03

Benjamín estaba cambiando los canales de televisión por doceava vez, rogando encontrar algo que llamara su atención. Sus amigos se habían marchado hace como una hora y él quedó en casa, solo y aburrido.

¿Por qué nunca hay nadie en esta casa los viernes por la tarde? Protestó Benjamín en silencio. Se acostó en el sofá y tomó su teléfono. Tecleó unas cuantas cosas, pero nada muy interesante.

—Voy a tener que ir a mi habitación a jugar con la consola —murmuró ofendido mientras se levantaba y caminaba descalzo por toda la sala. ¿A quién engaño? Con suerte sé encender la consola. Reflexionó y fue directamente a la cocina en busca de algún aperitivo. Abrió la heladera y encontró unas verduras y queso. En las alacenas había pan y algunos alfajores de Beth.

Mientras decidía qué hacer, el sonido de la puerta lo alertó. Miró por una ventana que daba justo para la entrada y notó que su madre ya había llegado.

—¡Mami! —exclamó Benjamín, lanzándose sobre Elena, quien lo atrapó para darle un beso.

—Benjamín, pensé que estarías con Erika o Lucien —comentó Elena con una sonrisa desplegada en su amable rostro. Richard pasó con varias bolsas para la cocina en donde las dejó.

—Permiso, señora Elena. Tengo que salir en busca de la señorita Beth —Se excusó Richard, arreglándose el uniforme.

—Sí, ve tranquilo —Richard salió apresurado cerrando la puerta. Elena miró a Benjamín esperando su respuesta—. ¿Y bien?

—Estuve con ellos hace un momento. Se tuvieron que ir porque esta noche es la fiesta que organicé toda la semana junto a Erika —explicó Benjamín, mirando disimuladamente dentro de las bolsas que dejó Richard. Dentro de ellas había una gran cantidad de pasteles de mora, que a ningún ser viviente de la casa le gustaba—. Sabes que a nadie le gusta esa aberración hecha pastel, ¿por qué compraste tanto? —preguntó con desaprobación.

—A tu abuela Rose sí le gusta —Sonrió Elena.

—Ah... cierto —Esa vieja bruja...

—Entonces... ¿Edgar está en la lista de invitados porque tu mamá así lo quiso? —preguntó Benjamín, gritando debido a la música.

—Sí —asintió Erika, viéndose al espejo en los baños. Retocó su maquillaje y peinado—. Ella me ordenó que lo incluyera porque sería una falta de respeto no hacerlo, sobre todo porque es un príncipe imperial. Ya sabes, burocracia —Suspiró con pesadez sin dejar de mirarse en el espejo.

—En resumen, estamos jodidos —murmuró Benjamín para luego despegarse del marco de la puerta del baño en donde se había apoyado, y salir a recibir a los invitados. Saludó a unos compañeros y chicos de otros salones que ni conocía.

Entre tanta gente se hizo presente Lucien, vistiendo unos pantalones de vestir negros, una camisa bordó que acompañaba con un saco negro, y unos zapatos también oscuros. Al ser bien parecido, destacó bastante cuando ingresó.

—Joven, está usted perdido; el funeral es en la otra calle —Bromeó Benjamín, dándole unas palmaditas en la espalda a Lucien.

—Muy gracioso... —musitó inexpresivo Lucien, dando a conocer su disconformidad con la broma de su amigo—¿Y Erika? —atinó a preguntar, mirando entre la multitud.

—Estaba arreglándose, ya sabes —Ambos rieron y caminaron en dirección a la barra. Se apoyaron y pidieron un par de tragos mientras esperaban a Erika. Entonces, Benjamín le contó a Lucien lo que le esperaba el fin de semana y que tendrían un invitado poco deseado.

—En resumen, la amada abuela Rose irá de vacaciones a tu casa y el tal Vasiliev está invitado a esta fiesta —dijo sarcástico Lucien, mirándolo con burla—. Le diré a mi papá que te prepare una habitación —agregó sonriendo y dejando de lado el tema del invitado.

—¡Eres genial, Lucien! —vociferó Benjamín, abalanzándose sobre Le Brun.—. ¡Gracias, gracias! —Agradeció.

—Bien, bien —Rio abrazando a su amigo.

Minutos después llegó Erika con su vestido de fiesta en tonos azules y plateados. Caminaba elegantemente mostrando un par de tacones plateados con flores azules. Más arriba se mostraba una hermosa diadema azulada decorada con despampanantes diamantes.

Benjamín codeó a su amigo quien no dejaba de soltar babas por su novia y le susurró: —Sé educado —Y sonrió. Se puso de pie y los dejó solo.

Le Brun se puso de pie, acomodó su cabello y tomó la mano de Erika con delicadeza para besarla dulcemente.

—Tan hermosa como siempre —Halagó Lucien, mirándola de pies a cabeza. Erika sonrió con sus mejillas rojas ante el comentario de su novio. Ella se acomodó en una de las mesas a conversar con el francés mientras ambos esperaban sus bebidas.

Los minutos pasaban y el trío disfrutaba cada vez más la fiesta debido al alcohol que estaban ingiriendo; Erika y Lucien bailaban al son de la música, y Benjamín charlaba con Charlotte y Vénus. Todos se habían ubicado en una de las mesas del fondo, manteniéndose tranquilos y serenos.

Sin embargo, la diversión duró poco; Edgar había llegado y, sonriendo, ingresó al salón. Las chicas se acercaron a él para saludarlo, invitarlo a bailar o un trago y, así, el trío borró su sonrisa del rostro.

—No puedo creerlo, sí vino —comentó Charlotte sorprendida—. Por cierto, hablando del rey de Roma, hoy tuve que hacerle un llamado de atención... —murmuró la pelinegra. El joven castaño la miró con el ceño totalmente fruncido.

—¡¿Qué?! —exclamó Benjamín, golpeando la mesa—. ¡¿Solo un llamado de atención?! —cuestionó ofendido.

—Bueno, de esa forma lo quiso el director. Aunque me sorprendió, ya que su hija estaba involucrada, yo pensaba que, mínimo, lo expulsaban —explicó Vénus, acomodándose la blusa negra que llevaba puesta.

—Yo también creía eso —murmuró Benjamín y recostó su cabeza sobre el espaldar de la silla. Aunque sospecho que más adelante tendremos problemas con esto...

—No pensemos en eso ahora —Cambió de tema Charlotte y levantó su vaso—. Brindemos por la gran fiesta que organizó mi fiel secretario y amigo, Benjamín, y la hermosa Erika —Animó. Benjamín y Vénus la imitaron y chocaron sus vasos.

—¡Salud! — Dijeron los tres al unísono y bebieron todo el contenido de sus vasos.

A la mesa se acercó Erika ya cansada de bailar, se tambaleó un poco hasta que logró sentarse junto a Benjamín. Estaba realmente agotada. Aunque no lo pareciera, Lucien era un excelente bailarín y no es que Erika no lo fuera, pero ya había llegado a su límite.

—No doy más... —susurró Erika, abrazando a Benjamín—. Benjie... ¿Me traes otro cóctel? Por favor —rogó juntando sus manos mostrándole la expresión más tierna que podía hacer.

—Bien... bien —Aceptó Benjamín y se puso de pie. Caminó hasta la barra y pidió el cóctel para Erika y otra botella de champaña para sus amigas y él.

Una vez tuvo lo que pidió, se dio media vuelta y caminó despacio para evitar chocar con sus compañeros. Cuando bajaba de la barra se atravesó un chico con el que chocó y derramó todo el cóctel de Erika.

—¡No puedo creerlo! —Soltó Benjamín molesto, sacudiendo su mano. Levantó su mirada para reprocharle al chico y calló cuando conoció la identidad de su desgracia—. ¡Fantástico! ¡Lo que me faltaba, chocar contigo, Vasiliev! —rezongó Benjamín, haciéndole notar a Edgar su disgusto.

—De donde provengo, luego de algo así se pide una disculpa —habló sarcástico Edgar, provocando que Benjamín enfurezca.

—¡¿Disculpa?! —bufó indignado Benjamín—. Dos cosas: una, tú te atravesaste, y dos: ¡No pienso disculparme porque no es mi culpa! —aclaró histérico. Dio media vuelta y volvió a la barra para pedir nuevamente el cóctel.

Félix, el cantinero, lo observó y mandó a limpiar la pista para evitar accidentes. Notó el enojo de Benjamín y trató de calmarlo

—Benjamín, tranquilízate. No es para tanto, solo fue un accidente —Sonrió Félix y comenzó a preparar el cóctel.

—¡No puedo! —gruñó Benjamín—. Voy a romperle esta botella en la cabeza si vuelve a decir algo —Amenazó mostrando la botella de champaña que tenía en su poder—. Es que me irrita su sola presencia, maldición  —Félix sonrió nervioso entregando el cóctel.

Edgar se recargó sobre la barra y pidió otro trago mientras observaba a Benjamín. Le llamó la atención, puesto que se veía inofensivo, pero desprendía un aura terriblemente amenazadora. Aunque se quedó apreciando algo en el rostro del chico; sus ojos grandes y vista azulada le llamó la atención. Fue extraño.

—¿Siempre eres así de agresivo? —Inició la conversación Edgar, recibiendo su pedido. Tenía ganas de molestarlo.

Benjamín ni siquiera volteó a verlo, recogió el cóctel y se dirigió a la mesa donde lo esperaba una ansiosa Erika. Mientras tanto, Linda y otras chicas se llevaron a Edgar a la pista de baile, y Lucien bailaba sin vergüenza en la pista junto a dos compañeros quienes le seguían el paso.

Benjamín prácticamente se arrojó, con botella y cóctel en mano, a los sillones.

—¿Todo bien? Tardaste mucho —protestó Erika, haciendo pucheros mientras tomaba su bebida.

—Tropecé con Edgar. Más bien, él se atravesó en mi camino —corrigió Benjamín, abriendo la botella de champaña para servirle a sus amigas.

—¿Y.…? —Insistió Erika a continuar la historia, mirándolo con intriga. Benjamín tomó su vaso y bebió todo de un golpe.

—Bueno, básicamente, ese idiota quiere que me disculpe cuando obviamente él tiene la culpa —Escupió Benjamín más relajado. Erika suspiró y terminó de beber para volver a la pista junto a Lucien.

Para cuando dieron las cuatro en punto de la madrugada, Benjamín se encontraba muy ebrio sentado sobre una mesa cercana a los baños. Balbuceaba alguna que otra cosa y bebió otro trago y uno más por, según él, las fiestas venideras.

Benjamín había perdido hace un rato a sus amigos, por lo que se abstuvo de bailar y prefirió quedarse quieto y seguir bebiendo. Cuando levantó un poco su cabeza pudo ver que alguien se estaba acercando con sumo cuidado. Aunque, debido a todo el alcohol que llevaba encima de sí y junto a los efectos del mismo, no puedo distinguir quién era.

—Mírate, estás en un estado tan deplorable —Se burló el chico que se paró justo en frente de Benjamín—. Por favor, no hagas un escándalo. Yo solo quiero que las cosas entre nosotros mejoren. A tu hermana le encantaría que nos llevemos mejor —explicó sonriendo. Benjamín se dio cuenta rápidamente de quién se trataba. Frank siempre intentaba amenazarlo cuando estaba ebrio, pero lo único que conseguía eran golpes. Frank era un tipo que no recibía un "no" por respuesta.

—N-no tengo interés en lo... que estés planeando —Agregó con dificultad Benjamín, encogiéndose de hombros. Tomó otro sorbo de champaña ignorando a Frank. Pero sintió escalofríos debido a la mano que apretó su muñeca provocando que dejara de beber—. ¡Oye, no sé qué quieres, pero déjame en paz! —reprochó Benjamín, haciendo a un lado al chico. Sin embargo, este no estaba dispuesto a rendirse y agarró de los antebrazos a Benjamín, lo sacudió un poco y se acercó a su rostro.

—¡Escúchame Benjamín, estás haciendo todo más difícil! ¡¿Quieres que Beth sea feliz?! —preguntó exaltado el rubio, apretando más a Benjamín—. ¡Entonces deja de actuar como un niño! —Agregó, sacudiéndolo con fuerza.

—¡Déjame! ¡Tú no eres bueno para alguien tan genial como Beth! —ordenó Benjamín, empujándolo con todas sus fuerzas haciendo que retrocediera lo suficiente para que él huyera. Aun así, el chico lo detuvo agarrándolo fuertemente del brazo.

—Aún no hemos terminado de hablar, ¿a dónde vas? —cuestionó el chico, atrayendo a Benjamín hacia él, no obstante, Benjamín, pateó a Frank y este cayó al suelo quejándose.

—Frank... ¡Rata estúpida! —insultó Benjamín al rubio que se encontraba en el suelo—. No puedo creerlo... ¡No puedo creerlo! —Exclamó Benjamín histérico, a punto de explotar, y tomó la botella de champaña de la mesa. Bebió de golpe esperando a que Frank se pusiera de pie para agarrarlo y reprocharle:— ¡Creí haberte dejado las cosas muy claras! ¡No dejaré que te cases con Beth! —Lo soltó bruscamente y se dio media vuelta para toparse de frente con Edgar quien miraba emocionado la escena—. ¡¿Qué es lo que hice en mi vida pasada para toparme con dos infelices la misma noche, al mismo tiempo?! —protestó Benjamín, agarrando su cabeza y arrancándose unos cabellos en el proceso.

—Cálmate, yo sí quiero hablar —habló sereno Edgar, mirando a Frank. El rubio rodó los ojos, molesto.

—¡Fantástico! ¡Haz una cita con mi asistente porque no tengo tiempo para tanta mierda junta! —gritó sarcástico Benjamín, ignorando la presencia de Frank.

Edgar suspiró y cambió de tema: —Bien... pero, ¿qué sucede aquí? La atmósfera está tan tensa...

—No te interesa, nuevo. Mejor vete y sigue coqueteando con la hija del director —Aconsejó Frank haciendo unos movimientos con sus manos

—Veo que el rumor se esparció rápido, culpa de quién será —inquirió Edgar, mirando de reojo a Benjamín.

—No me mires así. Tú solito te metiste en ese problema y, además, era obvio que iba a esparcirse —Se defendió Benjamín cruzándose de brazos.—. ¿O me dirás que, mínimo, no te esperabas eso?

—Tienes razón, no me lo esperaba —respondió Edgar de forma directa y sus ojos cansados se dirigieron al rubio—. Dejando eso de lado, Frank —Llamó al rubio, quien lo miró con molestia. Edgar se acercó a él y lo encaró—. Tú a mí no me das órdenes. Además, lo que quiero hablar con Benjamín es entre él y yo, no es necesario que te entrometas —Aclaró mirándolo fijamente.

—Hagan lo que quieran, no me interesa —gruñó Frank y se alejó hasta perderse en la pista de baile. Benjamín suspiró y miró a Edgar.

—¿Conoces a Frank? —inquirió el castaño, meciéndose con descuido.  Edgar se encongió de hombros.

—Algo así. Aunque todo lo que sé es que es un busca problemas, antisocial y que padece de cierto complejo de hermano. Bueno, eso me contaron. A quien conozco un poco más es a su hermano, pero eso Fran no sabe —contó, cruzándose de brazos. Benjamín suspiró y le restó importancia al asunto. Entonces, encaró al ruso.

—¿Qué es lo que quieres hablar conmigo? Sé breve, no estoy de humor —Pidió Benjamín, sentándose nuevamente sobre la mesa.

—Bueno... realmente no lo sé —respondió Edgar sonriendo.

—¡¿Me estás jodiendo?! —exclamó Benjamín furioso, poniéndose de pie. Edgar sonrió nervioso.

—No, no. Es que, verás —Empezó a explicar Edgar borrando su sonrisa del rostro —, estoy molesto contigo, ¿qué podría querer de ti? —preguntó cruzándose de brazos.

—Si tú no lo sabes, menos yo —Benjamín suspiró y continuó: — Bien, adivinaré... —Agregó rodando los ojos—. ¿Venganza?

—Supongo —respondió Edgar y volvió a reírse—. Yo nunca tuve la oportunidad de conocer a otro príncipe imperial, ahora que la tengo me hubiera gustado que fuéramos amigos, pero creo que no se va a poder — explicó encogiéndose de hombros.

—Tienes razón, no podemos ser amigos ni nada parecido —comentó Benjamín, buscando la botella de champaña—. Vasiliev, nosotros somos enemigos desde que nacimos —Bebió un trago corto sin dejar de mirar a Edgar—. ¿En realidad eres un Vasiliev? —murmuró entre dientes impidiendo que Edgar escuchara.

—Entonces, asumo, que esto es una guerra —Sonrió Edgar, sin haber escuchado la pregunta.

—Asumes bien —Sonrió Benjamín, ignorando el tema—. Ahora, si me disculpas, tengo asuntos que atender —Benjamín bajó de la mesa y se dirigió apresuradamente a los baños, tanto alcohol y sacudidas le estaban provocando náuseas.

Edgar suspiró y salió de la fiesta para ya retirarse a su casa. Llamó a su chófer y esperó pacientemente en una de las bancas que se encontraban fuera del salón.

Mientras, se colocó sus auriculares y pudo ver de reojo a Frank, quien salía acompañado de una chica de baja estatura y morena. Frank no se percató de la presencia de Edgar y, él junto a la chica, subieron a una camioneta que ya llevaba varios minutos estacionada

Pensé que solo era porque tiene esa cara de niño mimado y bravucón, pero no, toda su aura me molesta. Reflexionó Edgar, refiriéndose a Frank. Además... ¿Él no está comprometido?

Finalmente, luego de una larga media hora de espera, un auto gris se estacionó. Dylan, el chófer, se bajó apresuradamente para verificar que a Edgar no le haya pasado nada.

—Joven, discúlpeme, su madre estaba muy alterada porque salió sin su consentimiento y se puso aún peor cuando supo que estaba en una fiesta. Estaba furiosa —explicó Dylan, abriendo la puerta trasera del auto.

—Esa mujer... —susurró Edgar, imaginándose la escena que habrá montado su madre—. No te preocupes. El permiso me lo dio mi papá, ella no tiene nada que ver —Aseguró subiéndose al auto.

Dylan asintió aliviado e hizo lo mismo que Edgar. Se colocó el cinturón de seguridad y emprendió viaje a la casa del joven Edgar.

Por otro lado, Benjamín no dejaba de vomitar. Estaba mareado y su estómago dolía. Intentó llamar a Lucien, pero su teléfono se cayó y apagó, así que, ayudándose de las paredes, se puso de pie y salió del cubículo. Fue directamente a recoger su teléfono y luego al lavamanos. Se lavó la cara y olvidó cerrar el grifo, por lo que el agua no dejaba de salir y desperdiciarse.

Tuvo que entrar a otro cubículo porque no se acordaba a cuál había entrado y la naturaleza lo llamaba desesperadamente. Sin embargo, justo antes de salir, Benjamín tropezó con los cordones desatados de sus zapatillas y cayó sentado sobre el váter, quedándose sin movimientos. Miró al suelo explorando con la vista las grietas de los azulejos hasta que el sueño lo venció.

Más populares

Comments

Maria Consuelo Rodriguez Berriz

Maria Consuelo Rodriguez Berriz

Agradable la lectura de esta novela llena de Nobleza Americana, me gusta

2024-05-05

1

Faty Kaneki

Faty Kaneki

debo de decir interesante el carácter de Benjamin me da ternura !!

2023-07-08

2

Total

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play