-XIX-

Tal como predijo Ívar, el barco arribó en la playa de la isla al paso de una semana.

Los guerreros de Ívar junto a éste y Björn, bajaron del navío hoyando la arena con sus botas de piel.

Björn, entre perplejo y atónito, echó un detenido vistazo a toda la isla.

Fijándose bien pudo corroborar que las altas rocas no eran tal sino que se distinguían perfectamente que eran gigantescas costillas erosionadas por el agua y sal de ésta.

Mientras dos de los hombres de Ívar anclaban el barco, éste miró al que sería su cuñado en el caso de que su futuro esposo llegara vivo a su hogar.

Caminando hacia Björn y una vez estuvo a su lado, Ívar le posó una mano en un hombro.

Björn, al no esperarlo, sufrió un estremecimiento para disimulandolo girarse a Ívar.

-Esto... ésta isla es...¡Está hecha de huesos!- exclamó.

Ívar dio una tenue risotada.

-Toda ella son huesos- rezongó.

-¿Y eso no te sorprende o aterra?- inquirió Björn.

-Mi padre ya me lo contó y preavisó de que lo era y la verdad sea dicha, no me causa ningún temor-

Quitándole la mano del hombro, Ívar echó a andar hacia delante.

-Nos separaremos, contigo pueden ir Sven y Klaus y yo me llevo a Snorrig y Krayven- apuntó Ívar sin tan siquiera girarse para mirar a Björn -Siendo aún mediodía será más seguro que ese monstruo esté o bien durmiendo o bien despistado por ahí. Podremos buscar a Ástin y traerlo al barco sin que el bicho se percate-

Björn, llevando una mano a la empuñadura de su corta espada, echó a andar hacia Ívar. Tras él, Sven y Klaus se dieron prisa en alcanzarle pero entonces Björn desenvainó su arma y les impidió seguirle.

-No necesito a nadie para encontrar a mi hermano- decretó seriamente.

Sven y Klaus retrocedieron evitando así que pudiera rozarles con el filo de su espada.

-Sólo estás en desventaja- repuso Ívar -Tú di que te encuentres al bicho ese. Un dragón no es un simple reptil y...-

-He dicho que yo no necesito a nadie- cortó drásticamente Björn a éste -Yo buscaré a mi hermano y no me hará falta ninguno de tus...esbirros-

Decidido, Björn volvió a enfundar su arma, les dio la espalda y reanudó su camino.

Sven y Klaus ya iban a disponerse a ir tras él pero Ívar les detuvo:

-Dejadle. Que vaya él solo si tan valiente se cree-

-¿Señor?- habló Sven contrariado.

-Él es dispensable- apostilló Ívar -Y si el dragón lo mata tanto mejor para mí por si encuentro yo antes a su hermano y he de acabar con él- tras decir esto, tomó la dirección opuesta -Olvidaos de Björn y venid conmigo-

Obedeciendo, Sven y Klaus caminaron detrás de él para perderse por la parte contraria de la costa.

Björn, llegando a la zona opuesta y tras ascender por un estrecho caminito de arena y piedrecitas además de flanqueado por múltiples rocas de forma afilada, llegó a una zona en alto y donde pudo encontrar la entrada a una cueva.

Extrañado podía percibir un leve humo salir de ella y oler el aroma a madera quemada.

Con cuidado se aproximó hasta la gran oquedad. Preparado por si se veía en la obligación de usar su espada, agarró el mango de ésta y siguió adentrándose en la gruta.

Estupefacto se quedó al ver una casi extinta fogata en lo que era la mitad del lugar.

Más apartado de ella descubrió una tela estirada y fijada a cada pared de roca maciza como si hiciera las veces de puerta.

Precavido se adentró aún más en el interior de la caverna.

A su paso veía restos de comida, pequeños cacharros con forma de vasos, platos y hasta cubiertos también de madera.

Llegando ante la tela que hacía las veces de puerta agarró de un lateral ésta y comenzó a apartarla hacia un lado.

En esa otra estancia que descubrió, vio una especie de lecho hecho con todo tipo de hojas y pieles de animales. La más grande estaba doblada a los pies del improvisado y perfecto lecho. En general toda aquella estancia se veía acondicionada como si de un dormitorio de una pareja fuera pues Björn notaba detalles que solo había visto en la habitación de sus padres.

Picado por la curiosidad dejó la habitación y regresó sobre sus pasos.

Ástin, echado a la espalda del moreno, reía mientras decía:

-Por favor, puedo andar-

Draknar giró la cabeza y le miró.

-No quiero que te canses- respondió.

Desde que supo que efectivamente Ástin iba a tener un bebé, se la pasó tratándolo con mimo y dándole todo lo que quería.

El saber que dentro de unos meses se convertiría en padre junto al chico le hizo sentirse el hombre más feliz del mundo.

Ïgra, cercano a ambos, correteaba alrededor de ellos.

Él también estaba ansioso por el futuro o futura bebé.

Aunque lo supo mucho antes de que el chico se lo afirmara a Draknar, también se ilusionó al oírlo de sus labios.

Los tres ascendían por el caminito que llevaba hasta la cueva.

Habían estado paseando y una vez llegaron al lugar donde a Draknar le gustaba darse un chapuzón, Ïgra se perdió bosque a través dejándolos solos. La razón lo más obvio.

No quería ser partícipe de verlos en plena cópula.

Ya tenía suficiente con oírlos todas las noches.

Entre risas por parte de Ástin y refunfuños por la de Draknar, llegaron ante la entrada de la cueva.

De repente, un hombre apareció en la entrada.

Draknar se detuvo y retrocedió con Ástin en peso.

Éste, ojiplatico, vio al hombre aquel que obstaculizaba la entrada a la cueva.

-¡B...Björn!- exclamó en un susurro.

Ïgra enseñó sus pequeños y afilados colmillos.

Draknar lanzó un rugido y tornó sus ojos dorados.

-¡Ástin!- exclamó Björn al ver a su hermano a la espalda de aquel otro joven de melena negra y larga y ojos dorados.

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