CAPITULO 6

Muchos dicen que el amor es extraño, que se acaba de la nada o que empieza de la nada, la verdad es que a pesar de que amemos a alguien con todas nuestras fuerzas no logramos siempre poder estar a su lado, hay veces en que se va o lo dejas ir, si nos preguntamos cuál es la peor de las dos nunca tendremos una respuesta concreta, pero cuando el amor es sembrado, es tratado de una forma eficiente puede llegar a ser eterno, incluso si una de las dos personas muere, el sentimiento nunca desaparecerá, todos tenemos a seres que nos gusta por medio del tiempo, pero solo uno es nuestra alma gemela, no porque tengan los mismos gustos, si no por la forma de amarse, de que tengan la misma pasión, porque mientras haya amor no faltara nada, todo lo que nos queda es aceptar nuestros sentimientos a tiempo, no hacer dudar a nuestro corazón, tenemos que arriesgarnos para poder ser felices, tenemos que intentarlo antes de que sea demasiado tarde, recuerden el amor no muere, solo mueren tus sentimientos por la persona al saber que te dejará, no llores, no caigas en tristeza, el amor llegará a tiempo , es para todos los que creemos en la felicidad, para ser felices hay que aprender a vivir la vida sin miedo y sim herir a los demás, y para poder amar hay que seguir tres simples reglas.

Número uno…

Amate antes de amar a alguien más, si no tienes amor propio no busques amor de otra persona solamente por soledad, debido a que tú buscas que alguien ame lo que a ti no te parece suficiente de ti mismo, lo que buscas es aprobación, buscas que alguien sane tus heridas, y si deseas que te sanen tus heridas busca mejor a un médico, porque no es amor lo que deseas compartir.

Número dos...

Ama a las personas que te apoyan, si las dejas de lado porque conociste a alguien más significa que mientras que eres un ser egoísta quw solo añoro cariño de alguien a quien nunca vio como algo importante, hay que aprovechar lo que uno tiene y valorarlo, entrar en razón y cambiar la actitud arrogante para abrir paso a la empatía, no des todo por una persona que recién conociste por alguien que ha estado toda la vida por ti.

Y Número tres y más importante...

Toma riesgos, no le tengas miedo a lo nuevo, ten miedo a siempre quedarte con ganas de ser feliz, no olvidemos que somos humanos y todos de alguna o de otra manera cometemos errores, ¿Qué más da cometer uno más?, así es la vida y hay que aprender a vivir de la manera que nos haga felices, cuando decidan enamorarse de nuevo, tal vez no haya la misma intensidad y pasión, pero estás abriendo tus puertas de la seguridad y de la confianza, hay que dar gracias a que te estás permitiendo amar, tal vez no empiece de la mejor manera, pero lo mejor es el desarrollo de la historia, lo que vivan hará que se odien y se amen, amarán sus virtudes y amarán sus defectos, no lo olviden no hay nada más valioso que la felicidad de uno mismo y el amor, porque el amor no debe ser perfecto, debe ser honesto y atesorado.

...

Después de que terminara su discurso, todas las personas del palacio aplaudieron, habían sido unas bellas palabras en una bella boda junto a una bella pareja, el Rey se sentía orgulloso de su hijo, había hecho llorar a su esposa ahora nueva Reina. Él joven guardó su carta en su bolsillo.

—Esas palabras me han hecho llorar Príncipe Félix—

Dijo su mayordomo quien sacó un pañuelo para limpiarse las lágrimas, aquel joven rubio de ojos azules le regalo una sonrisa, con tan solo catorce años era muy amado por todo el Reino—Hijo—Sé escuchó una voz varonil, era el Rey Edwards quien abría sus brazos para abrazar a su pequeño—Eres mi mundo, sin ti no me hubiese dado otra oportunidad en el amor—

El joven solo sonreía abrazando a su padre con amor.

—Tranquilo padre, yo solo te impulsé, tú lo hiciste solo, mamá hubiese querido esto, créeme, tenías que darte la oportunidad de ser feliz—

El padre solo sonrió, siguió abrazando a su hijo, pero se dio cuenta que los invitados le hablaban a lo que le acaricio el cabello a su hijo y se dispuso a atender a los invitados.

Él Rey Edwards amaba a su pueblo y protegía a su Reino, siempre procuraba la seguridad de su gente; se había casado con Isabela, la Condesa de Inglaterra, la cual se había divorciado de su esposo, ya que le había sido infiel,

Algo que no era de extrañarse es que después de haber cometido eso las personas que la rodeaban comenzaban a llenar de críticas a la mujer, por primera vez una mujer se había divorciado de su esposo haciéndolo mundialmente conocido.

Pero una noche la cual había un baile real se presentó Isabela quien no había sido invitada a bailar por ningún hombre, hasta que el Rey extendió su mano para invitarla, a lo que ella aceptó.

Edwards no prestaba atención a esa clase de leyes las cuales la mujer era sometida y a servirle a su esposo, en cambio, la felicito por tener valor, ella al ver cuáles era sus intenciones no pudo evitar sentirse atraída hacia él.

Con el tiempo se habían vuelto muy amigos, pero el sentimiento cambió por el tiempo, formando una relación, ambos pasaron por mucho pero al final lo lograron, habían podido casarse.

Edwards había perdido a su esposa por medio la guerra, el príncipe Félix tenía solo ocho años cuando eso sucedió, el Rey había cerrado su corazón, pero cuando la conoció esa noche había sido enganchado, él negaba su amor por ella, pero Félix le hizo entender a su padre que el amor era para todos y que no le sería infiel a su madre si se enamoraba otra vez, y por fin todos lo consiguieron, consiguieron la felicidad, todo era perfecto...

Era...

—Príncipe Félix—El príncipe miró a todos lados y por fin encontró esa voz, era su abuela, Anastasia, era una mujer demasiado sería, una mujer arrogante y ambiciosa.

—Abuela, ¿Cómo está?—Respondió haciendo una reverencia.

—Estoy bien, gracias—Dijo sin importancia—Tu carta fue muy... muy...

empalagosa, que lindo que hicieras eso, pero tienes que entender que la verdadera felicidad no es el amor, te daré un consejo hijo—Dijo la anciana mientras caminaba alrededor junto a su nieto.

—Dígame abuela—Respondió el joven.

—Las personas nunca podrán ser felices, porque la gente al tener el amor no lo saben cuidar, ambos se lastiman mutuamente hasta terminar ese dichoso amor que tanto decían tenerse, segundo, el dinero es lo que quieren todos, a pesar de estar económicamente bien desean más, son ambiciosas las personas, y la felicidad nunca llega si no tienes esas dos, a fuerzas las necesitas para alcanzar esa felicidad, en resumen, siempre de una o de otra manera serás miserable—El chico solo bajo su mirada.

—¿Por qué dice eso abuela?, no puede mirar la vida de ese modo—La mujer soltó una risa.

—Claro que puedo, date cuenta hijo, así es la vida, bueno, más bien así son las personas, así que solamente piensa en ti, algún día serás Rey, piensa como uno, no seas como el ignorante de tu padre, si no piensas en ti no vales nada, aunque te duela tienes que ser egoísta para adaptarte en este mundo—La mujer agarro una copa de vino y le dio un trago mirando a su nieto quien le dio la espalda.

Él joven retomo lo que dijo y miró su carta con algo de duda, soltó un suspiro pesado, "¿Pensar en mí?", se preguntó el príncipe mientras salía del palacio hacia su jardín, miró de reojo las rosas y tomó una de ellas la cual había sido arrancada por el aire fuerte que soplaba.

—Tengo que ser fuerte, solo debo creer en mí si quiero alcanzar mi felicidad—

Susurro de manera melancólica el pequeño Príncipe.

...

Había parado la tormenta, y salieron de sus campañas, Sebastián admiraba lo bonito que se veía, el aire era tan refrescante que le saco una sonrisa, ya se le ocurría varias escenas para incluir en su libro, era un joven muy soñador, ser escritor era su sueño más grande, poder firmar un libro de algún admirador era algo que deseaba con todo su ser—Padre—Dijo al ver que se levantaba algo cansado—No te fuerces a hacer esto, deja que me encargue—

—No hijo—Le respondió George quien se paraba—Tengo que ayudar, yo los metí en esto, yo tengo que sacarlos, pero gracias por preocuparte hijo—

Sebastián ya no soportaba ver a su padre de esa manera, solo causaba que se preocupara más, el joven se ofreció a acompañar a su padre mientras que Hans y Albert buscarían juntos.

Mientras tanto Alber caminaba mirando con detenimiento el bosque, miraba las ramas rotas y los charcos hondos que habían sido causados por la tormenta.

Albert desde chico siempre le gusto tener la razón, casi nunca fallaba, y cuando lo hacía lo negaba rotundamente, él prefería que lo odiaran antes de equivocarse, cuando era niño su madre siempre lo llevaba al mercado a que él escogiese su juguete favorito, pero él nunca elegía nada, prefería que ese dinero se guardará, ya que él soñaba con tener un negocio, lo añoraba tanto, pero al morir su madre empezó a decaer, gasto todo su dinero apostando, se volvió alguien vicioso, por más que hablaran con él no lo hacían entrar en razón, pero en las circunstancias en las que estaban lo hacía ver la vida de diferente modo, tuvo que pasar algo grave para que él aprendiera de su error, su hermana, a la cual adoraba era prisionera por un monstruo, Marieth la cual lo regañaba por apostar, la cual lo ayudaba desde pequeña, a la que vio crecer no estaba a su lado, él prometió cambiar, solo quería a su hermana de regreso, solo quería darle al menos un abrazo, le dolía eso, pero le dolió aún más ver a su padre sintiéndose culpable de algo que no era totalmente su culpa, Albert se había culpado más por haber abandonado a su padre a su suerte.

Como dije anteriormente, el culpable no lo sabían con certeza, todos agarraban un pedazo de culpa que los enfermaba de dolor y frustración.

Recuperar a su hermana era lo que más deseaba, él quería cambiar, pero deseaba que su hermana estuviese allí para verlo, y ahora tenía que estar con un idiota que decía quererla, que quería casarse con ella, él iba a evitar eso a toda costa, así tuviese que perder miles de dólares evitaría esa boda, no dejaría que su hermana echara a perder su vida con esa basura de hombre, únicamente se acomodó su cabello y fue con Hans a la parte alta del bosque, tenían que escalar mucho, varias veces se cayeron, pero Albert no se iba a dar por vencido, siguió subiendo, pero para su mala suerte no había nada de pistas, y si lo hubiera, el lodo ya lo hubiese borrado, el plan de Albert aún no estaba arruinado, su plan no era solamente buscar a Marieth, era encontrar el paradero del Castillo, pero sabía que si se lo comentaba a su padre se pondría mal, así que simplemente guardo silencio—Hay que seguir buscando hacia más arriba, tal vez encontremos algo—Dijo Hans mientras se secaba su sudor con una pequeña toalla, a lo que Albert solo asintió.

Por otra parte, Jeanne se encontraba en el mercado, quería hacer un pastel de calabaza para su padre, por más que odiara ese pastel se lo haría a su padre para sacarle una sonrisa. Algo que le parecía extraño a la joven rubia, era que no había señales de su mejor amiga, por más que pasaba por su casa no la encontraba, no quería molestar así que nunca preguntó, ¿Y si le pasó algo?, ella solo negó con su cabeza, tal vez estaba exagerando, por estar metida en sus pensamientos no se dio cuenta que había empujado a alguien—Lo siento—Dijo la joven, miró a la persona y supo de quién se trataba—Hola Rubí—Dijo Jeanne forzando una sonrisa en sus labios, ella ya sabía como era al igual que Jade, Marieth siempre le contaba lo que hacían, quería evitar que no la manipularan.

—Jeanne, querida, hace tiempo que no te veía—Rubí como era regularmente, vestía un vestido rojo algo extravagante, un poco grande la parte de atrás, un sombrero rosa salmón para darle el toque, tanto su rostro como sus uñas estaban pintados. A lo que Rubí miró de arriba a abajo a Jeanne, quien traía puesto un vestido café claro, su cabello lacio y bien cuidado estaba suelto, pero a la joven le disgustaba darse cuenta que Jeanne era atractiva.

—Lo mismo digo—Dijo ella mirando hacia otro lado—¿Tú?, ¿En el mercado?—Preguntó Jeanne—Pensé que Marieth era la que se encargaba de todo—Después de decir eso Rubí soltó un gruñido como si de un perro se tratase—Créeme que a mí no me gusta hacer esto, pero Marieth lleva desaparecida casi dos semanas, la verdad ya espero su regreso—Después de que dijera eso Jeanne soltó sus compras dejándolas caer al suelo, ella temblaba, su corazón sentía que se saldría, su amiga desde pequeña...

—¿Cómo?, ¿Qué le pasó?, ¿Cuándo fue eso?—Preguntó la joven alterada.

—Cálmate Jeanne, estamos en un mercado—Dijo entre susurros para no ser escuchada—Lo que pasó fue que mi padre le robo a un monstruo o algo así, y parece que al sujeto no le gustó eso, así que quiso que papá regresara para poder matarlo, pero tú sabes, Marieth siempre se quiere hacer la heroína, así que cambio su puesto con el de mi padre y lleva desaparecida hace tiempo, y henos aquí, comprando aquí, haciendo las tareas de la tonta de mi hermana—Jeanne se quedó sin aliento, ¿Era real?, puede ser, ¿Su hermana era una perra?, sin duda, no podía creer que todo eso no le importara, ¿Qué clase de hermana era?, no lo pensó dos veces, tomó sus compras y salió de ahí, Rubí solo rodó sus ojos y siguió comprando.

Jeanne corrió rápido para llegar a su casa, dejó sus compras en la mesa buscando a su padre, hasta que lo encontró en el jardín—Hija, ¿Qué te sucede?, ¿Por qué estás tan agitada?—Le pregunto su padre al notar a su hija tan pálida.

—Marieth—Dijo la joven cayendo de rodillas llorando a lo que su padre se agachó para tomarla entre sus brazos.

Unos minutos más tarde Jeanne tenía una taza de té entre sus manos—Entiendo hija, no quiero dudar de ti, pero, ¿Un monstruo?, yo no creo en los monstruos, leo sobre ellos que es muy diferente—Dijo su padre mientras le daba unas galletas a su hija.

—No importa si es un monstruo o no, se llevó a mi mejor amiga, casi hermana, la única que me apoyo después de que mi madre nos dejara, la única que entendía mi estilo por los libros, la única que a pesar de que tuviese problemas nunca faltaba a nuestras salidas y nunca se le olvidaba mi cumpleaños, tenemos que ayudar a su familia, no dejaré que esté sufriendo, ¿Qué tal si en este preciso momento la están haciendo sufrir?—Dijo Jeanne agarrando los hombros de su padre con fuerza.

—Tranquila querida, yo iré a ayudar, tú quédate tranquila, atiende la biblioteca, iré a la casa de George y preguntaré en donde están, tú no te preocupes amor—Dijo su padre mientras le daba un beso en la frente. Después de eso se marchó, Jeanne soltó un suspiro, no quería quedarse de brazos cruzados, pero no quería desobedecer a su padre, eran dos líneas las cuales podían lastimarla.

Desde que la joven era pequeña formó un lazo de amistad con Marieth, considerándola casi su hermana, daría la vida por ella si fuera necesario, hacían por lo regular todo juntas, su amistad era tan pura y sana que cualquier otra, la joven sacó su libro de recuerdos viendo fotos de su amiga pelirroja, siempre le encantó su cabello, era muy bello, le decía tomate de cariño, y Marieth le decía piña, ambas se querían mutuamente, se entendían a la perfección, no quería que estuviese herida, no quería que se fuera.

Unos de los peores miedos de Jeanne era ser abandonada, cuando tenía diez años su madre se había marchado por un hombre que conoció en un bar, eso la destrozo por completo, la única que la apoyo aparte de su padre fue Marieth, ella entendía su dolor completamente, después de todo, ambas compartían el mismo dolor se perder a una madre, asi sea de maneras diferentes, comprendía su dolor, y nunca la hizo menos, para Marieth su amiga lo era todo.

Todos deseaban encontrar a la pelirroja, estaban desesperados pero era imposible hallarla, aquel Castillo estaba fuera del alcance de todos, cada uno tenía sus razones para encontrarla, unos de una manera egoísta, otros de una manera pura y otros de una manera desesperante. Lixfe básicamente se reía de ellos al ver como quedaban en la locura, nadie sabía las intenciones de aquel al que apodaron "Mounsturo"

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Comments

María de los Angeles Clemente I

María de los Angeles Clemente I

está muy hermosa tú historia me encanta sigue escribiendo

2023-02-18

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