CAPITULO 19

Las palabras de Marieth no salían por la sorpresa que se había llevado, ¿Será que estaba soñando?, parecía algo irreal de imaginar, ¿Quitarse la máscara ante todos?, nunca se lo espero, tan serio, tan seco, tan misterioso, ¿Y ahora hacía eso?, ¿Qué significado tenía?, no lo sabía llenándola aún más de curiosidad. Tal vez estaba cambiando como había prometido, y eso le alegraba en cierto modo, ¿Pero tan pronto?, no le hallaba sentido alguno.

Algo que le causaba cierta ansiedad era saber que aún no había terminado de escuchar la historia acerca de él, no explico el cómo había llegado a esa situación, pero sabía que tendría muy mal sabor de boca si le terminaba de contar, así que evitaría hablar del tema por ahora, hasta al menos arreglar la situación.

Lo que más le importaba en ese momento era la salud de su padre, sabía que no debía de tener queja alguna de lo que decidía, pero se le hacía extraño que él quisiera acompañarla al pueblo, después de todo anteriormente le había dejado en claro su desagrado hacia la demás gente, era todo un misterio.

—De acuerdo—Dejó de pensar al escuchar a Félix hablar.—Iremos a caballo—Tanto William como Marieth asintieron, excepto Albert quien levantó su mano.

—¿Por qué no nos haces volar o algo así?—Preguntó Albert a lo que recibió una mirada de fastidio de parte de su hermana—Hablo enserió, literalmente controla todo este lugar, ¿Por qué no nos haría volar?—

Félix añoraba ahorcar al chico, en cambio, la pelirroja no reflejaba impresión, estaba acostumbrada a ese tipo de comentarios de su hermano y más si se trataba de algo que no conocía.

—Repito, iremos a caballo—Confirmo Félix—A menos que se quieran ir los dos hermanos en lianas, con eso de que les encanta escalar—Dijo en un tono burlón, mientras daba una sonrisa descarada.

—Muy gracioso—Dijo Albert, se acercó a él peligrosamente pero la joven se interpuso empujando a su hermano hacia atrás.

—No es mi culpa que tengan esas costumbres tan raras, en todo caso ustedes son los que quieren volar, ¿No?—

Félix no podía evitar dar una sonrisa de satisfacción, le gustaba provocar a los dos, y Albert no tenía la paciencia suficiente como para quedarse callado ante tal actitud.

La joven al ver la situación se interpuso inmediatamente.

—Vámonos, no hay que hacer esperar a nuestro padre—Tomó el brazo de Félix para llamar su atención.

—Tienes razón—Albert dio la espalda para irse junto a William quien también lo calmaba pero no podía seguir comiéndose su enojo aunque quisiera. Tener a Félix cerca le causaba irritación.

—Bien—Aclaró su garganta Félix—Solo ocuparemos dos caballos, iremos en parejas—Miro a la joven para sonreírle, dando a entender que cabalgaran juntos.

—Supongo que iras con mi hermana—Comentó Albert, colocándose frente a ella para que este no pudiera verla, levantando su ceja, no le agradaba del todo su acercamiento, aunque ya sabía los sentimientos de su hermana no comprendía la decisión que había tomado.

—Supones bien—Tuvo como respuesta. Aquel hombre pelinegro se reía por dentro.

—Vámonos ya—

Fue jalado del brazo por parte de la joven, le cansaba que a pesar de la situación se siguieran comportando como unos niños, en especial Albert.

Pero se mantenía tranquila, ya que sabía que usando la medicina su padre estaría bien de salud, incluso mejor que antes. Le aterraba la idea de que no llegaran a tiempo para salvar a su padre, por eso le molestaba la actitud de ambos. No comprendían que la joven estaba aterrada, sentía miedo de lo que podía ocurrir.

—Antes de partir—Dijo Félix, a lo que se detuvieron los tres para observarlo—Marieth, ¿No te cambiarás de ropa?, estás mojada por salir cuando llovía—

Estaba en lo cierto, la joven tocó su cabello para sentirlo húmedo al igual que su ropa, sin decir que estaba utilizando ropa para dormir.

—Es cierto—Respondió—Pero no hay que detenernos por esto, no tenemos tiempo—Dijo sin importancia.

—Ve rápido—Dijo Albert—De todos modos tenemos que esperar a que esta maldita lluvia se detenga—

—Si hija—Añadió William—Hace tiempo que no vez a tu padre, que te vea en esas circunstancias puede llegar a tener malas ideas—

George era una persona que siempre veía el lado de ambas caras de la moneda, ver a su hija en una situación así le haría daño tanto mental y físico, lo que menos deseaba era ver a uno de sus hijos heridos.

Marieth no dudo dos veces y se aproximó a su habitación, después de todo tenía razón.

—Marieth es tan extraña—Resoplo Albert quien se sentó en una silla para esperar a su hermana.

—Lo mismo digo—Dijo Félix con una sonrisa en su rostro mientras miraba como la joven subía las escaleras.

Se quitó su ropa con movimientos bruscos, corrió directamente hacía su armario para ver únicamente vestidos, un suspiro molesto salió de ella, los trajes que usaba para jardinería se encontraban sucios, le parecía gracioso que siempre cuando los utilizaba pasaba algo que ocasionaba que se manchara o quedara con espinas, ¿Lógico no? Pensó y pensó, pero nada encontró cómodo de utilizar, no cabalgaría con un vestido, eso ni pensarlo.

Tenía prisa, pero para su buena suerte aún seguía lloviendo, así que podía tomarse su tiempo aún.

Miro su reflejo en el espejo completo, agarro su cabello con un listón de color azul claro, formando así una coleta de caballo.

Miró sus pinturas sobre su mueble verde, tomó un poco de rubor para colocárselo en su rostro, ya que por el momento se sentía pálida, no deseaba que su padre la viera de una manera descuidada. Sus labios eran pintados de un color rosa claro, era lo único que necesitaba para al menos verse decente.

Se sonrió al verse en el espejo, pero se le borró al oír una risa, su cabeza giro para ver a Félix recargado en la pared con una sonrisa de oreja a oreja, le parecía bastante extraño verlo sin su máscara, pero era evidente que le provocaba sentimientos de fondo.

—No te escuche entrar—Dijo la joven, pero noto como él aún mantenía su sonrisa, fue así como recordó que llevaba únicamente su corset para cubrir su cuerpo.

—Date prisa mujer—Está al ver que continuaba con su sonrisa cubrió su cuerpo ofendida.

—¿Acaso no hay privacidad?—Preguntó molesta.

—Yo ya te vi, no tienes que castigarme cubriendo ese bello cuerpo—Un sonrojó leve se vio en la chica.

—No hay ropa la cual use, todos son vestidos, será incómodo usar un vestido y tacones mientras vamos a caballo juntos—

La joven al escuchar una risa de su amado volteo de inmediato.

—¿Qué?—

—Cuando era niño siempre dije que guardaría mi ropa para mis futuros hijos, aun si estaba vieja, quise siempre recordar el momento—Camino hasta acercarse a la ventana cambiando su expresión a una llena de tristeza.

—¿Qué dices?—La joven únicamente lo miraba con duda.

—Digo que hay ropa que te puede quedar, deja te busco uno—Salió de la habitación en una abrir y cerrar de ojos, dejando a la joven confundida.

Sabía que aún era atormentado por su pasado, aunque anteriormente le había dicho que no era así, no le creía del todo. Nadie sería capaz de olvidar lo que alguna vez le causó tanto daño.

Su historia era un misterio. Pero aún más era esa anciana que le entregó aquella flor, ¿Por qué lo hizo si él la había ayudado?, ¿La flor es la causante de los problemas?, ¿Por qué su abuela le tenía tanto desprecio?, tanto a él como a su padre, ¿Quiénes se llevaron a la Reina Isabela? ¿Y por qué lo hicieron?.

También en algún momento se preguntó ¿Por qué el espejo hizo que soñara con el pasado de Félix?, ¿Acaso desea ayudarlo también?.

Su mente estaba a punto de explotar si no encontraba las respuestas. Su vista fue a la puerta que se abrió.

—Encontré uno que posiblemente te quede—Sé acercó Félix a dárselo en sus manos.

—Gracias—Sus ojos no perdían detalle del traje, azul marino, los pantalones eran blancos con unas botas largas de color negro, le causó intriga al ver que era tan chico—Disculpa—Detuvo a Félix, puesto que se iba a retirar para dejar a la joven cambiarse de atuendo.

—Dime—Dijo con curiosidad.

—Esta ropa es tuya—Afirmó.

—Es evidente—Camino alrededor—Ese traje era mío cuando tenía tu edad, era mi favorito, pero a mi abuela jamás le gustó, no quería que me pareciera a mi padre, quien tenía gustos similares a los míos—Recargo sus manos sobre la ventana quedando unos segundos en silencio, su mirada parecía vacía, unos brazos rodearon su cuello haciendo que mirara a una pelirroja quien lo miraba fijamente.

—Eres libre de ahora ponerte todo lo que quieras—Poso su mano en su pecho a lo que recibió una caricia de parte de él en sus manos.

—Sueño con el día en que te cases conmigo—Los ojos de la joven no podía estar más abiertos que en esa ocasión, llevo sus manos hacia su boca impactada—Eres aún joven para casarte, y esperaré a que cumplas la mayoría de edad para que seas mi esposa, por supuesto, si es que aceptas serlo—

Marieth tomó a su amado de ambas mejillas para besarlo—No me importa casarme a esta edad si es contigo, no hay diferencia alguna—

Una sonrisa tierna llenó el rostro de Félix posicionando su frente sobre la de la joven. Ambos volvieron a besarse para así acabar su conversación.

—Hice las botas a tu medida, todo lo demás no tendrás problema al usarlo—Aclaró su garganta algo apenado, le parecía extraño ser tan cariñoso y más ahora que no tenía su máscara puesta.

—Está bien—La joven miró hacia otro lado tratando de no poner el ambiente más tenso. Las palabras que había salido de su boca le sorprendían cada vez más, de vez en cuando le salían sin pensarlo dejándola ver como una necesitada.

—Al momento de que termines nos vamos—Beso su mejilla para salir de la habitación.

La joven no perdió más tiempo para colocarse la ropa, miró su reflejo y de toda la ropa que había usado antes, sin duda esa era su preferida.

Le quedaba totalmente a su medida, soltó un suspiro de alivio, por fin había encontrado algo cómodo de usar.

Acomodaba el traje mientras se miraba al espejo, de pronto recordó el estado de su padre, le preocupaba que al momento de decirle que se quedaría junto a Félix le causará algún ataque.

Amaba a Félix, pero también amaba a su padre, ambas personas significaban algo importante en su vida, dos caminos que la harían llegar lejos.

Miró con detenimiento su reflejo, unos ojos verdes angustiados es lo único que veía.

Respiro profundamente para salir de la habitación, por lo que notó había terminado de llover.

—Vaya, hasta que terminaste, justo a tiempo—Le comento su hermano—Vámonos antes de que vuelva a llover—

—Si, ya estamos listos todos—Añadió William—No hay que hacer esperar a George—

Salieron todos de prisa del Castillo, Félix los guio hasta el jardín el cual se encontraban dos corceles, uno blanco con manchas negras y uno totalmente negro, tanto Albert como William subieron en el negro, mientras que Marieth y Félix montaron el otro.

—Síganme—Ordenó Félix—No quisiera que tomarán el camino equivocado y terminemos buscándolos a los dos, haciendo aún el camino más largo—

—No somos idiotas—Contestó Albert.

—¿Por qué crees que lo digo?—Tuvo como respuesta.

Le faltaba poco a Albert para bajarse del caballo y darle un buen golpe.

—Vamos—Dijo la joven—Mi padre es la prioridad ahora, no quiero llegar tarde—

No esperaron más y continuaron para dirigirse al pueblo, los caballos iban a todo galope lo más rápido que podían, Marieth estaba ansiosa, junto con una pizca de miedo, volvería a ver a su familia de nuevo, tenía esperanza de que no fuese tarde para salvar a su padre, tenía la medicina y eso era suficiente como para incluso salvarlo de la muerte.

El viento soplaba fuertemente mientras que el bosque abría pasó para dejarlos salir.

Félix aunque lo negara tenía cierta inquietud, volvería a donde juro nunca regresar aún sí fuese el fin del mundo, y ahora estaba rompiendo su promesa por una joven que no llevaba mucho tiempo de conocer. ¿Se sentía orgulloso de eso?, pensaba, era visible que su respuesta sería que sí.

Sentía la brisa en su rostro, estaba fresco por lo que podía darse cuenta, era extraño para él quitarse su máscara, pero no lo hizo exactamente por la joven, lo había hecho para cerrar dicho ciclo, la máscara representaba todo el miedo que sentía, el odio y el dolor, que llevaba todos esos años, experimentaba por fin la libertad, percibió como la joven estaba recargada en su pecho, algo que era sumamente cálido, tomó con una mano los lazos para sostener el corcel, y la otra sostuvo el rostro de su amada para mirarla a los ojos, una mirada que decía más de mil palabras.

—Te noto nerviosa—

—No quiero llegar tarde—Exclamó con cierto dolor en sus palabras.

—Llegaremos a tiempo, te lo juro, no dejaré que nada te lastime—Tuvo como respuesta del pelinegro. No mentía al respecto, él más que nadie sabía lo que se sentía perder a un ser querido, y más si se trataba de un padre, el amor que apreciaba hacia la joven era su nueva motivación para seguir adelante, y no dejaría que nada le pasara aun si tuviera que dejar su vida para salvar la de ella, era una promesa que no rompería.

—Te amo—Esas palabras que pronunció la joven fueron suficientes para acelerarle el corazón.

Sus labios poco a poco se acercaron al otro, para rozarse y plantarse.

—Si pudiese expresar mis sentimientos hacia ti jamás terminaría de hablar, así que prefiero besarte para resumirlo—

Una sonrisa de oreja a oreja se mostró en la joven, por un momento se le olvidó en donde estaba y que hacían, para ella solamente existían ellos dos, nada más ni nada menos que ellos dos.

La vista de su amado fue hacia al frente, se detuvieron ambos corceles, puesto que por fin habían llegado a su destino, Félix bajo sin titubear, tomó con ambas manos a la joven de la cadera para bajarla y quedar frente a ella.

—Hemos llegado princesa—Dijo Félix, la joven alzó una ceja algo confundida.

—¿Cómo?, pensé que me llamabas mono—Dijo entre risas la pelirroja, Félix apartó la vista con una sonrisa, esa actitud le parecía agradable, le recordaba cuando recién se conocieron, no era como un cuento de hadas pero si era agradable recordarlo.

—Oigan tórtolos—

La vista de ambos fueron hacia Albert quien los miraba disgustado.

—Qué no se les olvide porque estamos aquí—

—Por un instante se me olvido que seguían aquí—Proclamó la joven mientras jugueteaba con sus dedos.

—Pues si hermanita, sigo aquí junto con William que también siente asco al verlos tan empalagosos—

—Eso no es verdad, tú fuiste el que anduvo quejándose todo el camino—Contestó William a lo que Albert le cubrió la boca irritado.

—Cuanta mentira estoy escuchando, yo jamás me quejaría y menos en todo el camino—Sé defendió el joven, Marieth giro sus ojos nada sorprendida, si creía a su hermano capaz de quejarse en todo el camino.

—No pierdan más tiempo, vayan con su padre, yo iré atrás de ustedes—Exclamó Félix.

—¿No irás con nosotros?—Preguntó la pelirroja con la mirada decepcionada.

—Me temo que no—Tomó de las manos a Marieth para entregarle la medicina—Tu padre es un hombre inteligente y se dará cuenta de que soy yo el que le robo a su hija, no quiero causarle un infarto—

—Tiene razón—Añadió William—No hay que arriesgarse—

—Comprendo—Concuerdo la joven—¿Irás atrás?—

—Tendré buena vista, no te preocupes, procura darle la medicina, iré detrás de ti—Félix soltó sus manos para dar varios pasos atrás—Tómate tu tiempo—

La joven asintió y fue en busca de Sebastián, debía de encontrarlo para saber la ubicación de su padre, había varios hospitales los cuales podía estar.

Pero para su desgracia no lo hallaban.

—Hay que ir a la casa, nuestras hermanas deben de saber en que hospital puede estar—Proclamó Albert.

—Si, ellas lo saben todo, solo que me quedaré aquí, de lejos los cuido—Dijo Marieth, no deseaba darles explicaciones a sus hermanas, y menos ahora, ya que anteriormente Jade la quería vender a Hans.

No le apetecía hipocresías.

Al llegar a su casa, Marieth se quedó esperando en el jardín, miró como rosas rojas habían crecido, algo que la sorprendió, debido a que nunca pudo hacerlas crecer.

—¿Marieth?—Escuchó una voz femenina atrayendo a la joven, volteo la mirada para presenciar a Jeanne, notó como esta le resbalaban lágrimas de sus ojos, la pelirroja fue a abrazarla sin dudar.

—Amiga—Dijo emocionada la joven, casi un mes sin ver a una de sus personas favoritas—Me alegro de verte—

—Pensé que te había perdido para siempre, yo recé para verte otra vez, mi padre fue en busca de ti porque se lo pedí, pero nunca creí que te encontrarían, estaba perdiendo la fe—Su voz empezaba a quebrarse, sus ojos no paraban de derramar lágrimas, la joven con sus pulgares las limpio.

—Jeanne, tú más que nadie has sido mi apoyo incondicional, y lo menos que deseo es verte así—La joven rubia trató de respirar profundamente, pero la sorpresa que se había llevado no se la esperaba.

—¿Qué te sucedió?, me dijeron que un horrible monstruo te había secuestrado—Una risa desconcertó a la rubia.

—No es monstruo—Aclaró la joven.

—¿Qué?—Preguntó totalmente confundida—¿Entonces qué te secuestró?—

—No me secuestro, yo accedí a dar el lugar de mi padre, así que personalmente a mí no me secuestró—

—¿Cómo dices?—Jeanne estaba perdida, no entendía lo que su amiga le estaba diciendo, de un momento a otro estaban buscándola y ahora aparecía totalmente tranquila sin un solo rasguño, eso la desconcertaba en cierto modo.

—Es una historia larga—Dijo Marieth.

—Estoy lista para escucharla—Respondió sin titubear.

Marieth no se extendió totalmente, evito decir una que otra cosa, debido a que su amiga le daría un paro.

—A ver si entendí—Aclaró Jeanne—Tu padre robo una rosa junto con objetos de valor, y el sujeto que vivía ahí se dio cuenta y no le pareció bien lo que hizo, así que decidió encerrarlo para toda la eternidad, así que le dio una oportunidad de que se despidiera de su familia, y pues al enterarte tú, decidiste cambiar de lugar con tu padre porque te sentías culpable...—

—Y porque amo a mi familia—Interrumpió la joven.

—Si, eso también—Señaló Jeanne—Entonces al llegar ahí te diste cuenta que el hombre que vivía ahí era un patán, pero con el tiempo él comenzaba a ser gentil contigo y por varias cosas del destino se enamoraron y todo por una rosa, ¿Estoy en lo correcto?—Finalizó Jeanne.

—No lo diría así, pero en cierto modo es verdad—

—¿Quién es él? ¿Tu padre lo sabe?, ¿Te irás a vivir con él?, No entiendo—Marieth cubrió la boca de su amiga para poder responder.

—Su nombre es Félix, un hombre el cual no le ha ido muy bien en la vida, próximamente mi futuro esposo—Respiro profundamente para seguir—Mi padre está en el hospital, está enfermo y aún no lo he visto y no deseo que se entere, todavía no, y por último, regresaré apenas mi padre se encuentre fuera de peligro—

Jeanne se quedó atónita, no podía deducir lo que estaba pasando.

—Pero amiga, ¿Y si cambias de opinión?—

—No lo haré, yo me di cuenta que nunca estuve encerrada, al contrario, fui libre de por fin hacer lo que me apeteciera—Le sonrió para tomarla de la mano—Un día tú me dijiste que tarde o temprano me casaría, y tuve la fortuna de encontrar a alguien tan maravilloso como él, estoy perdidamente enamorada—

La rubia no tenía palabra alguna que decir, pero jamás le había visto esa chispa a su amiga, nunca la vio tan feliz, y sabía de su situación, y comprendía que no era del todo libre como ella añoraba, y ahora había encontrado el verdadero amor, algo por lo cual luchar que no fuese por su familia, es por eso que ella no la contradijo, al contrario, se alegró por su amiga.

—Pero si tú te vas ya no podremos vernos, es por lo único que me dolería—Su mirada cambió a una triste.

—¿Quién dijo qué no volvería?—Jeanne alzó la vista—Tú tienes que visitarme, vas a adorar el lugar, es tan calmado, no te quedará duda alguna de eso.

—¿Enserió seguiremos viéndonos?—Dijo entusiasmada.

—Por supuesto que si, no me perdería tu boda por nada—

Ambas amigas se abrazaron cariñosamente para después escuchar a alguien aplaudir, a lo que voltearon.

—Qué estúpido encuentro entre dos estúpidas campesinas—Un joven con traje blanco con una escopeta en su cinturón las miraba con desprecio.

—¿Hans?—Dijo Jeanne, notó como este se miraba enojado—¿Qué haces aquí?—

—Venía a ver a las vanidosas hermanas de Marieth para arreglar cuentas pendientes pero ahora notando la situación he cambiado de parecer—La mirada con la que apreciaba a la joven pelirroja parecía la de un lobo viendo a su presa.

—¿Cuentas pendientes?—Cuestionó Marieth—Si hablas sobre el compromiso déjame decirte que eso se canceló desde hace tiempo—

—Escucha zorra, no tengo intenciones de ser caballeroso esta vez, tu hermano me humilló despidiéndome por un anciano, y mi padre se avergonzó de mí—

Las chicas se miraron para ambas reírse.

—¿Creen qué es gracioso?—Preguntó histérico.

—Para nada—Contestó Marieth—Me causa gracia saber que eres tan infantil como para hacer un berrinche—

—Tu familia me ofreció tu mano, y vengo por ella—

Apuntó su escopeta hacia la joven pelirroja, a lo que Marieth empujó hacia atrás a Jeanne.

—No hagas algo de lo que te puedas arrepentir—Trato de razonar con él—Hay muchas mujeres que quisieran estar contigo, no te empeñes solo en una—

Un disparo se escuchó alarmando a ambas chicas.

—Estás demente—Mencionó Jeanne.

—Tienes unos segundos para venir hacia mi Marieth–

La joven notó como Albert y William salieron al escuchar el disparo.

—¿Qué mierda?—Albert contemplo como Hans le apuntaba a su hermana—No te atrevas imbécil—Le advirtió pero este no le hizo caso alguno.

—No me provoques idiota, o el que recibirá un disparo serás tú—

—Estoy temblando de miedo—Hans al ver como este se burlaba de él, posicionó la escopeta frente a él.

—¿Estás preparado para tener un agujero en la boca?—Preguntó Hans, Albert no le daría la satisfacción, prefería morir antes que ver a su hermana herida.

—Cuando quieras imbécil—Tuvo como respuesta.

—¡Hans!—Gritó William—No lo hagas por favor, reacciona por el amor de dios—

—Cállate anciano estúpido—Hans no razonaba, la ira de que había en él no lo dejaba entrar en razón.

Marieth estaba asustada, estaba a punto de correr a dirección hacia su hermano pero fue tomada por Jeanne.

—No lo hagas, saldrás herida—

Hans había perdido razón alguna, la manera en la que lo habían humillado y más si se trataba de su padre era una decepción para todo su linaje, era la burla del pueblo.

Pero no se quedaría así, no dejaría a Marieth hasta hacerla suya y asesinar a Albert.

Se llevaría lejos a la joven para tomarla y por fin cumplir su objetivo de embarazarla.

—Adiós Albert—

Albert entrecerró los ojos para esperar lo peor pero un golpe se escuchó haciéndolo abrirlos y contemplar a un pelinegro de ojos rojos sosteniendo la escopeta.

—Como dije, iré detrás de ustedes—

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Comments

Natalit

Natalit

de un monstruo como lo llamaban pasó a ser un héroe 🥰

2025-01-14

1

Natalit

Natalit

jajajaja hay que vergüenza 🤣🤣🤣🤣

2025-01-14

1

Natalit

Natalit

jajajaja amo ese tipo de respuestas que el da 😂

2025-01-14

1

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