-V-

Tras haberse roto una buena parte de su larga blusa y evitar por todos los medios irsele los ojos a cierta parte anatómica del ahora dragón humano, había logrado colocar el pedazo de tela alrededor de la espalda de éste.

Habiéndole hecho un nudo todo lo fuerte que pudo, arrastró el inmóvil cuerpo del moreno mayor siguiendo a aquel animalillo mitad felino y mitad cánido el cual lo guiaba por una especie de camino de arena que había entre las rocas y que iba en dirección ascendente.

Entre resoplidos y haciendo enormes esfuerzos, Ástin se vio obligado a parar a mitad de camino. El extraño animal al verle detenerse se acercó hasta él y el todavía inconsciente dragón humano.

Con un ruidito similar a un ronroneo y gemido entremezclados, se elevó sobre sus patas traseras, mantuvo las delanteras encogidas y miró al chico con la cabeza ladeada y sus enormes ojos claros.

-Pesa demasiado- le habló Ástin señalando al moreno.

-Trrrr- emitió el animal.

-No sé lo que dices pero esto no habría pasado si tú no me hubieras salido de la nada y por sorpresa- apuntó Ástin cruzándose de brazos y mirándole fijamente.

El raro mamífero bajó la cabecita como si se sintiera mal consigo mismo y le observó con ojitos brillosos.

-Brrrr, trrr, grraummm-

Ástin dio un suspiro para a la vez mover la cabeza en sentido negativo. Sonriendo sutilmente se agachó echando una rodilla a la arena, extendió una mano y probó a ver si el animalito le dejaba tocarle.

El híbrido entre felino y cánido inclinó la cabecita dejando que los dedos del joven le acariciaran.

-Eres muy bonito- alabó Ástin.

Notaba su suave pelo de color entre marrón y blanco.

El pequeño mamífero se movió un poco más hacia él permitiendo que Ástin pudiera tocarle con ambas manos.

Sin ninguno de ellos darse cuenta, el cuerpo del azabache inconsciente empezó a deslizarse hacia abajo.

Resbalaba por la arena debido a la tela que tenía atada.

Por suerte, tanto Ástin como el animalillo se percataron por lo que siendo ambos todo lo rápido que pudieron, consiguieron impedir que se deslizara rumbo al punto de partida sujetando los dos la tela que lo envolvía.

Haciendo acopio de todas sus fuerzas, humano y animal, tiraron hacia arriba.

El pequeño mamífero dio un tenue chillido para señalar con una de sus garras otra apertura que había en la gigantesca roca del final del camino.

Ástin, procurando no soltar al moreno, se dio cuenta que era otra cueva.

En un último esfuerzo, finalmente logró alcanzar la entrada de ésta para cansado por el trabajo ejercido y el ir de sorpresa en sorpresa dejarse caer junto al inconsciente pelinegro.

-Es...espero que...al menos, cuando... despiertes tengas la consideración de darme las...gracias- habló entrecortadamente Ástin a causa del agotamiento. Antes de acabar cerrando los ojos, sintió como el animalillo se ubicó entre él y el dragón humano. Vio cómo éste se hizo un ovillo al igual que si de un gatito se tratase y como le miró a los ojos.

-Grrrmiuu- ronroneó de forma rara el híbrido de felino y cánido.

Ástin estiró la mano más próxima a éste y le acarició la cabecita. Justo cuando ya iba a retirarla, otra mano más grande que la suya se la agarró.

Ástin giró muy lentamente la cabeza para toparse con los azules ojos del azabache.

-Ahora ya sabes que yo soy él- dijo el moreno mayor con voz trémula y que sonaba a culpa.

El menor tragó saliva.

-Estoy...cansado porque pesas mucho y...te he traído hasta aquí arriba como quien dice yo solo- repuso.

El animalillo levantó la cabeza y dio un gruñido dando a entender que no estaba de acuerdo. Ástin le miró fijamente.

-Bueno, él...no sé lo que es, también me ha ayudado- se corrigió.

El pelinegro de melena dirigió la vista al híbrido.

-Se llama Ïgra y es una especie única- contestó.

-¿Y tú?- inquirió Ástin -¿Tienes nombre o tengo que llamarte "Dragón"?-

-Casi que podrías- respondió el de más edad. Ástin frunció el ceño dando a conocer su extrañeza por su respuesta -Mi nombre es Draknar- contestó el mayor.

El chico dio una carcajada no muy exultante.

-Ja, digno nombre para un...dragón- acabó por decir. Luego, mientras se le cerraban los ojos, habló en un susurro -Espero que cuando haya descansado te decidas a ser sincero y honesto, dragoncito-

Draknar le observó cómo iba durmiéndose hasta que solo percibió la tranquila respiración del chico. Regresando la mirada al híbrido y éste mirarle a él, posó su mano en el lomo del animal. Ïgra, esperando a que también Draknar se durmiera, estiró una patita delantera hacia la mano más cercana de Ástin. Con una asombrosa habilidad, la agarró con su zarpa pero evitando sacar las garras y la depositó sobre la de Draknar que descansaba en su lomo. Finalmente reposó la cabecita sobre ambas patitas delanteras y cerró también los ojos.

En ese momento, en cuanto Ïgra quedó profundamente dormido, los dedos de Ástin y Draknar, se movieron levemente por el lomo de éste hasta que se tocaron entre ellos. Y aunque pareciera un acto reflejo, sus yemas acabaron tocándose entre sí.

A resguardo de la intemperie y en la boca de la gruta, los tres permanecieron dormidos y bien cercanos entre ellos.

Fuera, el mar empezó a picarse.

Las olas crecieron rompiendo una y otra vez contra las rocas. El aire se convirtió en viento. Y el cielo dejó de estar cubierto por nubes grises las cuales se fueron dispersando para permitir que un único y cálido rayo de sol cayera justamente sobre los dos cuerpos humanos y el del híbrido para calentarlos.

Mientras, el mar se embravecía y salpicaba sobre las rocas siendo el único resquicio de calor ese rayo de sol que evitaba que ellos pasaran frío alguno.

Si cualquier otra persona hubiera presenciado tal cosa perfectamente hubiera pensado que los dioses buscaban la comodidad y confort para el humano y el dragón.

Y obvio, para Ïgra.

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