Contraataque

...XVII...

 

 

― ¡William! ―grito Ignis sacudiendo el cuerpo del anciano, pero no importaba la fuerza con que lo moviera en su afán por hacer que reaccionara, la vida ya se había esfumado de aquel cuerpo.

Era como un sueño, era como si todo no fuese real, William estaba vivo aquella mañana y ahora una perra había dado la orden para asesinarlo.

―No pierdas la calma ―murmuro Nix mirando sus ojos y sintiendo su dolor y rabia ―. Escucha, puede sonar duro, pero tienes que enfocarte en una sola cosa en este momento y es en derrotar a Raftela y su escuadrón de asalto. Si no lo haces y te encegueces ella utilizará tu rabia en tu propia contra y el sacrificio de William será en vano si tus mueres ¿Oíste?

― ¿Qué tanto murmuran ustedes dos? ―dijo Raftela ―. Ustedes serán los próximos.

―Oiga capitana Raftela ―Nix se incorpora con una expresión sombría, suelta con suavidad la mano de William, y en su corazón le prometió que vengaría su muerte, Raftela conocía esa mirada y su expresión de confianza cambio súbitamente, había educado a ese niño, lo moldeo a su imagen y semejanza y conocía su grado de letalidad en situaciones críticas ―. ¿Qué era eso que siempre me decía? Ya me acordé… ¡Liquida antes de que te liquiden!

Los disparos detonaron, todo sucedió tan rápido que apenas y tuvieron segundos de reaccionar.

― ¡Misaki! ―grito Raftela intentando dar aviso a la dama de los cuchillos, pero cuando la cazadora logra reaccionar dos disparos impactaron en su frente liquidándola de inmediato. El cuerpo fue expulsado unos cuantos metros debido a la fuerza de los disparos. Los otros cazadores vieron el cuerpo de su compañera caída.

―Qué mala suerte ―dijo Nix sin el mayor remordimiento por haber asesinado a la responsable de la muerte de William, su mano nunca tembló y sus nunca se apartaron de su objetivo ―. No le di a la perra que tenía en mente.

― ¡Traidor! ―grito uno de los cazadores con los ojos inyectados de sangre al ver muerta a su compañera―. ¡¿Cómo te atreves infeliz?!

― ¡Taiga! ―los otros cazadores intentaron detenerlo, pero fue demasiado tarde.

El cazador cuya arma era una ballesta no dudo en utilizarla las flechas tenían contra objetivo el corazón de Nix, más antes de que las flechas lograsen dar con su objetivo Ignis utilizo sus poderes para detener las flechas antes de que lograsen dañar a Nix, las mismas son destruidas en el acto.

― ¿Cómo te atreves tú a irrumpir en mi propiedad e intentar dañar a mi pareja? ―el brazo le dolía como el infierno y sentía que en cualquier momento este se le destrozaría más su enojo era mucho mayor y todavía tenía muy presente el dolor y la furia de la muerte de William ―. Capitana, creo que usted resulto ser más estúpida de lo que aparenta ser.

― ¿Qué dijiste?

No hubo más respuesta, los cazadores restantes fueron suspendidos en el aire como si fuesen globos con helio, los gritos no dejaron de oírse, algunos incluso intentaron sacar sus armas, pero sus cuerpos quedaron inmóviles privados de sus sentidos, eran como cadáveres en vida flotando como si ya no tuvieran alma.

―Ignis ―incluso Nix sintió terror por aquella visión.

―Eres un monstruo ―dijo Raftela adoptando una posición de pelea, se sintió estúpida por subestimar el poder del príncipe rojo, al parecer lo que inicio con una misión para asesinar a Ignis y su pareja se transformó en una lucha por sobrevivir.

―Soy mucho más que un monstruo, capitana Raftela ―respondió Ignis con una lentitud perturbadora ―. En este momento soy su peor pesadilla.

Los cuerpos de los cazadores se retorcieron del dolor y sus gritos resonaron por toda la estancia, sintieron como si estuviesen siendo quemados vivos y solo desearon la muerte para ponerle fin a su sufrimiento.

― ¡Mi piel! ¡Mi piel se derrite!

― ¡Mátame! ¡Esto es insoportable! ¡Ten piedad y mátame!

―La muerte es un privilegio que ustedes no merecen ―fue la respuesta de Ignis haciendo que el dolor aumentase y los gritos de sufrimiento se acrecentasen, Ignis nunca antes tuvo la necesidad de torturar a nadie y no lo disfrutaba para nada, pero ellos a sus ojos ya no eran seres humanos, eran peones de una organización corrupta y codiciosa ―. No obtendrán mi piedad.

Los lamentos eran incesantes, como sacados del infierno de la divina comedia, Nix estaba asustado porque era la primera vez que presenciaba el verdadero poder de Ignis Caelestis más no lo detuvo, solo contemplo en silencio y soportaba los horrores de ver a sus ex compañeros siendo torturados.

― ¡Basta! ¡Ya basta por favor!

― ¡Capitana Raftela! ―suplicaron los cazadores ―. ¡Capitana Raftela ayúdenos!

Pero Raftela no se movió de su posición, sus ojos contemplaron el sufrimiento de sus soldados, pero no hizo nada al respecto.

“¿Acaso no siente por ellos?” ―se preguntó Nix ―. “¿Acaso no hará nada al respecto?, ¿Los dejará morir?” Aquella mujer era más fría y desinteresada de lo que Nix imagino.

―Ignis ―dijo Nix haciendo que la tortura del vampiro se detuviese por un momento, su mano sujetó la muñeca de este con fuerza intentando hacer que finalizara lo que estaba haciendo ―. No vale la pena que te ensucies las manos con ellos.

Ignis sonríe y sus ojos castaños destellan un brillo carmesí.

―Lo haré solo porque me lo pides, no porque me nazca tenerles misericordia a sujetos como estos.

Los cuerpos cayeron al suelo como pesados sacos, a pesar de todavía se encontraban con vida eran como cuerpos carbonizados, los ojos abiertos y desorientados incapaces de ver absolutamente nada.

Ignis borro sus recuerdos, y les devolvió sus sentidos, aunque todavía los mantuvo inconscientes para evitar que continuasen con aquella inútil pelea, al despertar no recordarían salvo sus nombres, olvidarían su credo y su vida antes del momento de su nuevo despertar y en el fondo el rey rojo deseo que renunciaran a su propósito y tuvieran vidas plenas y largas.

―Es tu turno Raftela ―dijo Nix con firmeza ―. Ya no tienes más perros a quienes mandar, ríndete y regresa a tu organización, espero que el juicio retorne a usted y se dé cuenta del error cometido.

Más en vez de la respuesta juiciosa que ellos esperaban una carcajada es lo que reciben en su lugar, salvaje y demencial que hizo estremecer al propio Nix, la conocía muy bien más era la primera vez que veía ese lado de ella, Raftela siempre fue calculadora y tan calmada en los momentos de intensa presión, nunca dejaba que su juicio se nublara y ahora era como si fuese una mujer completamente distinta.

―Temo que es demasiado pronto para mostrarse tan confiado Nix ―incluso su voz sonaba peligrosa y el cazador procuro mantener su guardia en alto. Raftela Marian era conocida en la organización por su manejo infalible de la espada y por poseer una técnica letal que le dio un nombre entre los otros capitanes de la organización.

“Raftela la cortavientos”

Y en cuanto vio como el aire alrededor de Raftela empezaba a levantar los escombros de la habitación Nix supo lo que se venía encima y antes de que su capitana pudiese ejecutar su técnica el cazador empujo a Ignis hacia el lado opuesto tomando al vampiro por desprevenido.

― ¡Cuidado! ―grito.

Y en aquel instante una veloz ventisca cortó el muro justo en el lugar en el que Ignis se encontraba hacia un momento, la velocidad y la potencia no pasaron por alto, era casi como si un taladro hubiese pasado por su costado atravesando una de las paredes laterales de la habitación destruyendo todo a su paso incluso una grieta se abrió en el suelo creando una abertura y exponiendo el piso inferior.

Si Raftela no acababa con ellos sin duda el edificio derrumbándose lo haría.

― ¿Cómo pudo el corte de su espada llegar hasta nosotros si se encuentra 3 metros de distancia? ―inquirió Ignis desconcertado.

―Es su técnica de cortavientos ―fue Nix quien respondió su interrogante ―. Es fácil prevenirlo para un ojo entrenado y siempre y cuando lo hayas visto actuar con anterioridad, pero cuando te toma desprevenido es sumamente destructora.

―Confirmo la última parte, está a punto de destruir mi departamento.

―Preocúpate por tu vida.

―Descuida, aunque todo apunte a que será difícil derrotarla a ella y a su cortaviento confió en que lograremos hacerlo.

―Es bueno que tenga los ánimos por lo alto príncipe rojo ―dijo Raftela limpiando la hoja de su espada y haciendo que el metal reluciera como un espejo ―. Nadie logra escapar de mi cortaviento y un príncipe no será el primero.

Raftela vuelve a agitar su espada y la ventisca cortante de nuevo se desata destruyendo muebles y todo lo que se encontrase a su paso. Nix y Ignis lograron esquivarlo, aunque este último lo hizo a duras penas, la herida en su brazo todavía lo entorpecía y hacia que sus movimientos fuesen más lentos.

―Tenemos que salir de aquí antes de que lo destruya todo y a nosotros en el proceso ―dijo Ignis protegiendo a Nix de los ataques de Raftela.

―Yo la distraeré y tú puedes correr a la salida.

―No lo haré ―dijo Ignis con firmeza ―. No te dejaré aquí así que descarta eso de inmediato.

―Su espada es letal y su técnica mortífera, si solo logra rozarte quemara tu piel. Eres un vampiro debes de protegerte de las armas de los cazadores.

― ¿Y qué hay de ti? Si su cortaviento te alcanza también terminara contigo. ¿Crees que mi madre se contentara con la muerte de uno de nosotros? Nos quiere a los dos, tenemos que salir juntos de aquí y no hay margen para el error.

De nuevo la técnica de Raftela se hace presente y una vez más una ráfaga pasa al costado de ellos destruyéndolo todo y rompiendo las ventanas, la luz del sol se filtra haciendo que sus rayos toquen la piel de Nix ocasionándole un inmenso dolor. Sus estigmas que hasta ese momento se mantuvieron controlados parecían despertar creciendo como un ramaje por toda su piel.

―No puede ser, lo hizo a propósito ―los puños del cazador se apretaban con fuerza.

― ¿Te duele Nix? ―Raftela parecía disfrutar el ver el suplicio de su ex discípulo ―. Eso servirá para mantenerte quieto y dispuesto a recibir mi espada.

La maldición parecía lograr el propósito que Raftela esperaba, por mucho tiempo desde que Nix era consciente de su “rara enfermedad” siempre se ocultó de los días soleados como aquellos seres a los que daba caza en las noches cuando el viento noctámbulo calmaba el ardor de su piel. Sus estigmas disminuyeron hasta alcanzar el punto de lucir como tatuajes. Nunca supo la razón de su mal ni porque nació de esa forma hasta ese momento en el que la verdad se le reveló y conoció su maldición.

Era la primera vez desde que fue criado bajo el ala de Raftela que Nix era bañado por la luz del sol, su piel empezó a volverse roja y los estigmas en sus pies brillaron de un intenso color carmín. Nix tuvo unas fuertes ganas de arrancarse la piel, cualquier dolor sería tolerable en lugar de resistir la sensación de ser quemado vivo.

― ¡Capitana! ―el dolor era tan fuerte que incluso las lágrimas salían de sus ojos.

― ¡Nix! ―ese fue el grito de Ignis a quien el sol también afectaba más logro tolerarlo pese a que su piel empezaba a tornarse ennegrecida y un humo brotaba de él.

―Ocúltate o morirás ―dijo Nix intentando incorporarse ―. ¡Corre Ignis! ¡Corre ahora!

― ¿Qué es lo que harás ahora Ignis-sama? ―dijo Raftela aproximándose hacia el vampiro a quien el sol había sometido dejándolo en el suelo completamente a la merced de una letal arma como la capitana Marian ―. ¿Huiras y dejaras a tu querido príncipe blanco o te quedaras y morirás honrosamente a su lado?

―No abandonaré a Nix ―fue su respuesta y sus ojos asesinos observaron aquel rostro burlesco.

 

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