Justo como todos se habían imaginado, la enfermera Alejandra no tardó en ser presentada oficialmente como pareja del señor Winston; nadie pudo impresionarte realmente por eso hecho, al menos nadie en la mansión lo hacía, pero fuera de ella, los medios nada perezosos estallaron en críticas mayoritariamente agresivas contra el señor Winston — salvo por aquellos que tenían su favor y no querían arriesgarse a perderlo—.
Aunque la señorita Alejandra ya era la pareja oficial del famoso hombre, Rosalí no había cruzado palabra con ella y únicamente la veía de lejos cuando entraba o salía de la mansión. La mujer parecía ser gentil y alegre, al menos con el señor Winston, pero Rosalí se astenia de decir algo al respecto, pues realmente no podía quitarse la mala sensación que le dejaba la presencia en la mansió.
No era la única que lo sentía así; el señor Thomas, el mayordomo, pensaba igual que algo extraño debía de haber con una joven que había aparecido en cuestionables momentos a la vida del señor Winston, más ambos eran lo suficientemente inteligentes como para decir nada al respecto a alguien más que a ellos mismos. Las sirvientas incluso estaban algo asustadas ante la perspectiva de una nueva ama, pero alguna que otra más bien se mostraban emocionadas de que su posible futura señora fuera esa mujer de apariencia amable y sensible, así como muy bonita.
De cualquier forma, nadie tenía derecho a decir nada sobre el tema, solo el señor Winston tendría palabra sobre si al final terminaría casándose con ella o no.
Y fue hasta dado un mes más cuando se supo la respuesta a esa interrogante.
Mientras ayudaba en las cocinas a tener lista la comida para el señor Winston, escucho al chef hablando con todos ellos para variar sobre lo que creía.
—Me acaban de informar que no debemos preparar cena más que para nosotros, la servidumbre, puesto que el señor solo comerá aquí e irá a cenar fuera —dijo el hombre.
—Bueno, eso no es nada nuevo —protesto una de sus ayudantes—, el señor Winston seguido sale a comer fuera, incluso lo hacían con mayor frecuencia junto a la señora Winston cuando ella aún no enfermaba.
—Esa es la cosa, creo que ha llegado el momento de dejar de referirnos a la señora Winston y hacernos a la idea de una nueva señora Winston — volvió a insistir el cocinero.
—¿Por qué lo dices? ¿Acaso te has enterado de algo que nosotros no? —quiso saber Rosalí, demasiado intrigada con las implicaciones del hombre.
Él la miro a ella con una sonrisa de alguien que sabía algo que la s demás no y que se divertía por ello.
—No es nada confirmado, pero yo estoy seguro de ello. El señor Winston planea ir a uno de los lugares más lujosos en la ciudad a cenar con la señorita Alejandra, además de que escuche que rento todo el lugar para ellos solos.
»Sé lo que dirás ahora, señorita Rosalí, pero me adelantó a ti y respondo: es posible que solo quiera privacidad con su cita, sin embargo la situación me recuerda tanto a cierta ocasión con la difunta señora Winston que dio mucho de que hablar a los medios en su tiempo.
Rosalí supo en seguida a lo que se refería, hablaba de la escandalosa noticia que fue cuando el señor Winston le pidió matrimonio a su ahora difunta señora. Si bien, ella no lo recordaba pues solo era una niña cuando ocurrió, su padre se encargo de contarle a detalle dicho suceso una vez se enteró quienes serían sus nuevos jefes.
—Entonces, ¿dices que el señor Winston le pedirá matrimonio a la señorita Alejandra? — inquirió ella, sintiéndose nerviosa de manera inentendible.
— Sí, estoy el noventa y ocho porciento seguro de eso —se jacto el cocinero.
— ¿Y el otro dos porciento? —interrogo Rosalí.
— Eso solo lo dejo en caso de estar equivocado, no me gustaría quedar en vergüenza si no es así y haberlo afirmado con un cien porciento de seguridad — respondió, guiñandole un ojo a manera de juego a la chica.
Despues de eso, Rosalí fue la encargada de ir a avisar al amo que la comida estaba lista, y ese fue su boleto para obtener de una vez por todas la respuesta.
Él señor Winston estaba en su estudio cuando ella llegó, la hizo pasar y luego de que ella diera el aviso que la había llevado hasta ahí, él le hablo, queriendo de nueva cuenta tener a una confidente.
—Hoy iré a cenar con Alejandra... Pienso pedirle matrimonio.
—Me alegro por usted señor.
—Gracias, solo espero que ella acepte — él se burló, como si hubiera dicho una broma.
— Confío en que lo hará, señor.
— Sí... La cosa es que, Rosalí, te cuento esto porque, de nuevo siento que debo hablarlo con alguien. Siento que es muy apresurado, pero a la vez me emociona tanto que no creo poder atrasarlo más tiempo.
— Bueno señor, solo usted puede decidir lo que hará, yo solo puedo ayudarle un poco a despejar su mente de una manera muy popular en mi familia. ¿Usted en verdad la ama, o solo se siente atraído y sin soledad con ella? ¿La visualiza como su esposa, ocupando el lugar de su antigua esposa pero sin que llegue a compararlas? ¿Cree poder ser feliz a su lado y hacerla feliz pasados los años? Respondase a sí mismo estás cuestiones y hágase algunas más antes de ir a su cita está noche, y una vez que tenga las respuestas claras entonces sabrá exactamente que hacer.
»Compermiso.
Ella se retiró del lugar, dejando a su jefe perdido en sus palabras. Más tarde, por la noche, escucho del mayordomo decir que se afirmaba que Christian, el hijo de su amo, había sido visto por los alrededores en la ciudad, por lo que se rumoreaba que quizá había ido para un evento importante, entre los cuales el que más se creía era la cercana boda de su padre, por lo que Rosalí imagino que seguramente la pedida de matrimonio no tomaría a Alejandra de tan sorpresa.
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