―Porque yo no le temo a la muerte joven maestro ―respondió el anciano ―. Hace mucho tiempo usted cuido de mí y es tiempo que ahora yo de mi vida por usted.
Loa ojos de Ignis se abren por la sorpresa y por primera vez en mucho tiempo experimentó la perdida de una persona querida, William fue su padre y madre, su hermano y su abuelo, su hijo y su nieto William lo fue todo.
― ¡NO CIERRES LOS OJOS! ―y su voz se escuchó como un poderoso rugido.
Nix no puede evitar sentirse impactado por aquella escena, el dolor de Ignis era tanto que incluso podía ser capaz de ignorar la sangre que no dejaba de salir de las heridas de William por arma punzocortante. Nix tenía que actuar rápido si deseaba tener alguna oportunidad de salvarle la vida a William.
―Abuelo Bill ―Nix es quien ahora sostiene la mano del anciano y las lágrimas no tardan en asomarse por sus ojos al ver las dagas todavía incrustadas en sus costados, reconoció la precisión del ataque, si movía o retiraba una cuchilla la sangre saldrá expulsada como un chorro y solo hará que William se desangre aún más de lo que ya lo hace ―. Escúchame viejo zorro ―dijo él con firmeza obligándole al anciano a verle a los ojos y así evitar que este cerrara los ojos ―. No vas a morir aquí, vas a estar bien te lo prometo jovencito.
Una sonrisa fugaz se plasma en el rostro del anciano sus manos sostienen la de Ignis y a su vez busca la mano de Nix y las junta en una sola. Los ojos del anciano poco a poco empiezan a perder el brillo, pero todavía se aferraba a la vida, ya que tenía una última cosa que decir.
“Érase una vez en una tierra lejana un príncipe nacido en noche blanca en un reino blanco. Sus ojos grises vieron el resplandor de la luna quien lo abrazaba por vez primera siendo sus rayos lo primero que aquel pequeño infante vio […]”
Y el cuento se volvía realidad en sus minutos finales.
“Maestro Ignis” ―dijo un niño recostado en su cama mientras la nieve caía afuera de la residencia y el joven que lo había rescatado le narraba un cuento de fantasía de una tierra lejana ―. “¿El príncipe blanco puedo al fin hallar al príncipe rojo?”
Por mucho tiempo aquella pregunta jamás obtuvo respuesta, hasta ahora.
―Ignis-sama ―la débil voz del anciano se dejó oír, el corazón de Nix no podía soportar ver a un inocente a punto de morir ―. ¿El príncipe blanco pudo al fin hallar al príncipe rojo?
Aquella pregunta infantil era formulada nuevamente en los momentos finales.
―Lo hizo ―fue Nix quien respondió para sorpresa del propio Ignis ―. Al fin lo encontró, y prometió no dejarlo ir nunca más.
William observo a Ignis y luego a Nix y fue como si solo necesitase esa respuesta para partir. Cerró los ojos más esa sonrisa jamás se desdibujó.
―Es bueno saber que la historia si tuvo un final feliz.
―William abre los ojos ―suplico Ignis negándose a que se tratase de un adiós ―. ¡William despierta!
William Edward McGregor II nacido en Liverpool murió aquella noche de verano en la ciudad de Tokio.
.
.
.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 22 Episodes
Comments