El otro Paul
No es difícil decirle a alguien alguna clase de locura. Puedes incluso inventarla: "Me fuí a otra dimensión y tuve una gran aventura".
Lo difícil, es hacer que esa persona te crea, o le de alguna clase de veracidad a lo que dices...
Al menos ese no es mi caso, porque yo no tenía a nadie a quien decírselo. No quise hacerlo, ya que esto era más que complicado, era realmente algo impensable.
Comenzó en épocas de invierno según recuerdo. Acababa de cumplir siete años de edad. Muy chiquillo en ese entonces, ni siquiera debiera poder recordar una experiencia tan pasada; aunque sabemos que normalmente recordamos cosas de importancia, algunas veces también, aquellas que no tienen ni el más mínimo valor, pero están allí de algún modo.
El cuarto para huéspedes, en que pasaríamos el mes entero (en tanto reparaban nuestros cuartos: una fuga de gas y problemas en el retrete eran los culpables.) parecía antiguo, no era sorprendente, puesto que nadie se hospedaba allí desde hacía algún tiempo. De aspecto polvoriento un tanto tenebroso, con algunas telarañas en los bordes amaderados del techo. En la planta baja contenía una típica chimenea que no usaríamos en ningún momento, escaleras arriba dos habitaciones contiguas, una sería para mí y las otras... Para ellos.
Mi cuarto, en la parte alta, era pequeño —yo era pequeño— una pequeña ventana circular justo detrás de la cabecera de mi dormitorio. Desde allí se podía apreciar un agradable panorama de árboles, el río y... ese vagón de tren muy curioso.
No tengo ni la más remota idea, de cómo le hicieron para traer inmenso objeto hasta donde estaba. Medía como tres metros de altura (sin contar sus pesadas seis ruedas de un metro) y un largo de ocho metros. Las paredes echas de madera, unas escaleras que bajaban de la puerta que se le había añadido después.
Yo siempre fuí consciente de su presencia, desde que llegué. Lo habían usado un tiempo como oficina, allí trabajaba un equipo de personas en sus computadoras... Esos tiempos terminaron, ahora solo se le veía abandonado, nostálgico. A su alrededor se colaban plantas rastreras, flores moradas que adornaban y hacían parecer ese vagón mágico, sacado de un libro de cuentos. Una casita bien linda que con tan solo mirarla se sentía acogedor.
De no haberlo observado por un largo tiempo, a través de ese ventanuco, creo que no me habría hecho esa pregunta:—¿Qué es lo que hay dentro?.
Por increíble que parezca, no me lo había planteado, de hecho siempre lo ignoré.
Mi lado infantil me ilusionaba, creyendo que al interior podría haber un portal hacia un mundo mágico, donde yo sería ese héroe al que todos admiran, el más poderoso, el más guapo. El héroe que se queda con la chica que le gusta.
Me llenaba la curiosidad. Claro que pasaría algún tiempo antes de lograr entrar, lo tuve que planear, ya que nadie tenía la llave. Unos mostraban la misma curiosidad al respecto, pero a mí me carcomía el suspenso.
Entré por una de las ventanas de allí. Yo era muy listo.
~•~
Le fue complicado entrar por esas ventanas, eran estrechas. El problema más grande era la altura. Si no había alguna especie de mesa en la pudiese apoyar sus pies, corría el riesgo de caer.
A fuerzas, con algo de nerviosismo trató de meterse al interior. Lo primero que hizo al lograr meter la cabeza, fue observar. Tenía aspecto de solo ser un mini-cuartito con dos camas alejadas entre sí —"como para dos personas" —pensó el niño.
Por fortuna se ahorraría un tobillo torcido, ya que una mesita de noche yacía allí mismo bajo sus pies para apoyarlo y servirle de soporte.
Adentro el aire era cálido, sombrío pero cálido...
Una televisión antigua, parecía funcionar. Funcionaba. Las cosas eran viejas, era un vagón ("cuarto") abandonado.
La atención del menor, se desvió únicamente al armario. Deslizó las aperturas de este para ver lo de adentro, pensó que habría algún tipo de cadáver o extremidad, no obstante,, también sabía que no habría nada que temer.
El contenido no era el que esperaba.
Una sonrisa curiosa brotó de los labios del niño, allí había un montón de juguetes polvorientos y ordenados, su vista empezó a explorar los estantes desde abajo: En el primer estante, se apreciaba una colección de animalitos hechos con arcilla y plástico; en el segundo, un juego variado de cocina; en el tercer estante, más arriba, un cuartito de variadas muñecas con accesorios en buen estado; y en el último, muñecas más grandes, en cuyo costado se esperaban juguetes rotos. Ese último sería la parte más abandonada.
Con solo ver el contenido, era fácil deducir que esa habitación había Sido la de una niña, o por lo menos tuvo que haber alguna que dejara sus juguetes allí mismo.
Con cautela, y un tanto de miedo; exploró algunas piezas, pensaría en querer llevarse algunos para su colección. Tomó varios unicornios de cabellos sintético, desordenado; observó las distintas formas. El último estante, es el que más tiempo le consumió, los juguetes dañados—"los inservibles"—le causaban cierta nostalgia, estos convivían con las muñecas grandes. La más grande era la más hermosa: cabellos artificiales; rubia; sus ojos marrones claros y pestañas largas resaltaban; un poco de rubor en las mejillas daban ganas de sentirlos, por más que fueran de plástico o jebe; y esa ropa toda rosada con un gorrito francés del mismo color. Una combinación exquisita.
Le acariciaba el pelo una y otra vez. Era suave.
Aunque... Ya estaba anocheciendo, ellos estarían preocupados, debía irse.
—Shh!
La oscuridad, absorbió el vagón entero. En tan solo un segundo, cosas impresionantes sucedieron allí. Supo de inmediato qué debía hacer. Supo por que debía hacerlo, porque:—... me he enamorado de tí muñequita —le dió un beso en sus mejillas rosaditas. —He de cuidarte, nadie se acercará a tí. Esta vez no te abandonaré.
Él se había enamorado de una muñeca. Sus sentimientos... ¿de dónde vinieron tan repentinamente?.
...~•••~...
Llovizna.
Mis zapatillas están un tanto empapadas, siento como el agua se impregna dentro de ellas, y mis medias no ayudan en nada.
Traigo mi gorra deportiva, típico de chicos, típico de mí; la sudadera holgada que tanto gusta y unos leggins negros, también holgados. El típico barbijo no falta, este es negro. Siempre trato de vestir bien, es una de las cualidades que según me han dicho, es atractivo para las chicas... Adoro eso.
No lo adoro, pero un poco de atención no está de más. Aunque... Tampoco quiero decir que deba ser agradecido y prestar atención a cualquier persona que quede bien conmigo.
Mis ojos solo están para ella, solo ella tiene mi corazón, a ella y nadie más que ella amo. La amo, la quiero, ¡la necesito ahora!.
Subí las gradas, del que ha sido mi hogar siempre. Y la encuentro acostada en la cama como siempre: Ojos marrones claros, cabellera rubia, mejillas con rubor y rosadas, un traje todo rosa... ¡La más bella del universo!
—¿Me extrañaste? —el es muy cariñoso con ella. Pero normalmente con cualquier persona, sería seco, y muy frío.—. Te he conseguido otra colección de ropa rosa, te gusta el rosa —se sonroja—. Soy capaz de traerte todo lo que quieras si me lo pides... Pero no sabría cómo hacerlo, no puedo hacerlo porque me lo prohíbes... Planeaba traerte muchas cosas, llevarte por todas partes, pero como tú lees mi mente me lo prohibiste rotundamente, sabes que no puedo decirte que no; te enojaste y no quiero que lo hagas, al menos no conmigo. Te necesito...
—Claro que me necesitas —. Habla ella, toda radiante pálida y con rasgos adolescentes— Ven aquí —Abre sus brazos, en señal de permiso para que él se lance sobre ella, y la bese apasionadamente. Rosa sus labios por su mejilla, y ambos sienten sus respiraciones, él le besa el cuello y ella revuelve sus dedos por su lacia cabellera corta.
Se oyen sus respiraciones entrecortadas, y de placer.
—Te amo —dice el chico.
—Lo sé —responde ella.— ¿traes lo que te pedí?
—Oh, sí claro —se levanta de encima de ella, y empieza a rebuscar en su mochila, de este saca a un pequeño cachorrito.— Ten.
En cuanto la chica (muñeca) pone sus manos en el inocente, este pierde movimiento, pierde credibilidad y ahora solo es un oso de peluche en forma de perro.
—Mejor.
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