La chica de caderas deslumbrantes, se acostó en la cama. El gato se subió a sus piernas, y empezó a ronronear. Era demasiado cómodo.
La chica vestía como le gustaba, como otaku. En calcetines, peinada en dos trenzas para dormir, y con su pantalón rosa. Jugando en el móvil.
Ella trabajaba en una cafetería cerca de su casa. Vivía con su madre, una señora un poco más baja que ella, y muy carismática. Protectora con su hija, celosa. Era su bebé por decirlo de alguna manera.
Trabajaría allí, en esa cafetería, hasta que reuniera lo suficiente para pagar sus estudios universitarios. No era muy talentosa para el estudio… pero uno no necesita talento para nada, cuando se trata de ser alguien en la vida. Cuando se trata de sobrevivir.
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—No quiero que me mires. —dijo el gato con una mirada ceñuda.
—Tu pelaje es rarísimo, cómo caminas con él. —inquirió el perro de lunares negros, de distintos tamaños con voz burlona. El gato naranja y gordo levantó la mirada.
—A mí también me incómoda, quise quitarme esta mierda, ¡pero no puedo!. ¡A los niños del vecindario les encanta hacerme esto todas las veces que me ven!.
—No se llama mierda. Se llama chaqueta. Ahora lo recuerdo.
—Es una puta mierda, necesito acicalarme.
—¿Eh? —El gato rodó los ojos.
—Necesito hacer popó.
—¡Ahg! «Qué directo», como sea.
—¡Además necesito bañarme!
—Los gatos no se bañan, solo se lamen... oooh ya entiendo a lo que te refieres. No puedes hacerlo porque esa ropa que te pusieron, está interfiriendo.
—¡Por fin entiendes! ¡Cómo me quito esto!.
—No sé.
—Para qué te cuento esto si ni siquiera vas a ayudar. Perro inútil, ¡pulgoso!
—¿Pulgoso? —replicó ofendido—. Permíteme darte conocimiento de mis raíces. Soy un perro de la clase alta, mi amo es uno de los inversores más importantes en empresas… bueno no tengo conocimiento de su trabajo, pero puedo asegurar que usa saco y corbata; relojes de pulsera bañados en oro.
»Vivo en una enorme mansión, con miles de personas que se encargan de alimentarme a mí y a mi amo. Como carne, atún y los más deliciosos manjares, filetes de res, sopa de pollo...
Al gato se le hacía agua la boca el solo escuchar «Atún». —¿Crees que puedas llevarme con tu amo?, ¿puedo vivir con ustedes? (¡Comería atún hasta explotar!).
—¿Ah?. No, no, no. Eres demasiado vulgar para él. En cambio yo soy muy refinado, soy un Bulldog.
—Tan solo por eso estás con él, pareces un parásito.
—Yo soy muy cariñoso. Le doy amor y protección, eso también me hace su guardaespaldas, cualquiera que se atreva a ponerle un dedo encima se las verá con mis colmillos.
—No te entiendo ni michi. Engreído.
—No se puede esperar más de un animal de tu clase.
—¿Disculpa? Yo soy una cazadora, cazadora de ratones. Son uno de mis platillos favoritos. —Una vez más su boquita goteaba de baba. Se lamió la boquita.
—¡Iak!, ¿ratones?. En nuestra casa no hay ratones; hasta el rincón más oculto es aseado más de una vez. No es como este sitio tan desordenado. ¡Ugh!. ¡Solo miren esas bolsas de basura en plena vuelta a la calle!. —Su sensible olfato detectaba podredumbre, latas de conservas, sobras, y algunas bolsas yacían descubiertas por algún perro callejero al buscar algo de comer.
—¡Ya me estás tocando los huevitos!. Mira que ni huevitos tengo porque soy castrado. Así que imagínate que tan desagradable es tu primera impresión conmigo.
—Ugh, te estás expresando en un lenguaje demasiado coloquial. No lo entiendo. Preferiría estar ahora mismo tendido en el jardín de la mansión.
—¿Ah sí? —dijo el gato en tono burlón—, Entonces por qué estás aquí y no allá.
—Porque… porque… —El moteado cambió su expresión altanera por una más sumisa y preocupada—, me perdí en el viaje de negocios. —bajó las orejas. — y no sé si mi amo me está buscando.
—Ja ja, cómo que no sabes si tú amo te está buscando —el gato empezó a reír.
—Estoy 70% seguro… no sé. Tal Vez ya me olvidó, como lo hace con sus hembras. Cada dos meses más o menos traía una nueva a la mansión y siempre dormían juntos. Y luego parecía ladrar hasta que se iban de allí. —empezó a chillar.
—Ay... —el gato empezó a sentir lástima por el perro—. Ya, ya, seguro te está buscando… Es cuestión de espera.
—Pero no aparece, y ya tengo hambre.
—Pobre… ¿sabes? Mi amiga puede ayudarte.
—¿Otro gato?
—No, no. Es humana.
—Tu ama.
—Algo así. Es muy buena, vive sola y tal vez pueda refugiarte, le gustan los animales. Claro que, no te aproveches demasiado. —advirtió con una mirada seria el gato.
—¿En serio?, ¡te lo agradeceré de por vida!, y no seré tan pretencioso.
—Mejor así. Sígueme. —pataleando un poco, el gato gordo se esforzó en levantarse del tapete en el que estaba acostado. La chaqueta no le permitía caminar correctamente. El Bulldog siguió sus órdenes.
Ambos animales esperarían a Gadah. Pero primero aguardaban a la madre de Gadah, a abrirles la puerta.
Al principio la señora dudó un instante. Y les cerró la puerta. De colmó, empezó a llover a torrentes. Ambos animales se refugiaron debajo de la mesa metálica del patio.
Llegó Gadah y todo mejoró. El perro Bulldog volvió a ver a su dueño. Bueno eso sería mucho después.
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