Benjamín estaba eufórico por la cancelación
del matrimonio de su hermana, puesto que en la reunión que su padre tuvo con la
familia de Frank se aceptó sin problemas la cancelación oficial del matrimonio.
Sus amigos lo esperaban ansiosos, sentados
en las mesas de cristal que se encontraban en el patio del colegio. Cuando
llegó Benjamín, corrió hacia ellos y se sentó rápidamente. Beth, por su parte,
fue directamente a su salón junto con sus amigas, Charlotte y Estefanía. Estaba
algo triste porque ella quería a Frank, pero también estaba molesta por lo que
le hizo a su hermanito.
—Hola, chicos. —Se anunció Benjamín
sacándose el suéter que llevaba siempre porque su madre lo obligaba, sin
importar que hiciese calor.
—Hola, Benjie —saludó Erika, con su usual
sonrisa adorable.
—¿Qué tal, hermano? —respondió al saludo
Lucien, con esa voz ronca que siempre tenía en la mañana temprano. Levantó su
mirada para observar bien a Benjamín y notó el golpe y las marcas en su
cuello—. ¿Qué pasó, amigo? —preguntó incrédulo. Erika, a pesar de haberlo visto
más tiempo que Lucien, tardó en darse cuenta de los golpes.
Benjamín suspiró.
—Esto lo hizo Frank y justo donde todos
pueden verlo, es un imbécil —protestó Benjamín a modo de respuesta.
—Es una bestia. —Soltó Erika con fastidio.
—¿Fue por lo de Jonathan? —preguntó Lucien,
enojado con la situación.
—Podría decirse... —respondió Benjamín
dudoso—, pero, la verdad, es que también yo abrí demás la boca —confesó
riéndose.
—Aun así; no tenía por qué golpearte. —Negó
Erika, mirando a Benjamín. Lucien asintió, dándole la razón a Erika y se cruzó
de brazos—. Supongo que le dijiste a tus padres.
—No tenía esa intención... —expresó
Benjamín con una extraña y vacía expresión en su rostro—, pero cuando llegué a
casa, mi madre me descubrió escondido en el baño de la sala —agregó entre risas
nerviosas.
Erika lo miró confundida y enfadada. Lucien
negó en silencio con disgusto.
—Tuviste que decir todo sin miedo. Ahora,
tus padres, creerán que no confías en ellos. —Abrió la boca Lucien. Benjamín
suspiró con tristeza y Erika sostuvo su mirada en él.
—Tienen razón... —murmuró Benjamín—, sin
embargo, pude lograr que el compromiso con Frank y Beth se disolviera
oficialmente. —Soltó eufórico. Sus ojos brillaban de la alegría y Erika junto a
Lucien quedaron boquiabiertos.
—E-eso sí no me lo esperaba —tartamudeó
Lucien en shock.
—¡Es fantástico! Ya era hora, además.
—Alegró Erika sonriendo ampliamente mientras aplaudía con emoción—. Sería
horrible que Beth se casara con ese tipo.
—¿Verdad? Estoy muy feliz por eso. —Sonrió
Benjamín.
(...)
La mañana trascurrió tranquila y
rápidamente. Benjamín se encontraba muy ocupado pintado con acuarelas, Beth
observaba los delicados movimientos que hacía el menor sobre el papel.
Ella estaba recostada en el sofá evitando
los constantes mensajes y llamadas de Frank.
Un trazo más y Benjamín se levantó para
cambiar el agua. El menor se percató de la presencia de su hermana y la
interrogó con la mirada.
—Vine a ver lo lindo que te ves cuando
estás concentrado en algo —comentó ella con una sonrisa triste.
—Ya veo... —respondió Benjamín con algo de
duda. Él sabía que la cancelación del matrimonio le había afectado por lo que
quiso distraerla—. Enseguida saldré al centro comercial con Richard, ¿quieres
acompañarnos? —preguntó el chico, volviendo a su hoja de dibujo.
—¡Sí! —exclamó Beth, poniéndose de pie—.
¿Qué tal estuvieron las clases? —Quiso saber mientras encendía la televisión.
—Regulares —contestó Benjamín con rapidez—.
N-no hubo nada interesante, como siempre. —Finalizó sin dejar de mirar su
dibujo.
—Oh... ya veo. —Beth sonrió y volvió a
sentarse. Suspiró decepcionada.
Beth y Benjamín nunca tuvieron una buena
relación de hermanos. A pesar de ayudarse de vez en cuando, no cruzaban
palabras, y todo por el solo hecho de ser candidatos al trono; su relación se
había vuelto tensa y se alejaron debido a que Beth se abocó a su formación como
la próxima reina. Beth quería mejorar, eso era verdad, aun así, también quería
al menos ser cercana a su pequeño hermano, pero no conocía a Ben, no sabía nada
de sus gustos o de los temas de conversación que le interesaban y eso la
frustraba. Tampoco quería que Benjamín se sintiera culpable por lo sucedido con
Frank, después de todo, él mismo se hundió cuando decidió ponerle la mano
encima al menor de la familia Imperial Fox. Era como un suicidio.
Ella se levantó y apagó la televisión para
luego subir a su habitación dejando a Benjamín con sus cosas. Él ni siquiera se
dio cuenta de aquello.
El tiempo transcurrió hasta dar las 17:30
pm. Benjamín se levantó, dejó su dibujo en una mesa y se lavó rápidamente las
manos para luego salir corriendo a su habitación.
Abrió su armario, sacó una camisa blanca y
se cambió. Bajó igual de rápido, recogió su mochila y fue directamente a la
cochera, en donde lo esperaba Richard para llevarlo al centro comercial.
Recordó que su hermana también iría y se paró justo abajo de su balcón para
gritarle.
—¡Beth, ya nos vamos a ir! —Tomó aire y
prosiguió:— ¡¿Vienes?!
Beth se asomó y recostó sobre la baranda de
cristal y hierro. Estaba algo desanimada, pero también enfadada.
—Creo que no iré. —Sonrió Beth—. Recordé
que tengo que hacer un informe para mañana. —Finalizó y volvió a perderse en su
habitación. Benjamín se encogió de hombros y subió al auto.
—Vámonos, Richard —habló Benjamín,
poniéndose el cinturón de seguridad. Sacó su celular de la mochila junto a los
auriculares inalámbricos y se los puso para escuchar algo de música durante el
trayecto.
(...)
Para la mala suerte de Benjamín, el centro
comercial estaba repleto y él muy nervioso. Se acercó a varias tiendas, pero
ninguna tenía lo que buscaba.
Richard y dos hombres venían detrás de él
todo el tiempo y era eso lo que empezaba a molestar a Benjamín. Así que decidió
escaparse (más o menos). Entonces se dirigió a una tienda de ropa que estaba
atestada de gente. Miró un par de prendas hasta que logró escabullirse por
detrás de unas señoras hasta la salida, luego corrió en dirección a los baños y
de ahí empezó su pequeña aventura por el centro comercial.
Pasó por los videojuegos, una que otra
tienda de deportes, algunas dulcerías y cafeterías y una juguetería.
Compró videojuegos, dos osos de peluche y
un aperitivo porque su estómago ya se lo exigía. Observó su celular por
casualidad y, consternado, suspiró.
“Ya es tarde... ”, pensó y marcó al celular
de Richard, pero nadie contestó. Algo había pasado, de lo contrario, Richard
hubiera atendido.
Guardó todo en su mochila y salió del
centro comercial, caminó en dirección a la plaza -puesto que era el único lugar
al que sabía cómo llegar- y se sentó en uno de los columpios.
Marcó de nuevo y seguía sin obtener
respuesta. Decidió que lo mejor era caminar hasta algún sitio con más personas,
solo por su seguridad. Al menos, hasta el momento, todo transcurría con
normalidad. Las razones eran obvias; el centro comercial quedaba en una zona
extremadamente vigilada por el hecho de que al sitio concurrían muchos nobles
diariamente.
Y así lo hizo, por alrededor de una hora
hasta que tropezó con una gran piedra. Se levantó sacudiéndose la tierra y
justo en frente suyo había un pequeño (grande) gato blanco con rayas.
El animalito gruñó suavemente sin mostrar
miedo o ganas de atacar. Benjamín se puso de cuclillas y lo llamó con sus dedos
y un “pss”. El felino no se hizo de rogar y prácticamente se lanzó sobre él.
Benjamín lo levantó y acomodó en sus brazos al igual que un bebé. Se lo veía
relajado.
—Oye... eres pesado y grande. —Le habló
Benjamín sonriendo—. Posiblemente, no me dejen tenerte en casa, pero eso nos
tiene sin cuidado, ¿verdad? —El gato ronroneó en respuesta y Benjamín sonrió
acariciando la cabecita del animal.
Vagaron unos minutos hasta que llegaron a
la carretera que estaba más vacía que la plaza. Estaba oscureciendo y ni una
noticia de Richard o de civiles cerca.
Benjamín suspiró y dejó al felino en el
suelo para volver a marcar a Richard.
Mientras esperaba una respuesta dando
vueltas alrededor del gatito, escuchó crujidos provenientes del otro lado de la
carretera. Entrecerró sus ojos intentando divisar algo en la densa oscuridad,
pero nada. Colgó y siguió mirando hasta que se dio cuenta de que no saldría
nada.
Benjamín suspiró intentando calmarse, pero
el pequeño felino empezó a gruñir en esa dirección, lo que espantó al príncipe.
Volvió a mirar hacia los pastos altos y de repente salió un hombre, luego otro
y otro, hasta que estuvo rodeado por, al menos, doce hombres y todos muy bien
equipados. No le apuntaban con sus armas ni siquiera estaban tratando de mirar
a Benjamín, sus miradas estaban puestas en el entorno.
Una camioneta se acercó a velocidad
moderada, se estacionó justo a un costado de Benjamín, quien ya estaba al borde
del ataque cardíaco hasta que logró ver el emblema en el capó de la camioneta.
Era una de la familia Fox; una rosa dorada rodeada por una corona de plata.
Finalmente, de la camioneta bajó Richard
junto a su padre. Benjamín soltó todo el aire de sus pulmones y corrió a
abrazar a su padre y a Richard que estaba pálido.
—¿Estás herido, hijo? —preguntó Gerald
preocupado mientras analizaba a su hijo. Benjamín negó y corrió en busca del
gatito que estaba jugando con los pantalones de Richard.
—Mira, papá —habló Benjamín, levantando al
felino para mostrárselo a su padre—, lo encontré solito en medio de un
descampado —explicó sonriendo.
—Es un gato, ¿verdad? —preguntó Gerald,
mientras acariciaba la cabeza del gatito—. Es bastante grande —agregó para
luego tomar al felino y seguir con sus caricias. Richard lo miró preocupado.
—S-Señor, me temo que ese no es un gato
—habló Richard, mirando a Gerald. Este le devolvió la mirada para que
siguiera—. Bueno, a juzgar por su pelaje, las rayas negras, el tamaño de sus
garras y dientes, puedo asegurar que ese animal es una cría de tigres —explicó,
señalando al felino. Gerald carraspeó y Benjamín prestó más atención al gatito.
—Es un gatito grande. —Soltaron, padre e
hijo, al unísono con una expresión seria en sus rostros.
Richard los miró preocupado, temía que el
felino pudiese atacarlos en cualquier momento. “No pensé que el Señor Gerald
fuera un amante de los gatos”, pensó el guardaespaldas abriendo la puerta de la
camioneta para que se subieran y así ya volver a casa.
(…)
—¡Mamá! —El grito desesperado de Beth
despertó a todos en casa de la familia Fox. Elena junto a Gerald fueron
rápidamente a la habitación de Beth para ver qué sucedía—. ¡El tigre de papá y
Benjamín está en mi bañera! —reprochó histérica.
—Oh, mi vida... —exclamó Elena, abrazando a
su hija—. Gerald, saca a tu mascota del baño —ordenó tranquilamente la mujer,
mientras acariciaba el cabello de su hija mayor.
Gerald aceptó y fue en busca del gatito que
ya no estaba en el baño.
—Tranquila, Beth, no está ya en la bañera.
Puedes ir a bañarte tranquila. Además, es un gatito bebé, ¿qué puede hacerte?
¿Matarte de ternura? —explicó el hombre con una sonrisa. Beth lo miró y quedó
sorprendida; prácticamente había destellos de luz alrededor de su padre cuando
hablaba de la ternura del gatito.
—Bien... —respondió Beth para luego meterse
al baño.
De pronto apareció el tan aclamado gatito y
se refregó en las piernas de Gerald.
—¡Es tan lindo! —exclamaba el hombre
mientras acariciaba y jugaba con el pequeño felino.
—¡Papá, ya sé cómo llamarla! —Apareció
Benjamín con su teléfono en mano y unas ojeras increíbles—. ¡Alaska, ese será
su hermoso nombre! —informó para luego darle un abrazo sofocante al felino.
—Oh... me parece bien... —respondió su
padre—. Bueno, vamos a arreglarnos. Se hará tarde —habló sacando a todos de la
habitación de su hija.
Benjamín entró a su cuarto con Alaska. Dejó
al felino en la cama y él se dispuso a buscar su uniforme. Finalmente, lo
encontró y corrió a la ducha.
Una vez arreglado, tomó su mochila y
celular junto a sus auriculares inalámbricos, y bajó para desayunar con su
familia.
Su padre hablaba por teléfono en la otra
punta del comedor, su madre conversaba con Beth y William. Los tres lo miraron
y sonrieron.
—Joven Benjamín, iré a buscar su desayuno
—habló William y luego fue a la cocina. Benjamín se sentó esperando su comida
mientras observaba a su madre que sonreía ampliamente.
—Benjie, ¿irás al entrenamiento hoy?
—preguntó Beth para hacer algo de conversación. Benjamín dio un salto en su
asiento saliendo de sus pensamientos y miró a su hermana.
—¿Hoy? ¿Entrenamiento? —interrogó Benjamín
confundido—. Pensé que no era hasta la semana siguiente —musitó.
Beth lo miró aún más confundida y estaba
por hablar, pero regresó William con el desayuno de su hermano. Cuando se
retiró prosiguió:— No, es hoy. El tenis no es cualquier cosa, Benjamín
—reprochó.
—Ya lo sé, pero no es para mí. Yo prefiero
ir a clases de violín como el año pasado. —Se defendió Benjamín, frunciendo el entrecejo.
—También lo abandonaste —aclaró Beth,
bebiendo su batido.
—Sí, pero es mejor que el tenis. Además,
¿por qué no puedo ir a fútbol americano? —inquirió el menor, notablemente
molesto.
—Ese deporte es muy brusco para ti, Ben
—respondió con obviedad la joven.
—Sé cuidarme —refutó Benjamín.
—Tal vez, pero-
—Pero nada. Beth, no soy un bebé y además
no sé qué hago hablando de esto contigo —interrumpió Benjamín, mirando a su
hermana con enojo. Elena ni siquiera se enteró de la discusión de sus hijos
pues estaba muy entretenida hablando con Giselle.
Su padre se acercó a la mesa y tomó su
sacó.
—Tengo que ir a la oficina, es urgente
—dijo Gerald preocupado—. ¿Necesitan que los deje en el colegio de paso?
—preguntó, bebiendo un poco de café.
—Sí, a mí. Llévame, se me quitó el apetito
—respondió Benjamín, levantándose de la mesa y mirando a Beth. Tomó sus cosas y
se despidió de su madre.
—No te preocupes, amor, yo llevaré a Beth
al colegio. Además, iré de compras —aclaró Elena, mirando a su marido con
dulzura.
—Gracias, cariño. —Sonrió Gerald, besando su
mejilla y despidiéndose de Beth.
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Updated 105 Episodes
Comments
Mix Mix
jajaja exacto, es un bebé
2024-07-27
1
Faty Kaneki
hay más tiernos ,tiene el carácter de la madre y la ternura del padre jajajaja
Alaska bienvenida a bordo.
2023-07-08
2