En medio del humo y la ceniza, los castillos comienzan a alzarse, la tierra que una vez fue quemada se recupera con las lluvias y la sangre con la que las riegan; vuelve a ser fértil una vez más.
Había un sentimiento extraño creciendo en sus entrañas, demasiado visceral como para contenerlo, quería gritar para sacarlo de allí en su pecho donde se había acurrucado, pero así es como eran todas las sensaciones que él y sus hermanos estaban acostumbrados a experimental, ya tiene experiencia en suprimir sus gritos en este punto.
Los cimientos de los castillos brillan en lo que queda del caos, le gente comienza a levantarse desde donde estaban escondidos, saliendo de sus agujeros. Las canciones de victoria cobran más fuerza con cada segundo que pasa.
Y cuando se da la vuelta, mira a sus hermanos, rostros oscurecidos por las lagunas difusas de la memoria, sus sonrisas brillantes eran lo único claro en ellos.
Parado al fondo, mirando desde un costado, Nadie observaba los festejos desde las sombras que proyectaba la multitud.
Extiende una mano, intentado alcanzarlo, llamándolo para que se acercara a ellos una vez más.
Ya no recuerda el color de esos ojos ni esas sonrisas como eclipses, pero si la forma cansada en que sus hombros se encorvaban bajo un peso aplastante y autoimpuesto, la forma en que sus ojos miraban, soñadores y espantosamente dolorosos, el horizonte contaminado por la guerra, el hambre y la estupidez humana.
Quiere alcanzarlo, pero su figura difusa y borroso se aleja, una voz, como una melodía olvidada mucho tiempo atrás, resuena en el espacio por encima del clamor. – ¿Cómo puedo estar yo a un lado de aquellos que serán adorados como dioses en un futuro? Su veneno ya me ha tocado y ahora apenas y puedo sentir mi esencia desvanecer, puede que incluso desparezca pronto de esta mundo, es una pena, realmente me hubiera gusta ver su grandeza en total esplendor…
Y aunque quiere gritar, su voz no sale, la multitud se vuelve más densa, cubre todo y así como así, Nadie desaparece, como si volviere a la nada caótica que no se molestó en siquiera darle un nombre.
Mientras duerme en el estudio que comparte con su madre, Sasha se atraganta con su saliva y despierta con un sobresalto, un recuerdo muy lejano se mezcla con una pesadilla, creando una sensación enfermiza en su estómago, subiendo por su garganta y alojándose en su pecho, la perra echando raíces allí como si fuera su hogar y ahora quiere vomitar o golpear algo y ninguna es una buena opción si lo piensa un poco.
Se queda allí, temblando, el brazalete en su muñeca, creado con el cabello de Neus lo mantiene medio cuerdo, sereno en su lugar. Los mechones estaban intactos y eso quería decir que su dueño estaba a salvo.
Lo aprieta contra su pecho, sintiendo consuelo ante el sueva olor residual que aún se aferraba a los rizos. Detrás de él, los escritorios estaban llenos de papeles sin atender, porque puede que los clanes se estuvieran tomando un descanso ante la caída de los De Gracia, pero los Sallow nunca descansaban realmente.
Porque ellos eran los Monarcas, el papel dado por Nadie.
Y él, al menos, nunca le decepcionaría.
Roba una de las plumas del escritorio de su madre para poder trabajar, preguntándose vagamente que es lo que hacían su madre y Neus, si acaso uno de los dos ya había saltado a la garganta del otro o si ya habían logrado provocar a alguien lo suficiente como para hacerlo.
Coloco la pluma sobre sus labios, rodándola ligeramente. – Espero que estén bien, esos dos…
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Como una flor mecida al viento, Neus se balancea sobre la punta de sus pies, mirando escaparates aquí y allá.
No era la capital y la calidad de las cosas no terminaba de convencer a Adal, pero de momento, eran buenos reemplazos para la dudosa ropa que vestía Neus, que igualmente debería de ser reemplazada cuando su estómago comenzara a crecer.
Ante el pensamiento, su mirada baja, tal vez fuera su mente jugándole malas pasadas una vez más, pero le parecía ver una ligera curvatura en el bajo vientre del muchacho. Los Sallow siempre eran grandes, pesados, dulces criaturillas difíciles de cargar.
Y Neus eran tan, pero tan delgado.
*“La mirada indiferente en sus ojos no cambia. – ¿Aburrimiento? Si, quizás fue eso, pero ellos también fueron malos conmigo, Sasha me regalo una vez una muñeca, ellos la rompieron a propósito…*”
Se preguntaba si realmente podría llevar a término todo, si no enfermaría en el camino como había pasado con él mismo y su primer hijo que nunca llego al mundo, muerto antes de poder vivir. En ocasiones, el dolor aun zumbaba en sus oídos.
“– Ellos me miraban hacia abajo por mi sangra de bajo origen, pero no son mejores que yo, no los dejare ir si se siguen metiendo conmigo, ellos se lo buscaron desde el inicio y ahora lloran porque no pueden con las consecuencias de sus actos.”
Las mejillas de Neus estaban rojas de la emoción, caminando con un alegre salto en sus pasos, mirando los escaparates de todas las tiendas, aunque rara vez se decidía a entrar a una.
“Había fuego en sus ojos, una mueca desdeñosa en sus labios. – No los dejare menospreciarme, no lo permití antes, no lo hare ahora que debo cuidar lo que en mi crece…”
Adal coloco una mano en el cabello rojo, sonriendo mientras se pregunta de quién había heredado el bonito y peculiar color, tan anormal como lo era todo en el muchacho.
Neus lo mira, una pregunta en sus ojos. – ¿Ocurre algo? No planeaba entrar, solo tengo un poco de curiosidad…
Adal mira el escaparate de la tienda, lleno de cosas para bebés y suspira ante el recuerdo. – Creí que tendrías hambre, llevamos ya un buen rato caminando.
Los ojos de Neus brillan una vez más, asintiendo como un niño pequeño y cuando asiente, Adal sabe que debe de cambiar a los sirvientes.
No puede permitir que algo como lo que le sucedió a él le suceda también a Neus, nunca se lo perdonaría. Sostiene un mano que se siente muy frágil entre sus dedos, una persona que aun no a dejado de ser un niño y ya carga otro en su interior.
La necesidad de golpear a Sasha se enreda en su pecho, pero había cosas más urgentes que hacer.
Como, por ejemplo, renovar a la mayor parte del personal de la finca Sallow.
Y sin que Adal lo notara, una sonrisa se extendía por el rostro de Neus.
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Ya suéltame universidad, me estas lastimando
Adal es Omega, su primer embarazo ocurrió cuando tenía mas o menos la misma edad que Neus, era de una persona "anónima" que aun no aparece, lo perdió debido al estrés y esa es una de las razones por las que se preocupa por Neus.
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