...X...
―Toma ―Ignis le ofrece su chaqueta al ver el ligero temblor en el cuerpo del más bajo, era verano, pero la brisa nocturna todavía calaba un poco los huesos.
―Estoy bien ―responde Nix sin apartar la vista del frente, intentando parecer fuerte cuando su postura corporal era la muestra de que necesitaba un poco de consuelo ―. No hace tanto frio realmente.
― ¿Siempre eres tan reacio?
― ¿Y tú siempre eres tan molesto? ―la irritación en la voz de Nix era notoria aun así la sonrisa de Ignis no se desdibuja.
Aquel joven de cabellos plateados parecía un gato uraño y salvaje más lucía tan tierno y encantador a los ojos de Ignis que podía pasar por alto lo primero.
―Bueno, no lo uses si no quieres, pero te recuerdo que estaremos aquí por un rato más, yo no tengo la necesidad de abrigarme, no soy humano a diferencia de ti, claro.
Nix maldijo por dentro a ese vampiro que sabía cómo hacer girar todo a su favor. Acepto el abrigo del mayor de mala gana y se lo puso para aliviar el frio de la noche, se sorprendió por la calidez de la prenda y la sensación de alivio en su piel. Le quedaba algo grande más no le importo, incluso olía maravillosamente, pero eso era algo que nunca admitiría en voz alta.
―Gracias príncipe ―su voz es apenas audible más logró ser oído por el vampiro.
―Me llamo Ignis, pero eso tú ya lo sabes ―dijo el vampiro sentándose al costado del cazador creando entre ambos un ambiente un poco más íntimo ―. Hemos pasado por una persecución y te preste mi abrigo, puedes llamarme por mi nombre.
―Lo intentare ―responde Nix ocultándose aún más dentro de aquel amplio abrigo.
Era tan extraño y al mismo tiempo familiar. La cercanía entre ambos lejos de ser incomodo como creyó que sería en un principio se sintió tan agradable y confortable. Sin duda algo debía de estar mal dentro de él para tener tales sensaciones con un completo desconocido.
Los largos minutos transcurrieron y un automóvil se estaciona justo delante de ellos, el cuerpo de Nix todavía con conmocionado por la experiencia vivida busca su arma más al ver cómo Ignis se incorpora despreocupadamente del suelo.
Un hombre mayor sale del vehículo, Nix lo vio y se llenó de tranquilidad, al menos Ignis lo conocía y eso significaba que era alguien de confianza.
―Vamos ―el vampiro le extiende la mano y Nix duda en aceptar ―. Podemos estar aquí toda la noche si lo prefieres ―de nuevo esa dulce sonrisa y entre quejas Nix lo acepta a regañadientes.
Mientras más se aproximaban el mayordomo William los recibió con respeto abriendo la puerta del auto.
―Bienvenido joven maestro.
―Él es William ―dijo Ignis intentando calmar a Nix ―. Es de mi entera confianza así que despreocúpate.
―Está bien ―dijo Nix ―. Mucho gusto señor William.
―Mucho gusto, soy el mayordomo del maestro Ignis y los escoltare al hogar del joven amo.
―Vamos, en cualquier momento amanecerá.
―Entonces no perdamos más tiempo ―dice Nix ingresando a la parte de atrás del vehículo con rapidez.
Ignis no pudo evitar notar la preocupación en Nix al saber que pronto saldría el sol, vio los estigmas en sus brazos y supo la razón de aquellas ansias. Él también abordo por el lado del copiloto y una vez que todos los pasajeros se encontraron en el interior del vehículo William arranco de inmediato. El viaje fue tranquilo y silencioso, el mayordomo se limitó a hacer su trabajo sin preguntas ni comentarios entrometidos y por eso se había ganado la confianza de Ignis. Nix cerró los ojos e intento dormir un poco, todavía la ciudad se encontraba dormida pero no tardaría en despertar, su mundo había dado un gran cambio y él no sabía cómo debía de afrontar las cosas ahora, ¿Era un traidor? ¿Él fue el traicionado? No tenía a donde ir y en quien confiar.
El trayecto duro aproximadamente 35 minutos y Nix abrió los ojos cuando la voz gruesa del mayordomo lo despertó de su letargo.
―Ya llegamos ―hablo William y Nix sintió el vehículo detenerse.
―Debemos darnos prisa el sol está a punto de salir ―dijo Ignis y el mayordomo se apresuró a abrirles la puerta, primero a Nix y luego a su joven maestro.
El conserje los recibió con respeto y siempre saludando a Ignis con una reverencia ¿Quién podía ignorar al excéntrico dueño del pent-house que nunca salía de día y poseía un ritmo de vida nocturno muy activo? Este abrió las puertas de la entrada y permitió que el joven Caelestis y su acompañante ingresaran.
―Buenos días Caelestis-sama, bienvenido espero que se haya divertido.
―Gracias ―responde Ignis ―. Por favor, no deseo visitas innecesarias, creo que está de más mencionarlo.
―Claro que si Caelestis-sama.
Nix observa a Ignis, su rostro lucía tan distinto al de hace unos minutos cuando le presto su chaqueta, se veía más serio e imponente y todo el mundo lo trataba con respeto y obedecía sus órdenes. El vampiro giro hacia Nix y lo atrapo observándole, el cazador esquivo la mirada avergonzado y una sonrisa muy suave se plasmó en Ignis.
― ¿Qué hay de William? ―pregunto el cazador viendo hacia atrás y observando al mayordomo arrancando el vehículo y llevándoselo al garaje.
―No te preocupes por él, estará bien ―le responde el vampiro apretando el botón del elevador y esperando a que este llegase para poder subir al último piso.
El exterior del edificio era muy bonito y de un diseño tan elegante que hacía notar a primera vista la opulencia del lugar, pero el interior era tan impresionante que Nix no pudo evitar observar a todos lados como un niño curioso y maravillado, el techo estaba hermosamente esculpido con figuras de ángeles y demás formas celestiales, pareciera que el artista responsable quería emular el diseño de la capilla Sixtina.
Incluso el suelo que pisaban lucia tan costoso que reflejaba como un espejo y daba la sensación de caminar sobre un estanque quieto de agua.
Ambos subieron al elevador una vez las puertas se abrieron y pronto se vieron subiendo piso tras piso, cuando las puertas volvieron a abrirse Nix tuvo que cerrar la boca por miedo a que ingresaran moscas, esa expresión también le pareció graciosa a Ignis por no decir encantadora.
El príncipe encendió las luces del departamento, las mismas que eran especiales para vampiros por lo que tampoco le causarían daño a Nix. Una vez todo se vio iluminado el cazador pudo ver con mayor detalle el interior de aquel lugar tan opulento. La capitana Raftela tuvo mucha razón, los vampiros se habían posicionado en la cima de la pirámide social.
Ignis lo llevo a su habitación, que a pesar de ser del igual estilo que el resto del lugar poseía un toque acogedor. La cama era enorme y el papel tapiz azul rey daba el efecto de encontrarse en las profundidades del océano.
―El estilo de vida de los vampiros ―dijo Nix observando el entorno, desde los muebles del salón principal hasta la ostentosa decoración ―. Muy lujoso.
―No tienes que preocuparte por nada ―dijo Ignis abriendo su closet y sacando ropa limpia y que pudiese ajustarse al estilo de Nix ―. Las ventanas son polarizadas y no permiten el paso de la luz además de que están a prueba balas. Si gustas puedes darte un baño y descansar un poco, deje ropa para ti sobre la cama.
Ignis se dispuso a abandonar la pieza y darle a Nix un momento para relajarse luego de conmoción de la madrugada, de hecho, ambos necesitaban un descanso, pero todavía tenía algo muy importante que hace.
― ¿Por qué haces esto? ―preguntó Nix intentando averiguar la razón de las intenciones de Ignis en traerlo a su casa y actuar como un gran anfitrión.
Ignis se detuvo en medio del umbral, quedo quieto por un momento para luego girar lentamente hacia su invitado. No podía decirle la verdad o lo que Ignis creía que era, ¿Cómo reaccionaría Nix si le dijeran que existió hace miles de años y la maldición que todavía se manifiesta en su cuerpo hasta estos días era por causa de la reina roja y que él colaboro con su muerte?
No era el momento.
―Ambos fuimos atacados, ambos estamos juntos en esto, considéralo un capricho del destino o algo predestinado a suceder. Las razones para hacer todo lo que hago son las mismas que tu tuviste para vendarme el brazo ―Nix dirige la mirada hacia la herida que todavía yacía en la extremidad del vampiro.
Algo en el pecho de Nix se estrujo al ver aquel brazo, se acercó lentamente hacia el vampiro y sus manos tocaron el vendaje improvisado, era una herida muy grave y un poco desagradable más, sin embargo, su toque era suave y la calidez volvió a llenarle.
―No bebes sangre humana ―dijo Nix mirándole a los ojos, no era una pregunta y el silencio de Ignis se lo confirmo ―. Lo sabía, no eres como imagine que serias príncipe ―por primera vez Ignis observa la sonrisa de Nix y era tal y cual él lo recordaba. Incluso notó como aquel rostro que pretendía mostrar dureza se suavizo y aquellos hoyuelos en sus mejillas emergieron.
―Hice una promesa de no hacerlo ―responde Ignis ―. Aborrezco la naturaleza salvaje y primitiva de mi raza.
―Me doy cuenta ―los dedos del cazador desatan el vendaje, este cae al suelo y la herida queda expuesta, lucía cómo una quemadura de tercer grado ―. Sabes que si no bebes sangre humana no podrás curarte, ¿verdad?
―Lo sé ―dijo Ignis conteniendo el dolor que en ese instante lo dominaba―. Pero está bien, no quiero causar daño a un inocente.
Para Nix esto era tan increíble como admirable y tuvo que admitir que no tenía ni idea en cómo reaccionar ante ese nuevo conocimiento acerca del príncipe, para el cazador todos los vampiros eran bestias primitivas que se dejaban llevar por su apetito de sangre sin importar las consecuencias y la tragedia que traen a su paso. Puede que los vampiros posean raciocinio y control de sus deseos, pero, al igual que los vulgares “Nivel E”, siempre terminarían cayendo en la eterna sed. Raftela le había dicho que incluso aquellos que no poseían la sangre como parte de su dieta natural siempre terminaban consumiéndola tarde o temprano porque esa la única manera de regenerar sus cuerpos cuando estos se encontraban severamente heridos.
Pero incluso en aquel estado Ignis se negaba a hacerlo.
―Bebe de mí ―dijo Nix y aquellas palabras tomaron por desprevenido al vampiro.
― ¿Qué estás diciendo?
―Tienes que curarte, ¿no es así? Si tu cuerpo yace herido y los que nos atacaron regresa no podremos huir ni pelear, tienes que recuperarte y esta es la única forma.
―No ―el vampiro fue preciso en negarse a aquella petición. Los recuerdos de su primera víctima en su niñez y los ojos suplicantes del cuerpo a quien arrebato la vida aun lo perseguían en sus pesadillas.
―No te he preguntado si querías beber de mí ―dijo Nix con dureza ―. Te he ordenado que lo hicieras y eso es muy diferente. Puedes hacerlo, lo has hecho antes estoy seguro, sabrás controlarte si te lo propones.
El solo pensar en el sabor de la sangre humana de nuevo en sus labios su boca empezó a salivar. Ignis reprimió ese deseo por mucho tiempo, incluso en las veces en las que estuvo a punto de sucumbir su voluntad y el recuerdo de su primera víctima le ayudo a poseer un enorme autocontrol, pero ahora que su cuerpo necesitaba regenerarse la sola idea despertaba el instinto primitivo que reprimió.
―Solo lo hice una vez ―confiesa Ignis ―. No salió bien, no quiero tener que pasar por eso una vez más.
― ¿Estás diciendo que prefieres seguir herido y vulnerable a un ataque que curarte?
―Estoy diciendo que esta conversación ya ha finalizado ―dijo Ignis y por primera vez Nix vio su lado duro y firme, al parecer Ignis notó la tensión en la postura del cazador e intenta recuperar su actitud inicial ―. toma un baño y descansa un poco ―su voz ahora era suave como el Ignis que lo ayudo en aquel callejón ―. Yo me encargare a partir de ahora.
El vampiro se retira dejando a Nix en la soledad de aquella recamara. ¿Qué había sido eso? El rostro inexpresivo del cazador se transformó en uno de molestia.
―Maldito infeliz y terco, rechaza mi sangre y actúa como si no le importara.
No iba a desperdiciar el tiempo con un sujeto como ese, poseía sus propios problemas y de alguna forma u otra lidiaría con ello.
Nix ingresa al espacioso cuarto de baño con baldosas españolas y de diseño moderno. ¿Acaso nadie en aquel lugar conocía el significado de la palabra “moderación”? se dirigió a la tina de baño y abrió la llave para llenar la bañera con agua tibia. Si iba a estar en un cuarto de lavado así de lujoso se aseguraría de disfrutarlo. Una vez desnudo se introdujo en el agua tibia y aromática y dejo que el calor y la relajante sensación lo alejase por un momento de la caótica realidad.
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