Marieth abrió sus ojos sorprendida de lo que estaba haciendo, se separó de Lixfe al instante, sus mejillas ardían completamente, le dio la espalda mientras él también lo hacía, ella subió las escaleras, no quería hablar del tema, pero las palabras de aquel hombre hicieron que se detuviera.
—Este Castillo le pertenecía al Rey Edwards, junto a su esposa Elizabeth, pero por medio de una catástrofe se separaron, y no hablo de un divorcio, hablo de que esa mujer falleció por medio de la guerra y el caos, el Rey totalmente destrozado quiso encerrarse, no deseaba ver a nadie, hasta que conoció a una mujer llamada Isabela, Condesa de Inglaterra, su marido le había sido infiel, y ella le pidió el divorcio, pero como no era bien visto en esos momentos, la llenaron de críticas, hasta que conoció al Rey Edwards, ambos se enamoraron, no había amor más puro que que el de ellos, pero todo lo bueno siempre acaba en tragedia—Sé quedo callado por unos segundos observando a la joven sin perderle detalle.
Marieth esperaba más, pero no le dijo nada en absoluto, solo silencio era más que suficiente para incomodar en ese momento—¿Y?—Preguntó la joven, quien esperaba más detalles.
—Y fin, vete a dormir—
—No soy un bebé, no puedes dejarme con la palabra en la boca—Le respondió enojada, ya se había cansado de que le dijera las cosas a medias—Cuéntame más por favor—Le suplico.
—Claro que puedo, porque yo ya lo hice, vete de mi vista ya, no deseo verte en este momento—
Lixfe caminó cerca de la ventana sin mirar a la joven, dándole la indicación de que ya había terminado la conversación.
Marieth lo miro con molestia y subió a su habitación, cerró la puerta de un golpe, el cual podía ser escuchado por todo el Palacio incluso, se dirigió al baño para tocar la ropa—Sigue húmeda, para mañana se secará mejor—Dijo a lo que se acostó en su cama. Se tocó sus labios, a pesar de que ese beso no había tocado físicamente los labios de Lixfe, sintió todo como si fuese uno real, simplemente añoro tanto que su primer beso fuese especial, era obvio que para ese sujeto no lo era, eso era imposible, para ella significó todo, pero para él tal vez no fue así, cerró sus ojos tratando de encontrar el sueño, tardo unos cinco minutos para dormir hasta que por fin logró hacerlo.
...
Marieth caminaba por un piso hecho de cristal, no sabía a donde iba pero no paró de caminar, todo era muy oscuro hasta que una luz se hizo presente, camino a pasos ligeros hacia ella para encontrarse un espejo de cuerpo completo, era igual al que ella tenía en su habitación, pero el color era distinto, este era de un color bronce y con perlas a los costados.
Toco el espejo y se traspasó, entrando a un salón de baile, el cual era de color dorado brillante, se escuchaba una hermosa melodía, pudo observar que se trataba de orquestas tocadas por cuatro hombres, había muchas personas, hombres y mujeres bailando—¿Qué clase de sueño es este?—Dijo mientras caminaba algo incómoda por la multitud, se dio cuenta que tenía un vestido de color azul celeste, noto eso ya que la ventana la reflejaba, su cabello estaba recogido, tenía unos listones rojos, aretes de perla y un collar en forma de rosa, se veía como una princesa, sonrió por el hecho de que nunca se había visto tan elegante.
Observó en su entorno que las personas que estaban ahí lucían extrañas, pálidas y con semblante frío, pero lo más extraño era que las nadie le hablaba ni la miraba, la joven titubeó mientras trataba de iniciar una conversación con alguna persona de ahí pero no le daban respuesta alguna.
—Tal vez sea un sueño en el que todos me ignoran—Dijo entre risas a lo que escucho una risa más, se dio la vuelta y observo a un joven rubio de ojos azules, piel blanca, un rostro muy bello, parecía de su edad, era solo un poco más alto que ella, vestía un traje blanco con un moño negro abajo de su cuello, las mejillas de la joven se volvieron en un tono rojo, los ojos de aquel joven reflejaban nada más que felicidad, Marieth no pudo evitar sentir que se le hacían conocidos.
—Disculpe mi bella dama, ¿Me permite esta pieza?—Dijo el joven quien extendió su mano esperando a que Marieth la tomara, ella dudó por un instante.
—Disculpa pero no sé bailar—Contestó algo apenada.
—Yo le enseño—Le respondió el joven—Marieth tomó su mano y él la acercó rápidamente, tomó su cintura no muy abajo ni muy arriba, ella tomó su hombro, y empezaron a bailar, la joven miraba mucho sus pies, ya que de vez en cuando pisaba al joven a lo que paró—Perdón, me pongo muy nerviosa cuando intento hacer algo nuevo—Sé sonrojó en ese instante, el joven solo le sonrió mientras tomaba su mano—No hay problema señorita, disculpe si la he molestado por haberla invitado a bailar—Dijo el joven para hacer una reverencia, Marieth solo lo tomo de los hombros y enderezó—No haga eso por favor, no es su culpa, es mía, pero ¿Qué importa?, de todos modos estoy soñando—Dijo la joven entre risas, a lo que el joven la miró detenidamente para después darle una sonrisa, tomó su mano y subieron por las escaleras—¿A dónde me llevas?—Preguntó Marieth mientras corría junto al joven—A mi habitación, quiero enseñarle algo—Dijo, a lo que después llegaron a una puerta de color azul marino, la perilla era dorada, el joven la abrió e hizo que la joven entrara, Marieth miró alrededor, era enorme su cuarto, se parecía mucho al donde ella dormia en el Castillo.
—¿Cómo se llama?—Preguntó Marieth sin dejar de verlo.
Él joven dejó de mirar por la ventana para verla.
—Félix, un gusto belleza—
Ella se sorprendió, él era el príncipe que había en el testamento, su sueño se estaba conectando con el espejo que tenía, no le sorprendía la idea, ya que nada era normal allí—Sé que esto te puede sonar raro, pero mi familia recién hizo un testamento, ¿A ti ya te hicieron el tuyo?—Preguntó la joven sin rodeos, deseaba saber si era cierto, ese joven podía ser el dueño del Castillo.
—No, lo siento, mi padre no lo ha hecho, no presiente su muerte todavía—Contestó el joven algo incómodo, Marieth tal vez estaba exagerando, no es posible que le enseñará su testamento aunque lo tuviese—Mira—Dijo el joven llamando la atención de la pelirroja, estaba enseñando una llave dorada que estaba entre sus cajones—¿Una llave?—Lo miro extraño—No solo eso, esta llave guarda mis secretos, mi padre dice que debo de guardarlo en algún lado, ya que la mente a veces se olvida de lo importante—El joven se acercó a un retrato de él y su padre, lo movió para enseñar una puerta pequeña, puso la llave sobre el candado y la abrió, la joven se asomó para ver, y contemplo como había fotos de una mujer rubia de ojos verdes quien portaba un vestido verde esmeralda, era muy hermosa por lo que podía ver, muy similar a Félix, presentía la joven que era la madre del príncipe. También se hallaba una corona plateada, junto con dos anillos, uno de oro en forma de corazón y uno de rubí en forma de rosa y por último había una foto de él, la misma mujer y un hombre, que por lo que pensaba debía ser el Rey. El joven se veía ansioso de haberle enseñado a Marieth su caja.
—¿Qué te parece?—Preguntó Félix.
—Es muy lindo, ¿Qué significado tiene para ti?—
El joven solo le sonrió haciendo que Marieth se sentará en su cama, puso la caja sobre un escritorio y le enseñó las fotos—Esta es mi madre—Su voz cambió a una nostálgica—Murió hace tiempo y yo sigo esperando que vuelva, la veo en todos mis sueños, ese es mi único significado, aún puedo sentirla en cada foto de ella, su presencia, su esencia y su amor—El joven se detuvo mirando la foto con ojos vacíos, empezó a tocar suavemente la foto de su madre, Marieth se sintió triste, le acaricio la mejilla aquel joven, sabía por lo que pasaba, su madre también había muerto, él había conocido a su madre y eso era mucho peor aún ya que al menos había un cariño mutuo y recuerdos significativos.
—Como lo siento, sé por lo que estás pasando, tienes que ser fuerte Félix, hay veces en que el mundo nos quita a seres que amamos—
Aquel joven le regalo una sonrisa, y se acercó a la joven para abrazarla.
—Marieth, tienes que ir a su habitación—
Dijo el joven, ella no comprendía lo que quería decir.
—¿A la habitación de quién?—Pregunto la joven, y Félix se separó de ella.
—Con quien tú estás en este momento, ve a su habitación y busca mi caja de secretos—Lo dijo en un susurro que se sentía en el intenso aire que pasaba en ese instante.
Ella guardó silencio, todo no se veía con claridad, había luces por todas partes, ya no miraba al joven ni a la habitación, todo daba vueltas hasta que por fin despertó, en ese instante escucho una campanada
—¿Qué es lo que paso?, no puedo creer que eso era un sueño—La joven estaba exaltada, escucho un ruido abajo, fuertemente habían abierto la puerta lo que la hizo sentir un escalofrío.
—¿Qué esperas para levantarte niña?—
Era Lixfe quien frunció el ceño al verla aún dormida.
Marieth quedó confundida, ¿Acaso esa era la tercera campanada?—Yo lo siento, me quedé dormida—
Él la tomó de su brazo acercando a la joven hacia su rostro, quedando a escasos centímetros—¿Qué tan dormida estás?, solo han pasado dos campanadas, pase por tu habitación pero no escuché ruido, por eso entre, si esa fuera la tercera yo ya te hubiera llevado a la mesa—
Marieth recordó sus reglas, era cierto, la joven se había quedado dormida y no había tenido nocion del tiempo—Perdóneme yo de...—
—No quiero pretextos—Interrumpió él—Cámbiate, quiero que lo hagas rápido—
Marieth le lanzó una mirada de molestia y se dispuso a quitar su brazo—¿Acaso eres soldado?—Aquel comentario hizo reír al hombre.
—Entiendo, tratas de ser graciosa, ¿Quiénes oír un chiste?—
La joven no le respondió—Tienes media hora para bañar ese cuerpo tan encantador, si no sales te traeré con todo y toalla, y no estoy jugando mono, apúrate—
Marieth solamente lo vio irse de ahí, rápidamente tomó un vestido rosa junto con ropa interior para bañarse, al entrar al baño recordó que había lavado ropa anoche, tocó la ropa y supo que su ropa de jardinero ya estaba seca, así que mejor decidió usarlo, guardo su vestido, y se iba a quitar la ropa hasta que recordó lo que el joven le había dicho, ¿A qué habitación tenía que ir?, ¿Acaso era la de Lixfe?, pensaba y pensaba, salió de su cuarto y fue a la puerta donde era la habitación de él, como pensó su puerta también era de color azul marino, trato de abrirla pero ocupaba llave, "La ventana", pensó la joven, la ventana siempre estaba abierta, pero no quería repetir lo de la última vez, tenía que tener un plan, necesitaba una cuerda, suspiro, tenía que saber que es lo que ocurría allí.
Entró en pánico cuando empezó a escuchar pasos, rápidamente entró a su habitación y se metió al baño, se quitó todas sus prendas, quedando descubierta, abrió la llave del agua caliente, y empezó a ducharse, tenía que darse prisa, ni siquiera había podido contar los minutos que pasaban, cuando por fin terminó se envolvió en la toalla, secó todo su cuerpo y cabello, se acomodó el traje de jardinero, era muy cómodo, pero era su primera vez usando pantalones, pero no le incomodaba, amarro su cabello con una coleta, abrió su puerta y vio al Lixfe parado frente a ella, su capa era blanca y su máscara de color negra—Que suerte tienes mono, estaba a punto de abrir la puerta, ¿Qué hacías en frente de mi habitación?, no creas que no te vi correr—
Sé le heló la sangre a Marieth, no sabía que responder, se quedó callada y agacho la mirada.
—Como es costumbre te quedas callada mono—Marieth le lanzó una mirada de fastidio, él le dio la espalda y empezó a caminar—Date prisa jardinera, vamos a desayunar, por cierto, esos pantalones te quedan muy bien—Le lanzó una mirada Marieth viéndola de pies a cabeza antes de darse la vuelta.
Marieth tomo un respiro con rubor en sus mejillas, había temido a ser descubierta o a ser interrogada, pero solo recibió una clase de coqueto extraño que la hizo sentir mariposas, tomó aire nuevamente antes de mirar con detenimiento su ropa por unos segundos, un overol azul, blusa verde, un gorrito amarillo junto con botas negras, Marieth pensaba que si sus hermanas la vieran así la molestarían hasta por nacer, ese hombre a pesar de ser tan demandante y tener un genio pésimo era muy moderno, no le importaba de donde viniera Marieth, aun si usará un pantalón no le molestaría, algo que la joven pensó es que eso lo hacía ver muy atractivo, eso era lo que ella siempre buscó en un hombre, que no la juzgará por sus raíces, pero aun así no dejaba de ser un arrogante.
Cuando por fin llegaron a la mesa tomaron asiento, notó la joven que él tenía una copa de vino en frente suyo, tenía que observar con atención para al menos ver su mentón, como siempre estaba su desayuno, una Leche de chocolate caliente con una baguette, había mantequilla, azúcar, mermelada para disfrutarla.
—¿Tú eres quién cocina?—Preguntó la joven mientras le daba una mordida a su baguette—
¿Quién más lo haría si no fuera yo?—Contestó él, escucho una risa de la joven a lo que la miro extrañado.
—Me imagino a ti verte cocinar, sería muy gracioso, no sé si le ha pasado que a las personas de alta clase o arrogantes no las imaginamos haciendo algo simple como cocinar, cometer un error, o algo así—La joven solo soltaba una risilla, aquel sujeto solo la miro.
—Disculpe, es que en serio no me lo imagino haciendo algo así—Limpio su boca la cual había derramado el chocolate por seguir riendo, pero Lixfe no soltó alguna risa ni nada por el estilo.
—Cállate—Dijo en seco aquel hombre quien dejó de verla para seguir bebiendo su vino.
Marieth solamente siguió con su comida incómoda y algo irritada.
—A veces se pone tan insoportable, usted puede hacer una broma y todo lo que quiera y yo tengo que aguantarlo—
Lixfe dejo su copa y miro a la joven nuevamente—¿Recuerdas quién es la prisionera?—Contestó mientras ella chasquea la lengua—Exacto, que no se te olvide quién, no tengo por qué hablar contigo, o cumplirte tus caprichos, no eres mi esposa ni nada por el estilo—Dijo mientras le daba un trago a su copa, Marieth no lo miro.
—Pues parezco ¿No?, por eso estoy aquí, a fuerzas deseas tener a alguien aquí, tratas de llenar un vacío, no puedes ni contra tu propio genio, así que necesita desquitarse con alguien, en este caso es conmigo—
Después de haber dicho eso Lixfe la miró con tanto odio que ella no pudo evitar sentir escalofríos —Mira imbécil, cualquier comentario que haces no llena nada, me das exactamente igual, no trates de sonar inteligente, tú eres una pequeña insolente que nunca se preocupó por sí misma, eres y siempre serás alguien que nunca será tomada en cuenta, desde el fondo de tu corazón deseas estar aquí que en tu propia casa—
Ella solo lo miro confundida.
—Eso es mentira, yo no quiero seguir aquí, yo...—Fue interrumpida.
—No mono, no creas que no lo sé, tus hermanas siempre te dejan de un lado, tus hermanos trabajan y no tienen tiempo para verte, sufrías tanto al ver como uno de ellos era vicioso apostando, tu padre siempre estaba cansado de trabajar y te dolía verlo así, te sentías tan presionada que empezaste a buscar trabajo por trabajo, así fuera el más miserable o degradante—
Marieth se levantó de la mesa para irse pero fue tomada por el brazo haciendo que se detuviera—Aún no termino—Lixfe la acercó hacia él.
—Basta ya—Le pidió tratando de zafarse de su agarre pero él no la soltaba.
—Llorabas por las noches tratando de ser consolada, tus hermanas sabían que llorabas pero nunca hicieron nada, el único que podía comprenderte era tu hermano Sebastián, pero él trabajaba todo el día, llegaba muy tarde para verte, forzabas una sonrisa todos los días, las noches eran tus favoritas porque así nadie podía verte llorar, y peor aún, un tipejo quería contigo, tenía dinero, el estatus perfecto, lo tenía todo, pero tú lo rechazaste porque sabías que era un patán, tu padre no tuvo más remedio que cumplirle los caprichos a su hija, tus hermanas te culparon por no aceptar la propuesta, ¿Y sabes qué es lo más gracioso?, que ellos te están buscando Marieth—Ella se sorprendió mirándolo con lágrimas en sus ojos.
—Ellos te buscan, Hans es un cazador inepto que contrataron para encontrarte, pero te lo digo así, no están ni cerca de aquí, ¿Sabes cómo le van a pagar?—
La joven lo miro pasmada.
—Eres tú su pago, ellos ya se dieron cuenta que están en la ruina, en el momento en que te salven tú serás suya completamente—
Marieth no podía creer lo que decía, tenía que ser mentira—Eso no es cierto—Dijo la joven alterada quien lloraba ligeramente.
—Claro que es cierto, porque yo nunca miento, te culpas demasiado Marieth, como la muerte de tu propia madre—
La joven se soltó de su agarre cayendo al suelo, sus lágrimas no dejaban de brotar, ese hombre sabía todo, incluso más que ella.
—Piensa mejor, yo soy el único que te trata bien a mi modo, tú no llenas nada, yo soy el que llena el vacío en ti. Piensa quien es el que necesita de quien—Termino de decir para irse, dejando a la joven destrozada, ella salió corriendo de allí hacia el jardín para poder sentarse en la fuente, empezó a llorar como nunca antes lo había hecho, porque de alguna manera Lixfe tenía razón, Marieth había soportado tanto, que a pesar de que él la tratara mal, era el único que no la ignoraba o juzgaba de verdad como sus hermanas, su padre a quien tanto amaba la ofreció a un sujeto como Hans, él era peor que cualquier peste, ya no estaba segura de que hacer, su padre le había fallado, sus hermanos también, ya no le quedaba nada.
Su mente deseaba irse lejos de todo, de dejar que su padre tomara la responsabilidad de quedarse en ese lugar, pero su corazón no la dejaba, miraba el agua de la fuente, podía ver su reflejo, sus ojos estaban rojos por llorar, su mirada estaba llena de decepción y tristeza, se sentía miserable, ella se acostó en la fuente, boca arriba, sentía la brisa fresca, pero sintió como unas gotas caían del cielo, noto que comenzaba a llover, nuevamente cerró sus ojos.
—Tan temprano y ya me siento infeliz—Sé dijo a sí misma, las gotas de lluvia cada vez eran más fuertes, Marieth no se esperaba dormirse, pero era evidente, era preferible hacerlo que pensar en su miseria.
La joven reaccionó al escuchar un relámpago que iluminó desde lo mas alto una ventana, era la habitación de Lixfe, a pesar de todo el dolor de su corazón tenía que seguir con el plan, pero había cambiado de otra manera, ya no regresaría a su hogar, se iría a donde fuera de verdad feliz, se levantó y empezó a caminar hacía llegar a un árbol enorme el cual podía subir para entrar a la habitación, se acomodó el cabello decidida.
Ella descubría la verdad tras el príncipe Félix, si ella fallaba se iría de ese sitio, se iba a escapar, ya no podía soportar estar un día más allí, empezó a trepar el árbol, era más fácil ahora, ya que tenía puesto un pantalón, siguió escalando hasta llegar a la ventana, esta vez no dudo en saltar para por fin entrar a la habitación, era totalmente oscura, se reflejaba poca luz debido a los truenos y relámpagos.
El clima de ese Castillo era muy extraño, podía estar soleado un día y al otro se caía el cielo, era muy raro.
Empezó inspeccionar la habitación, el lado positivo era que no estaba Lixfe, lo negativo era que el ruido no la dejaba escuchar si se aproximaba él, ella buscó el cajón para encontrar la llave, pero no la hallaba, lo que noto era que la mayoría de cosas estaban rotas, espejos, muebles y fotos las cuales no se veían nada, solo una, la cual era una señora mayor, tenía un rasguño en la parte de la cara, el piso estaba también rasguñado, la cama se veía normal, todo eso le causó escalofríos, sintió un golpe en su pierna, noto que era un cajón, era exactamente igual al de su sueño, lo tomó entre sus manos y lo abrió—La llave—La había encontrado, entre todos los retratos que había uno le llamó la atención, era el mismo de su sueño, solo que este también estaba rasguñado, quitó cuidadosamente el retrato y con la llave abrió la puerta, tomó la caja entre sus manos, vio la foto de la madre de Félix, los anillos, la corona plateada y la foto familiar del joven, pero esta vez se había algo más, un testamento, solo que este se mantenía en buen estado, la joven lo tomó para poder tratar de leerlo debido a la oscuridad.
"Debido a la muerte del Rey, el príncipe Félix tomará el puesto de su padre al cumplir dieciséis años, debido a la ausencia de la Reina Isabela su reino también quedará en manos del joven, lo que él decida hacer con el Reino será solamente cosa suya quien lo cuidara y acompañará será su abuela Anastasia, la madre del Rey Edwards, ella estará pendiente del bienestar de él, será su asesora, su abuelo Patrick se encargará administrativamente de que es lo que le corresponde al joven, el príncipe deberá siempre de estar en su reino, no se le permitirá salir sin compañía, tampoco puede dejar su puesto hasta que cumpla la mayoría de edad".
Palabras dichas por el Rey Edwards.
Escrito por Bernard, su mano derecha.
Marieth quedó confundida, si este Palacio era del Rey Edwards y se lo dejó a su único hijo el cual no podía salir, significaba...
Ella rápidamente tomó un bolígrafo entre los cajones y escribió.
Lixfe
L i x f e
F
e
F e l i x
x
I
L
Termino de escribir, su nombre simplemente lo había volteado, como había sido tan tonta como para no darse cuenta, siguió buscando entre la caja, pero ya no había nada, dejó la caja en su lugar al igual que todo lo que tomó, las preguntas pasaban por su cabeza.
¿Ese joven amable que vi en mi sueño es ese sujeto malcriado?
Sus pensamientos le daban un dolor de cabeza, siguió buscando cosas, hasta que una luz se hizo presente, la cual le llamó la atención, provenía de una rosa que brillaba de un color inusual.
Marieth estaba punto de tocar la rosa pero sintió como la jalaban hasta caer al piso, sus ojos se volvieron de horror, su mirada noto la presencia de Lixfe quien la miraba, helándole la sangre.
Dios...
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Comments
Natalit
hay que susto
pero que seria lo que lo llevaría a que el se volviera así, aunque no se su abuela no me muy buena espina pero quien sabe que seria lo que sucedió
2025-01-13
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