Byrma miro como el agua caía como una cascada por la ventana, habían sido tres días de lluvia imparable y el cielo no mostraba signos de despejarse pronto.
Al igual que ella, el cielo se mostraba tumultuoso.
Adal le había pedido el divorcio y ella, naturalmente, había llorado antes de enojarse, pero Edén nunca dejaría que tocara un solo cabello del Omega que había reclamado.
Porque puede que Adal fuera su esposo, pero nunca sería su Omega, inclusive el derecho de poder llamarlo esposo le sería arrebatado antes de darse cuenta. Byrma lloro y se preguntó si la lluvia que caía eran las lágrimas que había aguantado durante tantos años.
– Lo hice todo. – susurra, sin hablar con nadie en particular. – Lo hice todo para ser digna de ti, ¿Por qué no fui suficiente? Tú eras todo lo que yo quería en el mundo.
Y es entonces cuando lo escucha, el susurro de la ropa, finas telas de seda arrastrándose por el piso, apenas vestido con una bata, Edén la mira mientras se levanta con toda su altura sobre ella, los ojos oscuros miran más allá del alma, tan parecidos a los de Sasha que a Byrma le duele físicamente.
– Éramos jóvenes e ingenuos, – dice, mirándola como se mira a una niña. – éramos niños y el corazón de un niño no se puede manejar; lo viste antes que yo y eso lo admito, pero fui yo quien lo conoció primero.
No lo soporta, Byrma tira un florero o una figura, algún adorno que ahora no existe y no importa, se rompe contra la pared y Edén nunca estuvo allí.
Byrma, como el cielo, llora.
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El olor de Neus había desaparecido durante mucho tiempo del hogar de los Perabeles, Alana se preguntó si el olor de su niño había realmente estado allí alguna vez.
Liza se había encerrado a llorar en su habitación y pese a la lluvia todos los días llegaba un nuevo grupo de señoritas para consolarla, maldiciendo el nombre Neus y diciendo que Sasha se había dejado engañar. Alana escuchaba y sonreía.
Su esposo había comenzado a tomar, los Sallow habían pagado el rescate de un rey como dote, pero para su esposo nunca era suficiente, como si fuera incluso más codicioso que el propio Neus, pero Alana solo sonreía e ignoraba como podía sus insultos.
Ya estaba acostumbrada.
Además de un solo cuadro, no había rastros de la presencia de Neus por la casa, había vivido allí jugando con la familia como si fuera un fantasma, yendo y viniendo a su antojo, sin vigilancia, Alana casi pudo ver cómo fueron sus escapadas.
– Oh, dulce, lo siento tanto. – dijo, dientes apretados mientras miraba el retrato. Allí, lucia demacrado, ojos helados exhaustos y postura rígida.
Aún tenía el cabello corto, no debía de tener más de unos catorce años, ¿Cómo era posible que un niño de no más de catorce tuviera esa expresión?
Ella lo había llevado allí en lugar de entregarlo a una familia en el campo; tal vez moriría de hambre cada fin de mes, pero al menos no tendría que sufrir lo que sufren los plebeyos con las familias nobles, con los Ocho Grandes Clanes.
El pecho de Alana dolía y, al mismo tiempo, se sentía flotar con alivio. Al menos él sería feliz lejos de esa casa.
Al menos, a él lo amarían.
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Los días para Agatha pasan con una lentitud agonizante. Las clases en la Academia acababan de reanudarse y ahora, una vez más, estaban suspendidas.
Y como pasaba con los niños Riogrumi que realmente valían la pena, Agatha es aislada y encerrada, sangre demasiado valiosa como para perderla.
La magia era, al final del día, más valiosa que el oro y los rubíes.
Tal vez es porque deliraba, pero piensa en Neus, abandonado entre la nieve y el barro cuando era un bebé, tan hermoso como una muñeca, tan poderoso como un desastre de la naturaleza…
– Así como así, ¿Por qué alguien lo abandonaría de esa forma? – afuera había una tormenta, azotando con fuerza las paredes del castillo Riogrumi como si fuera el castigo de algún dios resentido.
– ¿Por qué es un monstruo? Tal vez…
Agatha, muy lento, parpadea y mira a Lía, quien no recordaba que estaba con ella, cabello oscuros teñido desparramándose por las almohadas, rostro pálido sin desmaquillar, no tenía los ojos verdes veneno de los Riogrumi y solo era buena para hacer barreras.
Una vez, Neus había dicho que Lía era una mojigata, en ese momento Agatha había recordado como, en algunas noches especialmente frías, Lía y algunos otros de sus hermanos entraban a su recamara y le enterraban las pollas Alphas en el coño.
Y viéndola actuar tan correcta, siempre, Agatha asentía, de hecho, era una mojigata.
– Tal vez sea un monstruo, pero su cuerpo y raíz son tan hermosos que no parece serlo. – Agatha agito una pierna, tirando la sabana de la cama, exponiendo el cuerpo medio desnudo a los ojos de su hermana. – Los verdaderos monstruos son aquellos que lo tiraron para que muriera, aquellos quienes lo lastiman.
Lía la miro, hambre en sus ojos mal disimulada. – Solo dices eso porque lo quieres.
– Es mi amigo, lo amo. – Agatha giro los ojos, no quería ver a su hermana.
Si dijo o no algo más esa noche, a la Alpha no le importo.
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** Los plebeyos rara vez tienen magia, de ser así, ingresan a la Academia y en algunos casos, se casan con nobles.
***Los Riogrumi son uno de los Grandes Clanes que quedan, debido a la disminución de la magia, tienen MUCHOS hijos con tal de que algunos tengan un poder mágico considerable.
**** Agatha es Omega y una de las pocas personas que son amigos de Neus, ella no habla de "amor" en un sentido romántico o sexual, sino platónico, casi familiar.
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