IV

No tardó en efectuarse la boda, todos en la servidumbre estuvieron muy ajetreados dado a eso.

El evento fue demasiado tedioso, y al esa ser la primera boda de esa magnitud para Christian, le constó demasiado adaptarse a sus compañeros mientras organizaban todo en la casa para la celebración. La boda sería en la iglesia más popular de la ciudad y la ceremonia sería en la gran mansión del señor Winston, dado que después harían otra fiesta en la playa y de ahí sería la luna de miel de tres semanas enteras en europa.

Todo eso ocurrió de una manera extraña para Christian, pues en un principio parecía que el tiempo pasaba demasiado lento y luego parecía ser que, al contrario, iba en extremo rápido, y así sucesivamente en un sube y baja hasta que al final llegó la culminación del evento y los novios se retiraron a un extremadamente lujoso hotel a las afueras de la ciudad, en donde pasarían la noche hasta el día siguiente, cuando partirían sin demora a la playa donde celebrarían la segunda fiesta — más exclusiva que la primera— para posteriormente partir a su luna de miel en el extranjero.

Eso sin duda le gustaba a Christian, pues luego de todo el estrés producto de la ceremonia, cada sirviente tendría una semana de descanso por turnos. Esa era su semana, así que lo aprovecharía llendo a ver a su padre, como era costumbre, pero primero planeaba pasar a su cafetería preferida antes.

Al llegar al local, pidió lo de siempre, pero al buscar una mesa donde sentarse encontró que el lugar estaba completamente llenó y no podría sentarse. Se decepcionó ante ese hecho, y estuvo a punto de irse hasta que su mirada captó a la misma chica con la que había compartido mesa en ese mismo lugar unas semanas atrás.

Sonriendo se acercó a ella, pensando que era hora de voltear la situación, siendo él ahora quién le pidiera poder compartir su mesa con ella como la vez pasada ella misma le había preguntado si podía sentarse con él.

Al llegar a la mesa con su pedido, ella levantó la vista y sonriendo en cuanto lo vio parado frente suyo, dando una rápida mirada a su alrededor antes de ponerse de ofrecerle la silla frente a la que ella se encontraba ocupando sin siquiera darle chance a preguntar nada.

Una vez él estuvo sentado, le dedico la palabra a la joven .

— Gracias — dijo él.

—No es nada, el lugar está demasiado llenó últimamente, es correcto que ahora sea yo quien te ofrezca un lugar — respondió ella, jugando con su propio pedido de café.

— Parece que este lugar a adquirido demasiada popularidad últimamente, creo que tal vez debería buscar otro café menos frecuentado para pasar el rato — comento él.

— Bueno, si encuentras alguno así te agradecería que lo compartieras conmigo, pero mientras tanto, puedes estar seguro de que contarás con una mesa en este lugar si yo estoy aquí y he conseguido una.

— Te lo agradezco entonces, y puedes estar segura de que te informaré si logro encontrar una cafetería más tranquila — aseguro él.

Ella sonrió de nuevo, dando un sorbo a su bebida antes de seguir hablando.

— Hace un tiempo que no te veía por aquí de nuevo, Chris. Tu trabajo debe ser muy ajetreado, parece; creí que no volverías por aquí.

— Como has dicho, mi trabajo es muy ajetreado y no había tenido tiempo para venir otra vez — respondió él.

— ¿Trabajas en la mansión Winston, no?

— Sí, así es, pero, ¿cómo lo sabes?

— Ah, he estado ahí alguna vez y me pareció recordar haberte visto ahí — aclaro ella.

— ¿En serio? ¿Eres alguna clase de socia del señor Winston? Lo siento, es solo que yo no recuerdo haberte visto antes allí.

—No te preocupes, y sobre lo primero, es muy en serio, aunque más que una socia, podría decirse que soy una conocida del señor Winston y su primera mujer.

Lo último lo dijo de una manera que parecía demasiado pensativa, como si de repente su humor hubiera decaído luego de haber recordado algo.

— Entiendo, entonces quizá volvamos a vernos por ahí alguna vez.

— Sí... Quizá.

Christian decidió que lo mejor era llevar la conversación por otra lado, imaginando que tal vez las cosas no habían ido muy bien con los Winston, aunque era raro, dado que ella era una mujer joven, bastante más joven que los señores Winston, por le que no podía imaginarla como una amiga de la familia que había terminado por distanciarse de ellos de mala manera dada la forma en que hablaba.

No pudo evitar recordar su nombre, y el hecho de que la hija de los Winston también era Rosali. Ross. La mujer frente a él parecía rondar la misma edad que la que ahora tendría la hija de su jefe.

Había rumores de que la joven andaba por la ciudad.

—Ah, lo siento, tengo que irme. Fue bueno verte otra vez, Christian, espero verte pronto. No te preocupes por tu cuenta, yo la pagaré, hasta luego.

Ella se paró de golpe, como si quisiera escapar con urgencia del lugar, y sin que él reaccionara con tiempo, ella ya se habia abierto pase por el lugar hasta llegar a las cajas, y luego de pagar rápidamente se marchó de ahí tan rápido que pareció como si nunca hubiera estado presente en primer lugar.

Ese día, por la tarde, Christian llegó a casa de su padre y una vez que estuvieron a solas, el hombre no tardó en preguntarle acerca de la ostentosa boda del señor Winston.

— ¿Qué puedo decirte que no hayas visto en televisión? Fue costosa y extravagante. La verdad no pude ver mucho, tenía que trabajar así que no es como que pueda darte grandes detalles como lo haría un invitado.

— Lo imagino cariño, y eso es realmente lo que me interesa saber. ¿Fue mucho trabajo? ¿No te sobre exigiste? Debes estar cansado, ve a descansar un rato campeón.

— Fue bastante pesado, pero estoy bien papá, no te preocupes, he descansado lo suficiente y ya lo haré otra vez en la noche, pero ahora quiero pasar tiempo contigo.

— Como desees hijo. Y dime, estuvo sonando mucho ese rumor de que la joven hija de tu jefe ha estado por los alrededores, incluso se rumoreo que había llegado a la ciudad para la boda. Fue real, ¿estuvo presente ahí?

— No, no lo estuvo. De hecho, en cuanto escuchó el rumor, el señor Winston intento contactarse con ella, pero no consiguió nada, ni siquiera que le contestará las llamadas. Y el día de la boda estuvo ansioso, como si esperara algo, pero para mí fue claro que esperaba encontrar a su hija ahí, y su cara de decepcionó una vez se dio cuenta de que no sería así fue bastante triste, pesé a qué la felicidad de su boda no pudo opacarse por completo.

— Pobre hombre, pero al menos la paso bien en su boda — dijo el padre, restándole importancia al asunto.

— Sí — respondió él, aunque por dentro aún pensaba en la chica del café, y en la extraña posibilidad de que pudiera ser esa hija.

Transcurridos tres meses, la nueva señora Winston estaba embarazada.

Realmente no se habían tomado un tiempo para disfrutar como esposos, ellos solos, y pronto esperaban a su primer hijo.

El señor Winston se puso ansioso, él ya había tenido a una hija antes, pero de eso hacía veintitrés años, por lo que claramente había perdido la práctica y ya no recordaba mucho lo que era.

Por otra parte, Alejandra Winston sería madre primeriza, así que estaba igual o peor que el hombre, pero ella —a ojos de Christian y el señor Thomas— no parecía demasiado nerviosa como se imaginaria que lo estaría una madre primeriza. Más bien parecía demasiado satisfecha y resuelta.

Desde el regreso de la luna de miel, obviamente la nueva señora Winston había estado viviendo en la mansión, la cual ahora era su hogar. Aún con eso, la mayoría de la servidumbre no había servido directamente a ella, pues luego de que todos fueran presentados ante su nueva ama, está solo había pedido sus órdenes personales a dos de las sirvientas —las mismas que siempre estaban cuchicheando sobre los sucesos en la mansión — y a nadie más por el momento.

No había problema con eso, todos estaban acostumbrados a un ritmo así que el no tener muchos cambios significativos de golpe fue un consuelo para la servidumbre. Aparte de las dos sirvientas, los cocineros fueron los únicos que en verdad notaron el cambio, pero siempre tan profesionales en lo que hacían que la verdad pareció que el cambio no les había costado mucho.

El padre de Christian era un hombre muy curioso, por lo que cada semana que él tenía de descansó, el otro hombre se encargaba de preguntar los pormenores sin vergüenza alguna, siendo alguien interesada en los chismes casi que de nacimiento. A él le gustaría decir que su padre se encontraba mejor, pero parecía que su malestar no quería dar tregua y, según los informes de Fernanda, había días en que se ponían más pesados para el pobre hombre enfermo, que evitaba decirle nada a su hijo, no queriendo preocuparlo de más.

Christian había considerado buscar otro empleo para intentar poder darle mejor vida a su padre y más atenciones médicas, pero nunca encontró alguno y la mansión Winston parecía ser la mejor opción.

Uno de los temas que más había estado dando de que hablar en la mansión a secreto de los amos, había comenzado desde que llegó la noticia del embarazo de la señora Winston, y era sobre la herencia del señor Winston. Dado que Rosalí, la primera hija del hombre, no había dado ni sus luces desde que la habían alejado de la mansión a los trece años, todos se debatían si el señor Winston llegaría a decidir despojarla de la herencia y dejar todo a su nuevo heredero en camino.

Algunos creían que era lo justo, dado lo mal que la joven mujer se había estado comportando con sus padres desde entonces, pero había otros que creían que no era justo y que entonces eso pondría ante los medios a la nueva señora Winston como una mujer astuta y demás cosas por el estilo.

Christian no sabía que pensar al respecto, por un lado estaba el hecho de que en verdad se había sorprendido de la reacción de Rosalí hacía sus padres, dejándolos de lado y no teniendo ni un poco de gentileza con ellos; por el otro lado estaba la conversación con el mayordomo que aún seguía presente dada la extraña manera en que la señora Alejandra había aparecido y logrado de inmediato ocupar un lugar tan privilegiado como el que ahora tenía.

Era por esos motivos que él procuraba no decir nada con sus compañeros, y se dedicaba a su trabajo sin pensar mucho en ese tema que nada de relevancia tenía para con él; pero parecía que su destino era enterarse de todos los detalles de ese asunto sin desearlo, porque siempre terminaba escuchando las cosas aunque no fuera su intención hacerlo.

En esa ocasión, había sido llamado por el señor Winston ha su oficina; cuando llegó, el hombre se encontraba en una llamada telefónica, por lo que solo le dio un gesto rápido de que pasará y tomara asiento sin dejar de hablar con la otra persona al otro lado del teléfono.

Christian hizo lo que se le dijo y espero, sentado pacientemente frente a su jefe.

—Me has escuchado bien, Rosalí. Estoy cansado de ésto y está es la última vez que te lo pido, o vuelves ahora y permaneces a mi lado como mi hija y heredera, o te olvidas de toda la herencia y jamás volverás a ser vista como una hija mía —exclamo el señor Winston con bastante seriedad.

—Sabes que tú herencia no me importa —respondió con algo de burla entre mezclada con fastidio la voz al otro lado de la línea, una voz que a Christian le pareció algo familiar.

—¿Enserio prefieres entonces que todo quede a nombre de tu nuevo hermano en cuanto nazca? —inquirio el hombre mayor, con un tono de superioridad y triunfo en la voz, como si estuviera utilizando un truco bajo la manga.

— ... ¿Tan pronto vas a tener otro hijo? Me preguntó qué opinaría mamá de eso.

— No creo que te interesará lo que pudiera pensar de todas formas, ni siquiera te interesaron sus últimos deseos...

— No puedes decir que no somos familia entonces, ¿he?

—Basta, Rosalí, no tengo humor para tus juegos. Sé clara y dime de una vez, ¿volverás conmigo y actuaras como una heredera digna, con todo lo que eso implica, o renuncias por completo a ese título y al apellido Winston?

»Tengo todo listo para lo que decidas, quién se encargará de ir a llevar los trámites correspondientes ya está aquí, escuchando nuestra conversación y esperando mi orden para proceder de una vez con lo que sea que decidas, así que en cuanto digas lo que quieres, le daré a Christian dichos documentos y no habrá vuelta atrás.

La línea se mantuvo en silencio por largo rato, a lo que Christian se removió incómodo en su asiento, espectante a lo que se decidiría y bastante confuso luego de saberse envuelto en un embrollo tan importante como ese.

Cuando la joven volvió a hablar, él se sobresalto de la sorpresa en su lugar, y se sintió algo asustado dada la seriedad en la voz al otro lado del teléfono.

— Está bien, volveré a la mansión contigo e interpretaré ese papel de la heredera perfecto.

Respondió Rosalí, pero no quedó claro si estaba satisfecha o maldecía su suerte. Él señor Winston no pareció interesado en eso, y completamente complacido de lo que oía, no demoró nada en felicitarla y dar las indicaciones necesarias tanto a su hija como a Christian.

Dado que él mayordomo había estado muy ocupado, la orden de llevar los respectivos documentos para proceder con el regreso de Rosalí como hija y heredera de los Winston, recayó en manos de Christian.

La noticia no tardo en llegar a toda la mansión, por lo que todos se prepararon para tal suceso. Él señor Winston pronto les ordenó organizar la fiesta de bienvenida para su hija, así que una vez más la casa estuvo de cabeza para los empleados que iban y venían atareados con sus respectivas labores.

Fue justo en ese momento cuando la máscara de buena mujer de Alejandra callo ante los empleados de la mansión, pues justo cuando se enteró de la noticia, su humor se volvió oscuro; no demostraba cambio alguno frente a su marido, pero con la servidumbre era otra cosa. Christian lo había escuchado de las dos sirvientas cercanas de la señora Winston, de pronto se la pasaba de mal humor y comenzó a tratarlas cruelmente.

El mismo Christian fue víctima de la mujer el mismo día de la fiesta de bienvenida de Rosalí Winston; el joven estaba llevando el vestido de la señora que había llegado recién de la lavandería, así que al momento de cruzar por el pasillo que daba a la habitación de su jefa, se topo de golpe con ella y termino empujándola por accidente.

—Disculpeme señora, fue un accidente no la vi —explico angustiado le sirviente.

—¿Un accidente? Es porque eres un inútil que no mira por dónde camina. Dame el vestido y lárgate de mi vista, muchacho estúpido — rugió con irá la antigua enfermera.

— Si señora Winston, con su permiso señora — Christian le entrego el vestido y se marchó a prisa del pasillo, llendo directamente a cumplir el resto de sus labores, pero en su interior estaba demasiado inquieto y preocupado luego de su desagradable encuentro con la señora Winston.

Al haber visto ese lado cruel en la mujer se asusto tras nunca haber sido tratado así antes por sus jefes, y luego se preocupó pensando en lo que sería en el futuro, pues si esa era la verdadera cara de la mujer, los empleados se las verían difícil para soportarla. Una cosa era que él se sintiera desconfiado al creer que la señora había sido una mujer muy astuta aprovechandose de la situación del señor Winston, pero esto era muy diferente al ver qué no solo era una mujer ventajosa, sino que además era interesada —dado que era obvio que su mal humor se debía al regreso de la heredera del señor Winston—, y cruel con la servidumbre además.

Lo hablo con el mayordomo en cuanto se toparon, y el hombre mayor afirmó que también había tenido su propia ración del mal carácter de la señora, y que era algo que sería muy común para una persona de tan bajos valores como ellos habían previsto que era Alejandra.

Para la noche, la casa ya se encontraba explendidame arreglada y todos esperaban con paciencia la llegada de los invitados y de la joven Winston; sin duda sería una noche ajetreada, pero se les había prometido buena paga por eso, así que no podían quejarse siendo un trabajo que les sería bien pagado.

Los invitados llegaron, comenzando así con la labor de la servidumbre a servirles en lo que se requiriera; el ambiente era tranquilo pero agradable, aunque para la media noche, el señor Winston ya se encontraba lo suficientemente ansioso luego de revisar su reloj con insistencia y comprobar que su hija no se dignaba a aparecer pesé a la hora que era. Para ese punto, parecía que la joven no mostraría ni sus luces hasta que los invitados se hubieran marchado.

Justo cuando el señor Winston tomaba su celular, la puerta se abrió haciendo que todos en el lugar guardarán silencio.

Una joven atractiva de cabellos negros y ojos oscuros, vestida en un traje a medida, ingreso al lugar, portando una mirada desdeñosa que recorrió todo el salón hasta terminar en su progenitor.

Una joven a la que Christina ya había visto antes. En el café.

Rosalí resultó que en verdad era como él había llegado a pensar que podría ser.

La joven camino hasta el centro del lugar y saludo a todos con cordialidad, pesé a su expresión, comportándose con modales impecables mientras recorría la habitación hasta llegar a la otra esquina, donde estaban su padre y su madrastra.

La joven no dijo una palabra una vez ante ellos y la mirada que le dirigió a la otra mujer fue peor a la que le había dado a su padre, claramente ese gesto había pasado desapercibido para los invitados a los que les daba la espalda, pero no para Christian que se encontraba cerca de ellos, haciendo su deber.

—Por fin llegas, hija —afirma el señor Winston.

—Prácticamente me obligaste a hacerlo, padre —refunfuña Rosalí.

—Yo no te obligue a nada, hija, solo te deje las cartas sobre la mesa de una vez, como debí hacer antes —se justifico el padre.

—Claro, que se resumé a lo mismo: tú sabías lo que yo escogería, así que prácticamente. me orillaste a esto —volvió a reclamar la hija.

—Mhm, Rosalí, es un gusto verte de nuevo; la última vez te fuiste demasiado pronto y no pudimos despedirnos —intervino Alejandra.

La joven volvió su mirada a ella, endureciendo su gesto en clara muestra de desagrado, pero la otra pareció no percatarse, o simplemente fingió no ser consciente de eso y siguió sonriendo a la chica.

—Es porque claramente no tenía intención de despedirme o estar ahí siquiera —gruño la otra.

—Ah, bueno, me gustaría agregar que ahora que somos familia, debes saber que puedes contar conmigo para lo que necesites y buscar mi ayuda o consuelo si alguna vez lo requieres, es decir, no puedo tratar de suplantar el lugar de tu madre, pero me gustaría que tuvieras confianza conmigo y me reconocieras como tú madrastra, como alguien cercana a ti —agrego Alejandra, volviendo a actuar como si nada hubiera ocurrido.

—Tampoco me interesa tu propuesta, así que olvídalo —responde Rosalí.

El señor Winston trata de reprenderla, pero la joven solo se da la vuelta y se aleja de ellos antes de permitir alguna palabra más. Inmediatamente Christian se oculta entre la gente y lo evita, notando que la joven recorre con la mirada todo el salón, como buscando con esmero a alguien en específico.

Él no sabe porque se está escondiendo, pero en ese momento solo tiene claro que no desea que ella lo vea ahí ahora.

Decir que se la paso toda la noche escondiéndose en lo posible de la joven, no es una exageración.

Eso probablemente podría causarle problemas con sus amos al no estar cumpliendo correctamente con su trabajo tras intentar ocultarse de la chica, pero había suficientes sirvientes y sirvientas atendiendo en el lugar por lo que su ausencia no se echaría mucho en falta, y los señores tampoco parecían concentrados en eso, así que no debería meterse en problemas con ellos.

Fue hasta el día siguiente en que supo con certeza que no podría seguir escondiéndose de la joven, pues ahora él sería su sirviente realmente, y dado que Rosalí debía pasar más tiempo con su familia, no podría escabullirse mucho tiempo y por ende pasaría bastante tiempo en la mansión, así que sin duda se verían seguido, a menos que la heredera optará por hacer lo mismo que su madrastra y solicitar a solo un par de sirvientas para atenderla personalmente y nada más.

Él deseaba que fuera así, pero por el momento no se había dicho nada, así que temía el momento de encontrarse con ella; sería vergonzoso, no porque se avergonzara de su trabajo, si no que más bien se sentiría incómodo tratando profesionalmente a la joven con la que había charlado tan animosamente y sin formalidades en la cafetería un par de veces.

Había podido escaparse de ella iniciando el día, pero una vez que la hora del desayuno llegó no fue así, pues la joven ama había decidido desayunar en su habitación y dado que Christian fue el primer sirviente en toparse con el mayordomo, le tocó a él recibir la orden de llevarle el desayuno a la habitación a la joven ama.

Antes no se había quejado de poseer mala suerte, pues aunque había ciertas situaciones en las que podía afirmarlo, realmente no lo había sentido como mala suerte, o no había querido pensarlo de esa manera; sin embargo, en ese momento y tras estar a la mitad del camino de la habitación de la joven, claramente estuvo seguro de que no era nada más que mala suerte.

Al llegar ante la puerta, tuvo cuidado de no derramar nada con sus manos temblorosas, y con cuidado llamo con suaves golpes en la madera, esperando unos segundos antes de recibir la indicación de que podía ingresar.

Pero no solo recibió el permiso de entrar a la habitación, si no que la puerta fue abierta desde dentro por alguien más —alguien que claramente era Rosalí Winston —.

La joven solo vestía una bata larga de dormir , pero aún así dejaba a la vista un considerable fragmento de las piernas ; no era la primera vez que veía un cuerpo tan bien trabajo, pero si era la primera vez que ese cuerpo estaba a escasos centímetros suyo, así que fue inevitable que un sonrojo avergonzado bañara su rostro. No sabía muy bien a dónde dirigir su mirada, a sus ojos definitivamente no, pero tampoco un poco más abajo pues sería incorrecto e incómodo, aún más con el escote revelador de la bata, y abajo estaba lo mismo con las piernas descubiertas.

La joven le sonrió y se hizo a un lado para dejarlo pasar, cerrando la puerta detras de él y tan solo mirándolo fijamente mientras él dejaba la charola en la pequeña mesita que había en la habitación.

Justo cuando él terminaba su labor y se disponía a marcharse, ella permaneció de pie frente a la entrada, impidiendo cualquier huida y hablo.

—De pronto eres muy silencioso, Chris.

La forma en que pronunció su nombre le dió una sensacional extraña, la palabra había salido de una manera particular, casi demasiado sensual y traviesa, pero Chris no se atrevería a divagar más con ese pensamiento, especialmente si era sobre su jefa, agregando los siete años de diferencia entre ambos y sazonandolo con que la chica no se encontraba de manera muy presentable en ese momento.

—¿Dis- Disculpe?

—Dije que de pronto eres muy silencioso, Chris.

De nuevo ese tono en su nombre, sin duda esa joven bribóna se estaba diviertiendo a su costa.

—Es parte de mi trabajo ser silencioso, señorita.

—No me gusta que me llames señorita, soy Ross, como me llamabas en la cafetería.

—Eso era cuando no sabía que usted era la hija de mi jefe, señorita, pero ahora que es mi ama no podría llamarla de otra manera.

Ella se cruzó de brazos, con una mueca de diversión en el rostro.

—Tú puedes llamarme como quieras, Chris, menos señorita. Sabes, me agradas bastante, así que no tengo problema en olvidar las formalidades ama-sirviente, al contrario, me gustaría mucho que tú las dejaras de lado.

—No, disculpe, pero eso sería muy inapropiado ahora, me metería en problemas si alguien me escuchará llamarla tan informal.

—No te preocupes por eso, entonces si te hace sentir más cómodo puedes hacerlo cuando estemos a solas, pero en verdad me interesa que lo hagas. He regresado, como ya sabes, por causa de mi padre, y no puedo confiar completamente en nadie más, pero sé que puedo confiar en ti, y el haber hablado antes en el café me hace sentir como si de pronto tuviera un amigo en este lugar. ¿Me llamaras por mi nombre cuando estemos a solas?

Inquiere ella, luciendo tan sincera que Christian se vuelve completamente consciente de que no podrá negarse por mucho que se esfuerce.

—Esta bien, se—... es decir, Ross.

—Así está mejor —afirma ella, con una radiante sonrisa en el rostro —. Gracias, Christian.

—No tiene que darlas, con su permiso Rosalí, si no se le ofrece nada más, me retiro.

—Espera, sí se me ofrece algo más; desayuna conmigo.

—¿Disculpe?

—Que desayunes conmigo, por favor.

—Pero... No puedo hacer eso, tengo trabajo, además eso sería sobrepasar los límites, aún más que llamarla por su nombre.

—No pasará nada porque yo te lo pedí, además, nadie debería enterarse si tanto te preocupa.

—Pero tengo trabajo, si no voy pronto a hacerlo, ellos se molestarán o sabrán dónde estuve demorandome.

—No te preocupes por eso — volvió a insistir ella— yo acabo de pedir que tú seas quien me atienda personalmente, así como la nueva mujer de mi padre puede tener a dos de las chicas para servirle personalmente, yo puedo tener a quien quiera. No es que quiera que suene mal de ninguna manera, es solo que así es como es para los demás, pero realmente me gustaría pasar el tiempo con un amigi aquí.

Él intenta escapar de otra manera, pero no pudo pensar en ninguna, además de que le pareció muy conmovedor el que ella pensara de esa manera. Al final, se rindió y termino sentado frente a ella —moviendo primero con prisa una silla para ella y luego tomando asiento él—, tomando un desayuno agradable juntos.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play