LA BELLA Y LA BESTIA.
NARRADORA...
En un pequeño pueblo en Francia, habitaba gente muy trabajadora, la cual se esforzaba para no caer en la pobreza, aquel pueblo se llamaba Rocamadour se encontraba al este de la ciudad de Burdeos y al norte de la ciudad de Montauban. formaba parte de un valle abierto en la montaña calcárea del Causse por el río Alzou. En ese pueblo vivía una hermosa joven llamada Marieth Leroy, una joven bastante bella por lo que decía el pueblo, su piel era de un tono blanco como una muñeca, unos ojos verdes al igual que una esmeralda, junto con labios de un color similar a la de una fresa, y sin duda un cabello pelirrojo ondulado, todos los hombres quedaban fascinados por su belleza, como toda joven tenía aspiraciones, pero para su mala suerte su belleza y su vida eran totalmente distintas, su madre al darle luz falleció, su padre para que nunca olvidara la gran mujer que tenía como madre contaba historias de ella cada noche, por lo que Marieth al escucharlas todo el tiempo le quedaba un nudo en la garganta por el hecho de que nunca pudo conocerla.
Por lo que había escuchado, su madre era una campesina que le gustaba mucho la jardinería.
Su padre le contó que en una tarde de otoño se encontraba vendiendo flores y un él había llegado para comprarle una rosa, a lo que ella solo le quedaba una, pero al momento de que le había entregado la rosa, el hombre se la había devuelto para darle una cálida sonrisa diciendo "encajas con este bello lugar", y ella le respondió "tú encajarías muy bien aquí", con aquella frase fue suficiente para que ambos sintieran una conexión, ambos decidieron casarse a los cinco meses, esa química que ambos sentían era tan especial que al fallecer su esposa él debía ser fuerte por sus hijos, pero jamás decidió casarse con otra persona que no fuera su amada, por esa misma razón no le teme a la muerte, porque sabe que su amada sigue esperando su regreso.
El padre de Marieth, George Leroy, era un hombre muy trabajador, el cual por el paso de tiempo se volvería rico por medio que tenía buenas influencias, era un capitán de un gran barco el cual ayudaba a encontrar nuevas tierras, amaba el océano, ese era un oficio que el apreciaba tanto, pero el tiempo no perdonaba, y poco a poco su puesto bajo por medio de la edad, hasta que quedo en bancarrota.
Marieth tenía cuatro hermanos mayores a los que apreciaba demasiado, unas jóvenes, Rubí y Jade, ambas eran gemelas tenían veinte años, y a pesar de tener esa edad eran muy caprichosas, por medio de que su padre les daba hasta más no poder, su amor hacia ellas lo cegaban, creyendo que si nunca les hacía falta nada jamás sentirían la pena de perder a su madre, pero era todo lo opuesto, aquellas doncellas creían merecer todo, en cuanto se dieron cuenta que habían caído en la miseria no hubo más dolor que ese. Se caracterizaban por tener un cabello rubio acompañado de unos hermosos ojos azules, ambas se consideran una verdadera obra de arte, todas las noches buscaban esposo, alguien digno de ellas, pero nunca encontraban al indicado, al recibir la noticia de que habían quedado en bancarrota habían sido rechazas por todos los jóvenes del pueblo dando a entender que sin una fortuna no eras un buen partido.
También tenía dos hermanos varones.
Albert por su parte era el mayor del hogar, veintiséis años, frecuentemente se encontraba en el despacho de su padre, para cuando este ya no se hiciera cargo más, él tomaría su puesto, él iba a guiar a todos a conocer nuevas tierras, lamentablemente era un joven demasiado ambicioso, se dejaba guiar mucho por la ira, y al enterarse que habían quedado en bancarrota había culpado a su padre por no tener buenas influencias que lo ayudarán, que la razón por la cual le habían quitado todo era por no cederle su puesto a tiempo, que se había tardado de hacerlo, cabe decir que se iba a apostar a escondidas de su padre, lo hacía con el fin de ganar dinero para tratar de recuperar el honor de la familia, pero, en cambio, perdía por ser más ambicioso, debiendo aún más dinero. Al igual que sus hermanas tenía el cabello rubio rizado, piel blanca al igual que su hermana Marieth, ojos azules similares a los de su padre, frecuentemente usaba un sombrero para parecer moderno, nunca le había interesado conseguir esposa o algo por el estilo, se dedicaba más a trabajar.
Sebastián, por otro lado, era un joven muy motivado, con tan solo veinticuatro años, se dedicaba a escribir todo el tiempo, su sueño más grande era ser escritor, no se metía en el oficio de su padre, al contrario, apoyaba a su hermano a quedarse con el puesto, siempre permanecía callado la mayor parte del tiempo, con un poco de suerte llegaría a hacer conocido para que tuviera su propio libro. Al enterarse de la pobreza que habían quedado se dispuso a vender algunos libros suyos, pero lamentablemente eso no era suficiente, las deudas y los gastos de su hogar los consumían. Se caracterizaba también por tener ojos verdes como su madre, su tono de piel era más clara similar a la de su padre, era el más alto de todos, su cabello era un poco menos rubio, algo que lo destacaba en particular era su bella sonrisa que alegraba a su familia.
Cuando George quedo en bancarrota, se dispuso a conservar su único barco, para poder encontrar mejores tierras y así conservar su puesto, pero el problema era mucho más que eso solo que aún no lo sabía.
Con cincuenta años había dado casi toda su vida a ser marinero, ayudar a pescar a sus competidores, con el tiempo había sido el mejor de su generación haciendo tratos más allá. Actualmente, su cabello era blanco por medio a la vejez, siempre vestía formalmente, ya que para él la presentación lo era todo.
Al momento de saber de su situación sus hijos se dispusieron a trabajar para pagar los gastos de la casa.
Así que los hermanos de Marieth encontraron un trabajo como meseros, al menos hasta que encontraran algo mejor, las hermanas, en cambio, odiaban trabajar, el simple hecho de hacer era una vergüenza, y su padre nunca les había intentado quitar esa idea de la cabeza.
Marieth se dedicaba a hacer los deberes del hogar, tanto como por dentro como por fuera, la parte que le gustaba hacer más era el jardín, para poder mantener la casa de pie también trabajaba, al estar tanto tiempo en el jardín empezó a cosechar, tanto frutas como vegetales, incluso se dispuso a plantar flores de todo tipo, lo único que aún no podía plantar eran las rosas, pero todo lo demás si, así que empezó a vender todo lo que cosechaba para ganar algo de dinero, todo era muy complicado para ella, soportar a sus hermanas, ver a su hermano más vicioso, ver a su padre cada vez más angustiado y desesperado a tal punto de enfermar, para ella su belleza era lo de menos, no le importaba lo que los demás pensarán de ella, ni lo que creían, lo que de verdad le interesaba era poder mantener a su familia unida.
Marieth se encontraba cargando algunas calabazas para enviarlas a un puesto de verduras no muy lejos de ahí, ella lavaba las verduras entregaba la cosecha al lugar donde le dijeran, sin duda alguna era una joven muy trabajadora con tan solo dieciséis años de edad.
Mientras se dirigía hacia allí con su caja de calabaza en la mano, hasta que se percató que se encontraba Jeanne con unos libros en las manos, Jeanne era una joven de cabello rubio con ojos azules, algo que la caracterizaba mucho eran sus pecas, era hija del bibliotecario del pueblo, tenía dieciocho años, conoció a Marieth cuando pidió un libro que a ella le gustaba de niña, ambas compartían un amor hacia la lectura, y poco a poco se hicieron muy buenas amigas.
—¿Qué tal Jeanne?, parece que también te traen como mula—Dijo Marieth entre risas, a lo que bajo su caja de calabazas al suelo, y suspiraba cansada—Parece que llevas mi libro favorito ahí, no me digas que lo piensas regalar niña—Dijo Marieth, mientras le ayudaba con unos libros, algo que Jeanne respondió con un tono burlesco.
—Tranquila, no me voy a deshacer de tu libro, sabes que también me gusta mucho, te lo pensaba regalar por tu cumpleaños, pero viéndote ahora es mejor que lo tengas de una vez—Dijo para luego bostezar—Tú sabes que mi padre siempre le dan libros por otros sitios, sabes que siempre se deshace de estos libros que no son muy leídos, y por lo que dices, esta vez yo me ofrecí para ayudarlo con esto—Término para luego mirar a su amiga algo apenada.
—Una de las razones por la que te considero una amiga es tu generosidad, te agradezco que siempre me des estos libros—Dijo Marieth algo avergonzada, a lo que Jeanne respondió con una sonrisa en sus labios.
—No te preocupes, para eso están las amigas, solo son detalles, porque en su momento también has sido una muy buena amiga, sobre todo gentil—Le sonrió dándole una palmadita en la espalda.
—¿Y te has enterado que Hans te piensa pedir matrimonio?—
Hans era un hombre de veinte años, era pelinegro con ojos claros como los de un ciervo, era un joven bastante apuesto, todas las jóvenes quedaban encantadas con tan solo su presencia, él era hijo de un cazador que vendía los cadáveres de los animales a los carniceros, también podía darles la piel a los diseñadores para hacer diferentes atuendos, y con su reputación se había vuelto muy conocido, ganando suficiente dinero para ser conocido entre la gente, dando a entender que Hans provenía de una buena familia con buen aspecto económico, pero tenía la fama de mujeriego, de dejar a jóvenes embarazadas, se murmuraba que tenía una totalidad de quince hijos, pero nunca se supo con certeza si era verdad. Desde hace tiempo se había fijado en Marieth, su belleza había llamado por completo su atención, pero, en cambio, ella lo había rechazado demasiadas veces que él nunca se rindió de hacerla suya de cualquier modo.
—Por favor—Dijo Marieth devolviéndole los libros a Jeanne—Él es un verdadero patán, realmente me repugna ese sujeto, es un mujeriego, se acuesta con cada mujer que se le cruza, y ahora desea estar conmigo porque lo he rechazado y hasta que no me tenga en su cama no va a dejarme tranquila—Lo decía en cierto modo de odio, la idea de estar con ese hombre la dejaba sin palabras, a lo que Jeanne respondió.
—Es que eres muy bella, y debes de entender que los hombres hacen lo que quieren lamentablemente, no tenemos opción, tienes suerte de que tu padre te deja elegir a quien tú desees, en cambio, mi padre ya me está buscando esposo—Dijo mientras soltaba un suspiro.
—Lamento oír eso—Respondió Marieth con cierto tono de tristeza—Espero que el esposo que elijan para ti sea de verdad un caballero, porque en estos tiempos hay muy pocos dispuestos a tratar a una mujer con respeto, verás que tu padre lo va a escoger bien—Dijo para tocar la mejilla de Jeanne, a lo que ella le regalo una sonrisa.
—Yo también espero eso de verdad, ¿Tú te miras con un esposo en el futuro?—Marieth le dio una sonrisa a Jeanne y negó con la cabeza.
—No deseo soportar un hombre en mi vida, juro que jamás me casaré, lo primero que más deseo es que mi familia deje de estar en la quiebra, les afecto tanto, y todos están por su lado, quiero tanto que todos estemos unidos—Dijo algo triste, a lo que Jeanne alzó sus brazos para abrazar a la joven, a lo que Marieth correspondió al instante.
—Verás que con el tiempo algo pasara que todos se unirán nuevamente, no te des por vencida, nadie merece verte así, es obvio que toda tu familia estaría así, esta gente solo se preocupa por la fortuna del otro, y no debería ser así, no siempre se trata de dinero, aparte toda tu familia trabaja, ¿no es así?—Dijo tratando de alegrar a aquella pelirroja, pero ella solo suspiro pesadamente.
—Mis hermanas son las únicas que no aportan nada a la casa, quieren volver a ser finas, pero, ¿Cómo esperan serlo si no aportan nada?—Dijo Marieth con cierto tono de furia, por el hecho de que sus hermanas siempre se quejaran día y noche, nunca trataban de cambiar algo al respecto, pensaban que de la noche a la mañana volvería a ser todo como antes cuando claramente no sucedería así. Jeanne miró con tristeza a su amiga, pudo notar que la más afectada por la situación era Marieth
—Puedo prestarte dinero, tal vez no cubra todos los gastos, pero al menos te ayudara un poco—Dijo Jeanne tratando de animar a su amiga, pero ella negó con la cabeza.
—No—Dijo mientras le tocaba el hombro dándole una sonrisa—Te agradezco que hagas esto por mí, pero mi padre jamás lo podría aceptar y yo tampoco lo haría, seguiré trabajando a como de lugar—
—Eres muy terca, ¿lo sabes verdad?—Respondió Jeanne con una sonrisa, sabía que Marieth era muy obstinada—Pero recuerda, si necesitas algo de dinero, solo dímelo, mi padre sabes que te aprecia mucho, él estaría encantado—Dijo, su mirada trataba de darle ánimos a su amiga, ella la ayudaría como fuese posible para darle motivación.
—Si, no te preocupes—Respondió Marieth dándole un abrazo.
—Por cierto—Dijo Jeanne—He escuchado que tu padre saldrá de viaje otra vez para encontrar una fortuna.
—Si—Dijo Marieth—Él dijo que iría hasta Marsella para ver a un conocido que lo ayudaría con este problema, es muy peligroso que vaya, y más porque está nevando allí, pero no tiene remedio, es muy necio ese hombre—Termino de decir Marieth a lo que Jeanne preguntó.
—¿Pero él no ira solo verdad?—
—No—Dijo Marieth, Albert ira con él, sabes que le interesa mucho quedarse con el puesto de mi padre, pero tendrá el puesto hasta que deje de ser tan vicioso apostando—No pudo evitar sentirse molesta la pelirroja, ya que si hermano no tenía remedio. Una y otra vez trataba de hacerlo entrar en razón pero todo era en vano, decía que lo dejaría cuando de verdad era mentira.
—¿Aún sigue así?—Dijo sorprendida Jeanne.
—No puedo creer que con su edad este así, entiendo que quiere ayudar, pero solo hace que deban aún más de lo que deben, ¿Qué pasaría si no llegaran a encontrar la solución?—Marieth solo la miro apretando los dientes para responder con un "no lo sé". No cabía duda de que Marieth también pensaba en dos respuestas, una negativa y una positiva, que con el tiempo vería en que lado de la moneda le tocará, tal vez sea de la suerte, o talvez la de la mala suerte, o ambas, eso la tenía muy angustiada, sin duda alguna estaba nerviosa.
Después de unos minutos ambas se despidieron para que Marieth pudiera entregar su entrega, a lo que en medio camino Jeanne recordó que tenía que darle a su amiga los libros que iba a desechar, pero se dio cuenta que Marieth ya se había alejado lo suficiente, a lo que pensó que mañana se los daría sin falta alguna.
Después de hacer lo pendiente, Marieth regreso a su casa para observar que su padre y hermano se encontraban empacando sus cosas para el viaje,
—¿Van a viajar mucho?, ¿Cuándo van a regresar?, ¿No necesitan algo?—Pregunto Marieth rápidamente para que su viaje fuese sin ningún inconveniente, su padre la observo con una sonrisa, para tocar su mejilla con algo de delicadeza.
—Estaremos bien, no te angusties, verás que cuando vuelva traeré conmigo la mejor de las sorpresas, además sé que pronto será tu cumpleaños, no debería de desaparecer para esa ocasión—Marieth solo le devolvió la sonrisa.
—Tienes razón, porque me enojaría mucho si estuvieras aquí, te quiero puntual padre—Le advirtió Marieth con la voz entrecortada, a lo que su hermano Albert le dio un abrazo—Yo lo cuidaré, no te preocupes, estaremos aquí sanos y salvos—Marieth simplemente suspiro pesadamente, sus hermanos siempre le decían que era muy paranoica para su edad.
—Está bien, también cuídate mucho—Recalco Marieth, no porque si hermano fuese un vicioso significaba que no lo amaba, lo quería con todas sus fuerzas, después de todo él siempre estuvo a lado desde que era pequeña.
—Lo haré hermanita—Contestó Albert para soltarla y seguir acomodando sus cosas.
George miró a Sebastián tocándole el hombro.
—Cuídalas por favor, también cuídate mucho hijo—Dijo, a lo que Sebastián asintió—Si padre, lo haré, también cuídate—Dijo, para darle un abrazo.
A lo que Rubí y Jade bajaron rápido al escuchar de que su padre ya iba a retirarse.
—Papi, por favor, ¿Nos podrías traer algo de ropa?, cada día me siento más pobre—Dijo Rubí, para después darle un abrazo.
—Si papi, por favor, ya no soporto usar estos vestidos viejos—Terminó de decir Jade algo deprimido. Sus hermanos solo se miraban entre sí, no aguantaban a las gemelas, eran muy caprichosas y vanidosas.
—Está bien, tranquilas, díganme, ¿Qué es lo que ocupan exactamente?, tengo entendido que debe de ser más que vestidos—Dijo George para que luego Rubí y Jade rápidamente habían escrito en un sobre todo lo que necesitaban, incluso habían afirmado que eso era la mitad para no sonar tan necesitadas—¿Y tú Marieth?, ¿Qué es lo que quieres?, no puedo irme contento si saber que es lo que deseas—Marieth simplemente miro a su padre bajando la mirada.
—Pues, a mí me gustaría una rosa, no logro que
crezcan en el jardín, así que espero y me la puedas conseguir, es lo único que pido, si no puedes está bien, y también quiero otra cosa—
—¿Qué otra cosa, querida?—Dijo su padre algo ansioso. —Tu regreso, y el de mi hermano—Termino de decir Marieth, a lo que su padre le regalo una sonrisa, él simplemente asintió—Claro que si corazón—Dijo para darle un abrazo, a lo que Albert interrumpió.
—Lamento molestar pero, es hora de irnos, se nos va a hacer tarde padre, hay que darnos prisa—Dijo Albert mientras abría la puerta esperando a su padre. Marieth miró a su padre, y él le deposito un beso en su frente—Te quiero mi amor, volveré pronto—Dijo para después despedirse de sus hijas y de su hijo, para más posteriormente marcharse.
Un día de viaje les tomo para llegar a su destino, después de llegar a Marsella, suspiro para bajar del carruaje junto con su hijo.
—¿No es increíble padre?—Dijo Albert mientras la brisa de aquel lugar era satisfactoria, la nieve sí que le daba el toque perfecto —Si hijo—Respondió George—Es hermoso este lugar, pero no hay tiempo que perder, tenemos que ir hacia La casa roja—
La casa roja era un negocio el cual tenía una muy buena fama de ser de buena calidad, ya que se dedicaban al comercio, usaban barcos para pescar, para ir a conocer nuevos tipos de sitios—Tiene razón padre, hay que darnos prisa—Dijo Albert para sugerir que fueran en carroza para llegar más rápido, no querían perder más tiempo, estaba nevando demasiado, pronto se haría una tormenta.
Al llegar a La casa roja, George se dio cuenta que su antiguo compañero Alexandre estaba afuera, era el momento adecuado para solicitar su ayuda, al momento de que lo vio le dio un fuerte apretón de manos y después de una charla natural entre ambos le contó su situación.
—¿Entonces creen qué nos puedan echar la mano?, la verdad se los agradecería mucho—Dijo George algo animado, pero para su sorpresa Alexandre había soltado una pequeña risa a lo que su risa se había borrado a mostrar una expresión confundida—La verdad nos encantaría poder ayudarte, pero no creo que nos pagues todo el dinero que te vamos a prestar en un año, sé que se te va a olvidar, ya estás algo viejo, esto no es personal pero ya no eres hombre de hace treinta años.
—¿Cómo puedes decir eso?—Dijo George golpeando el escritorio con su mano—Yo siempre he estado para ti, cuando más me necesitabas, ahí estaba, siempre cuando ocupaste un amigo ahí estaba para ti, no me vengas con que no soy un hombre de palabra—Terminó de decir George algo decepcionado, para luego observar como Alexandre se levantaba de su asiento para luego llamar a sus hombres.
—No lo volveré a repetir—Dijo Alexandre en un tono serio—Quiero que salgas de aquí, y te desaparezcas, aquí tú no eres bienvenido, estás puertas están cerradas para ti—Pero…—Fue interrumpido George por Alexandre que sostenía un cigarro.
—Vete ya, no quisiera que te saquemos nosotros mismos, lo digo más que nada por tu edad—Prendido su cigarrillo para mirarlos con desagrado.
—¿Cómo le pueden decir eso a mi padre?, siempre ha sido un buen hombre, ¡Malditos desgraciados!, lo van a lamentar infelices—Dijo Albert completamente molesto por como humillaba a su padre. A lo que Alexandre se acercó a Albert.
—He dicho se larguen o los saco yo mismo—Les advirtió Alexandre.
—Quiero ver que lo intentes infeliz—Dijo Albert mientras apretaba sus puños lo que fue tomado por el hombro. —Hijo, no importa, vámonos, no pasa nada, lo vamos a poder resolver—Dijo George tratando de calmar a su hijo.—Hazle caso a tu papi, niño—Dijo Alexandre entre burlas, a lo que Albert mostraba un gesto de furia, sin más que decir se fueron del lugar agobiados.
Albert estaba completamente molesto, estaba teniendo una crisis, no podía creer lo que estaba pasando, se sentía tan infeliz en ese momento, hasta que todo lo que pensaba se aclaró al oír la voz de su padre—Hijo, tienes que calmarte, no es el fin del mundo, sé que estás molesto y te entiendo, yo igual, pero tienes que entender que eso ya no está en nuestras manos—
—¡NO!—Respondió Albert completamente en llamas.
—Papá no puedo creer que seas tan cobarde, ¿Por qué no le dijiste que si no te ayudaba ibas a decir que él es un fraude?—
Siguió Albert mientras caminaba alrededor.
—Eres un maldito cobarde—
—Eso me haría igual que él, así que a mí parecer no lo vale, lo único que haríamos es perjudicar a él y a su familia, no quiero eso en mi conciencia, así que entiende ya mi situación, no soportaré más tus berrinches, tendré que vender el barco para al menos salvar la casa—Dijo George tocando su cabello algo decepcionado.
—Eres un poco hombre, debiste de decirle eso para que nos ayudara, no puedo creer que seas mi padre, mi padre no debería de ser un cobarde—Dijo Albert mientras golpeaba la pared—
—¡Basta!—Dijo cansado George de que su hijo estuviese fuera de control. Albert bajo la cabeza y se dio la vuelta.
—Me voy de aquí, no soporto verte ahora—
Después de terminar su frase se retiró sin más que decir, su padre trato de hacerlo entrar en razón pero fue en vano, no escuchó en lo absoluto, se fue a buscarlo por todas partes pero solo se había perdido entre el bosque, para su mala suerte empezaba a nevar cada vez más, no podía considerar esto, no logro hacer el negocio con Alexandre, su hijo había desaparecido de la nada, no pudo conseguir las cosas que les había prometido a sus hijos, y ni una rosa para su pequeña que siempre hacía todo por ellos, había defraudado Amelia, su esposa.
"M**i querida amelia, te extraño tanto, me hubiera gustado que te quedarás un poco más con nosotros hubieras subido el ánimo de todos, eras una mujer excepcional, eres y seguirás siendo el amor de mi vida, aun que ya no estés aquí, seguiré siempre guardando tu recuerdo en mi corazón", no pudo evitar derramar unas lagrimas al decir eso, su esposa lo era todo y lamentablemente se había ido, añoraba verla una vez más, aunque fuera solo por un segundo.
Decepcionado, siguió caminando para ver si conseguía al menos ver a una persona, la nievel empezaba con más fuerza, no cabía duda de que estaba agotado, mientras daba más pasos se percató de que había un caballo lastimado, se dio cuenta que sus patas estaban algo lastimadas, trato de ayudar al caballo, lo levantó aunque esté pesaba demasiado, el caballo como pudo empezó a dar lentos pasos.
George empezó a caminar, a lo que había visto una sombra enorme, al percatarse de lo que era abrió los ojos como platos, era un castillo de verdad, totalmente negro, podía escuchar murmuro extraños, pero no tenía opción, tenía que refugiarse, también tenía que ayudar al pobre caballo, entró con titubeos, al entrar la reja del castillo se cerró ferozmente por el aire que daba, George apresuró al caballo para entrar dentro, cuando llegaron ahí, pudo contemplar que había oro por todas partes, habían diferentes cofres de oro, al abrirlos se dio cuenta que estaban vestidos, joyas, diamantes de todo tipo y más oro puro, todo lo que había en esos cofres era lo que sus hijos deseaban tanto, no quería regresar con las manos vacías, no tenía el valor para hacerlo, como pudo empezó a llevarse todos los objeto de valor, tenía que hacerlo, no podía volver con las manos vacías, tenía que demostrarle a Albert que no era un cobarde, aunque eso afectará sus principios tenía que demostrar que era capaz de hacerlo por ellos.
Mientras tomaba todo se percató que el caballo ya podía caminar normal, sus patas tenían vendajes, no le tomó importancia, era perfecto, así podía llevarse los cofres más rápido, se montó al caballo y salió del castillo, pero noto que en una pared se hallaba cientos de flores, incluidas la rosa que su hija tanto deseaba, bajo de su caballo y la tomó de un solo movimiento.
Ya había tomado todo, se disponía a irse sin más que hacer, pero al querer subirse al caballo noto un gran sombra que estaba arriba de una enorme roca cubierta de plantas le dio escalofríos de únicamente verla, de pronto sintió algo entre sus pies y se percató que las plantas lo agarraban por todas partes hasta ponerlo contra la pared y pudo observar como la sombra poco a poco se acercaba a él.
—Vaya—Sé escuchó de esa tenebrosa sombra—Parece que las personas no pueden ser más ambiciosos, entras a mi casa sin mi permiso, te llevas todo lo que se te pone encima, y ahora, arrancas una de mis rosas favoritas—Dio una pequeña pausa mientras continuaba con un tono ofendido—Pero que insolente—Termino para después soltar un suspiro.
—Perdón, no era mi intención, es que…—Fue interrumpido por aquel hombre.
—Ahórrate tus disculpas, robaste, eso no quita nada, podrás darme un sermón pero nunca quitará el hecho de que eres un cobarde—George se sintió decepcionado de escuchar esas palabras de nuevo.
—¿Quién se merece que robes esa flor?—Preguntó mientras caminaba alrededor—Para mi hija, la menor, Marieth, ella es una buena chica, solo la quería hacerla sentir feliz después de causarle tantas desgracias—Dijo, mientras lo decía en un tono decepcionado, a lo que escucho una pequeña risa de parte del individuo para después escucharlo
—Escucha, porque solamente te lo diré una vez—Dijo sin darle importancia a lo que había dicho—Te daré un día para que te despidas de toda tu familia, y si no llegas a regresar dentro de un día, mataré a cada uno de ellos, y te mataré a ti, pero para que de verdad duela, mataré al final a esa buena chica que tanto dices querer, pero que te quede claro, esto no es una amenaza, es una advertencia—
—Sé lo suplico—Dijo George mientras era liberado por las plantas
—Te estoy dando la oportunidad de despedirte, no seas malagradecido conmigo, mi única oferta es esta—
—De acuerdo—Acepto George sin remedio alguno.
—Puedes observar al caballo que llevas contigo—George solo asintió temeroso—Ese caballo te llevará devuelta aquí, en el momento en que te subas te llevará aquí sin dudarlo, y cuidado si intentas bajar, porque yo llegaré de inmediato con tu familia y no dudaré en matarlos a cada uno de ellos, mañana el corcel hará todo lo demás, llegarás aquí, y te mataré, ¿Está claro?—
Dijo para después dar nuevamente un suspiro, a lo que George bajaba las cosas que había tomado y escucho una risa de parte del individuo—No, adelante, ya llévatelo, ¿Para qué lo devuelves?, no hará ninguna diferencia, fuera de aquí, ya no tienes nada que hacer aquí, ya te dije todo, ya es cosa tuya si no vuelves—George se había montado al caballo rápidamente y salió corriendo como si no hubiese un mañana, y era verdad, ya no habría otra mañana para él, seguía perdido por la nieve a lo que de lejos se percató que había unas luces, era Albert, quien tenía a varios hombres, su hijo bajó del caballo y corrió a abrazar a su padre—Padre, perdóname, jamás debí de dejarte solo, fui un desconsiderado, merezco lo peor y aún más—Decía Albert con lágrimas en sus ojos.
—No importa hijo, tranquilo, me alegra verte bien, sano y salvo, eso es lo que me importa—Dijo George devolviéndole el abrazo.
Todos los hombres que había traído Albert ayudaron a George a meterlo a un carruaje, el caballo que había encontrado él, también lo ayudaron aunque estaba en buen estado. Albert estaba sorprendido de los cofres que había traído su padre—¿Dónde encontró eso?—Pregunto Albert mientras le daba una cobija a su padre en el carruaje.
—Es una larga historia, tendremos que volver para que te lo cuente mejor a detalles, esto es algo que se los tengo que contar a los cinco—Albert solamente asintió, ya no quería molestar a su padre más, tenía ansias de saber la historia, pero presentía algo malo, no sabía por qué pero sabía que no era nada bueno ver a su padre con unos cofres de oro puro.
Después de un viaje largo, llegaron a su destino, al entrar a casa, todos los hijos de George lo abrazaron sin dudarlo, pero George no tenía buenas noticias. Les había comentado lo ocurrido, no había perdido ni un exclusivo detalle que se le haya olvidado, todos se llevaron una sorpresa, todo sonaba ilógico, pero su padre nunca les había mentido.
—¿Todo esto por una simple rosa?—Dijo Sebastián mientras tocaba su frente nervioso.
—Eso suena ridículo, nada de eso existe—Dijo Rubí mientras agarraba su sombrero y se lo ponía en la cabeza—Es imposible—Termino de decir.
—Yo tampoco lo creí, pero cuando vi todo el oro, no cabía duda de que esto era muy real—Dijo mientras señalaba el oro.
—¿Nos lo vas a dejar?—Preguntó Jade quién podía presenciar todo ese brillante oro, a lo que Albert golpeó la mesa haciendo que todos voltearon de inmediato.
—Por un segundo, aunque sea uno, podrías dejar de pensar en dinero, tú no trabajas, ni siquiera puedes mover ni una simple escoba, así que al menos deja de pedir—Pidió Albert totalmente molesto.
—No sé por qué me gritas a mí—Recalco Jade—Yo no soy la persona que quería esa rosa—Terminó para voltear a mirar a Marieth.
—Jamás mencione que tenías la culpa, solo te llame inútil—Recalco Albert dando una sonrisa satisfactoria.
—Pues parece que me lanzas toda la culpa a mí.
—Aquí nadie tiene la culpa—Dijo Sebastián tratando de calmar a sus hermanos.
—Por favor, dejen de pelear, nadie tiene la culpa más que yo—Dijo George quién tosía por la terrible nieve que lo había hecho enfermar.
—Padre, no es tu culpa, tienes que descansar, mañana verás que todo se resolverá—Dijo Sebastián dándole un té para que pudiese tranquilizarlo.
—Hijo, ya no hay un mañana para mí, solo sé que mi amor por ustedes es infinito, cuídense unos a otros.
—Padre—Decía Albert entre murmullos.
Marieth se encontraba destrozada, no quería perder a su padre, ella no quería quedarse sola, su padre era todo para ella, decidida salió corriendo tomando una carta y empezó a escribir, ya había tomado una decisión que definiría su futuro.
A la mañana siguiente George se levantó algo débil de su cuerpo, se dispuso a ponerse su traje de capitán, quería llevarlo puesto antes de morir, se despidió de sus cuatro hijos, pero faltaba una. Marieth, busco tanto en su habitación como el jardín, pero para su sorpresa no estaba en ninguna de las dos.
—¿Dónde se encuentra Marieth?—Pregunto George algo desconcertado.
—Tal vez está triste, ya que por su culpa te vas a morir, es muy cobarde al no dar la cara—Dijo Rubí mientras se ajustaba su moño del cuello.
—Nadie tiene la culpa, podrías dejar de repetir eso—Pidió Sebastián mientras la tomaba del hombro.
George entró nuevamente a su habitación y no se había percatado que en su cama había una nota, él la tomó mientras sus hijos entraban también a la habitación.
Padre
Lamento haber sido la persona que mató a mi madre, no quiero llevar también en la conciencia tu muerte, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, a pesar de que mis hermanas no sean las mejores, no las cambiaría por nadie, dile a mis hermanos que los amo por ser tan trabajadores, y dile a mi amiga Jeanne que su amistad lo es todo para mí, me iré al castillo, no quiero que estés triste, quiero que estés feliz, ya que estarás bien, yo sé que podrán recuperar nuestra fortuna, porque tienes a tus demás hijos que te quieren y apoyan, me hubiera gustado haber ido a París contigo, Te amo papá con todo mi ser.
Al terminar de leer la carta, George se quedó congelado, sus lágrimas caían por sus mejillas, Albert tomó la nota y empezó a leerla—No puede ser—Dijo mientras se tiraba de rodillas—George salió corriendo hacia la puerta y se dio cuenta que el corcel que lo iba a llevar hacía allá tampoco estaba, solo pudo gritar su nombre mientras caía de rodillas en el piso, su hija, la más considera iba a morir por un error de él. No había duda que su corazón se había roto por completo.
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Updated 23 Episodes
Comments
Natalit
hay que triste ella es la mejor hija, pero es difícil cargar en su conciencia que al nacer ella su madre murió y eso mínimo fue obra de ese par de hermanas que se manda
2025-01-13
1
Leo José
es un sacrificio que estoy dispuesto hacer
jajajaja
2024-10-04
1
Leo José
Buen capitulo, se nota que te encanta el Azul , Azul jajajaja ❤️
2024-10-04
1