El tremendo impacto contra algo frío y poco blando hizo que recuperara la consciencia.
Solo le dio tiempo a oír un agudo chillido proveniente de arriba por lo que levantó la cabeza.
A través del orificio en todo lo alto y que le dio a saber que estaba a gran profundidad, vio al animal alado levitando y agitando sus enormes alas negras.
Éste miraba fijamente a Ástin quien a su vez lo hacía al monstruo volador.
El ser alado intentó colar su inmensa cabezota por el agujero, cosa que hizo a Ástin desplazarse con sus manos y rodillas hacia atrás, tratando de ocultarse.
Enojado por no poder meter su gran cabeza, el dragón lanzó un chillido atroz, provocando que Ástin se viera obligado a cubrirse los oídos y se encogiera contra una de las paredes de fría roca.
Un segundo chillido le hizo situar la cabeza con las manos cubriendo sus oídos entre sus piernas al mismo tiempo que suplicaba:
-Vete, vete, fuera, vete de mi vista, por favor, vete-
Dando por imposible su intento de colar la cabeza por la apertura, el dragón desistió y desapareció.
Ástin dejó de oírle por lo que poco a poco, fue retirándose las manos además de alzar lentamente la cabeza.
Ya no estaba allí.
El dragón se había ido.
Tratando de ponerse en pie, pudo comprobar que sus ropas estaban destrozadas, sucias y hajadas. Probó a enderezarse cuando sintió un ardor en ambos lados de su cintura.
Y siseó de dolor.
Recordó que el animal le había arañado con las afiladas garras al cogerlo entre ellas pero quiso cerciorarse de qué le había hecho.
Mirandose a sí mismo, tiró de la prenda que antes hubiera sido una bonita blusa blanca y se descubrió la cintura.
Allí, en su piel, pudo ver dos claras marcas de uñas que aunque eran superficiales y apenas profundas, le habían marcado en rojo la piel.
-Por Frey, necesito...necesito curarmelo o...-
-Ten-
Dando un gritito además de un saltito hacia un lado, Ástin giró la cabeza hacia donde acababa de oír aquella voz masculina.
Atónito, pudo ver una mano asomar por una pequeña rotura de la roca que era una de las paredes de aquel lugar.
Dudó si acercarse o no.
-Ten, coge esto- volvió a decirle quien fuera que había al otro lado agitando el pequeño tarrito que sostenía.
Ástin tragó saliva un par de veces.
-¿Quién...quién eres?- preguntó curioso.
-Eso no importa- respondió la voz -Coge el tarro que te estoy dando y échate en las heridas. Sanarán antes-
Vacilando, Ástin se acercó hasta aquella mano que asomaba por la pequeña apertura de la piedra.
Temeroso de que fuera una trampa, extendió muy despacio una mano hacia el tarrito...
Hasta que sus dedos tocaron éste.
Rápidamente se lo quitó al desconocido y se alejó lo suficiente como para que no lograra alcanzarle.
Aún así, curioso como era, Ástin probó a ver por la grieta desde su sitio...
Cuando entonces se topó con un par de ojos azules mirándole.
Un pelín asustado, dio un sobresalto apartándose más de su visión.
-¿También...también te ha...secuestrado ese...dragón?- inquirió Ástin.
-No- negó el desconocido.
-¿En-entonces tú no...-
-No eres un rehén- repuso el extraño antes de que Ástin pudiera acabar la pregunta.
-¿A...no?- frunciendo la nariz, el joven observó su alrededor para cerciorarse que las paredes eran extremadamente altas -Pues yo no diría eso- replicó.
-Te puedo asegurar que estás a salvo- apuntó el otro.
Ástin volvió a tragar saliva y miró otra vez a través de la grieta.
-¿Y...tienes...tienes nombre?- quiso saber.
-No creo que eso sea importante- respondió un pelín cortante el desconocido.
-Yo diría que algo importante lo es, me...me acabas de dar un ungüento y yo...pues me gustaría saber cómo te llamas y...-
-Ponte el ungüento-
-¿Perdona?- se molestó Ástin -¿No sabes pedir las cosas o qué?-
-Que te pongas el ungüento ya-
-No tienes ningún derecho sobre mí como para darme órdenes- encaró Ástin.
-Te estoy ayudando- reclamó el otro quien empezaba a perder la poca paciencia que tenía.
-Pues pídelo bien- espetó Ástin.
-Ponte el ungüento...¡Ahora!-
-¡No me da la gana!- respondió de mala manera Ástin.
-¡Bien, pues no te lo pongas! ¡Pero luego no te quejes si se te infecta!- ladró el extraño.
-¡Pues ahora me lo voy a poner!- restalló Ástin cada vez más enfadado.
-Pero si acabas de decir que...¡¡Haz lo que quieras!!- exclamó enojado el otro.
-¡¡Eso es precisamente lo que pienso hacer, imbécil!!- insultó Ástin.
-¡¡A mí no me faltes al respeto!!-
-¡¡No me lo faltes tú a mí, engreído!!-
Ástin pudo oír como si algo rechinara al otro lado de la grieta.
Curioso como era, se atrevió a acercarse para poder ver mejor qué era cuando sin esperarlo oyó un fuerte golpe.
Algo asustado retrocedió al ver que la pared de roca se movió un poco.
-¡¡NO PRETENDAS QUE VUELVA A VENIR A AYUDARTE!!-
El grito que dio el extraño logró hacer que Ástin se viera obligado a taparse los oídos y caer de rodillas al suelo.
-¡¡ERES UN DESAGRADECIDO!!- con éste último grito, el sonido como de una puerta cerrarse bruscamente provocó dar un sobresalto al joven, quien permaneció durante un buen rato de rodillas y tapando sus oídos.
†††††††
Gugnar se encontró con su hijo, mazo en mano y con ésta en alto decidido a golpear a Ívar, quien con su arma en la diestra, también estaba convencido de responderle.
-¿¿Se puede saber qué diantres intentáis??- recriminó Gugnar aún en la puerta de su casa. Tras él asomó la cara de su nuera junto con la de la mujer.
-Ya te dije que no estaba convencido de que usaras el maldito ritual- encaró Björn.
-Baja esa maza- ordenó su padre severamente y señalándole.
Björn miró con inquina a Ívar, el cual lo hacía enojado.
-No quiero que mi hermano se case con él- declaró Björn.
-Tú no eres su padre- achacó Ívar.
-¡¡PERO SOY SU HERMANO!!-
Björn levantó otra vez su maza con la clara intención de asestar un golpe mortal al pelirrojo más una mano de pulso firme y con gran fuerza le sostuvo la suya donde agarraba el mazo.
-Björn. Suelta el mazo- mandó con más calma su padre. Él era quien había impedido que su hijo cometiera un fatídico error.
A regañadientes, Björn obedeció y bajó su arma. Luego decidió acudir en ayuda de su esposa la cual, sujetándose la barriga por debajo, aceptó de buena gana la mano de éste. Nanna les siguió de cerca hasta que los tres, colocándose en torno a Gugnar, miraron a Ívar.
-Se suponía que tu antecesor acabó con el último dragón- reprochó Gugnar cruzándose de brazos.
-Yo también lo suponía- espetó Ívar molesto y avergonzado -No... imaginé que aún quedara alguno-
-Je, claro, pues ya has visto que sí- resolló con sarcasmo Björn.
-Sé lo que he visto y sé que era un dragón- ladró Ívar.
-Ummm, vaya, menos mal, porque pensé que tal vez creíste que era una gallina mutada y con escamas- rezongó Björn con auténtico tono de ironía.
Gugnar se cubrió la cara al mismo tiempo que ponía los ojos en blanco.
-Björn- llamó a su hijo.
-Solo hacía una observación- se defendió el joven -Por si éste no era muy observador-
-Callate- medio mandó medio pidió su padre.
-No sé porqué debería callarme. Tú y solo tú has tenido la culpa queriendo "rememorar" el ritual- encaró Björn a su padre.
-Y no sabes cuán culpable me siento pero como ya dije se suponía que NO había más de esos...monstruos- repuso Gugnar.
-Pues ya hemos comprobado que SÍ los hay- respondió enfadado Björn.
-¿Y por qué en vez de discutir entre vosotros no pensáis en como encontrarlo y así recuperar a Ástin?-
Los tres hombres giraron la cabeza hacia quien acababa de hablar.
Astrid, con las manos sosteniendo el peso de su vientre, les miraba con la cabeza levemente ladeada y rostro de inocencia junto con una dulce sonrisa -Opino y pienso yo- término diciendo.
Nanna, al lado de la chica, se cubrió la boca para así poder ocultar una risita.
Tal vez los hombres eran los guerreros pero ellas eran las que poseían la sobrada materia gris en el cerebro que hacía a ellos ser mejores.
"Por supuesto incluyo a Ástin entre ellas"
Pensó para sus adentros Nanna.
Los tres hombres se miraron entre sí.
-Astrid tiene razón- apoyó su suegro a la chica -Dejemos de echarnos las culpas entre nosotros y...hagamos lo que dice- decretó.
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