CAPITULO 3

Marieth no sabía que estaba pasando, sus ojos no le permitían verlo, solo tenía la respiración de aquel sujeto el cual la acercaba cada vez más, ella intentó apartarlo a lo que él se acercó a su oído para susurrarle—No me provoques altanera, y si me perteneces, todo lo que está aquí es de mi propiedad incluyéndose también a usted señorita altanerita—

Marieth se sintió nerviosa, nunca había estado tan cerca de un hombre, pero eso no la detuvo para darle un empujó para después volver a darle la espalda

—Permitiré eso por ahora—Aseguró él—Desde ahora habrá reglas para que intentes aprenderlas de memoria—Dijo mientras caminaba alrededor—No me gusta que me contesten como lo acabas de hacer con tu imprudente y linda boca—Siguió dando pasos mientras ella solo escuchaba algo molesta—Hay una campana que te hará saber el tiempo, la razón de tenerlas es para que no llegues tarde, la primera significa que te prepares para bajar a merendar, la segunda es una advertencia para que des prisa, si llegas a la tercera yo subiré a tu cuarto y te bajaré, así estés en ropa interior, me va a dar exactamente igual—Marieth se sorprendió al escuchar eso, ¿Y si se hubiese tardado más en buscar ropa?, ¿La hubiese traído en corsét?, ese sujeto sin duda era alguien atrevido y sin vergüenza.

—Así que te recomiendo que no llegues tarde—Dijo para luego tocar suavemente el cabello de la joven a lo que Marieth se quitó rápido, dando dos pasos adelante.

—Otra cosa, me molesta tu indiferencia, si no deseas ser tocada entonces vuelve con tu padre ladrón y dile que se haga hombre, ya que su hija es una malcriada que no sabe seguir órdenes—

Marieth estaba a punto de voltear pero él la detuvo sosteniendo su cabeza—Te dije que no me gusta que me miren, lamento si te parece una falta de respeto, pero siempre que nos veamos tienes que darme la espalda o bajar la mirada, o incluso cerrar esos ojos encantadores, que no se te vaya a olvidar—

Marieth simplemente creía que ese sujeto tal vez no le gustaba su apariencia o había tenido un incidente a lo que no pudo evitar preguntarle.

—¿Por qué no me deja verlo?, ¿Qué tiene de malo?—Pero no obtuvo respuesta alguna de él.

—Los muebles que están en tu habitación son especialmente para ti, hay un mueble en el cual puedes guardar las cosas que gustes, pero siempre y cuando sean tuyas, no toques mis cosas ni tampoco vayas a mi habitación, lo único que tienes permitido es tocar la puerta de mi cuarto si hay una emergencia o si algo se te olvido—

—Entiendo—Contestó Marieth, era demasiado lo que le decía, lo bueno que como era camarera nunca se le olvidaba las órdenes de sus clientes—¿Qué tipo de emergencia podría tener?—

—Pues—Tardó en contestar él.

—Por cualquier cosa, ¿Qué tal si provocas un incendio en tu cuarto por una vela que olvidaste apagar?—Ella no pudo evitar burlarse por el comentario.

—Lo digo en serio—Dijo molesto, dándole un pequeño empujón a la joven.

—Claro—A lo que ella soltó nuevamente una risa. En cambio, él soltó un suspiro.

—Bien, solo trata de tomarte esto en serio, porque yo no soy tu amigo ni deseo serlo—

—Eso lo sé desde que llegue aquí—Dijo Marieth mientras miraba el techo.

—Te dije también que desde que llegaste aquí que no soporto que hables cuando no te lo pido—Aseguró él—La ropa que está en tu cuarto es especialmente para ti, todo está a tu talla, me asegure de eso—A lo que Marieth pudo escuchar como se acomodaba en la mesa.

—Termina de cenar—Ella simplemente volvió a la mesa mientras cerraba sus ojos con fuerza—¿Se supone que está es una prisión no?—Pregunto ella, pero no obtuvo respuesta de él—Usted dijo que no sería tan amable conmigo, usted también dijo que no me daría de comer ni nada por el estilo, también dijo que yo estaría en una celda sucia y que me podría aparecer cualquier cosa, también dijo que...—Fue interrumpida al escuchar como golpeaba la mesa que sostenía un vino a lo que se rompió por el golpe derramando el suelo.—Tú sí que no buscas golpes—Dijo molesto a lo que se levantó y ella enseguida bajo la mirada, no quería mirarlo—Bueno, al menos haces caso en eso—Dijo mientras se acercaba poco a poco a ella, se dispuso a ponerse detrás de ella tocando la silla con suavidad.

—Entonces deseas que te trate mal, supongo yo—

—No deseo eso pero...—Fue interrumpida nuevamente por él.

—Aún no termino—Dijo mientras tapaba su dedo tocando los labios de la joven para que dejará de hablar—Si no deseas ser tratada como te lo estoy sugiriendo, pues entonces te trataré como una rata—Susurró con desprecio mientras miraba el cabello pelirrojo de la joven.

—Prefiero ser tratada como una rata antes de convivir con usted—Contestó apartando el dedo que cubria su boca, hasta que inesperadamente fue sujetada por el cuello.

—Como yo decida tratarte es asunto mío, mientras que a ti solo te queda obedecer sin queja—

Marieth había cerrado sus ojos, ¿Este hombre iba a ser capaz de golpearla?, pensaba ella, no quería ser tratada como una princesa, solo de pensar en pasar tiempo con ese sujeto aterrador le daba escalofríos, lágrimas brotaban de sus ojos, pero su cuello no estaba sujetado con fuerza, pero de solo pensar en ser lastimada le causaba horror.

—Retírate, por esta vez te la voy a pasar, pero para el día siguiente quiero una conducta más dócil—Dijo mientras soltaba su cuello lentamente, ella abrió sus ojos con algo de miedo, su corazón palpitaba como loco, a lo que no pudo evitar respirar agitada, a lo que sintió como era tocada por el hombro—¿Te asusté verdad?, si no quieres esa experiencia de nuevo te sugiero ser más dócil para la siguiente vez—Marieth únicamente agacho su cabeza se había desmayado por el miedo.

¿Cuántas veces planeaba desmayarse?, Se preguntó él, le resultaba algo molesto que la joven tuviese un carácter tan fuerte, pero tuvo dudas de lo que quería de verdad, tal vez la joven no quería ser tratada como una princesa, ella estaba dispuesta a ser tratada como una prisionera, él la levantó entre sus brazos, y subió las escaleras para después llegar a la habitación de la dama, la recostó suavemente mientras buscaba entre el armario de color azul una prenda para cambiarla a algo más cómodo, hasta que se decidió por un camisón de color blanco con algo de encaje en la parte de abajo, se dirigió hacía ella, tocó su cabello suavemente para después quitarle el listón que lo sujetaba, quitó lentamente el vestido rojo para posteriormente ver su piel pálida, dejó el vestido en el armario, regreso para más tarde quitarle el corset a la dama, pero dio un suspiro pesado al tener que pensar en desabrochar el corset, sin más que pensar se dispuso a quitárselo, cuando por fin terminó dejó el corset en una silla que estaba a lado de la ventana para que cuando despertara se lo pusiera al instante, volvió hacia la joven para darse cuanta que su cuerpo era simplemente perfecto, tenía una belleza única, "Qué ofensa más grande dejar a una joven tan llena de vida en este lugar", pensó él, no podía creer que la hubiesen dejado ahí.

Miró hacía el camisón y decidió ponérselo antes que la joven despertará y se pusiera histérica de nuevo.

A la mañana siguiente George se levantó temprano para ir en busca del padre de Hans, pero no esperaba que alguien lo quisiera acompañar.

—Padre, yo iré contigo, extraño a mi hermana demasiado, trato de ser fuerte pero no puedo estar sin mi hermanita—George abrazo a su hija Jade quién trataba de sonar triste por su hermana; sin embargo, George no pudo notar la hipocresía de su hija—Claro hija, tú tuviste una idea brillante, es obvio que vendrás conmigo—Dijo George mientras se acomodaba su sombrero.

—También iré contigo padre—Dijo Albert quien pidió un carruaje para que su padre no se cansará, sabía muy bien que estaba delicado, tantas sorpresas que se había llevado lo habían dejado muy deprimido, tenía que encontrar a su hermana, no podía dejar que Marieth estuviera lastimada, y que su padre se llegara a enfermar, sabía lo que trataba Jade pero no le dio importancia, ya que lo principal era recuperar a su hermana—Gracias hijo, me pone feliz saber que cuento contigo—Dijo George mientras se subía a la carreta.

—Hasta el fin padre—Termino de decir Albert para sugerir marcharse de una vez, mientras más rápido mejor les llegaría a sonreír la suerte.

Mientras Jade pensaba en cómo lograría recuperar su fortuna, tenía que ser inteligente, no podía permitir que la oportunidad se le escapara de las manos, tenía que ser muy astuta, así que se le ocurrió la idea más brillante de todas o al menos eso es lo que pensaba ella.

Marieth despertó bruscamente al recordar lo que había sucedido ayer, ¿Era ayer?, suponía ella, se levantó deprisa y extendió las cortinas para darse cuenta que era de mañana, pudo percatarse que las ventanas tenían candado, tal vez ese sujeto supuso que se iba a suicidar y por eso las cerró, Marieth se dirigió al baño para lavarse la cara y hacer sus necesidades, después de eso no se había dado cuenta que llevaba puesto un camisón, puso una mueca de disgusto

—Ese sujeto— Dijo con algo de molestia.

—Ese hombre sin duda no conoce la palabra respeto, lo pide y no lo da—Susurró la joven con cierta molestia en su voz.

Siguió quejándose de él un rato hasta que escucho la primera campanada, decidió usar un vestido verde completamente de lentejuelas, y unos zapatos con algo de tacón con un pequeño moño en la parte de al frente, sujeto nuevamente su cabello con un listón, con el mismo color que el día anterior.

Fue al mueble de color verde para darse cuenta que contenía pinturas para maquillarse, pero ella se opuso a la idea, "No estoy aquí para verme bonita", pensó indignada, abrió su puerta para después respirar profundamente, decidió bajar de una vez, se percató que el sujeto ya se encontraba sentado, como era de esperarse se encontraba de espaldas, ella simplemente tomó asiento, observo su comida para contemplar que era una tarta de queso, con algo de crema arriba, sin contar que también llevaba fresas cortadas alrededor, y en una taza de porcelana muy bien decorada podía oler el aroma a café, se moría de hambre, hace un día que no probaba bocado, pero no quiso verse como un animal, tomó un cubierto el cual estaba hecho de oro al igual que los demás cubiertos como había notado anteriormente, y se dispuso a comer la tarta lentamente, la ponía algo incómoda, ya que el sujeto no mencionaba ninguna palabra, era como si estuviese comiendo sola, la única señal de vida que daba él hombre era que de vez en cuando tomaba un trago de su vino, pero eso era todo, ella no quería acabar de comer jamás, de solo pensar en cruzar alguna palabra con el sujeto la ponía nerviosa, nuevamente él agarró su copa de vino y tomo un sorbo, ella observó como la parte de arriba de su ropa era de color negra, usaba guantes de igual color, ella se quiso asomar un poco más para ver la cara esta vez pero era imposible, ya que la silla que usaba era grande, lo suficiente para no poder verlo, al momento de que se quiso asomar noto que aquel sujeto tenía un cubierto en las manos el cual podía reflejarla un poco, a lo que se acomodó en su silla un tanto agobiada.

—Buena vista—Dijo él mientras bajaba el cubierto—Ni los buenos días das, ¿Qué clase de modales te dan?, bueno, que puedo esperar, si tu padre es un ladrón—Dijo para darle un sorbo a su vino.

La joven apretó los dientes con fuerza, otra vez esos comentarios que la hacían enloquecer.

—¿Acaso buscas pelea?—Preguntó ella mientras se levantaba bruscamente de la mesa.

—Para nada, solo te recuerdo que ayer te dije que fueras más dócil—

La joven abrió sus ojos un tanto molesta.

—¿Dócil?, prefiero ser golpeada por ti antes de ser dócil—Dijo Marieth mientras golpeaba la mesa enojada—Tú pareces tenerlo todo, no sé que ganas insultado a gente que no tiene tus mismas circunstancias—Dijo Marieth a lo que el individuo se levantó y ella enseguida le dio la espalda.

—¿Mismas circunstancias dices?, por favor, ¿Tú que sabes de mí?, ¿No me digas que eres psíquica?—Ella no respondió, únicamente se dedicaba a escucharlo.

—Créeme altanera, la vida solamente está hecha para hacer sufrir a la gente, ya que las personas solo están interesadas en lo básico, amor, dinero y felicidad, teniendo esas tres ya eres alguien afortunado, pero, ¿Qué crees?, el amor cuando lo tienes no lo sabes cuidar, en el caso del dinero siempre querrán más a pesar de estar económicamente bien, quieren más y más, y la felicidad nunca llega si no tienes esas dos, en el caso de tu padre, perdió el amor y el dinero, su felicidad son únicamente sus hijos, pero al darse cuenta que tú ya no estas es como perder en parte la felicidad—

Ella estaba estupefacta, no le respondió, sus labios temblaban de confusión.

—¿Cómo sabes que mi padre perdió el amor?—

Él la miro arqueando la ceja mientras se acercaba a ella.

—Procedo a decir que esta merienda ha terminado, te puedes retirar—Dijo, a lo que ella no comprendía el porqué se iba.

—No se vaya, por favor responda a mi pregunta—Suplicó la joven aún de mirando al suelo.

—Fin de la discusión—Dijo ignorando a la joven—Si te sirve como consuelo—Añadió él antes de retirarse.

—Puedes salir del Castillo a explorar los alrededores, no te alejes mucho y llega a tiempo antes de nuestro nuevo encuentro, tienes permitido ir a todo este terreno, pero no se te ocurra tratar de escapar porque te perderás, y para terminar solo tienes permitido salir del Castillo hasta las cinco en punto, más tarde no, y cuidado con romper alguna regla al salir, ya que eso dependerá de cuando volverás a ver la luz del sol, estás advertida—

Término para después marcharse sin dejar que la joven al menos opinara o preguntara algo al respecto.

Marieth nada más suspiro sentándose de golpe en la mesa, solo de pensar en hacer enojar a aquel hombre la ponía nerviosa, pero a su vez estaba aliviada, puesto que ahora sabia que él se retiraba antes que ella, término su merienda para después salir de ese Castillo, caminaba alrededor del jardín el cual contenía unas hermosas flores.

—Tulipanes—Opinó ella, apreciando la belleza de las flores, se acercó para poder contemplarlas, su aroma era exquisito, no pudo evitar sonreír.

Siempre que la joven olía o veía alguna flor no podía evitar pensar en la historia de su madre por lo que le contaba siempre su padre y hermanos, le hubiera encantado conocerla, saber sus gustos, tocar sus manos, poder sentir un abrazo de parte de ella, pero se quedó pensando en lo que había dicho aquel hombre, ¿Cómo era posible que él supiera quien era su madre?

Las dudas la dejaban inquieta, pero decidió dejar de suponer cosas, lo único que provocaba era sentirse aún más miserable de lo que se sentía. Miraba a su alrededor contemplando los enormes árboles que habitaban, el viento era tan refrescante que la joven cerro sus ojos por un segundo—Este lugar al menos de día es hermoso—Pronuncio ella quien decidió seguía caminado, se metió al bosque por su gran curiosidad de poder encontrar algo, y si pudo lograrlo, contemplo un árbol enorme con algunas manzanas que se veían completamente deliciosas, decidió tratar de escalarlo, era algo sencillo, ya que algunas ramas de ese árbol la impulsaban cada vez más arriba, tardo al menos unos quince minutos en escalar, por el hecho de que era grande y el vestido y tacones no ayudaban mucho a la joven, estaba a punto de tomar una manzana, pero se detuvo al poder apreciar la vista, los árboles, las flores, algunas montañas, y un pequeño rio sumamente limpio, si iba a quedarse en ese lugar para siempre trataría de al menos disfrutar algo de el.

—Es hermoso—Dijo mientras tomaba su manzana, bajo con cuidado del árbol, pero a pesar de hacerlo tan lento se atoró su vestido haciendo que se rompiera de abajo, causando que ella diera un suspiro—Demonios—Dijo para tratar de limpiarse el vestido el cual también había sido ensuciado por el tronco del árbol. Tenía que volver al Castillo a cambiarse de atuendo antes de que el hombre se diera cuenta como se encontraba su estado, pero para su mala suerte había sonado la primera campanada, noto que se había ido lejos del Castillo, así que decidió ir a toda marcha, la pregunta que sonaba en su cabeza era… ¿Cuánto tiempo había estado allí?

George y sus hijos por fin habían llegado a su destino. Los tres solo podían contemplar la casa con algo de asombro.

—Es hora padre—George miro a su hijo Albert quien tomaba su mano algo nervioso, era la primera vez que Albert se sentía así, pero no quería que su padre también se sintiera igual, solo podía darle una sonrisa de completa seguridad; en cambio, su hija Jade se imaginaba viviendo en ese lugar, atendida como de verdad se merecía.

—Vamos, hay que entrar de una vez en ese lugar, no hay que hacer esperar a nuestra pobre Marieth—

Dijo Jade quien jalaba a su padre.

—Tienes razón hija, no hay tiempo que perder, mientras más rápido mucho mejor, quien sabe como esté—Dijo George quien se dirigió a la casa tan enorme, la cual era de color rojo, no tenía rejas, pero parecía demasiado segura, pero sabía que era de esperar, era un cazador el que vivía en ese lugar, es por eso que la idea de pedir su ayuda le resulto mucho mejor. Dio un suspiro y miro a sus hijos, Albert le regalo una sonrisa cálida mientras seguía sosteniendo su mano, y Jade le sonrió para después asentir de que se diera prisa, sin más que pensar toco la puerta, espero, y lentamente la puerta se iba abriendo poco a poco, dejando ver a un hombre de la tercera edad.

—Buenos días, ¿Podrían decirme que se les ofrecen?—Dijo aquel señor mientras cerraba el libro que tenía entre las manos, su voz sonaba demasiado refinada, vestía un traje negro con un moño en su cuello de igual color.

—Buenos días—Respondió Albert—Pues hemos venido aquí para solicitar los servicios del mejor cazador de todos—Decía mientras trataba de lograr que los dejara pasar.

—De acuerdo, ¿Me podrían decir sus nombres por favor?—Pregunto mientras abría su libro sacando una bolígrafo.

—Mi nombre es George Leroy, mi hijo mayor es Albert, y Jade mi hija—

—De acuerdo—Contesto el hombre.

—Deme unos segundos, ya que a veces el Señor Edmond no desea ver a nadie, y menos cuando son sus días de descanso, así que disculpen la molestia—Dijo para después darles la espalda.

—No hay problema—Respondió Albert mientras veía como el hombre cerraba la puerta—Nos toca solo esperar, espero y no nos dejen aquí afuera—Dijo Albert mientras se acomodaba su sombrero.

—Yo espero que esté Hans aquí, porque al momento de que se dé cuenta de nuestro apellido sabrá que somos parientes de Marieth—Dijo Jade mientras se acomodaba el vestido.

—Si sabes que no somos los únicos con ese apellido, ¿Verdad?—Le respondió Albert quien rodaba los ojos, a veces la inteligencia de su hermana le sorprendía.

—Eso lo sé, lo que tú no sabes es que tal vez sea nuestra familia la única que él conozca con ese apellido, y también puede recordar a Marieth, se nota que no conoces nada del amor—Respondió mientras trataba de sonar inteligente pero Albert solo la miro decepcionado.

—Tienes razón, que tonto, como uno de los hombres más conocidos, quien siempre viaja, el cual nunca le hemos hablado hasta ahora, solo notara que somos los únicos con ese apellido, la verdad que necesitas volver a la escuela—Ambos hermanos solo se miraron con algo de molestia a lo que su padre intervino antes de que empezarán una discusión más grande.

—Basta, son familia, deben de dejar de discutir por todo, su hermana puede estar en peligro y pelean en este momento—Ambos bajaron la mirada.

—Lo siento padre—Dijo Albert algo apenado.

—Yo también lo siento—Termino de decir Jade.

—Son hermanos, el día que yo no esté los quiero ver juntos y apoyándose unos a los otros—Ambos asintieron, era algo que le pesaba George, él no siempre estaría para ellos, tenían que madurar y verse como lo que eran, hermanos, nada más ni nada menos, era decepcionante para George verlos así.

Toda la tensión se esfumó al ver como abrían la puerta, era el señor de nuevo.

—Disculpen la demora, pueden entrar—Dijo a lo que los tres se vieron, cada uno tenía su objetivo analizado y contemplado, era el momento más importante en sus vidas, sin más que pensar entraron.

...

Marieth se daba prisa para llegar, sí que se había alejado demasiado, los tacones no le ayudaban para nada, ya estaba preparada para hacer un testamento, se maldecía por haberse alejado tanto, no conocía el lugar, tenía que conocer de poco a poco, pero como siempre nunca pensó en las consecuencias, su corazón se aceleró cuando escucho el sonido de la segunda campanada, presentía que no iba a poder llegar, pero vio por fin el Castillo, únicamente lo había rodeado para tratar de entrar por su habitación, ya que si entraba por la puerta principal él ya estaría ahí en la mesa, así que decidió entrar por su habitación, era el único cuarto el cual ella tenía acceso sin problemas.

Miró la ventana, estaba demasiada arriba, su vista iba a todas direcciones hasta que observó un árbol que una de sus ramas estaba cerca de la ventana de su habitación, la que la haría llegar y entrar rápido.

—Esto tiene que ser una broma—Cerró sus ojos con algo de disgusto, camino hacia el árbol para empezar a escalarlo, este se veía más complicado, tal vez no era igual de grande que el anterior pero si le costaba un poco más, puesto que este no tenía tantas ramas que la impulsaban, hasta que por fin alcanzó la cima, y pudo contemplar su habitación, la cual tenía por suerte la ventana abierta.

"Parece que el mundo está de mi parte", pensó ella, pareciera que todo iba marchando bien, la rama que estaba más cerca de su habitación era la única manera en la que podía entrar, empezó a subirse en esta, se acercaba cada vez más, aunque tuviese miedo de caer no le importaba, su miedo hacia ese hombre era aún peor, se acercó aún más hasta que por fin llegó a la punta de la rama, trataba de alcanzar a entrar pero le quedaba aún lejos, su corazón se detuvo al escuchar la tercera campanada, sus manos empezaban a temblar, su estómago sintió un dolor horrible, tanto esperar en aquella rama frágil se rompió, un grito salió de parte de ella, mientras trataba de agarrarse entre las demás pocas ramas que habían, pero era inútil, todas estaban demasiado viejas y pequeñas para poder ayudar a la joven, Marieth cerró sus ojos para poder sentir el impacto, pero nunca sintió el suelo, en cambio, sintió unos brazos los cuales la sostenían, pudo sentir como le tapaban sus ojos, "guantes", pensó ella, su respiración era agitada, la habían bajado lentamente al suelo, se recostó en el piso aliviada.

—Te gusta manterlo interesante, ¿Verdad?—Ella ya sabía de quién se trataba, solo cerro sus ojos con fuerza para esperar el peor castigo de su vida.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play