—Creo que he visto a este perro en algún sitio. —dijo Gadah observando al perro—. ¿Te perdiste? Pobrecito. Ven, entra.
Gadah sacó un enorme ramillete de llaves entremezcladas. Sus zapatillas manchaba con lodo el tapete de bienvenida, la sudadera que traía encima, apenas le cubría la cabeza, y sus cabellos sueltos, desordenados sobresalen.
—Entra. —El Bulldog obedeció, el gato hizo lo propio.
—No te aproveches demasiado de ella —dijo el gato en son de amenaza e inquisitiva. El perro bajó las orejas en señal de paz y obediencia.
—Siéntete cómodo hasta mientras. No tienes permitido subir a los muebles, solo en la alfombra. No tienes permitido destruir mi casa. No tienes permitido dormir aquí dentro, sino afuera. —El perro levantó las orejas de indignación. La joven gorda bostezo al descubierto, se quitó las zapatillas y se sentó en el sofá al frente de la televisión.— No sé porqué te hablo así, no creo que entiendas una palabra de lo que digo. Igualmente, solo te lo digo, para no tener problemas. Te lo dije, ah.
»Estoy muerta del cansancio.
—¡Me preparas un café! —dijo la madre al percatarse de su presencia.— hace mucho frío allí afuera.
—¡Ya va! —dijo Gadah—. Ay Vane, quién te puso eso. ¿Los vecinos en miniatura otra vez? —cargó al gato en brazos, y le quitó aquella prenda apretada. ¿O más bien era chaqueta?. Ya qué.
—¡Hey! Gatito.
—Ash, qué quieres. —el anaranjado tenía los ojos entrecerrados, estaba en la alfombra.
—Cómo es eso de que no puedo dormir aquí dentro.
—Pues eso. A menos que tenga las orejas sucias.
—¿Dormir afuera? allí hace frío…
—Mira, tenemos permitido echarnos a descansar o dormir un poco aquí dentro, solo cuando ella esté aquí, con nosotros. Cuando sea la hora de dormir, nos abrirá la puerta para irnos afuera a soñar. Tal Vez te regale una cobija o algo. No es tan malo.
—¿No es tan malo? es que aquí viven de una manera demasiado rara. Yo solía dormir con mi amo, claro que tenía cuarto propio, pero yo amaba dormir con él. Era cálido, realmente cómodo y acogedor.
—Oh, y me llamas raro a mí. Lo siento mucho, pero esta no es la casa de tu amo, es la de Ella, mejor dicho, es la casa de Gadah. —En realidad… es la casa de su madre… bueno igual—. Son sus reglas, solo queda cumplir. Y no andes presumiendo, recuerda lo que prometiste eh, eh. No ser presuntuoso.
—Lo recuerdo muy bien. No tendrán de mí ninguna otra queja más.
—Mejor así.
Se hizo la noche. Para el Bulldog fue un lapso de tiempo demasiado corto. Recordaba haber cerrado los ojos y abrirlos cuando todo estaba oscuro, justo en el momento en el que Gadah se estaba levantando de su sueño profundo. Se frotó los ojos.
Gadah se preparaba para dormir, pero sintió que alguien la observaba. Echó un vistazo al perro. Este la miraba. «El perro es lindo pero… tiene algo raro». «¿Me está mirando fijamente?, ¿Qué mierdas…? ¡Deja de mirar cómo me cambio, perro pervertido!». Ignorando todo ello, se levantó para enviar a los animales afuera. Odiaba la pelusa de su gato y el olor a perro mojado.
—Es hora de irse a la cama amiguitos. —se levantó y los obligó a salir—. A nuestro invitado, le daremos un cojín. —Así se hizo.
Una vez fuera. El perro se acomodó en el tapete de la entrada, el gato como era de costumbre, lo hizo en una silla.
—Quiero volver a casa.
—¿Acaso te incomoda aquí?
—No es eso, ustedes son geniales. Pero mi amo, es como mi padre, y quiero estar con él. Es realmente bueno.
—Seguro te va a encontrar, para ello debes estar vivo. Hasta mientras duerme y olvídate de ello.
—Sí, debe estar buscándome. Porque sé que he sido un muy buen amigo. Lo he acompañado en muchos momentos tristes, alegres, amargos de su vida. Yo me acercaba y le lamía la mano cuando lo tenía permitido. He sido un buen chico, debería apreciarlo. —El Bulldog apoyó su cabeza en el suelo firme—. Voy a ser paciente.
—De acuerdo, ya duérmete.
—De acuerdo… gracias, muchísimas gracias. Y buenas noches.
—Sí, sí.
La noche transcurrió entre el cantar de los grillos y los ronroneos del gato. El perro que antes era rico, se durmió al instante. Soñó con su amo, en camiseta casual y shorts, tomando vacaciones con él. Sonriendo de más, que es lo que le hacía falta hacía mucho tiempo.
—Mi amo necesita ser feliz, y yo necesito hacerle feliz. Porque si él es feliz, yo también soy.
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