Por otro lado: Una niña (III)

La lluvia caía a torrentes, las zapatillas de la madre chapoteaban al son de los charcos. Era un día gélido, como siempre.

Aquella figura pálida, sentada en cuclillas sobre la silla de ruedas, daba lástima, misterio, temor o asco.

Traía puesta ropa holgada, y el pelo desaliñado, era un chico a la vista, pero en realidad era femenina, todo porque siempre se cortaba el cabello para evitar que este se entregará, pero vaya, crecía tan rápido que era necesario un corte semanal.

—Descuida, será igual que siempre, hablarás con el, y vendrás nuevamente conmigo, a casa. —la figura lastimosa, dejaba de serlo cuando escuchaba tan dulce melodía en sus oídos.

No solo hacía que se tranquilizarse, sino que pensara que todo podría ser mejor desde entonces, qué ya no habría que ocultarse, que podría salir afuera...

Aunque la paz solo duraba un instante, desaparecía con todo lo anterior, como si perdiera la memoria y los sentimientos ligados con este.

Ella, jamás había ido a un centro psiquiátrico, jamás había visto cómo era, cómo se trataban a los pacientes, o al menos si se curaban.

Sin embargo, esto ya no era importante, encontrándose en la sala de espera, hasta que el psiquiatra esté disponible.

—La señorita...

—¡Somos nosotras! —la madre se levantó inmediatamente de su asiento— tenemos una cita.

—Por aquí pase por favor.

Empujando la silla de ruedas, hacia la entrada del consultorio, la pequeña desaliñada abrazó con más fuerza sus rodillas. Mecida en el nerviosismo.

—Tranquila, todo va a salir bien, tengo que esperar en la sala.

—T-tú no me dejarás ¿o sí?

—De qué hablas, ¡eso jamás! _la envolvió en un abrazo—. Solo presiona el botón, cuando quieras salir —advirtió susurrante.

Asintió.

Al notar la ausencia de su madre, su expresión pasó de ser asustadizo, a ser serio. En serio, ella, ¿iba a dejar que un extraño la ayudara?, ella no lo sabía.

Solo no le gustaba esa idea.

~•~

—¿Cómo te sientes?

—Bien, eso creo, no sé.

—¿Cómo crees que te sientes?

Resopló.

—Temerosa, aturdida, confundida, con ganas de llorar.

—¿Por qué lo sientes así?

—No lo sé

—¿Sabes desde cuándo te ocurre?

—No sé

El psiquiatra, hubiera fácilmente perdido la paciencia, pero ese no era su trabajo.

—Estás un poco frívola, es comprensible. —exaló y continuó _ Ahora sí, puedes confiar en mí, estoy aquí para ayudarte, dime como crees que empezaron tus anomalías, y no quiero un "no sé" como respuesta...

Se oyó un rechinar de dientes.

—¡No sé!, ¡yo no sé nada!. ¡No, no, no!; ¡déjeme en paz!.

El médico emocional inhaló y exaló una vez más.

—Escucha...yo sé que es difícil para tí responder este tipo de preguntas, yo de igual modo lo he vivido. Es complicado recordar momentos tan marcantes de la vida, pero no podemos evitarlo por mucho tiempo, debes aprender a enfrentarlos. Hazlo ahora que tu madre, que yo, podemos ayudarte; no vaya a ser que cuando por fin te decidas, sea demasiado tarde y no tengas con quién compartirlo.

Ahora era otra la que empezó a inspirar profundo.

—Bueno.

El psiquiatra se reclinó en el asiento. Hasta que por fin, rompió aquel incómodo silencio.

—Tu madre me ha dicho que te encanta escribir.

—Sí.

—Puedes comenzar a narrar los hechos, imagina que lo escribes todo.

—De acuerdo. Este... Todo fue cuando yo... Mi madre...Ahg! No puedo hacerlo.

—Calmate, solo déjalo salir.

Era difícil, era agotador, se sentía así desde ya. Lo único que hizo, fue recordar, el tenía razón, tarde o temprano debía enfrentarlo. Cerró ambos ojos, apoyó su frente en las rodillas, con voz baja pero audible empezó a contar. Su historia cuando niña, a los cinco años, donde todo empezó.

—Yo construía mi propia filosofía. Creí que viendo mucho terror, me volvería inmune... Pero no fue así, esto solo empeoró las cosas, me hizo los sueños insoportables, me llenó de ojeras a los días siguientes. Me sobresalté con cada ruido sorpresivo durante las noches.

»Pero aún así, no dudaba de mi teoría, así que un día salí a explorar el bosque entre las dos y tres la de la madrugada.

»Esa noche, vi un monstruo.

»Talvez no suene tan aterrador, quizá piense que fue ilusión mía, de igual modo tampoco yo podría asegurarlo.

»Sentí que alguien tocaba mis espaldas a punzones, pero también sentí mi propio movimiento.

»Sentí que salía de mi casa sin quererlo siquiera, ví a una niña paralizada y de espaldas en medio del bosque al que me encaminaba, se parecía a mí, tenía mi estatura, e incluso mi pijama de lunares rojos. Al mismo tiempo, escuché que alguien se acercaba detrás mío, también miraba los ojos del monstruo alado. Me dijo que quería comer. No podía emitir ningún ruido, mucho menos moverme un centímetro.

»Pensé que yo sería su comida.

»Lo siento es que a él solo le gustaba una clase de alimento, de hecho, solo una clase de fruta, manzanas rojas.

»Alguien, le gritó y se las dió, puede distinguir que, quién era, solo la sombra. Terminó de comer sus manzanas, y echó a volar inmediatamente... El era muy tenebroso.

»Al día siguiente amanecí en la misma posición, mojada por la lluvia, temblando. Desde entonces no quiero volver a pisar el sueño.

***

Ella se puso a llorar.

Fue entonces que tocó el botón, su madre sin previo permiso, entró inmediatamente.

—Gracias doctor, me la llevo, ya tengo su receta.

Dejándolo con la boca abierta, echó a andar la silla de ruedas.

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