Christian era consciente de que la causante de ese cambio era la enfermera que había auxiliado a la doctora a cargo de la difunta señora Winston, pero dado que él se había encontrado fuera de la mansión cuando eso ocurría, sentía que todo era en realidad algo lejano, como si no hubiera pasado hasta que él fuera testigo de nada por cuenta propia.
Pero claro, eso fue hasta que vio al señor Winston saliendo de su oficina con la mujer rubia a su lado, ambos luciendo sonrientes y animados; ese fue el momento exacto en que Christian previo que pronto tendrían a la nueva señora Winston en la mansión, y una mezcla de sentimientos extraños lo invadió. Extrañaría a la antigua señora Winston, pues ella en vida había sido una mujer carismática y, si bien no muy allegada a sus empleados, gentil con el personal en su casa; pero nada podía hacerse y si el señor Winston creía que podía superar su muerte con una nueva compañera, estaba bien, él era consciente de que no debía sentir temor por ese —muy posible suceso— pues mientras hiciera bien su trabajo y no interfiriera en los asuntos de sus señores, no había porque tener problemas con la nueva mujer de su jefe.
Por la tarde el clima estaba lluvioso y las calles, aunque repletas de autos, estaban casi desoladas de transeúntes dada la lluvia; él se encargo de llevar el correo al señor Winston hasta su oficina, la mujer rubia se había marchado en la mañana, luego de salir sonriendo de la oficina del hombre, y había corrido con la suerte de que la lluvia no comenzará sino hasta empezada la tarde, aunque no habría tenido mucho problema al haber terminado siendo llevado a su hogar por el chófer del señor Winston.
Cuando Christian entregaba la correspondencia a su jefe, este parecía muy distraído y sonriente, por lo que él no pudo contenerse en hablar, indagando en algo que de todas formas ya sabía.
—Parece contento señor Winston, es bueno verlo bien.
—Gracias, Christian. En realidad estoy contento — respondió el mayor—. Acabo de acordar una cita con la señorita Alejandra, no sé si te acuerdes de ella.
—Lo hago señor —afirmo el joven.
—Pues bien, esa es la razón de mi buen humor...
Él se quedó pensativo un rato, mirando hacía su escritorio con seriedad, y cuando su mirada regreso al otro hombre su expresión había cambiado radicalmente y ahora ya no quedaba rastro de la antigua felicidad.
— Sé que no es correcto involucrarte tanto en mis asuntos personales, pero en serio necesito hablar con alguien de esto. Christian, ¿crees que esté mal al salir con otra mujer a un mes de haber muerto mi esposa?
»Me siento miserable cada vez que lo pienso, pero sé que de otra forma no podré sacar el dolor de mi corazón y temo perderme en el hombre en el que me había convertido tras su partida.
El sirviente se quedó pensando en la cuestión un momento, sabiendo que a su parecer si se veía algo mal que la señora Winston no llevará ni siquiera medio año muerta y su esposo ya hubiera conseguido a alguien más, pero por otra parte estaba el hecho de que era verdad que él otro hombre era un hombre débil en lo que a la soledad y la perdida respectaban, por lo que de no conseguir a alguien más que estuviera a su lado llenando el vacío dejado por su mujer difunta, era seguro que volvería a caer en ese estado miserable del que había sido presa y eso sería malo, no solo para él, sino para muchas personas más, Christian entre esas personas.
Dejando de lado la moral y lo que sus sentimientos acerca de la pobre señora Winston le decían, Chris respondió a la pregunta en base a lo que su cabeza pensaba.
—No creo que esté mal, señor Winston. Es cierto que puede ser juzgado cruelmente por los medios una vez se enteren, pero si esa señorita lo ayuda a volver a ser el hombre que siempre a sido y no caer en depresión, entonces creo que no debe dejar ir la oportunidad y buscar su bienestar.
Él señor Winston volvió a permanecer en silencio, luciendo pensativo, pero no demoró en sonreír de nuevo y asentir hacia el joven. En cuanto hablo, Christian supo que había dicho las palabras correctas en el momento adecuado.
—Te lo agradezco, Christian —dijo el hombre mayor— En una hora iré a mi cita y no quedara mucho trabajo por hacer, así que, ¿por qué no te tomas el resto de la tarde libre?
—¿Está seguro de eso señor? —cuestiono el joven, sorprendido por el repentino permiso de su jefe.
—Lo estoy, los demás no se morirán si te ausentas unas horas, así que aprovechalas, pero eso sí, no vuelvas muy tarde, sabes lo peligroso que podría ser si vuelves demasiado noche.
—Claro señor. Muchas gracias señor, y suerte en su cita.
Él se despidió con educación de su jefe y salió del lugar sin lucir demasiado emocionado por las palabras de su jefe, pero por dentro si que estaba contento de disponer de unas horas libre, así que se encamino a su cuarto y luego de una ducha rápida, salió a la calle con un objetivo en mente: la cafetería de la esquina.
Llevaba tiempo sin poder ir ahí y en verdad extrañaba el café de ese lugar, por lo que una vez ingreso al local, pidió su bebida favorita y un pastelito y se encamino a una de las mesas junto a la ventana para esperar su orden.
Bastaron unos minutos para que el lugar comenzará a llenarse de gente y pronto no hubo ningún lugar libre, por lo que no se sorprendió mucho cuando una mujer que aparentaba ser más joven que él se acercó a su mesa y pregunto si podía sentarse con él.
—Claro, no espero a nadie más —concedio él.
—Gracias, por lo general me siento en las mesa del centro pero hoy está muy lleno aquí, y necesito un momento en este lugar antes de seguir con mi día.
—Entiendo, igual me encanta este café para seguir el día, aunque últimamente no he tenido mucho tiempo libre para venir.
Ella sonrió y justo después de que sus órdenes llegarán, extendió su mano hasta él y cuando él la estrecho ella dijo su nombre.
—Soy Ross.
Ross.
—Un gusto, soy Chris.
Ella sonrió de nuevo, pero algo en su mirada lo hizo sentir que era como si ella ya supiera quién era.
Justo como todos se habían imaginado, la enfermera Alejandra no tardó en ser presentada oficialmente como pareja del señor Winston; nadie pudo impresionarte realmente por eso hecho, al menos nadie en la mansión lo hacía, pero fuera de ella, los medios nada perezosos estallaron en críticas mayoritariamente agresivas contra el señor Winston — salvo por aquellos que tenían su favor y no querían arriesgarse a perderlo—.
Aunque la señorita Alejandra ya era la pareja oficial del famoso hombre, Christian no había cruzado palabra con ella y únicamente la veía de lejos cuando entraba o salía de la mansión. La mujer parecía ser gentil y alegre, al menos con el señor Winston, pero Christian se abstenia de decir algo al respecto, pues realmente no podía quitarse la mala sensación que le dejaba la presencia en la mansió.
No era el único que lo sentía así; el señor Thomas, el mayordomo, pensaba igual que algo extraño debía de haber con una joven que había aparecido en cuestionables momentos a la vida del señor Winston, más ambos eran lo suficientemente inteligentes como para decir nada al respecto a alguien más que a ellos mismos. Las sirvientas incluso estaban algo asustadas ante la perspectiva de una nueva ama, pero alguna que otra más bien se mostraban emocionadas de que su posible futura señora fuera esa mujer de apariencia amable y sensible, así como muy bonita.
De cualquier forma, nadie tenía derecho a decir nada sobre el tema, solo el señor Winston tendría palabra sobre si al final terminaría casándose con ella o no.
Y fue hasta dado un mes más cuando se supo la respuesta a esa interrogante.
Mientras ayudaba en las cocinas a tener lista la comida para el señor Winston, escucho al chef hablando con todos ellos para variar sobre lo que creía.
—Me acaban de informar que no debemos preparar cena más que para nosotros, la servidumbre, puesto que el señor solo comerá aquí e irá a cenar fuera —dijo el hombre.
—Bueno, eso no es nada nuevo —protesto una de sus ayudantes—, el señor Winston seguido sale a comer fuera, incluso lo hacían con mayor frecuencia junto a la señora Winston cuando ella aún no enfermaba.
—Esa es la cosa, creo que ha llegado el momento de dejar de referirnos a la señora Winston y hacernos a la idea de una nueva señora Winston — volvió a insistir el cocinero.
—¿Por qué lo dices? ¿Acaso te has enterado de algo que nosotros no? —quiso saber Chris, demasiado intrigado con las implicaciones del hombre.
Él miro a Christian con una sonrisa de alguien que sabía algo que los demás no y que se divertía por ello.
—No es nada confirmado, pero yo estoy seguro de ello. El señor Winston planea ir a uno de los lugares más lujosos en la ciudad a cenar con la señorita Alejandra, además de que escuche que rento todo el lugar para ellos solos.
»Sé lo que dirás ahora, Christian, pero me adelantó a ti y te respondo: es posible que solo quiera privacidad con su cita, sin embargo la situación me recuerda tanto a cierta ocasión con la difunta señora Winston que dio mucho de que hablar a los medios en su tiempo.
Christian supo en seguida a lo que se refería, hablaba de la escandalosa noticia que fue cuando el señor Winston le pidió matrimonio a su ahora difunta señora. Si bien, él no lo recordaba pues solo era un niño cuando ocurrió, su padre se encargo de contarle a detalle dicho suceso una vez se enteró quienes serían sus nuevos jefes.
—Entonces, ¿dices que el señor Winston le pedirá matrimonio a la señorita Alejandra? — inquirió él, sintiéndose nervioso de manera inentendible.
— Sí, estoy el noventa y ocho porciento seguro de eso —se jacto el cocinero.
— ¿Y el otro dos porciento? —interrogo Chris.
— Eso solo lo dejo en caso de estar equivocado, no me gustaría quedar en vergüenza si no es así y haberlo afirmado con un cien porciento de seguridad — respondió, guiñandole un ojo a manera de juego.
Después de eso, Christian fue el encargado de ir a avisar al amo que la comida estaba lista, y ese fue su boleto para obtener de una vez por todas la respuesta.
El señor Winston estaba en su estudio cuando él llegó, lo hizo pasar y luego de que el joven diera el aviso que lo había llevado hasta ahí, él le hablo, queriendo de nueva cuenta tener a un confidente.
—Hoy iré a cenar con Alejandra... Pienso pedirle matrimonio.
—Me alegro por usted señor.
—Gracias, solo espero que ella acepte — él se burló, como si hubiera dicho una broma.
— Confío en que lo hará, señor.
— Sí... La cosa es que, Christian, te cuento esto porque, de nuevo siento que debo hablarlo con alguien. Siento que es muy apresurado, pero a la vez me emociona tanto que no creo poder atrasarlo más tiempo.
— Bueno señor, solo usted puede decidir lo que hará, yo solo puedo ayudarle un poco a despejar su mente de una manera muy popular en mi familia. ¿Usted en verdad la ama, o solo se siente atraído y sin soledad con ella? ¿La visualiza como su esposa, ocupando el lugar de su antigua esposa pero sin que llegue a compararlas? ¿Cree poder ser feliz a su lado y hacerla feliz pasados los años? Respondase a sí mismo estás cuestiones y hágase algunas más antes de ir a su cita está noche, y una vez que tenga las respuestas claras entonces sabrá exactamente que hacer.
»Compermiso.
Christian se retiró del lugar, dejando a su jefe perdido en sus palabras. Más tarde, por la noche, escucho del mayordomo decir que se afirmaba que Rosalí, la hija de su amo, había sido vista por los alrededores en la ciudad, por lo que se rumoreaba que quizá había ido para un evento importante, entre los cuales el que más se creía era la cercana boda de su padre, por lo que Christian imagino que seguramente la pedida de matrimonio no tomaría a Alejandra de tan sorpresa.
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Comments
Angi Jose
saludos Autora, por fin como quedará la historia, el hijo de los Witson o la hija de los Witson?
2023-01-11
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