Caleb
Bajo la ventanilla, mi mano tiembla un poco, el oficial ni siquiera me mira, está anotando algo en su cuaderno.
—¿Otra vez, Gretel? Creo que fui muy específico la última vez que nos vimos, no puedes conducir a 120 kilómetros por hora en zona central o de otra forma se te quitaría tu carné para conducir, está vez para siempre... —el oficial habla como si conociera a Gretel, pero se calla una vez que se da cuenta de que no soy Gretel, su ceño se frunce y se agacha más, solo para ver a Gretel en el asiento de copiloto.
—Lamento informarle, señor oficial, que yo no conduje está vez —se encoge de hombros. El oficial arquea una de sus cejas.
—¿Qué pasa? Gretel, fuimos muy claros contigo... —otro oficial se acerca y se calla cuando me ve—. Tú no eres Gretel.
—Caleb Abels, un gusto —estiro mi mano, el oficial me da un manotazo.
—¿Estás diciendo que este chico venia conduciendo a 120 kilómetros por hora mientras tú estabas de copiloto? —pregunta el oficial, oculto mi mano que manoteo, miro a Gretel y ella le sonríe agradable.
—Así es, oficial. ¿Cree que estaría conduciendo de esa manera luego de su clara advertencia de quitarme mi carné para siempre? —pestañea varias veces, luce un poco sarcástica, pero soy yo quien está en el lado del piloto—. Me tomo en serio lo que me dicen los oficiales, la ley es la ley —se encoge de hombros. Ambos oficiales parecen no creerle.
—Tu carné, chico —me dice el otro oficial, asiento y busco mi billetera, estaba jugando con ella.
—Aquí está —Gretel me extiende mi billetera que estaba tirada, asiento y saco mi carné de conducir, se lo entregó al oficial, quien me la arrebata, mientras anotan mis datos, el otro mira fijamente a Gretel, quien finge ignorancia.
—¿Estás segura de que él estaba conduciendo?
—Claro que sí, oficial —le sonríe—. Pregúntele a él, Caleb Abels nunca miente, en serio, es un tipo prodigio, sin ninguna demanda, sin multas, sin problemas, es una blanca paloma —me señala. El oficial me analiza con su mirada.
—¿Y está blanca paloma condujo a 120 kilómetros por hora? —carraspeo, porque creo que ya me toca hablar.
—Es la primera vez que conduzco un auto deportivo, los pedales son demasiado suaves —sonrío levemente, mi corazón va a estallar.
—Caleb Abels, de hecho, no tiene ninguna multa registrada —el oficial que tomo mi carné, me lo devuelve—. ¿Qué hace un puritano con alguien como Gretel?
—Me ofende, oficial —ignoran a Gretel y ambos me observan.
—Somos equipo en un proyecto de la universidad —eso no es mentira, ambos asienten.
—Salgan del auto, ambos —mierda. Gretel luce relajada mientras sale, a mí me abren la puerta los oficiales, salgo y Gretel llega hasta mi lado.
—Vamos, es su primera vez, van a hacer que se orine en los pantalones —les advierte Gretel y se cruza de brazos.
—¿Sabes, Gretel? Acaban de anunciar que un casino abandonado estaba operando de manera ilegal, acaban de arrestar a los organizadores, para nuestra total sorpresa, no estás muy lejos de ese lugar, ¿o sí?
—¿Un casino abandonado? —pregunta interesa—. ¿Dónde queda? Quisiera ir...
—Deja de bromear, si eres arrestada una vez más no podrás irte al menos que traigas a un responsable, y todos sabemos que no tienes ningún tutor —Gretel arquea una de sus cejas.
—¿Se burla de que soy huérfana?
—No es eso, pero estoy seguro de que lo que menos quieres es volver a ser arrestada, sabes lo que te pasará si te quedas en los separos un día más —esto es totalmente nuevo para mí.
—Lo sé. Por eso me estoy juntando con alguien como él, un puritano me ayudará a corregirme, ¿no es así? —me señala con su barbilla, los oficiales suspiran.
—Ya que es tu primera vez, quedará como una advertencia, ¿de acuerdo, muchacho? A la próxima, si quieres practicar con un auto deportivo, hazlo en una zona abierta —el oficial golpea mi hombro—. Y realmente, corrige a está muchacha.
Los dos oficiales suspiran y se van alejando.
—¡Adiós, Thomas! ¡Me saludas a tu esposa y a los niños! —Gretel se despide, los oficiales se marchan, y una vez que quedamos solos, Gretel suspira—. Mierda, eso estuvo cercas, ¿estás bien? —suspiro y me caigo al suelo, no siento mis piernas—. Sube al auto, te llevaré a casa —me jala para que me levante, de alguna manera, entro al auto y Gretel conduce de regreso a mi casa, solo que más tranquila que antes.
-
—Tienes dos favores por pedirme, puedes pedirme lo que quieras, te lo debo —me dice antes de irse, luego de dejarme en la entrada del edificio.
Mi corazón sigue latiendo como loco.
—¿Caleb? —volteo y miro a mi hermana mayor, quien lleva bolsas de compras, debió ir al supermercado, me acerco hasta ella y le ayudo con unas bolsas.
—Hola, ¿acabas de llegar?
—¿Esa era Gretel? —había olvidado la fama de Gretel, ella de verdad es muy conocida en todos lados, a donde quiera que vaya, creí que los rumores sobre que todos los oficiales la conocían eran exagerados, ahora me doy cuenta de que no es así.
Mi hermana mayor es rectora de la facultad de Ciencias naturales de la universidad a la que voy, así que ella conoce la reputación de Gretel.
—No —miento.
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