Mientras Sasha se adentra cada vez un poco más dentro del bosque, el aire se vuelve un poco más pesado, como una fuerza solida que lucha cada que entraba y salía de sus pulmones.
Casi como si, al igual que todo en el bosque, el viento también tuviera vida y consciencia propia, cargado de magia como estaba, pensar aquello no era una locura.
Aquí y allá un árbol se movía, cambiando sus raíces y agitando sus ramas como si saludara, la timidez de sus copas se había desvanecido y con sus hojas cubrían el cielo y los rayos del sol, aún era temprano, no lo suficientemente tarde, pero pareciera que el sol ya había bajado.
Caminaba por la oscuridad y el susurro del viento, el tronido de las ramas muertas bajo sus botas y el crujir de la nieve. Pequeños y grandes ojos lo miraban desde las sombras, burlescos y temerosos.
– Ah pasado ya un largo tiempo desde que estuve aquí. – dice después de un rato, no habla con nadie en particular y no espera una respuesta.
Y sin embargo las risas surgen de todos lados, dulces, infantiles y claras como campanas. Sasha detiene sus pasos y alza la cabeza hacia las copas de los árboles mientras destellos se reflejan en sus ojos.
Deben de medir lo mismo que una de sus manos y se mueven por el aire, flotando alegres sin alas ni preocupaciones, pequeños espectros como hadas de rostros diminutos e infantiles.
Lo saludan con sonrisas brillantes y Sasha les devuelve la sonrisa, las criaturillas chillan en respuesta.
– ¡Sallow ha vuelto! ¡Sallow ha vuelto! – canturrean a coro, arremolinándose en celebración, Sasha sonríe y las saluda, escuchando sus canciones cantadas a todo pulmón.
Junto a las hadas, todo el bosque vibra y se mueve.
Hubo una vez, un árbol plantado en tierra quemada, plagada de maldiciones y cadáveres, plantado por Nada y creciendo a base de terquedad, caprichos y lágrimas.
No hubo nada antes y con el tiempo un solo árbol solitario se convirtió en el bosque monstruoso y creciente que era hoy en día.
Las hadas le dan la bienvenida, tiran de su cabello y arrullan mientras cantan.
– Eh regresado, pero me temo que debo de pedirles un regalo…
Las hadas paran y lo miran con ojos curiosos y Sasha vuelve a sonreír, luciendo como si estuviera avergonzado. Chillan, más alegres que antes, mientras su canción de ´Sallow, Sallow´ pareciera ir in crescendo.
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Edén patea la carpa para abrirla, adentro había un fuego encendido que no levantaba humo y el olor del chocolate caliente flotaba por el lugar, debido a un mal hábito de Adal la carpa estaba llena de sillas, sillones y divanes, una única mesa que servía como centro para todo el desastre, Edén había estado seguro antes de que las carpas de los sirvientes eran más ordenadas y prácticas que las del patriarca y lo había confirmado esa misma tarde.
Adal se había sentado en uno de los rincones más alejados de la carpa, con su única hija sentada entre sus piernas mientras luchaba por deshacer los enredos en la larga melena negra, Mathis había reclamado la derecha de su padre, mirando su celular mientras sostenía un pañuelo sucio contra su nariz sangrante.
– ¿Y Neus? – pregunto Edén, considerando que parecía ser la pregunta más inofensiva del arsenal que le rondaba la mente.
Adal alzo la mirada, ojos azules de pupilas contraídas, listo para matar al primer incauto que lo molestara. – Lavándose, ¿Y Sasha?
– Cazando, supongo, nos separamos ni bien sonaron los cañones ¿Cayó sobre el barro?
Mathis río, una risilla nasal y aguda completamente sin gracia. – Se comió los intestinos y parte de los pulmones de una chica, se llenó de sangre y olía realmente mal.
Edén parpadeo una y dos veces antes de jalar una silla para sentarse y extender una mano, alcanzando para rozar con la punta de los dedos el estómago de Adal. Los ojos de Mathis brillaron ante el gesto antes de apartar la vista con un suspiro tembloroso. Ser hermano de nuevo y tío en un mismo año de seguro era un shock para él.
Debía de estar cerca de termino, pero allí solo había una pequeña curvatura apenas notoria, no había engordado particularmente en ninguno de sus embarazos y ninguno había sido realmente destacable en cuanto a tamaño, ni siquiera Sasha, quien tercamente se negó a abandonar su cálido hogar durante cinco años y algunos meses.
– ¿Quieres una niña o un niño? – pregunta, porque sabe que debió de haber peleado con Byrma y los Haro y, si Adal pelea, naturalmente, sus niños también lo harían.
Y no quiere que Adal se cuestione o se moleste por cosas que ya no debería de entrar por sus ojos.
Ojos azules tormentosos y agudos, brillantes. – Quiero que nazca con vida y sano… quiero que pueda jugar con mi nieto y quiero que sonrían y sean felices bajo el sol.
La boca de Adal era suave y sus ojos brillaban, había pequeñas manchas rojas en una de sus mangas y Mathis hizo un ruido extraño con la garganta, como si se estuviera asfixiando, Edén no podía ver los ojos del muchacho, pero podía imaginarse la expresión que hacía.
Mathis, huraño y muy roto mientras crecía viendo como el hombre que lo trajo al mundo entre lamentos de dolor se desasía por las costuras y su intento de familia se tambaleaba sin una red de seguridad abajo para sostenerlos.
La generación anterior les había hecho daño a ellos y a su vez, habían también alcanzado a sus hijos, ¿Cuánto tiempo tardarían en poder curar los errores?
Edén se inclina, apoyando su frente contra la de Adal aun si le cuesta trabajo porque estaba enamorado de maldito gigante, y suspira, porque comparten un deseado que él no se atrevía a poner en palabras.
– Si, – dice y suena como una promesa. – sí, espero lo mismo, lo demás ya vendrá con el tiempo…
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La sangre, una vez que se secaba, era terca para ser lavada, Neus lo sabía porque se manchaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Araño la superficie calma de la tina, rompiendo en ligeras olas y ondas mientras el vapor se elevaba tan alto como podía llegar antes de que el frío lo matara en su ascenso, aun había costras de sangre pegadas debajo de sus uñas.
Su ropa había sido encantada para repeler la suciedad y la humedad, pero allí donde la ropa no lo cubría se había manchado y embarrado, creando costras desagradables que se aferraban a su piel como una maldición que ni el agua muy caliente que le habían llevado podía quitarle de encima.
Lo hacía sentir frustrado.
– Estúpida zorra. – gruño, cuando el rojo manchaba sus manos y el olor se negaba a irse. – Nada de esto habría sucedido si no hubiera querido jugar como valiente y voz de la justicia, ¡Ja! Creyendo que podría insultarme como si fuera un niñito manso que se queda quieto bajo los Sallow, ¿Quién creen ellos que soy? No voy a volverme manso como…
– Ni siquiera pienses en acabar esa frase, Perabeles.
La espalda de Neus se enderezo con un tronido ante la voz, mirando con ojos muy abiertos sobre su hombro al hombre que lo miraba parado en toda su altura, los brazos cruzados sobre el pecho y el cabello corto del color de la miel despeinado por el viento.
Ojos violetas como las florecillas silvestres lo miraban con algo así como diversión mientras Neus se quedaba como idiota allí sentado con la boca abierta.
– ¡Jin! – chillo, poniéndose de pie de un salto e ignorando el agua que le goteaba por el rostro y los brazos, simplemente corriendo hacia el otro.
La expresión de Jin cambio de inmediato, extendiendo los brazos al frente como si quisiera protegerse.
– ¡Ni lo pienses…!
Con un estruendo y un jadeo similar a un grito, ambos cayeron al piso en un revoltijo de piernas y brazos.
Jin chillo, indignado ante la afrenta mientras Neus reía y chillaba, divertido y extasiado.
A lo lejos, los cañones que anunciaban el final del día resonaron con fuerza.
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