No era la primera vez que lo veía con alguna herida o golpe. Al principio creyó que era por las típicas peleas en el colegio y, además, considerando el carácter de Lucien, las peleas eran muy probables. Sin embargo, luego de tratar un poco más con Bastian, padre de Lucien, se dio cuenta de su excesivo control sobre el muchacho. También notó las miradas algo tristes de Lucien al saber que tenía que volver a casa. Ella tenía miedo por Lucien.
Salió de la institución y chocó con un joven que iba llegando. Él se disculpó sin mirarla y siguió su camino. Estaba bastante feliz. Elena sonrió y subió a su auto.
Mientras, Edgar ingresaba al colegio luego de haber chocado con una mujer en la entrada. Entró más calmado a su salón y recibió una cálida sonrisa de Erika. Benjamín estaba de espaldas, así que no lo vio, por otro lado, Lucien le hizo una seña con la mano, saludándolo.
Él le devolvió el saludo y dejó sus cosas sobre el escritorio. Estaba feliz porque eran sus primeros ¿amigos? Edgar no sabía si podía considerar a Erika, Lucien y Benjamín sus amigos. Eso lo desanimó y se recostó sobre la mesa. Sintió la presencia de alguien y miró hacia el otro lado, encontrándose con la mirada altanera de Lucien.
—¿Quieres sentarte con nosotros? —le preguntó el francés mientras bebía un jugo de naranja y Edgar arqueó una ceja. Intentó disimular un poco su emoción.
—Uh… bueno —accedió tranquilo y se pasó para donde estaban Benjamín y Erika conversando. Benjamín lo observó y desvió su mirada.
—B-buenos días, Edgar —saludó Benjamín con un poco de nervios. Lucien observó a Benjamín con una sonrisa chueca.
—Buenos días —correspondió el muchacho, ofreciéndole una sonrisa tierna. Benjamín estrelló su rostro contra la mesa, provocando un susto en todos los presentes.
—¡¿Qué demonios sucede contigo?! —protestó Lucien luego de haberse asustado. Erika levantó los lápices que se habían caído a causa del golpe y Edgar miraba todo con confusión. Para Edgar, Benjamín llegaba a ser extremadamente extraño, pues era impredecible y tenía manías que no podía lograr descifrar.
—N-nada… —murmuró Benjamín, levantando su rostro. Dejó a la vista una gran marca roja en su frente y Lucien le asentó su cajita de jugo frío—. Gracias. —Sonrió Benjamín.
Erika suspiró y miró a Edgar. Él estaba muy entretenido con la reacción de Benjamín y la Marquesa notó un ligero entusiasmo en la mirada del príncipe ruso. Un entusiasmo que veía por primera vez.
—¿Estás feliz? —Su pregunta fue tan repentina y directa que dejó a todos esperando una respuesta de Edgar. El joven ni siquiera sabía qué responder.
—Eh… sí, algo así —aclaró, sacando su celular del bolso—. Ya casi es hora de la entrevista —murmuró, viendo a Benjamín, quien, repentinamente, se tapó el rostro con las manos y se puso de pie. Aun así, se notaba un leve enrojecimiento en sus orejas.
—Y-ya vuelvo —anunció Benjamín, saliendo del salón con su rostro aún cubierto. Lucien levantó una ceja y miró como se marchaba su amigo con la actitud más sospechosa del universo.
—¿Qué le dieron de desayunar a ese rarito? —preguntó Lucien de mala gana—. Ha estado muy raro. —dijo, indignado.
Erika se puso una rosa de tela en su cabello y se dispuso a hablar—: No tengo idea de por qué está tan raro. —Edgar los observaba tranquilamente y recordó que vio las orejas enrojecidas de Benjamín.
—Creo que tiene fiebre —murmuró Edgar, tomando su bolso y acomodándolo en sus piernas—. Tenía las orejas rojas. —Señaló y Lucien le hizo una seña aprobatoria.
—Eso debe ser —asintió el francés y Erika tomó su celular para llamar a la mamá de Benjamín.
—Le diré a su mamá que venga a retirarlo. Si tiene fiebre no puede quedarse, solo empeorará —explicó Erika y apareció de nuevo Benjamín. No tenía cara de estar enfermo. Erika lo analizó con detenimiento.
—¿Estás bien? —preguntó Lucien. Erika esperó la respuesta y Edgar se entretuvo con un ave que exploraba todo el salón.
—Sí, no es nada. —Edgar lo miró y Benjamín quedó helado.
—Te vi, tenías las orejas enrojecidas, ¿cómo no puede ser nada? —protestó Edgar y Benjamín se sonrojó.
—¡N-n-no es así! —Soltó al borde de un ataque nervioso. Lucien y Erika observaron sorprendidos la escena. Benjamín nunca se habría sonrojado de esa manera—. ¡Te equivocas, Vasiliev! —exclamó Benjamín y Edgar arqueó una ceja.
—¿Cómo? Estás rojo de nuevo —refutó y Benjamín se coloró aún más.
—¡C-cállate! —ordenó Benjamín y se escondió en sus brazos y la mesa. Lucien sonrió y Erika lo abrazó.
—Ya, mi pequeño… —animó la Marquesa con la voz exagerada—. No te enojes… todos te amamos —agregó, sonriendo. Benjamín levantó un poco la cabeza y miró a los ojos cafés de Edgar que se cruzaron con los suyos en un momento.
—Bueno… —murmuró Lucien y carraspeó—. Igualmente, deberías ver a un doctor —aconsejó el francés sin hacer contacto visual.
Benjamín volvió a agachar su cabeza y se quedó así. Mientras, Erika lo acariciaba intentando consolar al chico. Edgar miró su teléfono y ya era tarde.
—Eh… se me hizo tarde —comentó de manera tranquila. Benjamín al principio no entendió y luego se acordó de la entrevista que tenía con Vénus.
—¡¿Y qué demonios estás esperando?! —reprochó Benjamín, golpeando la mesa con su mano hecha puño. Lucien, por el susto, apretó la caja de jugo manchando con el líquido su suéter blanco. Erika volvió a recoger los lápices que se cayeron y empezó a refunfuñar en alemán. Edgar, en cambio, estaba desencajado por el cambio repentino de Benjamín; hace un momento estaba llorando por quién sabe qué cosa y ahora quería arrojar una mesa del puro enojo.
—¡Benjamín, vas a lavar mi estúpido suéter! —protestó el Conde dejando la caja de jugo sobre la mesa. Se puso de pie y salió del salón.
—Bueno, me voy —anunció Edgar y salió del salón. Erika tomó de los hombros a Benjamín y comenzó a sacudirlo.
—¡Estás muy raro hoy! —habló Erika y Benjamín, sonrió nervioso—. T-tengo una explicación para ello. —Soltó titubeante—. Más o menos… —susurró.
—Ah, ¿sí? —expresó Erika, mirándolo fijamente. Él se rascó la nuca con nerviosismo y luego se apoyó en la mesa.
—Sí… —farfulló Benjamín y se enderezó—. No sé qué me pasa —sollozó tapándose el rostro.
—Tal vez solo estás enfermo —asumió Erika, tocando el hombro del príncipe. Benjamín se puso de pie abruptamente y miró a Erika.
Suspiró y arregló su corbata diciendo—: Iré por unas cosas. Sé que queda poco para que empiecen las clases, pero no tardaré. Espérame. —Erika asintió y tomó su celular mientras veía como se alejaba Ben.
El príncipe caminó lentamente por los pasillos hacia la biblioteca. Estaba un poco distraído con sus pensamientos. “Todo por culpa de una estúpida tira adhesiva, nunca debí aceptarla”. Gruñó para sí mismo.
Benjamín recordó aquello; Edgar extendiendo su mano con una sonrisa dulce plasmada en su rostro, mirándolo con tranquilidad. “Ahora ni siquiera entiendo por qué me afectó tanto, él solo me dio una tirita”. Pensó caminando más rápido. “En ese momento creí que se me saldría el corazón o algo así. Y lo peor es que Lucien se da cuenta de mi actitud extraña, pero ¿cómo puedo responder su incógnita si no puedo entenderme a mí o a lo que me sucede?”. Se cuestionó en silencio.
Pasó al lado de una chica que venía de la biblioteca. Ella lo saludó y él correspondió. “Ahora que lo considero, esto nunca me había pasado con una chica”, supuso, observando como ella se alejaba. “En realidad, nunca fui muy normal. Las chicas no me parecen atractivas, pero tampoco los chicos… bueno, Lucien es guapo”. Deliberó el muchacho. Se detuvo cerrando los ojos y puso su dedo índice en la barbilla, luego de un largo tiempo de análisis, Benjamín abrió los ojos y sonrió.
“¡Eso debe ser!”. Exclamó internamente chasqueando sus dedos. “¡Tal vez soy homosexual!”. El chico, que al principio parecía estar seguro, empezó a dudar y se rascó la nuca. “Aunque Erika es linda, al igual que Vénus… ¿Tal vez saqué una conclusión apresurada?”. Se preguntaba Benjamín con los ojos entrecerrados. “Tal vez soy bisexual…”
Benjamín dio un salto y sonrió ampliamente. “Eso es, soy bisexual y es muy probable que me guste Edgar”, concluyó y emprendió viaje al salón para darle una respuesta a Erika. Sin embargo, se detuvo cuando procesó toda la información, “¿me gusta Edgar?”, pensó detenidamente hasta que llegó a la conclusión de que eso era imposible, “¡Edgar es un imbécil!”, se dijo a sí mismo y continuó dando saltitos por todo el pasillo hasta que llegó al salón.
Sin pensarlo dos veces, se arrojó sobre Erika, quien estaba parada al lado de la mesa y la abrazó mientras que él decía: ¡Ya sé qué me sucede!
Benjamín esperó tranquilo que Erika lo atrapase como siempre, sin embargo, lo que sintió fue cómo el cuerpo que chocó trastabilló y, sin poder agarrarlo, los dos se cayeron al suelo.
El estruendo se escuchó en todo el salón, los pocos compañeros que estaban ahí miraron con asombro como Benjamín se había caído con Edgar al suelo.
Benjamín se levantó enojado—: ¿Por qué no me sujetaste? —Levantó su rostro y se llevó la sorpresa de su vida. Quien estaba debajo de él, con la expresión desencajada y el uniforme hecho un desastre, era Edgar O’Neal. Benjamín se puso de pie de un salto y lo miró—. L-lo siento… pensé que eras Erika. —Intentó excusarse.
Edgar intentó ponerse de pie, pero al asentar su mano en el suelo para hacer de soporte, un dolor insoportable lo detuvo. Su expresión cambió a una de dolor en cuestión de segundos y Benjamín entró en pánico.
—¡D-demonios! —exclamó Benjie, corriendo en busca de la enfermera.
(…)
—¿Fue una pelea? —preguntó Gerald, mirando a Benjamín.
—¡Claro que no! —gritó el pequeño, encarando a su padre. Este acomodó su cabello y miró a Edgar.
—¿Estás seguro? —Volvió a preguntar dudoso al ver que Edgar tenía un brazo roto.
—Ya te dije que no fue una pelea. Me lancé sobre él porque creí que era Erika —explicó Benjamín, dejando a su padre aún más confundido. Gerald ladeó su cabeza y se cruzó de brazos.
—¿La pelea era con la jovencita Schelling? —preguntó, observándolo.
Benjamín suspiró pesadamente y abrió la boca—: ¡No fue una pelea, ni con Erika, ni con Edgar! —bramó ya hastiado.
—¿Entonces? —cuestionó el hombre.
—¡Fue un accidente, un maldito accidente! —gritó histérico Benjamín. Gerald asintió y fue a hablar con el médico, mientras que Erika y Lucien ingresaban agitados a la sala—. ¡Benjamín, ¿qué te pasó?! —interrogó Erika, examinando el cuerpo del mencionado—. ¿Dónde te duele? ¿Quién fue?
Lucien se acercó lentamente a las camillas para ver más de cerca, no parecía que Benjamín fuese el enfermo. Afortunadamente, pudo ver algo y ese algo más bien era alguien, Edgar sentado con su brazo enyesado.
—¡¿Qué pasó en mi ausencia?! —exclamó el Conde y Benjamín lo miró con sus ojitos acuosos, estaba a punto de llorar—. E-espera Benjie-
—¡Fue un accidente! —Rompió en llanto Benjamín, interrumpiendo a Lucien. Erika lo abrazó mientras que Ben sollozaba. La Marquesa miró con recelo a su novio, regañándolo y él se encogió de hombros.
De pronto, las puertas de la sala médica fueron abiertas, dejando ver a Ethan Vasiliev junto a Rebecca O’Neal. Ambos tan imponentes como siempre. También ingresaron unos hombres vestidos de negro con auriculares.
Benjamín se separó un poco de Erika y levantó la vista, Erika se levantó y se sentó a un lado del príncipe que no paraba de sollozar.
—E-es el papá de Edgar —murmuró Benjamín y Erika observó la escena con sorpresa.
—¿Dónde está mi hijo? —Fue lo primero que salió de la boca de Ethan. Uno de los hombres de traje negro se acercó a la enfermera, quien no estaba muy contenta por toda la gente dentro de la sala médica.
Mientras, Gerald salía de hablar con el médico y se topó cara a cara con Ethan Vasiliev. Ambos se miraron fijamente, ninguno daba el brazo a torcer.
—¿S-señores? —Llamó la enfermera asustada por la tensión entre los hombres—. Creo que deberían distanciarse, ¿recuerdan que esta es una clínica?
Ambos la ignoraron, sin embargo, Vasiliev carraspeó y habló con uno de los hombres que lo acompañaba.
Mientras tanto, Rebecca estaba besando y abrazando a su hijo. Edgar suspiró y tenía una mueca deforme ante el constante contacto afectivo de su madre.
—¿Cómo está, doctor? —preguntó Rebecca al hombre de avanzada edad y canas por todo su cabello.
—Afortunadamente, no fue una fractura muy grave. El hueso se rompió, por una parte, por lo que sanará naturalmente —explicó sonriendo y Rebecca suspiró aliviada—. Deberá usar lo menos posible ese brazo, por lo menos hasta que sane.
Edgar asintió lentamente e intentó despegarse de su madre.
—¿Necesitará medicamentos para el dolor? —Volvió a preguntar la mujer pelinegra y Edgar la miró desencajado. El médico la miró y sonrió.
—Sí, se lo anotaré en un momento.
Por otro lado, Vasiliev ya se había alejado de Gerald y estaba sentado en la sala esperando a su hijo, no quería interrumpir.
Mientras, Gerald hablaba con los chicos.
—Hay que irnos —propuso Erika, cruzándose de brazos. Lucien negó y se sentó junto a Benjamín.
—No podemos dejar a Edgar aquí solo —comentó el francés y Benjamín asintió.
—Bueno… —Suspiró la Marquesa sentándose con ellos—. Señor Gerald, ¿cómo está Edgar? —le preguntó al hombre que estaba parado con las manos en su cintura.
—El médico afirma que estará bien. Ya hice la transferencia por los gastos médicos —respondió sin dejar su postura.
Por fin, Edgar salió de la habitación y se mostró frente a todos mientras que su madre firmaba unos papeles.
Todos se pararon para preguntarle cómo estaba y Edgar miró a todos con sorpresa.
—B-bien… —murmuró el ruso y Lucien le dio una palmada en la espalda.
—Lo supuse —aseguró el francés y Edgar rio junto a Erika.
Benjamín suspiró aliviado, todavía estaba preocupado por el brazo de Edgar. Sin embargo, esa preocupación se transformó en nervios cuando vio que Edgar se acercaba a él.
—L-lo siento —tartamudeó Benjamín, esperando que Edgar se detuviera, pero no fue así. Lo hizo una vez que estuvo bastante cerca.
—Está bien, no me duele —habló el muchacho con una sonrisa sincera en su rostro. Desplegada tranquilamente, sin temor. Edgar le extendió la mano para saludarlo—. Nos vemos mañana.
Benjamín dudoso, tomó la mano de Edgar y la apretó suavemente, sin lastimarlo. Y luego murmuró bajito con un leve sonrojo—: Nos vemos…
Edgar salió luego de despedirse del resto y su madre lo siguió. Ethan se propuso salir cuando recordó que tenía que pagar la cuenta. Habló con la enfermera y ella le comentó que todo ya había sido pagado.
Ethan la miró pensativo y luego miró a Gerald. “O net. Kakoy oblom. (Ay, no. Qué fastidio)”, se quejó en silencio el hombre y luego acomodó su chaqueta.
—Los llevo a sus casas —habló Gerald, ganándose una sonrisa por parte de los chicos.
—¡Pido adelante! —gritó Lucien y salió corriendo de la sala médica, por detrás de él salió Erika y finalmente Benjamín.
Thompson río ante la energía de los adolescentes y también salió, más despacio, de la sala.
Y Ethan se quedó ahí, sin saber qué hacer.
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Comments
Mix Mix
jajaja adoro como lo acepta sin más titubeo jajaja /Chuckle/
2024-07-28
1
Faty Kaneki
jajjaa ahora entiendo eso de que rompe el brazo de la persona que le gusta jajaja muy bien la.descripcion jajaja
lo importante es que se dió cuenta que siente algo especiales por el tonto ruso
2023-07-09
2