Hans notó como en sus manos ya no se hallaba su escopeta, a lo que al alzar la vista vio como aquel hombre misterioso la sostenía.
—Hombres como tú me repugnan—Soltó aquel desconocido hacia Hans.
—¿Quién mierda te crees?—Preguntó, su mirada fue hacia Marieth quien no dejaba de observar aquel hombre que le había quitado su arma. Una ira incontrolable empezó a recorrer todo su cuerpo. El hecho de pensar en que ese sujeto le hacía soltar suspiros a la joven le causaba una desesperación en el pecho.
—Soy él que te dejará inconsciente si no te marchas de mi vista—Tuvo como respuesta, Hans río ante tal comentario, el hecho de que un desconocido le hablara de esa manera le resultaba gracioso, nadie nunca se había atrevido a enfrentarlo, mucho menos un tipo que nunca había visto por el pueblo.
—¿Marcharme?—Preguntó incrédulo.
—Así es—Contestó este sin pensarlo—Eres detestable, ¿De qué te sirve tanto dinero si tienes una cabeza vacía?, eres el bufón de tu hogar, eres la vergüenza de tu familia que solo sirve para pedir alcohol y dinero, no eres nada sin eso—
Hans al escuchar tal ofensa soltó el primer golpe, y noto como este se aparto, para después tomarlo del cabello, haciendo que mirara hacia abajo.
—¡Suéltame infeliz!—Grito Hans mientras trataba de soltarse, pero todos sus esfuerzos eran inútiles ante el pelinegro.
—Das asco—Escucho Hans de aquel sujeto—Miras a las mujeres como si fuesen un trozo de carne, ¿Quién te crees?—Jaloneo su cabello de un lado a otro, causando que este soltara quejidos de dolor—Tu no eres un hombre, eres un machito el cual necesita una lección de vida, y con todo gusto te ayudare a entender como es el mundo real—
—Yo hago lo que se me de en gana, y ni tú ni nadie puede decirme que hacer—Contestó sin siquiera en tomar en cuenta las palabras de aquel pelinegro.
Hans en un movimiento saco de su bota una pequeña navaja, a lo que él pelinegro alzó su ceja.
—¿Eres estúpido o finges serlo?, literalmente tengo un arma mucho más efectiva que la tuya, si fuese igual que tú te hubiese matado desde hace rato—
—Pero es una pena que no seas igual que yo—Respondió para alzar su brazo y tratar de herirlo pero fue detenido por Albert.
—Ya fue suficiente humillación Hans, deja de hacer un drama—Albert tomo la navaja y la lanzo lejos del alcance de Hans, a lo que su vista fue hacia Félix—Me sigues sin agradar, pero tengo que decir que eso estuvo bueno, gracias—Termino de decir para darle una palmada a Félix, el cual sonrió.
—Son unos estúpidos—Soltó Hans, a lo que fuertemente se zafo del agarre de Félix y se abalanzo hacia Albert—Eres un estúpido pueblerino, un don nadie como tu no me va a humillar—Hans cogió una roca para golpear a Albert, pero este fue noqueado por el pelinegro que tenia atrás dejándolo en el suelo inconsciente, terminando así su encuentro.
—De nada—Dijo Félix a Albert quien lo miraba atónito.
—Pudo haber sido mejor—Dijo apartando la vista de él.
—Félix—Sé acercó la joven pelirroja para abrazarlo y tocar sus mejillas—¿Dónde estabas?—
—Estaba comprando pan con Bob—Contestó.
—¿Bob?—Preguntó desconcertada.
—Bob el panadero, hace muy buen pan, incluso te traje uno—Entre sus manos saco una bolsa a lo que la joven suspiró aliviada, casi se desmayaba por la tensión que había.
—Me alegra que llegarás a tiempo—
—Ni tanto, mi entrada pudo haber sido mejor—
—¿Estas bien Albert?—Preguntó Marieth dirigiéndose hacia el, puesto que lo habían dejado en el suelo.
—Estoy bien, gracias—Sacudió su traje el cual estaba polvoriento por la pelea.
—Marieth—Llamo Félix a la pelirroja, a lo que la joven lo miro—¿Ya viste a tu padre?—
La joven recordó por fin que iban en busca de Sebastián, por la pequeña pelea que tuvieron contra Hans se le había olvidado su verdadero objetivo.
—Albert—Llamo la pelirroja—¿Sabes en qué hospital está?—Preguntó, a lo que su hermano asintió.
—Ya sé en donde, no perdamos mas tiempo—
—Esperen—Dijo William—¿Qué va a pasar con él?—Señaló a Hans quien estaba desmayado por el golpe.
—Hay que tirarlo por una montaña y listo, problema resuelto—Respondió Félix sonriendo.
—Eso es tonto—Mencionó Marieth.
—La verdad es que si—Añadió Albert—Aquí no hay ninguna montaña cerca, si estuviéramos más lejos pues sería distinto—La pelirroja no perdió tiempo y pellizco en el brazo a su hermano, causándole una pizca de dolor.
—Lo siento, hay que decirles a nuestras hermanas que llamen al padre de Hans, aún sigue en el pueblo—
—No quiero ofender ni nada por el estilo—Comentó William—Pero conociendo a tus hermanas créeme que son capaces de cualquier cosa con tal de obtener lo que quieren—
—¿A qué te refieres?—Preguntó.
—Qué son unas víboras, capaces de incluso seguir negociando con Hans—Resumió Jeanne.
—Jeanne—Regaño William.
—Es la verdad—Dijo la joven rubia tratando de defenderse.
—Tiene razón—Comentó Marieth—Es mejor que alguien se quede aquí—
—No te preocupes hija, yo me quedaré aquí, tú vete a darle un saludo a tu padre de mi parte—Sonrió William.
—No sabe como estoy en deuda con usted, nos ha ayudado tanto—Dijo la joven pelirroja.
—Mi hija fue la que me aviso, agradécele a ella—
—Vámonos ya—Interrumpió Félix—Ya he estado mucho tiempo aquí, démonos prisa—
—Por supuesto—Respondió la joven.
Marieth notó como los caballos habían vuelto.
—Ay no—Bufó Albert.
—¿Qué sucede?—Preguntó Jeanne.
—Otra vez tendremos otro paseo cursi—Dijo este asqueado de tanto afecto.
Marieth y Félix se miraron para sonreírse.
Pero la pelirroja sintió como era jalada del brazo por su amiga, susurrándole em el oído.
—¿Él es tu pareja?—Preguntó la rubia.
—Algo así—Respondió la joven sonrojada.
—Vámonos Marieth—Insistió Albert quien la empujaba para subirla a el caballo.
—Nos vemos después—Dijo Marieth a la rubia quien bajo la mirada algo nostálgica.
—Si, me quedaré con mi padre por si tus hermanas quieren manipularlo—Río ante tal comentario.
—De acuerdo—Dijo Marieth entre risas.
Se miraron una vez más para seguir en marcha hacia el hospital, mientras ambos caballos iban a toda marcha la joven no pudo evitar hacerle una preguntarle a su hermano.
—¿Por qué tardaste tanto?—
—¿Eh?—Albert volteó a mirar a su hermana confundido—¿De que hablas?—Pregunto sin importancia.
—Cuando fuiste a ver a mis hermanas parecía que te tardaste un siglo—
—Es que...—Tardó en responder mirando a la nada.
—Albert—Dijo Marieth con cierto tono molesto.
—Está bien—Suspiro pesadamente—Les pregunté qué en dónde estaba Sebastián y después de que me contestaran les comenté que habías vuelto, y les conté todo lo que había pasado, de que habías decidido quedarte con lo que sea que es él—Señaló con su vista a Félix quien rodó sus ojos.
—Al igual que tú soy una persona, imbécil—Contestó Félix haciendo una mueca enojada.
—¿Por qué les dijiste?—Pregunto la pelirroja enojada.
—Ya sé que estuvo mal, pero ellas me dijeron que tratarían de convencerte de que te quedarás, y la verdad si quiero que te quedes, ya sé que no eres feliz, pero puedo cambiar hermana—
La joven únicamente negó con su cabeza, ya no se sentía molesta, pero le desconcertó que sus hermanas al saber que estaba no fueron siquiera a verla.
—Te agradezco, pero ya te dije que no—
—¿Para qué quieres quedarte?, ¿Estas embarazada o que?—
La joven apretó sus dientes enojada, si hubiese tenido a su hermano cerca lo hubiera abofeteado sin dudarlo.
—Escucha con mucha atención Albert—El joven miró a su hermana detenidamente—Iré al hospital donde está mi padre, le entregaré la medicina, le contaré mi situación y me iré le guste a quien le guste—
—Marieth...—Trato Félix de calmarla pero esta le tapo la boca.
—No Félix, ya he sido demasiado amable con todos, no le estoy haciendo daño a nadie—
—¿Y nuestro padre?, ¿Qué pasa con él?—Preguntó Albert con el ceño fruncido.
—Estará bien—Contestó de inmediato la pelirroja—Le dejaré las cosas en claro, ya es un adulto al igual que ustedes, aprenderá a sobrevivir sin mi—
—Pero...—
—Nada—Interrumpió Marieth, ya estaba cansada de portarse razonable, por más que contaba lo feliz que se sentía a lado de Félix le molestaba que no la comprendieran, necesitaba hacer su vida, y si debía de alejarse de todos lo iba a hacer.
Albert siguió con su vista al frente, no era la manera de haberse expresado pero ya no le quedaba sutileza, nuevamente se había comportado como un patán, de reojo observo como Félix calmaba a Marieth.
Sabia que era feliz, pero le dolía perder a su hermana, era como si de pronto se quisiera ir para siempre, y eso estaba a punto de ocurrir. No podía evitar pensar que era por su culpa, suspiro pesadamente para continuar con su camino.
Unos minutos después paro a su corcel, noto como ya había llegado a su destino.
—¿Vendrás Félix?—Preguntó la joven.
—Me quedaré afuera, cuando termines me avisas para irnos de inmediato—
—Claro—Respondió en corto.
—Oye—Susurro Félix tomando el mentón de la joven—Todo va a estar bien, ya lo veras, tu padre es igual de terco que su hija, así que no te preocupes—
Marieth sonrió para abrazar a su amado.
—Nos vemos—
Termino de decir para ver a su hermano, dándole a entender que se fueran.
Ambos hermanos entraron al hospital para ver a varios enfermos, personas que esperaban a sus familiares, no era una buena escena para ambos.
Albert al ver a la recepcionista fue hacia ella.
—Quisiera saber donde se encuentra un paciente—
—Buenas tardes—Saludo la mujer—¿Es acaso un familiar?—
—Sí, somos los hijos—Mostró a su hermana y nuevamente la miró.
—¿Hicieron una cita?—Preguntó.
—No—Respondió en seco.
—¿Cómo se llama el paciente al cual buscan?—
—George Leroy—
La mujer busco entre sus papeles y alzó la vista.
—Está en el cuarto ocho, el último de abajo y...—
—Gracias—Interrumpió la pelirroja.
Ambos corrieron sin siquiera dudarlo.
—De nada—Alzo sus hombros la mujer para seguir viendo entre sus papeles
.
Marieth se imaginaba lo peor, no dejaría a su padre morir, le quedaba tanto que hacer, tantas cosas que lograr, no podía irse al igual que su madre, aún no les tocaba estar juntos, no en esas circunstancias.
La joven contemplo una puerta blanca que tenía el número ocho arriba, se detuvo para tomar aire y entrar.
—¿Marieth?—Un joven de cabellos rubios el cual parecía haber llorado se levantó sorprendido.
—Sebastián—Abrió sus brazos la joven para abrazarlo—Te extrañé tanto—
Sebastián no tenía palabras, no comprendía que estaba pasado, cómo era posible tener a su hermana de vuelta en frente suyo.
No lo pensó dos veces y la abrazo fuertemente.
Su vista se alzo para ver a Albert cruzado de brazos.
—Hermano—Dijo Sebastián en un tono feliz.
—Luego te emocionas—Contestó él—¿Dónde está nuestro padre?, creímos qué estaría en esta habitación—Dijo confundido mirando a todos lados.
—Bueno...—Acomodó su cabello un tanto nervioso—Por el estado de nuestro padre lo cambiaron recientemente de sala, yo me quedé debido a que tomé sus prendas—
—Sebastián—Dijo Marieth en un tono apresurado—Dime en qué habitación está, tengo que verlo—
—No puedes entrar, están a punto de hacerle una cirugía, sería riesgoso que entres—Sebastián tomó del brazo a su hermana pero ella se soltó enseguida.
—Lo siento, pero tengo que verlo—
Sebastián bajo su cabeza rascando su cabello.
—Arriba hay un cuarto, en ese se encuentra, te sugiero que lo hagas rápido, es una puerta roja—Después de haberle respondido, esta se fue corriendo sin dudarlo, a lo que Albert tomo asiento en la cama donde se haba acostado su padre.
—¿Cómo es que Marieth esta aquí?, no comprendo—Preguntó aquel rubio confundido, a lo que su hermano se estiro para mirarlo.
—No me creeríais si te lo dijera—Tuvo como respuesta.
—Soy un escritor, soy capaz de creerme hasta un unicornio, todo lo que ha pasado no es algo que pase todos los días, sorpréndeme hermanito—Albert trono sus dedos y aclaro su garganta.
—Tráeme un café que esto será largo—
La pelirroja corría en los pasillos como si su vida dependiera de ello, sus piernas ya estaban cansadas, le comenzaba a costar estar de pie, tanta adrenalina recorría todo su cuerpo, el sudor resbalaba de su frente, su respiración era demasiado agitada, hasta que se detuvo para agarrar aire, suspiro tras suspiro no dejaba de salir de ella, su vista se alzo para ver una puerta de color roja en la izquierda hasta el final.
Camino hacia ella mientras retomaba el aire, saco de su bolsillo el frasco el cual contenía la medicina para su padre y lo destapo, si había personas ahí adentro no dudaría en entrar y hacer que lo tomara rápido.
Poco a poco empezó a abrir la puerta, y se percato que el cuarto estaba vacío, la única persona que se hallaba ahí, era su padre recostado en la camilla, por lo que podía ver la joven recién se estaban preparando para la cirugía.
Las joven no perdió mas tiempo y otro.
Pudo verlo de nuevo, acostado, su respiración lenta, su cabello canoso, traía una sabana arropándolo del frio, con tristeza Marieth se acerco a el tomando su mano, la cual estaba fría.
—Como lo siento papá—Dijo entre sollozos la joven; lentamente abrió la boca de su padre y hizo que tomara de en poco a poco la medicina. Ya no le quedaba opciones a la joven, debía de funcionar; confiaba en Félix y sabia que no la decepcionaría.
Espero a que diera efecto, jugueteaba con sus dedos algo nerviosa, lagrimas iban cayendo de sus ojos; el miedo, la tristeza y la angustia crecían cada vez mas, si no reaccionaba su padre no sabría que hacer o como reaccionar; la espera parecía eterna, y no veía resultados.
La joven volteo su vista hacia la puerta, la cual se había abierto, noto como Albert Sebastián entraban.
—Viene ya los médicos, ¿Dio resultado?—Preguntó Albert quien contemplo a su hermana con los ojos vidriosos, a lo que Sebastián fue a abrazarla de inmediato; Albert volteo su vista hacia otro lado, no deseaba ver esa escena, se quito su sombrero y comenzó a derramar lagrimas, a lo que se las limpio rápido.
—Les pido perdón a los dos—Expreso Albert, llamando la atención de sus hermanos—Esto ocurrió debido a egoísmo y mala actitud, nunca me disculpe formalmente con nuestro padre, y ahora que no esta nunca le logre decir que lo amaba—Cayó de rodillas destrozando ante tal escena, sus hermanos al verlo fueron a consolarlo.
—Les prometo hermanos ser alguien mejor, siempre los apoyare y nunca lo dejare solos—
—No debes de disculparte de nada, todo esto paso por que la vida así lo quiso, todos cometimos un error y ahora hay que verlo como algo que debía de pasar para que por fin nos viéramos como lo que somos, hermanos—Declaro Sebastián con voz temblorosa—Seguiremos adelante juntos, se los prometo—
Los tres hermanos se abrazaron como nunca antes lo habían hecho, lo hicieron de tal manera que no deseaban soltarse, pero una risa los interrumpió, una risa de felicidad, a lo que los tres quedaron perplejos ante tal risa.
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Comments
Angelic Vazquez
qué? noooo! ¿por qué que hasta aquí? 🥺 por favor necesito una actualización 😭
2024-04-08
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