CAPITULO 5

Marieth abrió sus ojos, todo estaba oscuro, su cuerpo temblaba de frío a pesar de sentir unas cobijas envueltas en su cuerpo, trato de observar a su alrededor pero todo estaba cubierto por cortinas negras, estaba en una cama diferente, miraba a todos lados pero no le resultaba familiar, la cama era enorme, todo le causaba escalofríos, se levantó con algo de dificultad y trato de levantar las cortinas—No hagas eso—Escuchó, volteo su mirada al sujeto quien esta vez llevaba una capa de color roja y una máscara totalmente negra, su atuendo era muy fino, llevaba guantes negros y unas botas iguales de ese color, esta vez no podía ver sus ojos Marieth.

—Disculpa—Dijo tímida—¿Porqué estoy aquí?—Escuchó una risa, él se acercó rápidamente a tomar su brazo, ella trataba de zafarse de su agarre, pero noto que solo la quería sacar de la habitación, y así fue, la saco del cuarto y cerró la puerta.

Seguía tomando su brazo, decidió jalarla hacia el cuarto de la joven, tardo un poco ya que ella se aferraba a ser soltada, finalmente pudo llegar, abrió la puerta y la arrojo a la cama.

—Bien, ya que saliste de mi habitación te puedo preguntar con libertad—Dijo mientras se acercaba a ella poniendo nerviosa a la joven hasta tal punto de asustarla.

—No por favor—Dijo mientras cubría sus ojos, él se detuvo y retrocedió un paso.

—Bien, ¿Qué pasó anoche?, llegaste a mi cuarto como si te estuviesen matando, creí que era urgente, pero no, encontré a la señorita con uno de mis jarrones favoritos ¿Y qué más hizo?, ya me acordé, me golpeó en la cabeza con el maldito jarrón—

Termino de decir fúrico, a lo que Marieth por fin pudo recordar, esas sombras, esa gente muerta, todo, sabía que comentar lo que había ocurrido solo traería caos, no quiso arriesgarse a comentarle al sujeto lo sucedido—Yo de verdad lamento haberlo molestado, es que tuve una pesadilla, y no entre en razón, después de todo estoy en un lugar donde no estoy acostumbrada a estar—Terminó de decir para luego tratar de mantener bien su actuación.

—No me la creo—

Dijo él quien se acercó a Marieth—Yo…—Titubeó.

—Es la verdad—Él se inclinó ante ella para quedar en su misma altura.

—Escucha mono, no soy idiota, yo anoche escuché a una loca entrando en pánico, como si le hubiesen enseñado el rostro del diablo, así que deja de tratar de mentirme, porque eso no te sale bien, tienes una última oportunidad de decirme la verdad—Todo se quedó en silencio, Marieth pensaba en cómo mentirle, pero decidió contestar deprisa antes de que diera más sospechas.

—Es la verdad, tuve una pesadilla, y después de eso escuché como golpeaban la ventana, al intentar asomarme se abrió de golpe y me espante—

Él la miró con algo de duda, se alejó de ella para darle la espalda.

—Te doy treinta minutos para que bajes a desayunar, no me hagas esperar—Al decir eso cerró la puerta con fuerza, Marieth se recostó en su cama, por un segundo creyó que no le creería, la joven no deseaba recordar lo que había pasado anoche, pero sin duda le había causado un dolor de cabeza, decidió alistarse para bajar a desayunar, ya no le quedaban oportunidades con aquel hombre, tenía que ser más dócil aunque odiaba la idea.

Se dirigió hacía su mueble azul y tomó un vestido de color amarillo, era algo sencillo y cómodo de usar, era perfecto, unas zapatillas de color doradas se acercaban más a ese color, tomó un listón rojo y se hizo una coleta, al tratar de abrir la puerta una pregunta rondaba por su cabeza, ¿Acaso durmió con él sujeto anoche?, ya que anteriormente le aseguró que era su cuarto.

"No creo, tal vez solo me dejo ahí", se mentía así misma para no crear cuentos en su cabeza, el mayor de sus problemas no era eso sin duda, tenía que investigar, ¿Quiénes eran esas personas?, ¿Habrán muerto por culpa de ese sujeto?, ¿Fueron prisioneros también?, dejó de pensar al mover la perilla, bajo por las escaleras y tomó asiento junto a él.

—¿Ya te crees dueña de los asientos?, siempre pregúntame cual va a ser tu asiento, maleducada—Dijo, pero Marieth no le contestó nada, sabía que si le seguía la corriente se iban a devorar otra vez—¿Acaso no me escuchaste?—Preguntó, Marieth suspiro pesadamente, trato de mantenerse tranquila, se levantó de la mesa mientras para ella perdía dignidad—¿En dónde quiere que me sienta?—Preguntó, no obtuvo respuesta.

—¿Acaso quiere que me siente en usted?, ¿Eso quiere?—Marieth no midió sus palabras ya que le molestaba como era la actitud de ese hombre, un silencio incómodo yacía en ambos, pero al darse cuenta de lo que había dicho se fue de ahí dando pasos rápidos, se sorprendió de no ver que él se moviera de su asiento, salió del Castillo, no podía creer que ese sujeto no la había regañado ni nada por el estilo, pero agradecía en el fondo que no fue detrás de ella.

Aprovecho eso para ir al jardín donde había visto aquellas siluetas, pudo recordar todo de nuevo, le dio escalofríos de solo recordar a esas personas, quería investigar, pero no sabía nada de ese lugar ni quien habitaba allí, miró a su alrededor, las flores estaba todas juntas, las Rosas, los Tulipanes, los Girasoles, entre más, cada una estaba en perfecto estado, pero algo que la desconcertó era que entre todas las flores había un círculo que no combinaba en absoluto, parecía como si alguien hubiese desenterrado algo o había colocado algo dentro, debido a que la tierra tenía una división.

Marieth se acercó, tuvo cuidado en no pisar ninguna flor por error, esta vez se levantó su vestido, no quería ensuciar otra vez un vestido, se quitó sus guantes para luego empezar cavar donde se encontraba el círculo, escarbo con cuidado pero de manera rápida, parecía una loca, pensó ella, ¿Cómo se le había ocurrido encontrar respuestas bajo tierra?, parecía algo estúpido de su parte, se dio por vencida, soltó un suspiro cansado, los rayos del sol estaban a todo su esplendor, miró hacia abajo y se percató que se hallaba un trozo de papel entre la tierra, la tomó entre sus manos, parecía la esquina de una hoja, esa clase de papel usaban para crear testamentos, algo que le parecía extraño, siguió cavando y encontró un sobre roto, en el cual saco lo que parecía ser un testamento, tenía algunas letras borradas, tal vez llevaba mucho tiempo ahí abajo, miró otra vez como estaba el círculo y si no había nada más, salió de ahí caminando con cuidado, fue a la fuente que se encontraba atrás del Castillo, la cual tenía como figura un pájaro el cual lanzaba agua por su picó, se sentó ahí y se dispuso a tratar de leer el testamento.

...

Todo el reino pertenecerá al único hijo del Rey Edwards,

el príncipe Félix, al morir su padre todo quedará en manos del pr nc pe al c mp lir la su i ent ed d s rá R y

L s te e s q e el ten rá s n...

L s d a Re a Mary ...

S abu o Patrick...

...

Marieth paro de leer, le constaba trabajo tratar de mantener a pie la lectura, guardo el testamento entre su vestido, iba a ser difícil leerlo con atención, pero preguntas rodaban en su cabeza, ¿Quién oculta un testamento bajo tierra?, ¿Príncipe Félix?, ¿Cómo es que ese sujeto tiene el Castillo de un Rey de hace 20 años?, ¿Y cómo es posible que a pesar de ser un Rey tan conocido su Castillo es difícil de encontrar?, no quiso darle más vueltas al asunto ya que escucho la primera campanada, suspiro y camino para entrar al Castillo, antes de poner un pie adentro se aseguro que el papel estuviese bien oculto, entró sin más que pensar, al entrar pudo contemplar que el sujeto estaba frente a ella a lo que se sorprendió, bajo la mirada, las primeras preguntas que se le vinieron a la cabeza eran... ¿Se habrá dado cuenta?, ¿Me habrá visto en el jardín?, ¿Cuánto tiempo estuvo ahí?, sentía su vida pasar frente a sus ojos.

—Toma asiento junto a mí—Dijo, Marieth se sorprendieron ante esas palabras, pero aún no estaba a salvo, si se daba cuenta que ella tenía ese sobre le cortaría las manos o algo por el estilo, trago saliva, tomó asiento junto a él—Como no comiste nada esta mañana me tomé la libertad de hacerte una tarta de chocolate y para que comas te hice un espagueti con albóndigas suecas, de beber hay jugo de naranja, provecho—Termino de decir él para mirarla, ella no tenía palabras, estaba impresionada, nunca se imaginó que la perdonaría de manera tan rápida y sin castigo—Gracias, y lo siento por lo que le dije esta mañana—

Él simplemente la miró y soltó un suspiro.

—Olvídalo, mejor come, debes de tener hambre—

Ella solo asintió, pero tenía que hacerle una pregunta antes de terminar su comida—¿Puedo preguntar algo?—Él asintió—¿Cuál es su nombre?, siempre lo he llamado "Sujeto", me gustaría al menos tenerle un nombre—Él apartó la mirada.

—No tengo nombre—Contestó, Marieth solo se quedó callada—Pero... puedes llamarme Lixfe—Ella solo asintió, era un nombre extraño pero muy bonito, pensaba la joven.

Después de unos minutos termino de comer para levantarse de la mesa—No te alejes mucho, y si vas a estar en el jardín al menos usa un traje para no ensuciar tu vestido—Ella abrió sus ojos como platos al escuchar eso, rezo para que no descubriera el papel—Si quieres ropa más cómoda busca en el ático, verás que por el pasillo habrá una puerta azul arriba, ahí podrás encontrar ropa más cómoda, y por el paso del tiempo yo te haré la ropa que gustes—Termino de decir, a Marieth le agrado la idea de usar esa ropa, ya que así sería más fácil tener más movilidad para estar de un lado a otro—Bien, me retiro—Dijo él, pero la joven tomó su capa para detenerlo a lo que la vista de él se dirigió a ella.

—Espere—Le pidió Marieth, a lo que él se detuvo y volteo a mirarla.

—Gracias... Lixfe—No pudo evitar sonrojarse al decir su nombre, estaba hecha un tomate, notó que la mirada de él se desvío.

—Por nada Marieth—Sé marchó sin más que decir, la joven estaba hecha un tomate, estaba avergonzada de sí misma, era la primera vez que él decía su nombre, su corazón latía demasiado rápido—Dios...—Pronunció ella.

...

Albert se había levantado temprano, despertó a sus hermanos, al igual que a su padre, por otra parte, él se había levantado solo.

Empezaría la búsqueda de Marieth, tenían que volver al bosque, el plan era fácil, sus hermanas les traerían algo para comer y las cosas que necesitarán, Sebastián haría las casas de campaña, George, Hans y él se encargarían de buscar a Marieth, era simple el plan, pero iba a ser complicado completarlo todo.

—Señor George le recomiendo que mejor se quede en la casa de acampar, ya llevamos cuatro horas aquí y no hay rastro de Marieth—Dijo Hans mientras fingía sentir preocupación por él; sin embargo, tenía razón, ya llevaban mucho tiempo buscando a la joven pero no había rastro de ella.

—No, no dejaré que ustedes la busquen, sin ayuda—Recalcó George.

—Padre—Sintió George como tomaba su brazo Albert—Tienes que descansar, no quiero que te enfermes y se ponga peor la situación, ve a la casa de acampar, Sebastián nos vas a ayudar, aparte está helado aquí, descansa—George no tuvo más remedio que obedecer a su hijo, fue a la casa de acampar y se recostó un poco, Sebastián fue a donde estaban Albert y Hans y se separaron para seguir buscando a la joven.

George no quería perder las esperanzas, pero no encontraban nada, lágrimas brotaron de sus ojos, quería a su hija a toda costa, tanto eran sus problemas que tenía que conseguir trabajo, al menos tenía que pagarle a Hans un poco, no podía dejar que solo buscará a su hija nada más así, también tenía que pagar todos sus préstamos, lo único que le quedaba era vender lo que había robado, pero sus principios no lo dejaban hacerlo, se negó rotundamente en hacerlo. Miraba hacia la nada, y observo como gotas de agua empezaban a caer, comenzaba a llover, apagando así la fogata, nada podía ser peor, el aire era incontrolable, vio como sus dos hijos y Hans corrían a dirección a él.

—La tormenta nos agarró de sorpresa, hay que esperar a que se calme para continuar—Supuso Albert.

—Tiene razón, nos podemos confundir y perdernos en el bosque, no hay que arriesgarnos padre—Añadió Sebastián quien secaba su largo cabello rubio.

Hans, por otra parte, se metió en su campaña solo, no le gustaba la idea de compartir con esa gente, con la única que podría compartir era con una mujer hermosa, no con una bola de vagos.

—¿Encontraron algo hijos?—Preguntó George, rezaba porque dijeran que si, pero vio como sus hijos negaban con la cabeza—Aún nada padre—Respondió Sebastián bajando la mirada—Pero tranquilo, mañana verás que encontraremos pistas, créeme que vamos a encontrar a mi hermana y después nos vamos a reír de esto, te lo aseguro—Terminó de decir Sebastián, tratando de subirle el ánimo a su padre, le preocupaba que entrara en alguna crisis o le diera algún ataque de ansiedad, George solo sonrió ligeramente.

El cielo comenzaba a oscurecer y la lluvia caía cada vez más fuerte, el viendo movía los árboles con brusquedad, los cuatro honores debían de esperar hasta que la tormenta pasará para continuar la búsqueda.

Por otra parte, las hermanas descansaban plácidamente en su casa, a pesar de que sabían que ellos estaban afuera no les parecía afectar en lo absoluto—Ya sé cuál es tu plan Jade—Dijo Rubí quien se ponía una mascarilla de aguacate, a lo que su hermama solo le sonrió—¿Y qué opinas hermana?—Pregunto la joven Jade quién se pintaba sus uñas.

—Es perfecto, solo tienen que encontrar a la tonta de Marieth y ya, nuestra vida resuelta otra vez—Dijo Rubí para acostarse en su cama y apagar su luz

—Aún no acabó de pintarme las uñas—Le regaño Jade quiem dejo caer el barniz al suelo.

—Que pena, ya me quiero dormir y jace frío —Dijo, a lo que escucho un gruñido de su hermana.

...

Marieth...

Con el paso del tiempo ese tipo me pone cada vez más nerviosa, al principio sentía terror hacia él, pero ahora siento algo extraño, tal vez solo esté confundida, tanto convivir con él me ha vuelto loca, no debo de perder la cordura, tengo que concentrarme en encontrar respuestas de este tipo, si descubro todo de él y por qué hace esto talvez me deje ir de aquí, decidí ir al ático para buscar la ropa que él me dijo, camine por todos los pasillos hasta encontrar la puerta azul del techo, jale el hilo para que las escaleras aparecieran y subir rápido, el ático a pesar de ser un lugar donde se guardan cosas que no necesitas estaba muy limpio, prendí el foco para tener mejor visión, me percaté que había una pequeña ventana apenas entrando, a lo que no pude evitar asomarme, note que había una tormenta, la lluvia caía sin césar, solo me dio un escalofrío, recordé lo de aquella noche, mi mirada se volvió hacia un baúl de color marrón, me acerque a él y lo abrí, y para mi buena suerte se encontraba ropa para jardinería, tomé toda la ropa y baje del ático para después dirigirme hacia mi habitación.

La ropa estaba un poco polvorienta, la empecé a sacudir y a limpiar, las botas estaban igual de sucias, decidí que tenía que lavarlo, no me iba a arriesgar a que hubiera una araña o cualquier insecto, no sé si había algún lavadero por aquí, así que decidí ir a mi baño y meter la ropa en la bañera, tuve que utilizar un Champú para darle olor, después de lavarlo a mano lo tendí en la ducha, tenía que esperar hasta mañana para seguir investigando, ya era tarde, eso lo note por la primera campanada, rápidamente me puse mi camisón, cepille mi cabello y lo dejé suelto por esta ocasión, baje de prisa y por eso resbale al bajar de las escaleras, no podía ser más torpe, estaba a punto de levantarme hasta que vi enfrente mío como me extendían la mano, un guante negro, la tomé sin siquiera dudarlo.

—Gracias—Le dije, pero como era de esperarse no me respondió, camine hacia la mesa pero no me senté, no quería que pasara como la última vez—¿En dónde deseas que me siente?—Pregunte, y él solo soltó una risa, odiaba cuando reía, eso significa dos cosas...

La primera, era que me iba a soltar un comentario sarcástico.

La segunda, tal vez me iba a insultar otra vez llamándome mono o algo así, que por cierto odiaba con mi vida ese apodo.

—Que pregunta más tonta, es claro que a mi lado—¿Pregunta tonta?, tu mismo me dijiste que tenía que preguntar en qué lugar sentarme, ese hombre sí que su estado de humor cambiaba muy rápido, de un momento está enojado y de otro estaba normal, era muy difícil entenderlo, pero por alguna extraña razón no era capaz de odiarlo por completo.

—No es claro, ya que la última vez usted me dijo que...—Me interrumpió como siempre.

—Si como sea, dije que a mí lado—Este tipo me iba a sacar canas, asentí y me senté a su lado, esta vez había un pastel de fresa junto con un vaso de Leche, algo que me gustaba mucho es que siempre servía porciones grandes y si yo quería más tenía la libertad de agarrar, aunque muy rara vez lo hacía. Algo que me parecía extraño de él, era que apesar de todas la veces que yo comiera junto a su lado, jamás lo había visto probar alimento, solo lo había visto beber una vez pero fue cuando recién nos conocimos, y estaba de espaldas esa vez, era todo un misterio ese hombre, pero a pesar de que nos llevamos la contra, hay algo en él que me atrae, tal vez estar junto a él me confunde un poco.

Su mirada, siempre refleja dolor, unos ojos rojos y sus pupilas siempre están pequeñas, viendo hacia el vacío. Lixfe, que nombre más extraño, tal vez se lo invento de la nada, o será una clase de apodo raro, termine de comer y me limpie mi boca, él miraba hacia otro lado—Gracias por la comida—Dije, a lo que me levante, estaba lista para irme, pero me detuve, a lo que me volví a sentar

—¿Puedo hacerle una pregunta?—Pregunté.

—Ya lo estas haciendo—Dijo, a lo hice una mueca de disgusto.

Suspire pesadamente, me molestaba mucho cuando era sarcástico—¿A quién le pertenecía el Castillo antes de que fuera tuyo?—Pregunté por fin, él me miro, su mirada mostraba algo de molestia, pero también de nervios, a lo que alce la ceja.

—Siempre ha sido mío todo—Me aseguró, sé que miente, pero ni modo que le fuera a decir que eso no decía el testamento que encontré en el jardín, el cual ni siquiera tenía las palabras completas.

—Hace tiempo hubo un Rey él cuál era dueño de todo este lugar, dudo mucho que tengas más de ochenta años—Tengo que intentar saber de su pasado y así poder salir de aquí.

—No tengo la intención de contarte nada, aparte, ¿A ti que te importa?—Contestó, pero su voz comenzaba a oírse molesta.

—Solo pregunté, es que cuando era pequeña mi padre siempre me contaba historias de Reyes, príncipes, princesas, caballeros y esas cosas, y pues solo es simple curiosidad, ¿No me digas que tú eres un Rey?—Parece que ese comentario no le gustó, ya que después de decirlo se levantó de la mesa molesto—No se vaya, siempre me deja con la palabra en la boca, quiero saber de su historia, si usted y yo vamos a estar aquí juntos al menos cuénteme de usted—Le detuve el brazo, y me miró con una mirada llena de ira, sentí un escalofrío terrible que me hizo temblar, mire que Lixfe levantó su mano y estaba a punto de tocarme.

—¿Acaso me hará lo mismo que la última vez?, solo le pido historia, no es nada malo, ¿Tanto me odia?—Pregunté esperando su respuesta.

NARRADORA...

Marieth esperaba su respuesta pero él la agarró de sus hombros y la acercó a él—¿En serio quieres saber?—Ella se quedó callada por unos segundos, sus ojos lo miraban directo a los de él, su respiración comenzaba a acelerarse, estaba demasiado cerca de su rostro, ella desvió su mirada, él con su mano derecha tomó el mentón de Marieth para que volviera a mirarlo.

—Respóndeme Marieth, ¿Estás segura de que deseas conocer mi pasado?—Ella no podía escucharlo, su corazón palpitaba demasiado rápido, esta vez no era por miedo, ese sujeto por medio pasaban los días la hacía sentir extraña, ella se acercó más a su rostro.

—Si quiero Lixfe—Susurró la joven, a lo que los labios de la joven se acercaron a su máscara besando en donde debía de estar su boca, pero aun así lo hizo sin dudarlo.

Los ojos de aquel hombre se abrieron al instante, pero a pesar de no ser su boca la que era besada cerró sus ojos tomando a la joven de su cabello, teniendo miedo de que ella apartara de él.

Ambos por primera vez pensaron igual.

"Desearía que no estuviese esa barrera entre nosotros".

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