La semana comenzó y los chicos fueron a clases, a excepción de Beth, se encontraba bastante indispuesta y decidió no ir a clases.
Por otro lado, Benjamín llegaba a su salón junto a Erika y Lucien. Como siempre, se ubicaron en sus respectivos asientos y siguieron conversando. Mientras ellos reían, se hizo presente Edgar, con su típica cara de sueño. Benjamín miró a Lucien y este se encogió de hombros. Erika se puso de pie para acercarse a él.
—¿Cómo estás? —preguntó Erika, mirándolo con una sonrisa. Edgar, luego de procesar su pregunta, se dispuso a responder, pero lo interrumpió Lucien.
—¿No te regañaron? —Quiso saber el Conde, algo preocupado por su compañero—. Pregunto por si necesitas que te ayudemos en algo —aclaró cruzándose de brazos. Benjamín se acercó al pequeño grupo.
—Estoy bien y no, mi papá no me dijo nada acerca del alcohol —respondió Edgar y miró a Benjamín. Este desvió la vista y dejó a Erika pensado.
“¿Por qué no lo insulta? Según yo, lo detestaba ¿Qué le hiciste a mi Benjamín, Edgar?” Cuestionó en silencio la Marquesa.
—Deberíamos ir todos a la cafetería en el receso, yo invito —agregó Erika, guiñándole un ojo a sus amigos. Benjamín y Lucien aceptaron, no obstante, Edgar estuvo a punto de negarse, pero la Marquesa fue más veloz—. Ni se te ocurra negarte —amenazó con los ojos entrecerrados y señalándolo con su dedo índice.
—Ah… sí —balbuceó Edgar, sin entender por qué quería que fuera con ellos a la cafetería. Schelling curvó sus labios en una hermosa sonrisa y luego se alejó para hablar con una chica rubia que había llegado.
—Y ustedes, ¿cómo están? —Inició la conversación Edgar. Lucien cerró los ojos y suspiró.
—No pude comer nada por casi dos días, tenía un dolor insoportable de cabeza y, por si fuera poco, vomité todo lo que no había comido —se quejó el francés y acomodó su cabello. Benjamín se tapó la boca con las manos para evitar reírse de las penurias de su amigo.
—Te entiendo, estuve casi igual —comentó Edgar, apoyado en su escritorio—. ¿Y tú, Benjamín? —La pregunta llegó a oídos del mencionado que se tensó.
—¡¿Y-yo?! —exasperó Benjamín, olvidando lo que le causaba risa, y miró a Edgar solo por unos segundos, ya que desvió la mirada. Lucien lo miró confundido, la reacción de su amigo no era normal—. E-estuve algo… uh, adormecido —respondió mirando el suelo, solo con la esperanza de que Edgar no le hablara más.
—¿Desde cuándo estás “adormecido” por unas cuantas copas de alcohol barato? —cuestionó Lucien y luego miró a Edgar—. Sin ofender. —O’Neal simplemente hizo un gesto con su mano indicando que no le importaba. Lucien asintió y miró a Benjamín, esperando su respuesta.
—D-desde nunca… —murmuró Benjamín, sintiéndose intimidado por el francés, pero intentó darle vuelta a la situación poniéndose a la defensiva—. ¿¡Y tú desde cuando me cuestionas semejante estupidez?! —Encaró el menor mirando al Conde. Este soltó un bufido dando a entender que sabía lo que estaba haciendo Benjamín.
Edgar, por su parte, retrocedió un poco para que ellos siguieran discutiendo y se cruzó de brazos para hacer de espectador.
—¡No cambies de tema y explica por qué demonios has estado tan adormecido! —Limpió su rostro con la palma de su mano y volvió a mirarlo—. ¡Es la primera vez que te escucho decir esa tontería! —agregó, cruzándose de brazos. Benjamín abrió la boca, pero no sabía cómo responderle, así que decidió defenderse con otra cosa. Mientras, Edgar, miraba y escuchaba todo atentamente.
—¡Me tratas de mentiroso cuando tú estuviste mintiéndome estos últimos días! —Lucien frunció el ceño, estaba claramente molesto. Edgar tuvo miedo en ese momento, así que retrocedió un poco más.
—¡¿Qué te pasa?! —preguntó Lucien. Por suerte, para ellos, Erika y la chica rubia habían salido momentos antes de que empezara la discusión, y no había más nadie en el salón, aparte de ellos tres—. ¡Yo también estaba adormecido! —Soltó sarcástico y Benjamín lo miró enfurecido.
—¡Deja de hacerte el gracioso! —ordenó Benjamín, tomando al francés por el cuello de su camisa. Edgar los separó evitando una pela, ya estaba harto de eso.
—Quédense quietos, por favor —pidió Edgar con una mano en el pecho de Lucien y la otra en el hombro de Benjamín—. Ni siquiera sé por qué demonios están discutiendo, pero dejen de hacer el ridículo —ordenó, alejándose de ellos para sentarse en su escritorio y tomó su celular junto a los auriculares para evadir cualquier reproche.
Benjamín y Lucien se quedaron quietos, mirándose hasta que Lucien se cruzó de brazos y miró hacia el techo.
Volvió a ingresar Erika, quien notó la tensión entre sus amigos. Al principio creyó que habían peleado con Edgar, pero este ni siquiera estaba con ellos. Se acercó a los chicos y los miró esperando que alguno hablara.
—Él empezó. —Soltó sin más Benjamín y Lucien rio por su comentario.
—¡Estabas claramente mintiendo! —objetó el francés y luego miró a Erika, ella los escuchaba con una mueca de disgusto.
—Son unos bebés —protestó la chica y pasó de ellos para sentarse junto a Edgar, él la miró confundido—. Más vale que se arreglen antes del receso porque pienso ir de todos modos y los dejaré solos por imbéciles. —advirtió cruzando sus piernas, sin levantar su falda, y luego se acomodó junto a Edgar. Le pidió sus auriculares solo para escuchar lo que él había estado escuchando. Edgar no se negó y le pasó uno, ella sonrió en agradecimiento.
Benjamín suspiró y masajeó su cien, mientras que Lucien movía su pie vigorosamente. El príncipe abrió la boca, pero se arrepintió, el Conde ni siquiera estaba considerando disculparse.
—¡Aj, bien, lo siento! —gruñó Benjamín mirando al francés y este sonrió.
—Está bien, yo también lo siento —agregó Lucien. Ambos volvieron a sus asientos y siguieron conversando de trivialidades. Por otro lado, Erika sonrió al ver que sus amigos ya estaban bien y se apoyó en el hombro de Edgar.
—Oye, no quiero problemas con tu novio —Comentó Edgar, alejándose un poco de ella. Erika soltó una carcajada y luego se enderezó.
—Eres tan lindo, pero Lucien no es del tipo celoso. Siempre está al pendiente de que no me pase nada malo, siempre me protege y jamás ha sido malo. Ni siquiera me pregunta por números desconocidos en mi teléfono o esas cosas —explicaba la Marquesa con una sonrisa dulce, sus ojos tenían un brillo especial cuando hablaba de Le Brun y eso llamó la atención de Edgar.
—Es como… si de verdad lo quisieras. —Pensó en voz alta y ella lo miró.
—Por supuesto que lo quiero. Es el mejor, siendo tan lindo y mi ángel guardián —agregó, acomodando su flequillo. Edgar sonrió bobamente.
—Dan diabetes —se burló el ruso mirando su teléfono y Erika rio—. ¿Y Benjamín?, ¿cómo es él? —preguntó en un descuido, él no creyó que podría interesarle cómo era ese príncipe gruñón.
—¿Benjie? —inquirió la Marquesa, no esperaba esa pregunta, o al menos no de Edgar—. Bueno, él es un poco complicado. Tiene sus cosas; se enoja con facilidad, puede ser grosero, se hace el malo y es un gruñón. —Ambos rieron ante el análisis de Erika.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 105 Episodes
Comments
Faty Kaneki
mmmm por qué la repentina curiosidad pequeño b
2023-07-08
3