El espía

—Ah… ¿Pero… qué está pasando estos días últimamente?. Vane, por qué me miras así… —dijo Gadah, refiriéndose al gato en frente suyo que la observaba de arriba hacia abajo.— ¡P-pareces un robot…! No me mires así. Me estás asustando… ¡te dije que no! ¡Vane!.

El gatito sacudió la cabeza. Miró a su alrededor confundido, y maulló. Esto tranquilizó a Gadah.

—¡Pero qué fue eso!, primero con el perro. Luego contigo. ¿Será una especie de parálisis mental? ¡Claro! El perro debía tener una enfermedad, y te contagió, ¿no es así? —Vane se acurrucó en el nido de las piernas de Gadah.— Ese perro… ¿y si me contagió a mí también? Debo ir al hospital. —se mordió una uña—, debo llevar a mi madre también… ¡y tú! ¡Lárgate! Estás con una enfermedad, y ¡estás durmiendo conmigo!

Levantó a Vane y la lanzó por la ventana. Los gatos siempre caen de pie. Al menos Vane lo hizo.

—No vas a volver a entrar. ¿Entendido? —El naranja volvió a maullar tristemente. Pero con Gadah no funciona eso— ¡Te quedas afuera!

Al día siguiente, Gadah le restó importancia a su encuentro con Jason. La salud primero. Sentía que le picaba la nariz y un poco de pesadez en el cuerpo. Eso último talvez sería algo normal.

La madre no protestó frente a la resolución de su hija. Era mejor prevenir que lamentar.

—Le explicaré, mire, a horas de la noche de ayer mi gato se quedó paralizado…

—Eso deberían consultarlo con algún veterinario. Además, luego de hacerles estos exámenes. Todo parece andar bien. No tienen ninguna anomalía de la cual preocuparse.

—¿Entonces todo está bien…?

—Sí, todo en orden.

—¿Está seguro? No será que…

—No dediqué más de 7 años de mi vida para no estar seguro de mi experiencia como médico.

—Oh, muchas gracias. Nos vamos.

—De acuerdo,

—Muy bien.

Al llegar a la cafetería, no había nadie. Gadah se preguntó si Jason se había aburrido de esperarla, ya que ahora eran las 9:34 am. Así que se emprendió el regreso a casa, al salir de la cafetería, se encontró con Jason recién entrando.

—Siento haber llegado tarde.

—¿Apenas llegas? ¡son las 9:35!

—Sí, lo sé. Siento haber llegado tarde.

—Pendejo, yo también acabo de llegar. Aún podemos hacer nuestra reunión, entra.

—Qué conveniente. Ok, vamos.

Se sentaron. El silencio reinó por unos instantes.

—Bueno, ya, discúlpate.

—Lo siento.

—Es todo ¿No?

—No. Claro que no. Siento mucho haber sido un patán cuando niño. Pero… pero… era porque mi mente en ese entonces, era demasiado infantil.

—Con que infantil. —Gadah pareció analizar esto último—. Creo que yo era aún más infantil, e ingenua en esos tiempos. Así que bien, creo que no hay nada que disculpar.

—No hablo solo de la infancia. Eso es apenas la punta del iceberg.

—Te escucho.

—En bachillerato. Se supone que a la edad de 15 y 16 ya somos más conscientes de los actos. Que aprendemos cosas nuevas, comprender la vida en sí. Y a ser más responsables. —Jason le dió un sorbo a su café—. A pesar de saber lo que uno debe o no hacer, al tener esa edad hacemos oídos sordos a las indicaciones adultas. En primer lugar porque sentimos que ya lo sabemos; en segundo lugar, es molesto escuchar lo mismo una y otra vez; o, simplemente no vemos el peligro. Sino el deseo momentáneo. Somos muy vulnerables a esa edad. Tú y yo lo fuimos cuando esos tipos raros nos abordaron.

Gadah se ruborizó al cruzar miradas inquisitivas con Jason. Este la miraba fijamente como diciendole con los ojos: «¿Recuerdas ese día?, Sí, lo recuerdas. Por eso mismo te pido disculpas… perdón».

—No, no lo recuerdo. —en sus ojos reinaba la frescura.

—Tranquila, es difícil de aceptar. Pero es mejor así.

—En serio, no sé a qué te refieres. ¿Tipos raros?.

—No juegues conmigo. Hay que arreglarlo ahora. Por favor. —Jason empezaba a impacientarle.

—Cómo se supone que deba ayudarte a arreglarlo, si no sé de qué hablas.

—¿Me estás tomando el pelo?

—No.

—Sabes que esto es cuestión de vida o muerte. Literalmente hablando.

—¿No?... Cómo que de vida o muerte. ¿No venías solo a disculparte?.

—No. Deja de bromear conmigo.

—No bromeo. Eres tú el que no se deja entender.

—Es que me pones las cosas difíciles. Cómo no te acuerdas de algo tan… tan… relevante.

—¿Relevante?

—¿Ahora eres tú la que juega con los demás?

—No, claro que no.

—Ok. Dame a tu gato. —Gadah abrió los ojos.

—Para qué o qué. Mi gato qué tiene que ver con todo esto.

—¡Me estás impacientando! —gritó en un susurro—. Basta de juegos, ponte seria.

—¡Pero qué está pasando, al menos ten la amabilidad de contarme! —Jason pasó la palma de su mano por el cuero cabelludo.

—No lo puedo creer. Sufres de amnesia o no te importa un pepino tío esto. Esto gano por tratar de solucionar las cosas con Gadita, la loquita, niñita pesadita. ¡Uff!

—¡Pues sufro de amnesia!, supongo. Aunque igualmente me importa nada lo que esté pasando aquí. No entiendo. Creo que deberíamos dejar las cosas aquí.

—¿Sabes? Creo que sí. Dejémoslo así.

—¡Perfecto! Adiós. —Gadah se levantó primero y se fue a su casa. Muy confundida.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play